miércoles, octubre 10, 2007

Díaz Hordas…

Tomás Mojarro

El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco. ¿A dónde vamos? ¿Oh amigos! Luego, eso fue verdad. Ya abandonan la Ciudad de México. El humo se está levantando. La niebla se está extendiendo…

México, 2 de octubre, 1968 - 2 de octubre, 2007. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No se les olvide que fue un día como hoy, pero de hace 39 años, cuando la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, anocheció nublada de cadáveres, para que al siguiente día los habitantes de esta ciudad capital amanecieran con la agitación, la expectación y el ánimo enfebrecido, mientras que arcos olímpicos y banderas tricolores colgaban aquí y allá y tremolaban al viento de otoño como signos de confraternidad, al tiempo que el autócrata represor, el de las manos tintas en sangre, clamaba a todos los rumbos de la rosa de los vientos:

“¡Todo es posible en la paz..!”

Y cuán efectivas las estrategias del Poder después de la noche de Tlatelolco, otro día la Plaza de las Tres Culturas iba a amanecer pulcra, recién relujada, como si horas antes no hubiese anochecido erizada de cadáveres. ¿Cuántos civiles muertos? Doscientos, según documentos desclasificados en Washington, por más que muy otra es la historia oficial: fue en 1978 cuando los reporteros se acercaron al general José Hernández Toledo, jefe que fue del Batallón Olimpia la tarde infausta de Tlatelolco:

- General, ¿realmente falleció el número de personas que se afirma murieron el 2 de octubre del 68?

Rotunda, la respuesta del ameritado militar (¡por el honor de la patria!):

- No, miren, en Tlatelolco no falleció ninguno.

La historia oficial, ese oficial e interminable embuste; ese interesado manipuleo de la crónica que viene desde Tlacaélel (¿desde antes?) en una tradición que han mantenido los alquilones al servicio del Poder, como aquel nombrado Rafael Solana, hoy difunto y ya desde antes muerto en vida, esa que dedicó a quemar incienso a los premios literarios, al presidente en turno y a la “belleza” de la que fuese “primera dama”. De la masacre (¡no genocidio, señor Carrillo Prieto, fiscal especial para los crímenes de la guerra sucia instrumentada por Echeverría desde 1968 hasta la década de los 70s!); de la masacre de Tlatelolco, repito, lo publicó en el semanario el Solana de marras:

- Ganas de exagerar que tiene la gente. El 2 de octubre fue una catástrofe de muchísimas menores proporciones que un accidente de aviación no muy grande, o que unas vacaciones de Semana Santa en las carreteras del país, mucho menor que el incendio de un teatro, ¿y a eso se le ha pretendido dar dimensiones de epopeya? ¿Y se ha llegado a la exageración ridicula de decir antes de Tlatelolco y después de Tlatelolco? Pero cómo, ¿acaso, cuando el choque de trenes en Topilejo, se llegó a decir antes de Topilejo y después de Topilejo? Qué ganas de exagerar…

Que Tlatelolco nunca más. Ni el de la derrota de los meshicas ni el de la masacre de mestizos por parte de un Sistema de Poder autocrático y autoritario. Hoy, cuando aquí, allá y en todos los rumbos de la rosa se encienden los focos rojos; hoy, cuando las aguas bajan turbias y parece que el Poder intenta despertar al México bronco, es como para decir desde lo íntimo del cogollo del espíritu: que Tlatelolco nunca más. Nunca..

Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos; con esa lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados…

Bueno, sí, pero más allá de la historia oficial, ¿qué fue lo que realmente se perpetró en Tlatelolco? ¿Cuáles fueron sus antecedentes, y qué consecuencias produjo en nuestro país? Lo apuntaba hace un par de años The York Times: “Si la historia la escriben los ganadores, la de México podría estar a punto de sufrir una importante corrección”. Sí, porque según el diario de EU., “cuando candidato, Vicente Fox prometió formalmente una Comisión de la Verdad“. Mis valedores…

¿El diario neoyorkino creyó la palabra del candidato Fox? ¿La creyó alguno de ustedes? ¿Le creyó a Fox? Y es que, a decir del dicho periódico, “la Comisión de la Verdad podría ser una ventana hacia un panorama de secretos, una caja de Pandora política De ser abierta, podría destruir al Revolucionario Institucional, que durante 71 años de dominio en México controló el flujo de información, los archivos del Estado y la versión oficial de la historia. Muchos capítulos de la versión oficial son falsos o están llenos de huecos…”

Por contras, mis valedores: algunos vislumbres de la verdad se columbran en ciertos documentos que el general Marcelino García Barragán, Secretario de la Defensa Nacional en el sexenio del matancero, reveló a Javier García Paniagua, hijo suyo.

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