Guadalupe Loaeza
No, no fue casual el hecho de que este año el Salón del Libro en París, dedicado a México, hubiera recibido 40 mil visitantes más que el pasado. Es cierto que este éxito se le puede atribuir a una multiplicidad de razones, que veremos más adelante, no obstante, también quiero pensar que, en este caso, los franceses se sintieron seducidos por la presencia y la cultura mexicana representadas por 40 espléndidos escritores.
Sí, estoy segura de que esta respuesta tan entusiasta se debió a su interés por nuestra literatura, y por los puentes que Francia y México han tendido a lo largo de su respectiva historia desde hace muchos años.
Según el periodista del diario francés Le Figaro, Mohammed Aïssaoui (18-03-09), el libro en Francia no ha entrado a la ola de la crisis, como ha sucedido con el CD o el DVD.
Todo lo contrario. Los franceses continúan siendo unos lectores voraces. Para ellos el libro es un objeto casi precioso: necesitan tocarlo, hojearlo, olfatearlo.
Nunca leerían un libro por internet. Otras de las razones por las que se encuentra en tan buena salud la industria editorial en Francia es por la diversidad de la oferta.
Nada más en el 2008 se publicaron, 63 mil 600 títulos. Otra razón de este éxito es la ley de precio único. “No hay duda que esta ley -dice el periodista- mantiene a flote numerosas librerías.
De no haber existido esta ley, hubieran corrido la misma suerte que las disqueras, una suerte siniestra. Muchas de ellas incluso ya han desaparecido”. Más adelante en el reportaje, Aïssaoui dice que hay que agradecer igualmente a la labor titánica de los libreros ya que han sabido resistir y adaptarse a la demanda de sus clientes.
Mismo si les piden caricaturas, personajes fantásticos, historias sentimentales, o muy cursis, libros de autoayuda, o bien autores como Stephenie Meyer, estos libreros siempre tratan de darles gusto a sus clientes.
He allí factores que seguramente contribuyeron para el éxito del Salón del Libro en París. Pero para mí, insisto, el fundamental fue, por ejemplo, la presencia de escritores tan vitales como Carlos Fuentes; novelistas que saben, como él mismo dijera, volver los ojos hacia la cultura mexicana “y darnos cuenta que ahí hay una continuidad, una progresión y una riqueza incalculables, a la que hay que recurrir constantemente para enfrentar todos los problemas de la vida cotidiana”.
Qué bueno que el autor de “La muerte de Artemio Cruz” recordó en París que: “Cuando yo empecé a publicar con Gallimard, éramos con Paz y Rulfo los tres únicos escritores mexicanos que se conocían en Francia.
Hoy son tantos. En el Salón del Libro hay una presencia extraordinaria de la literatura mexicana en este momento en Francia”. Y con todo respeto, les soltó: “Es curioso, y no quiero decir nada malo de Francia, pero parece que a medida que baja la literatura francesa suben las literaturas latinoamericanas, y muy particularmente la de México, que es la vedette en este Salón del Libro”, comentó.
Cómo se han de haber sentido atraídos los visitantes franceses hacia al Pabellón de México, bautizado como “Mosaico de diversidad” diseñado por el arquitecto Bernardo Gómez Pimienta.
(Aquí entre nos, y hablando con la verdad, me pudieron haber invitado. Perdónenme que cambie tan súbitamente de tema, pero de pronto me sentí totalmente rechazada.
No dije nada en su momento para no aguarles la fiesta, pero viéndolo bien creo que se cometió una gran injusticia. Ni modo. Así es la vida. ¿Qué se le va a hacer? Con lo que quiero a Francia.
Pero a partir de mañana, así me lleve años hacerlo, solita voy a traducir todos, todos mis libros, y solita voy a proponerlos a todas las editoriales francesas, al fin que gozan de una espléndida salud, como dice el periodista francés.
Estoy segura que habrá alguna de ellas que se interesará en mi trabajo. ¡Faltaba más! La verdad es que cada vez que me preguntaba una amiga o un amigo: “¿Y tú no estás invitada al Salón del Libro en París?”.
Cuando le contestaba con un nudo en la garganta: “Pues fíjate que no...”. Sentía una humillación terrible. Tenía deseos de correr al baño. De desaparecer para no contestarles.
Ellos o ellas, al verme tan perturbada, no sabían cómo reaccionar, también se sentían apenados: “Ay, ni te preocupes, con lo caro que está el euro, te salvaste... Además, qué bueno que te quedaste para lo del viaje de Sarkozy”.
Había quienes me consolaban, diciéndome cosas como: “Para mí que te van llamar hasta el último momento. Lo que pasa es que este Vela es sumamente desorganizado...”.
La verdad es que ya lo superé. Confieso que sí me deprimí. Afortunadamente, en esos días, mi marido me ayudó mucho; hablábamos de la batalla de Puebla, o bien, de la de Camarón, en fin, de hechos históricos donde siempre triunfaba México.
El caso es que la humillación ya está hecha. Sea quien haya sido, no le guardo rencor a nadie. Como decía doña Lola, todo en esta vida se paga... Ya iré a París, no nada más a presentar un libro en francés, sino a recibir la Palm d’Or a Cannes por la versión de la novela para el cine.
En fin... perdón por haberme desviado en un asunto personal).
De lo que nos debemos sentirnos todos los mexicanos muy satisfechos y orgullosos es de los resultados de ventas récord que obtuvo el Pabellón de México para una literatura en lengua extranjera.
De los 7 mil libros que se importaron para este evento, se vendieron más de la mitad los primeros tres días. La librería francesa Gibert Joseph afirmó a la prensa que eso sí es un récord.
¿Y saben ustedes quién fue la campeona de esas ventas? ¡¡¡Laura Esquivel!!! Quien, por cierto, tampoco fue invitada al Salón del Libro, no obstante, ella sí tiene tres libros traducidos en francés, especialmente “Como agua para chocolate”.
Después de Laura vienen los tres autores más demandados de la feria de París: Carlos Fuentes, Jorge Volpi y Paco Ignacio Taibo II.
Por cierto, respecto a Laura, les puedo decir que el domingo pasado ya fue elegida como candidata a diputada local por el PRD para Coyoacán. Estoy segura que el 5 de julio vencerá también en las elecciones.
Ella también es todo un éxito.
gloaeza@yahoo.com
No, no fue casual el hecho de que este año el Salón del Libro en París, dedicado a México, hubiera recibido 40 mil visitantes más que el pasado. Es cierto que este éxito se le puede atribuir a una multiplicidad de razones, que veremos más adelante, no obstante, también quiero pensar que, en este caso, los franceses se sintieron seducidos por la presencia y la cultura mexicana representadas por 40 espléndidos escritores.
Sí, estoy segura de que esta respuesta tan entusiasta se debió a su interés por nuestra literatura, y por los puentes que Francia y México han tendido a lo largo de su respectiva historia desde hace muchos años.
Según el periodista del diario francés Le Figaro, Mohammed Aïssaoui (18-03-09), el libro en Francia no ha entrado a la ola de la crisis, como ha sucedido con el CD o el DVD.
Todo lo contrario. Los franceses continúan siendo unos lectores voraces. Para ellos el libro es un objeto casi precioso: necesitan tocarlo, hojearlo, olfatearlo.
Nunca leerían un libro por internet. Otras de las razones por las que se encuentra en tan buena salud la industria editorial en Francia es por la diversidad de la oferta.
Nada más en el 2008 se publicaron, 63 mil 600 títulos. Otra razón de este éxito es la ley de precio único. “No hay duda que esta ley -dice el periodista- mantiene a flote numerosas librerías.
De no haber existido esta ley, hubieran corrido la misma suerte que las disqueras, una suerte siniestra. Muchas de ellas incluso ya han desaparecido”. Más adelante en el reportaje, Aïssaoui dice que hay que agradecer igualmente a la labor titánica de los libreros ya que han sabido resistir y adaptarse a la demanda de sus clientes.
Mismo si les piden caricaturas, personajes fantásticos, historias sentimentales, o muy cursis, libros de autoayuda, o bien autores como Stephenie Meyer, estos libreros siempre tratan de darles gusto a sus clientes.
He allí factores que seguramente contribuyeron para el éxito del Salón del Libro en París. Pero para mí, insisto, el fundamental fue, por ejemplo, la presencia de escritores tan vitales como Carlos Fuentes; novelistas que saben, como él mismo dijera, volver los ojos hacia la cultura mexicana “y darnos cuenta que ahí hay una continuidad, una progresión y una riqueza incalculables, a la que hay que recurrir constantemente para enfrentar todos los problemas de la vida cotidiana”.
Qué bueno que el autor de “La muerte de Artemio Cruz” recordó en París que: “Cuando yo empecé a publicar con Gallimard, éramos con Paz y Rulfo los tres únicos escritores mexicanos que se conocían en Francia.
Hoy son tantos. En el Salón del Libro hay una presencia extraordinaria de la literatura mexicana en este momento en Francia”. Y con todo respeto, les soltó: “Es curioso, y no quiero decir nada malo de Francia, pero parece que a medida que baja la literatura francesa suben las literaturas latinoamericanas, y muy particularmente la de México, que es la vedette en este Salón del Libro”, comentó.
Cómo se han de haber sentido atraídos los visitantes franceses hacia al Pabellón de México, bautizado como “Mosaico de diversidad” diseñado por el arquitecto Bernardo Gómez Pimienta.
(Aquí entre nos, y hablando con la verdad, me pudieron haber invitado. Perdónenme que cambie tan súbitamente de tema, pero de pronto me sentí totalmente rechazada.
No dije nada en su momento para no aguarles la fiesta, pero viéndolo bien creo que se cometió una gran injusticia. Ni modo. Así es la vida. ¿Qué se le va a hacer? Con lo que quiero a Francia.
Pero a partir de mañana, así me lleve años hacerlo, solita voy a traducir todos, todos mis libros, y solita voy a proponerlos a todas las editoriales francesas, al fin que gozan de una espléndida salud, como dice el periodista francés.
Estoy segura que habrá alguna de ellas que se interesará en mi trabajo. ¡Faltaba más! La verdad es que cada vez que me preguntaba una amiga o un amigo: “¿Y tú no estás invitada al Salón del Libro en París?”.
Cuando le contestaba con un nudo en la garganta: “Pues fíjate que no...”. Sentía una humillación terrible. Tenía deseos de correr al baño. De desaparecer para no contestarles.
Ellos o ellas, al verme tan perturbada, no sabían cómo reaccionar, también se sentían apenados: “Ay, ni te preocupes, con lo caro que está el euro, te salvaste... Además, qué bueno que te quedaste para lo del viaje de Sarkozy”.
Había quienes me consolaban, diciéndome cosas como: “Para mí que te van llamar hasta el último momento. Lo que pasa es que este Vela es sumamente desorganizado...”.
La verdad es que ya lo superé. Confieso que sí me deprimí. Afortunadamente, en esos días, mi marido me ayudó mucho; hablábamos de la batalla de Puebla, o bien, de la de Camarón, en fin, de hechos históricos donde siempre triunfaba México.
El caso es que la humillación ya está hecha. Sea quien haya sido, no le guardo rencor a nadie. Como decía doña Lola, todo en esta vida se paga... Ya iré a París, no nada más a presentar un libro en francés, sino a recibir la Palm d’Or a Cannes por la versión de la novela para el cine.
En fin... perdón por haberme desviado en un asunto personal).
De lo que nos debemos sentirnos todos los mexicanos muy satisfechos y orgullosos es de los resultados de ventas récord que obtuvo el Pabellón de México para una literatura en lengua extranjera.
De los 7 mil libros que se importaron para este evento, se vendieron más de la mitad los primeros tres días. La librería francesa Gibert Joseph afirmó a la prensa que eso sí es un récord.
¿Y saben ustedes quién fue la campeona de esas ventas? ¡¡¡Laura Esquivel!!! Quien, por cierto, tampoco fue invitada al Salón del Libro, no obstante, ella sí tiene tres libros traducidos en francés, especialmente “Como agua para chocolate”.
Después de Laura vienen los tres autores más demandados de la feria de París: Carlos Fuentes, Jorge Volpi y Paco Ignacio Taibo II.
Por cierto, respecto a Laura, les puedo decir que el domingo pasado ya fue elegida como candidata a diputada local por el PRD para Coyoacán. Estoy segura que el 5 de julio vencerá también en las elecciones.
Ella también es todo un éxito.
gloaeza@yahoo.com