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jueves, marzo 24, 2011

Licencia para matar

MÉXICO, D.F., 23 de marzo.- Al igual que aquella famosa película de James Bond, Andrés Manuel López Obrador ha pedido una “licencia para matar”. Licencia para impedir la creación de una alianza PAN-PRD que podría ponerle freno al avance del PRI en el Estado de México. Permiso para acelerar la consolidación de la candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto, que se presenta cada vez más como un hecho consumado. Licencia para matar la única posibilidad de evitar el regreso triunfal del priismo, lo cual entrañaría una profunda regresión política en el país. Permiso para hacerle la vida fácil al Copete Electrónico. Más que evitar la resurrección priista, AMLO parece obcecado en asegurarla. Más que evitar el reingreso a Los Pinos del enemigo histórico de la izquierda, AMLO parece desear ese desenlace. Y paso a paso, decisión tras decisión, López Obrador mata por su propia mano a la izquierda mexicana.

Porque las implicaciones de su vehemente oposición –tanto a la consulta ciudadana como a la alianza electoral en territorio mexiquense– evidencian una actitud alarmante. Una posición preocupante. Una táctica de corto plazo que producirá daños de largo plazo. Con tal de evitar el crecimiento de Marcelo Ebrard, AMLO está dispuesto a asegurar el fortalecimiento de Peña Nieto. Con tal de erigirse como el “único candidato capaz de salvar a México”, AMLO está dispuesto a franquearle el paso al PRI. Antes que darle la oportunidad a la izquierda de ganar, López Obrador prefiere controlarla aunque acabe perdiendo votos. Antes que ser congruente con las alianzas que apoyó en lugares como Oaxaca, López Obrador está dispuesto a denostarlas si de meter el pie a sus adversarios en su propio partido se trata. Frenar el éxito de alianzas que erosionan su poder dentro del PRD le importa más que desmantelar la maquinaria mexiquense que el PRI ha encendido.

Como escribió Elías Canetti, “el horror que produce la muerte se vuelve satisfacción cuando vemos que es alguien más el que está muerto”. Y a AMLO la muerte del PRD no le preocupa. El desmoronamiento político de la izquierda electoral no le atemoriza. El caudal de votos perredistas convertidos en votos priistas no le quita el sueño. Piensa que puede competir solo, ganar solo, triunfar solo. Y por ello, para AMLO la alianza electoral que fue buena en Oaxaca no es buena en el Estado de México. Por ello, para AMLO el perfil democrático incuestionable de Javier Corral –impulsor de la alianza– se vuelve de pronto motivo para llamarlo “alguien que sirve a las mafias que se han apoderado de México”. Al actuar así, López Obrador se vuelve el promotor más exitoso de los mafiosos contra los cuales dice pelear. Al lanzarse contra una alianza argumentando que “no traería nada nuevo”, López Obrador asegura que sea así. Al criticar la consulta ciudadana, López Obrador avala la transición trunca.

Alguien debería recordarle a AMLO que el enemigo verdadero a vencer no es Ebrard: es Peña Nieto. El adversario real que debe ser contenido no es el PRD: es el PRI. El peligro inminente no es la posibilidad de una alianza PAN-PRD: es la división de la oposición. El problema urgente no es parar a Los Chuchos: es parar la resurrección de lo peor del priismo. Si el PRI recupera la Presidencia gracias a las maniobras cuestionables de López Obrador, el futuro de la izquierda mexicana se avizora sombrío, duro, desfondado. Porque los priistas regresarían al poder durante por lo menos dos sexenios. Doce años para canibalizar al PRD y arrebatarle liderazgos y electores y plataformas y militantes. Doce años para desmantelar los pocos contrapesos e instituciones democráticas que hemos logrado establecer. Doce años para destrozar lo que tomó más de veinte construir.

Ese será el escenario predecible si López Obrador insiste en pelearse con propios en lugar de combatir ajenos. Si insiste en volver más agreste el terreno electoral para la izquierda en lugar de emparejarlo donde más importa. En el Estado de México está la base electoral, estratégica, operativa y financiera del proyecto priista. Es allí donde está en juego el futuro de Enrique Peña Nieto y la coalición corporativa que comanda. Es allí donde todas las fuerzas de la oposición –panistas, perredistas, petistas, convergencistas– deberían unirse para formar un frente común. Un dique para proteger a la débil democracia mexicana. Un muro para defender un paraje donde sea posible imaginar la vida política de otra manera: menos cupular y más ciudadana; menos partidista y más participativa; menos centrada en preservar los pactos del pasado y más preocupada por esbozar los nuevos entendimientos del futuro.

Según AMLO, “la oligarquía ya tiene a su candidato, y es Enrique Peña Nieto, que simboliza la corrupción, el clientelismo y los intereses del duopolio televisivo”. Eso es cierto, pero lamentablemente López Obrador no está proveyendo al país de instrumentos para impedir el ascenso del Modelo Bombón mexiquense. Al contrario, está allanando su camino. Porque la candidatura solitaria de Alejandro Encinas no sería suficiente para ganar. Porque si lo que AMLO quiere detener –vía el Estado de México– es una alianza PAN-PRD para la elección presidencial, lo está haciendo al enorme costo de otorgarle al político más popular del país la candidatura del PRI. Porque si lo que AMLO desea es enfrentarse a Peña Nieto en 2012 y jalar el voto antipriista a su propia causa, los números no le dan para imponerse en esa elección. Ganaría la batalla contra el PRD, pero perdería la guerra necesaria para lograr la transformación del sistema que el PRI heredó y que ahora revive.

Andrés Manuel López Obrador ha dicho que “son momentos de definición”. Entonces a él mismo hay que pedirle que se defina. ¿De qué lado está? ¿Del lado de la izquierda capaz de formar un frente opositor para vencer al PRI, o del lado del PRI? ¿Del lado de Marcelo Ebrard o de Enrique Peña Nieto? ¿Del lado de una consulta que fortalezca la participación ciudadana, o del lado de quienes quieren evitarla? ¿Del lado de acuerdos programáticos entre partidos y organizaciones civiles para inaugurar una nueva forma de hacer política, o del lado de priistas que se oponen a su creación? ¿Del lado de la sociedad o de quienes sólo desean manipularla? ¿Del lado de una izquierda revitalizada o del lado de una izquierda que las rivalidades personales se empeñan en matar? ¿De nuestro lado o tan sólo del suyo?

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jueves, diciembre 23, 2010

Educando para la mediocridad

MÉXICO, D.F., 22 de diciembre.- A principios de mes se hicieron públicos los resultados de la prueba educativa internacional –PISA– y nuevamente México volvió a quedar en un mal lugar. Quizás en la Secretaría de Educación Pública hay quienes se congratulen porque “por lo menos” estamos arriba de Albania, Argentina, Azerbayán, Brasil, Indonesia, Jordania, Kazajastán, Panamá, Perú y Qatar. Pero será un pobre consuelo. A pesar de algunos pequeños avances documentados por la OCDE, las mediciones mostradas en matemáticas, ciencias y lectura resaltan un sistema educativo en crisis. En lugar de educar para la prosperidad, las escuelas públicas del país están educando para la mediocridad. Para la parálisis. Para el rezago. Para que el país, en términos comparativos, pierda cada vez más terreno en la competencia internacional en lugar de irlo ganando.

La verdadera sorpresa para muchos fue la posición de Shanghai-China. En su primera medición, la ciudad ocupó el primer lugar a nivel global en las tres áreas evaluadas. Y más impresionante aún: las escuelas chinas con las peores evaluaciones quedaron a la mitad de la tabla de todos los países que participaron, incluyendo los miembros de la OCDE. China, en una generación, ha logrado transitar del atraso a la excelencia, demostrando así que es posible hacerlo. Pero en México insistimos en negar la realidad o cerrar los ojos frente a ella. En muchos otros lugares del mundo, el avance chino ha producido señales de alarma en los pasillos del poder, entre los maestros, y más aún entre los padres de familia, preocupados por escuelas que no satisfacen las necesidades educativas más básicas. En Estados Unidos, por ejemplo, Barack Obama se ha referido a los resultados chinos como un “momento Sputnik”, recordando cuando la antigua Unión Soviética lanzó un satélite al espacio, demostrando que estaba a la par con su adversario en cuanto a avances tecnológicos. China ahora le demuestra al mundo que también se está convirtiendo en una potencia educativa.

En México, sin embargo, los resultados de la prueba PISA ocuparon las primeras planas de algunos diarios durante un par de días y después el tema regresó al cajón. Al archivero. Al último lugar de las prioridades nacionales, desplazado por la boda de Enrique Peña Nieto, la elección interna del PAN y la última ronda de encuestas políticas. La pasión por mejorar la educación parece estar confinada a grupos pequeños de ciudadanos preocupados y algunas ONG como Mexicanos Primero. Como ha sugerido David Calderón, estamos tan mal educados que ni siquiera sabemos cuán importante es la educación. Pero China lo entiende y en los últimos diez años ha reformado sus escuelas y entrenado a sus maestros con el objetivo de producir alumnos de clase global. Pero en nuestro país la escuela pública se ha convertido en una fábrica para pobres; un lugar que condena a los mexicanos a quedarse en el mismo lugar en el cual nacieron, sin acceso a la movilidad social y poco preparados para la competencia global.

La mejor manera de reaccionar sería a través de una apreciación crítica y honesta de cómo llegamos a la pésima situación en la que estamos parados. Con altos índices de abandono educativo. Con un nivel de desempleo alto y con una informalidad aún mayor. Con resultados que colocan a los jóvenes en una ruta de colisión con el futuro. La economía global que surgirá de esta recesión será muy diferente: la competencia entre los mercados emergentes será mayor y sólo los países que cuenten con una fuerza de trabajo competente y capaz podrán salir del hoyo. Va a ser necesario un esfuerzo educativo nacional que enseñe no sólo lo básico. Va a ser indispensable producir mexicanos creativos, críticos, pensantes, capaces de entender problemas complejos y cómo resolverlos. Y ello requeriría comprender la urgencia de transformar nuestro sistema educativo para sustituir la mediocridad por la excelencia.

Muchos piensan que eso no será viable mientras Elba Esther Gordillo siga al frente del SNTE. Mientras los maestros puedan vender, heredar o intercambiar sus plazas por favores sexuales. Mientras los gobernadores puedan ofrecer plazas al mejor postor y hagan de ello un gran negocio. Mientras la clase política conciba a la educación como un coto político en vez de un trampolín social. Hoy el debate incipiente en torno a la educación está imbuido de un gran pesimismo frente a obstáculos que parecen insuperables. Pero como lo revela un reporte reciente de McKinsey sobre la evolución de veinte sistemas educativos en los últimos años, el cambio es posible y no habrá que esperara hasta que La Maestra se muera para instrumentarlo. En sitios donde ha habido mejoras sustanciales, el cambio ha ocurrido en periodos relativamente cortos, en países con culturas muy distintas, con niveles de ingreso muy diferentes, con divisiones étnicas muy marcadas, en sistemas federales y en sistemas descentralizados. A cada paso del viaje hacia la excelencia educativa hay estrategias comunes: México necesita dejar de mirarse el ombligo y estudiar lo que están haciendo otros países en el mundo.

Al país le urge mejorar la calidad de sus maestros, enfatizar la excelencia por encima de la cobertura, reclutar a sus mejores graduados y canalizarlos hacia la profesión educativa, otorgarle al maestro la autonomía y la dignidad perdidas. Todo ello requerirá un liderazgo para la transformación profunda que ha estado ausente hasta el momento en la SEP. El progreso modesto de los últimos años simplemente no es suficiente a pesar de la retórica oficial al respecto. México necesita un secretario de Educación Pública cuya ambición sea ascender a los primeros lugares de la prueba PISA en menos de una generación, y no personas que calientan la silla detrás del escritorio de José Vasconcelos en espera de un dedazo presidencial. La SEP ya no puede seguir perdiendo el tiempo, conformándose con avances milimétricos, congratulándose con cambios microscópicos, manteniendo a los mexicanos rehenes de una educación que los condena a la mediocridad. La ruta internacional a la excelencia es clara y con buena señalización; sólo falta la voluntad política para tomarla. En un mundo globalizado, el éxito estará definido por individuos y sociedades que logran adaptarse con velocidad y cambiar sin oponer tanta resistencia. Si no somos capaces de entender este “momento Sputnik” y los retos que implica, seguiremos atados a la tierra mientras los chinos ascienden a la estratósfera.

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miércoles, diciembre 08, 2010

Diez años de desilusión

MÉXICO, D.F., 7 de diciembre.- “Este es el invierno de nuestro descontento”, anuncia el duque de Gloucester en la obra shakesperiana Ricardo III. Y vaya que lo es en México tras 10 años de gobiernos panistas en la Presidencia: 10 años con logros como la estabilidad macroeconómica, la expansión de las libertades, el crecimiento de la vivienda, la consolidación del programa Oportunidades, algunas reformas obtenidas en el Congreso. Logros sin duda, pero demasiado pequeños para el tamaño de los retos que México tiene enfrente y que ha ignorado. Mientras tanto, Felipe Calderón convoca a impedir la “tragedia” que significaría el regreso del PRI a Los Pinos, y las encuestas colocan a Enrique Peña Nieto a 40 puntos de ventaja sobre cualquier adversario.

La verdadera tragedia es que el PAN mismo ha contribuido a crear ese escenario. Lleva 10 años produciendo presidencias que no han podido o no han querido pelear por la modernización de México y han preferido conformarse con su inercia; celebrar su estancamiento; darse palmadas en la espalda por las crisis que evitaron y por los riesgos que no tomaron. Vicente Fox será recordado en gran medida por todo lo que pudo hacer y no hizo. Felipe Calderón, por la primacía que le dio a una guerra que no pudo ganar. Por todo lo viejo del antiguo régimen que sigue vivo entre nosotros.

Ambos se convirtieron en presidentes que no quisieron lidiar con los vicios del viejo sistema y erradicarlos. Dos líderes que no pudieron encarar a los peores demonios del PRI como forma de vida y encontrar la manera de exorcizarlos. Incapaces de entender que con la transición tenían ante sí la posibilidad de transformar y no sólo de preservar. Alguien como Vicente Fox, quien había denunciado a las tepocatas, a las alimañas y a las víboras prietas para después tomarse la foto junto a ellas.

Vicente Fox prefirió vender antes que gobernar. Prefirió promover antes que cambiar. Prefirió viajar a lo largo del país antes que comprender lo que debía hacer para echarlo a andar. Prefirió conformarse con la estabilidad macroeconómica, sin pensar en lo que tendría que haber hecho para construir una economía más dinámica sobre sus cimientos. Prefirió mirar el vaso medio lleno, sin ver que la mirada mundial lo ve cada vez más vacío. Un país económicamente estable pero paralizado, subsidiado por su petróleo y sus migrantes. Quizás mejor que ayer para algunos, pero igual que ayer para muchos.

Un país que –en términos de reformas profundas y necesarias– lleva 10 años dormido. Ignorando los retos que la globalización exige: una economía más competitiva, una mano de obra más productiva, una población más educada, un capitalismo más dinámico que genere riqueza y –al mismo tiempo– tenga los incentivos para distribuirla mejor. Un país con logros que palidecen ante el peso de los problemas que Vicente Fox y Felipe Calderón dejarán tras de sí.

Un México más libre pero más polarizado. Un México con más crédito pero con más crimen. Un México con más vivienda pero con más narcotráfico. Un México con más Oportunidades del cual un número creciente de personas decide emigrar. Un México con un Estado más descentralizado pero más acorralado por intereses particulares cada vez más poderosos. Un México con baja inflación y alta concentración de la riqueza. Un México dividido en un Norte violento y un Sur estancado. Un México que va perdiendo la ventaja competitiva de su cercanía con Estados Unidos, mientras lamenta el surgimiento del antimexicanismo que su letargo y su violencia han contribuido a desatar.

Quizás Vicente Fox y Felipe Calderón no son responsables de esta larga lista de sinsabores, ya que el PRI como partido mañoso y obstructor también carga con una parte de la culpa. Pero en muchos casos los presidentes panistas han exacerbado los problemas existentes. Por acción y por omisión. Por lo que hicieron y por lo que dejaron de hacer. Por las viejas reglas del juego que no modificaron y con las que permitieron que los poderosos y los privilegiados en México siguieran jugando. Por todo aquello frente a lo cual Vicente Fox cerró los ojos o volteó la mirada. Por la frivolidad desplegada que su propia esposa fomentó. Por las negociaciones difíciles que debió haber emprendido y eludió. Por el vacío de poder que produjo y que otros llenaron. Porque a lo largo de seis años Fox fue un candidato permanente pero un presidente intermitente. Fue un porrista de tiempo completo pero un jefe de Estado que llevó a éste a su debilitamiento.

Y ese probablemente es el peor legado foxista con el cual Felipe Calderón no ha podido lidiar. Un Estado que en rubros cruciales ha perdido la capacidad para serlo. Un Estado que existe para proteger la seguridad de la población pero no puede hoy asegurarla. Un Estado que existe para gobernar en nombre del interés público que ha sido rebasado por los intereses fácticos. Un Estado acorralado por las fuerzas que debería articular pero frente a las cuales se ha rendido. Un Estado arrinconado por los múltiples “centros de veto” que constriñen su actuación. Los monopolistas rapaces y los líderes sindicales atrincherados y las televisoras chantajistas y los empresarios privilegiados y los movimientos sociales radicales y los priistas saboteadores que ofrecen pactar pero sólo para diluir. Todos los que ejercen el poder informal en México. Todos los que han llenado el hueco que la Presidencia encogida deja allí.

En días recientes, Felipe Calderón ha argumentado que sería una “tragedia” volver al pasado con la corrupción, las complicidades y la opacidad que lo caracterizaron. El problema es que la tragedia ya está aquí entre nosotros. Encarnada en cada momento en que Felipe Calderón pactó con Elba Esther Gordillo, protegió a Juan Camilo Mouriño, salvó a Juan Molinar, se negó a entregarle datos al IFAI, se doblegó ante Televisa y no encaró a Carlos Slim. La tragedia de dos presidentes panistas: uno que sacó al PRI de Los Pinos y otro que lo regresará allí. Dos presidentes que salen relativamente mejor librados que sus peores predecesores, pero eso es poco decir. Dos figuras que sembraron esperanzas pero ahora cosechan reclamos. Al juicio de la historia le corresponderá aclarar si las presidencias desilusionantes de Vicente Fox y Felipe Calderón se explican por constricciones estructurales al margen de su temperamento o si ellos mismos las exacerbaron. Por miedo o flojera o ausencia de audacia o falta de experiencia. Sea cual sea la respuesta, el último presidente panista a dos años de terminar su periodo está inmerso en una tragedia como la definió Albert Schweitzer: “lo que muere dentro de un hombre mientras él sigue vivo”.

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jueves, julio 22, 2010

Carta abierta a los multimillonarios de México

A los empresarios mexicanos que forman parte de la lista Forbes:

El año pasado, en mayo del 2009, la prensa estadunidense se enteró de que los hombres más ricos de su país –Warren Buffet y Bill Gates– habían convocado a una reunión confidencial de multimillonarios. Aunque en un primer momento se trató de mantener en secreto, poco a poco, el objetivo del encuentro salió a la luz y ha sido impactante conocerlo. Gates y Buffet le pidieron a los convocados que repensaran la naturaleza de las labores filantrópicas que llevan a cabo. Les pidieron, simple y sencillamente, que dieran más. Que donaran más. Que devolvieran más al país que les ha permitido tener una posición privilegiada. Bill y Melinda Gates alzaron la vara al sugerir que los 400 hombres y mujeres estadunidenses en la lista Forbes donaran 50% de su fortuna a una causa filantrópica en el transcurso de sus vidas o en el momento de su muerte.

La pregunta entonces es ¿por qué no en México? ¿Por qué no pedir el mismo tipo de compromiso a ustedes cuyas fortunas fueron hechas aquí, gracias al país que les permitió ingresar a la lista Forbes? Durante los últimos cuatro años, Warren Buffet ha donado 6 mil 400 millones de dólares a la Fundación Gates. Eso, aunado a los donativos de los propios Gates, ha llevado a una campaña global para erradicar la malaria. Ese mismo dinero, bien usado en México podría llenar muchos de los hoyos de salud y educación que el Estado mexicano –en medio de una crisis fiscal– no puede atender. Donativos de esa magnitud podrían cambiar de manera importante a México.

Si personajes como Oprah Winfrey, Eli Broad, Ted Turner, David Rockefeller, Michael Bloomberg, George Soros, John Doerr y Pete Peterson –entre otros– están dispuestos a asumir y considerar el reto de regalar la mitad de su valor neto, ¿dónde están Carlos Slim, Jorge Larrea, Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas Pliego y multimillonarios mexicanos comparables? Por qué, en un país con necesidades tan obvias, la filantropía empresarial es, en términos comparativos, tan pequeña? ¿Será por nuestra tradición oligopólica? ¿Por la forma tan peculiar en la cual se han amasado las grandes fortunas en México? ¿Por la ausencia de instituciones reconocidas, dedicadas a la filantropía? ¿Por una cultura que no contempla el giving back (dar de vuelta), como un componente central de la actividad empresarial? Detrás de este cúmulo de razones, hay una realidad innegable: México sigue produciendo personas que forman parte de la lista Forbes, pero no conciben la filantropía como parte de su labor. La mayoría parece vivir conforme al credo personal de Carlos Slim, manifestado a la revista The New Yorker, “no creo en la caridad”.

Para muchos de ustedes, basta con actividades como el Teletón, Iniciativa México, mantener un par de fundaciones, regalar algunos millones al año y siempre en eventos con una gran cobertura mediática. Pero eso no es suficiente. En democracias funcionales, la filantropía no se usa nada más para comprar buena publicidad o combatir las presiones regulatorias. La filantropía es vista como una obligación moral; como parte del contrato social que un empresario firma en una sociedad capitalista. Y si el argumento moral tiene poca resonancia en México, existe otro con más poder de convencimiento. Si ustedes –los ricos de México– no regresan más, contribuirán a crear el tipo de país al cual tanto le temen. Tendrán que erigir cercas electrificadas cada vez más altas para defender una riqueza vista como cuestionable, porque con demasiada frecuencia se ha creado gracias a la protección política y no a la innovación empresarial. Tendrán que defender con cada vez más vehemencia su pedazo del pastel, por no permitir condiciones tales que crezca para todos.

Y mientras tanto, seguirán pagando un daño creciente a sus reputaciones. Continuarán enfrentando notas periodísticas constantes sobre la evasión fiscal, la captura regulatoria, los conflictos de interés, el bloqueo a la competencia, la expoliación a los consumidores, el país de privilegios, la incredulidad social ante la manufactura de millonarios en sectores protegidos, y todos los usos y costumbres del capitalismo de cuates que caracteriza a México hoy. En cada nueva versión de la lista, reincidirán los cuestionamientos a personas como ustedes; cuestionamientos similares a los que se hicieron a los Carnegie, a los Rockefeller y a los Vanderbilt, antes de que aprendieran a ser filántropos de verdad. Antes de que comprendieran la importancia de retribuir para resguardar, devolver para legitimar, dar para sobrevivir.

O, como lo argumenta Warren Buffet en un artículo reciente: “beneficiar a otros que por azares del destino tienen menos suerte que uno”. Y Buffet ha cumplido con el compromiso de donativos filantrópicos crecientes, a sabiendas de que no afectarán ni su estilo de vida, ni el dinero que piensa dejarles a sus hijos. Sabe que tanto él como los miembros de su familia continuarán con vidas confortables y útiles, intocadas por el regalo de un montón de millones. Sabe que –con frecuencia– quienes poseen demasiadas cosas, como yates y aviones y obras de arte, acaban poseídos por ellas. Sabe que tuvo la fortuna de nacer en un país con un sistema económico que le permitió tomar grandes riesgos y cosechar extraordinarios beneficios. Y eso lo llena ahora de gratitud. Un tipo de gratitud poco vista entre los magnates mexicanos, pero que se vuelve urgente ante la situación difícil del país. Una forma de revisar la huella que desean dejar en el mundo, basada en el fin de la acumulación y el principio de la tarea más seria y difícil que es distribuir con sabiduría. Una forma de comportamiento que debería llevar hoy mismo al anuncio compartido de todo aquello que los mexicanos de la lista Forbes deberían estar dispuestos a dar. La mitad de su fortuna. La mitad de su valor neto. Un cheque a cambio del país que podrían transformar, si quisieran hacerlo.

martes, marzo 30, 2010

Adictos al fracaso


MÉXICO, D.F., 29 de marzo.- El mismo guión. La misma obra. Las mismas escenas. Las mismas promesas vertidas. Los mismos compromisos firmados, con alguna que otra pequeña variante, o nuevos actores con nombres y apellidos distintos aunque los cargos sean iguales. Antes era Madeleine Albright y ahora es Hillary Clinton. Antes era el general Gutiérrez Rebollo y ahora es el general Guillermo Galván. Antes era Barry McCaffrey y ahora es Gil Kerlikowski. Antes era Ernesto Zedillo y ahora es Felipe Calderón. Pero la gran obra teatral de combate al narcotráfico continúa en la cartelera binacional, sin grandes cambios aunque se insiste en que “ahora sí” habrá un enfoque diferente, un reconocimiento de responsabilidades compartidas, un método distinto de encarar la lucha contra las drogas y la violencia que engendra. Pero en realidad no es así, y la reunión de alto nivel más reciente lo revela. Como lo sugiere Ethan Nadelmann en la revista Foreign Policy, en cuanto al tema de las drogas se refiere, México y Estados Unidos parecen ser adictos al fracaso.

Año tras año, cumbre tras cumbre, acuerdo tras acuerdo, las discusiones se desarrollan tal y como ocurrieron esta semana. Quizás los discursos se hayan vuelto más sofisticados o la encargada de pronunciarlos lo haga con mayor elocuencia, como es el caso de Hillary Clinton. Pero son versiones facsimilares de posiciones reiterativas. Son reuniones ceremoniales, convocadas para demostrar sensibilidad ante incidentes recientes –como los asesinatos de funcionarios consulares en Ciudad Juárez– pero siempre concluyen de modo similar. El espaldarazo estadunidense al presidente mexicano en turno, al que se congratula por su “valentía” y “compromiso”. La llamada solidaria desde la Casa Blanca. La lista acostumbrada de acciones conjuntas, acuerdos logrados, esfuerzos para combatir la oferta de drogas en México y limitar el consumo en Estados Unidos. La lista ampliada de los programas piloto que se echarán a andar, el flujo de armas que se controlará, los estudios sobre la drogadicción que se pondrán en marcha.

Incluso en estos días se habla de la “novedad” que incluye el “enfoque social” que se le dará a los recursos de la Iniciativa Mérida. Se enfatiza que tanto el gobierno de México como el de Estados Unidos han aprendido que no basta con enviar al Ejército o desplegar una estrategia puramente delincuencial en la “guerra contra el narcotráfico” y ahora la atención abarcará el desarrollo económico y social en las comunidades más afectadas por la violencia. Se subraya la inversión en el combate a la corrupción, en las reformas judiciales, en la atención integral a las comunidades fronterizas en ambas naciones. Pero en el fondo, no hay nada nuevo bajo el sol ni en Ciudad Juárez ni en El Paso ni en Tijuana ni en el Distrito Federal ni en Washington. Y por ello la recitación reciente suena tan hueca, tan cansada. Probablemente la reunión de alto nivel que acabamos de presenciar sea el preludio de un mayor involucramiento estadunidense –en términos de presencia, asesoría, equipo, entrenamiento y recursos– pero no entraña un viraje sustancial en la visión simplista y contraproducente que ha predominado desde hace décadas.

Esa visión desde la cual el combate al narcotráfico parte de premisas supuestamente inamovibles e incuestionables: la “guerra” contra las drogas puede ser ganada; Estados Unidos puede reducir la demanda de drogas y lo intentará; la respuesta real se halla en la reducción de la demanda y México si se lo propone puede lograr ese objetivo; la política antidrogas de Estados Unidos debe ser la política antidrogas del resto de América Latina; la legalización podría ser buena pero jamás ocurrirá.

Estas son ideas escritas en piedra, repetidas hasta el cansancio por funcionarios en ambos lados de la frontera, diseminadas por policy-makers estadunidenses y memorizadas por políticos mexicanos. Pero como lo ha sugerido Nadelmann, cada una de estas premisas puede y debe ser confrontada. Cada uno de estos argumentos puede y debe ser revisado. La futilidad de la guerra contra las drogas –librada como se hace hoy– es cada vez más obvia. Más evidente. Más dolorosa. Basta con mirar la tristeza ovillada en los ojos del rector del Tecnológico de Monterrey para confirmarlo.

La guerra contra el narcotráfico no ha mejorado la salud de México, la ha empeorado. No ha contribuido a combatir la corrupción, la ha exacerbado. No ha llevado a la construcción del Estado de Derecho, más bien ha distraído la atención que siempre debió haber estado puesta allí. No ha atendido el problema del crimen organizado, más bien ha contribuido a su enquistamiento y expansión. No ha encarado los problemas históricos de corrupción política y complicidad gubernamental, tan sólo ha ayudado a profundizarlos.

Y por ello llegó la hora de reflexionar seriamente en otras opciones, en otras alternativas, en otras maneras de pensar sobre las drogas y reaccionar ante los retos que producen. Como lo han sugerido distintas voces desde distintas latitudes y convicciones políticas, el curso más racional para México sería contemplar la legalización de la mariguana. Lo han propuesto expresidentes latinoamericanos como César Gaviria, Ernesto Zedillo y Fernando Henrique Cardoso en su estudio Drogas y democracia: hacia un cambio de paradigma. Lo han argumentado quienes piensan que la legalización de ciertas sustancias sería la manera de reducir los precios de las drogas y así proveer el único remedio a las múltiples plagas que provocan: la violencia, la corrupción, el colapso del andamiaje del gobierno en sitios como Ciudad Juárez y Monterrey.

México necesita demostrar la capacidad para determinar su propio destino y tomar decisiones que fortalezcan su seguridad nacional, promuevan su estabilidad política, construyan su cohesión social. Caminar en esa dirección entrañaría empezar un amplio debate público sobre la despenalización limitada como un instrumento –entre otros– capaz de desmantelar un mercado demasiado poderoso para ser vencido por cualquier gobierno. Significaría mirar y emular lo que han hecho otros países e incluso estados dentro de la Unión Americana, como California, donde avanza la despenalización. Pero implicaría, más que nada, reconocer nuestra propia adicción y lidiar con ella. El gobierno mexicano se ha vuelto adicto a una política antidrogas fallida que lo lleva a dedicar cada vez más recursos, más dinero, más armas y más tropas a una guerra que nunca podrá ganar.

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martes, marzo 16, 2010

Aniversario del PRI: 81 (d)años

DISCURSO DE BEATRIZ PAREDES EN LA CEREMONIA POR EL 81 ANIVERSARIO DEL PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL.

Compañeras y compañeros de partido:

En el PRI no tenemos duda alguna en cuanto al papel histórico que a nuestra corriente política le corresponde jugar en México en estos tiempos aciagos, y es regresar a como dé lugar a Los Pinos, el hogar que nos vio nacer.

Precisamente porque un objetivo importante del accionar del Partido ha sido regresar al gobierno para acceder al botín –y repartirlo de nuevo entre nuestras clientelas– no podemos aceptar los pactos para promover la competencia política en nuestra contra.

Nosotros fuimos los primeros en demostrar la amnesia a nuestros principios y la adopción de posiciones programáticas, durante el gobierno de Carlos Salinas, el cual, por cierto, yo apoyé en todo momento. Ahora no podemos permitir que otros partidos copien esa amnesia y ese pragmatismo que son monopolios nuestros.

Nosotros fuimos los que empezamos la vieja tradición –vigente durante 81 años– de apetito por el poder y falta de respeto a los ciudadanos.

Nosotros fuimos los primeros artífices de la ambición y el oportunismo, y hemos contribuido orgullosamente al descrédito de la política ante la sociedad. Ante tal alarde de desmemoria e inconsistencia sobre el papel que hemos jugado, los llamo a celebrar, hoy en nuestro día, a líderes de la talla de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Arturo Montiel, Roberto Madrazo, Elba Esther Gordillo, Carlos Salinas, Ulises Ruiz y Mario Marín.

Allá están los otros partidos y su embrollo. Nosotros hemos sido consistentes en nuestra propuesta de elevar los impuestos a cambio de impedir las alianzas en nuestra contra. Nuestros seguidores jamás se verán ensombrecidos por la duda y el desconcierto. Saben que somos corruptos pero confiables.

En el PRI tenemos nuestro quehacer. Comprar votos, construir clientelas, engañar ciudadanos, evidenciando que somos una fuerza política capaz de comprender la difícil situación que atraviesa el país, y proponer soluciones que nos convengan y nos regresen al poder. Porque en el Partido Revolucionario Institucional sí sabemos gobernar a la antigüita.

México atraviesa una de las etapas más críticas de su historia, y gracias a Dios, nosotros hemos contribuido a que eso sea así. El país está sumido en un desarreglo que va desde la economía hasta la política, y nosotros hemos ayudado bloqueando reformas, protegiendo nuestros intereses, y financiando a nuestros gobernadores para poder mantener el statu quo.

Tal combinación ha llevado a una severa destrucción del tejido social y a un serio daño de los valores nacionales con los cuales hemos indoctrinado a millones de mexicanos para que sean apáticos, conformistas, y no cuestionen nuestra autoridad. Este es el resultado de nueve años de gobiernos panistas sin rumbo ni experiencia autoritaria. La era de la confusión que nosotros queremos remontar con la restauración del PRI viejo pero conocido.

Aquí, en marzo del 2010, estamos como siempre, los priistas con el pensamiento liberal (con la excepción de 17 estados en los que me he sumado a la criminalización del aborto y a la penalización del derecho a decidir).

No hay mejor escenario para el crimen organizado que la debilidad de la política y por eso es que últimamente nos va tan bien como partido. No hay ambiente más propicio para el predominio de los poderes fácticos que el desorden institucional y la ingobernabilidad, y por ello ya nos hemos aliado con esos poderes fácticos para planear una regresión a la medida de nuestros intereses compartidos. Por cierto, agradezco a Televisa la transmisión de este discurso en cadena nacional.

¡Cuidado!

Muchas décadas costó en el país instaurar un régimen democrático y debemos frenar su avance ahora mismo. A 200 años del Inicio de la Independencia y a una centuria del Inicio de la Revolución, debemos afirmar categóricamente que las libertades y los derechos ciudadanos son algo que el PRI siempre se ha empeñado en revertir.

Por eso debemos revalorar la política cupular, tras bambalinas, al estilo priista.

Por eso debemos aquilatar la importancia de los acuerdos y los pactos a oscuras, y a espaldas de la ciudadanía para elevarle los impuestos y así asegurar que nuestro puntero presidencial –Enrique Peña Nieto– no enfrente una alianza PAN-PRD en el Estado de México.

Pensar en México, en este México nuevo y distinto, requiere hacerlo de las viejas maneras, con los discursos atávicos, con las palabras apolilladas. Pensar en México para ponerlo a nuestra disposición otra vez, requiere no creer en la creatividad de la sociedad civil y no impulsar su protagonismo, ni aprender sus modos ni soñar sus sueños. Tan es así que me he opuesto a las candidaturas independientes y a cualquier otro mecanismo que le de voz y representación real a la sociedad.

Los años recientes, en la alternancia, los priistas hemos demostrado con creces nuestra falta de compromiso con una República moderna. Hemos pretendido la disolución del país para luego hacernos de sus despojos. Hemos sabido ejercer una oposición en la que aprobamos tan sólo los acuerdos cuando convienen a nuestros intereses (empresariales, corporativos, sindicales). No nos vamos a detener. Las necesidades de nuestros líderes políticos no cesan, se profundizan.

Es indispensable subrayar que para regresar al poder necesitamos darle todo lo que necesiten a nuestros gobernadores. Somos constitucionalmente una federación con estados libres y soberanos, y por ello podemos permitir que en sus feudos locales, los gobernadores priistas gobiernen como se les dé la gana. Los gobernadores de los estados emanados de nuestra fuerza política, cuentan con todo el respaldo de su Partido, aunque violen la ley, atropellen las garantías individuales, les arrebaten a las mujeres el derecho a decidir, o protejan pederastas.

Tengo confianza plena en las bancadas de Senadores y Diputados que representan al PRI en el Congreso de la Unión. Estoy segura que al disciplinarse ante mí, ante su coordinador parlamentario, o ante algún poder fáctico de peso –mientras ignoran a sus representados– podremos seguir legislando para preservar intereses enquistados y asegurar el regreso del PRI a Los Pinos.

Juntos vamos a reinstalar el autoritarismo, pero ahora disfrazado mejor. Queremos un México al que podamos controlar y manipular y exprimir como siempre.

Seguimos luchando.

Seguiremos luchando.

¡Viva el PRInosaurio!

martes, enero 19, 2010

¿Quiénes son los verdaderos pecadores?

MÉXICO, D.F., 18 de enero.- Para: Cardenal Norberto Rivera; Hugo Valdemar, vocero de la Arquidiócesis; Esteban Arce, César Nava, Mariana Gómez del Campo, los arzobispos y ministros griegos y evangélicos, y muchos mexicanos más.

Asunto: Preguntas sobre su oposición al matrimonio homosexual y la postura que han asumido ante su legalización.



-El cardenal Norberto Rivera ha dicho: “México es un país que ama a la familia; es su célula fundamental y el centro de cohesión social. Es por ello que vemos con profunda preocupación cómo se ataca el matrimonio, cómo se burlan los valores cristianos”. Sorprende su posición por la contradicción inherente que entraña. ¿Qué no al aspirar al matrimonio las parejas gay están promoviendo los valores que usted celebra? Si el matrimonio es tan preciado –ya que crea un vínculo estable entre individuos que forman un hogar y una asociación económica y social–, ¿no debería usted aplaudir a quienes quieren formar parte de esta institución social vital? ¿Qué no al buscar el matrimonio las parejas gay están contribuyendo a fortalecer esa célula que usted valora? Entonces, ¿no debería ello ser motivo de celebración en vez de causa para la condena?

-El cardenal también ha argumentado que “la ley suprema perenne es la de Dios; toda ley que se le contraponga será inmoral y perversa”. ¿Pero no recuerda usted que la Constitución es la ley suprema en el Estado laico mexicano, que asienta el respeto a las opiniones de todas las creencias religiosas pero prohíbe la imposición que usted sugiere?

-César Nava ha dicho que buscará echar abajo la aprobación de los matrimonios gay con argumentos “estrictamente jurídicos”. ¿Pero qué no la ley a la que piensa apelar debe ofrecer protección y equidad tanto a hombres como a mujeres, al margen de su orientación sexual? ¿Qué no la igualdad ante la ley debe extenderse a las personas de todas las razas, religiones, lugares de origen y también preferencia sexual? ¿Puede ofrecer usted una sola razón para continuar discriminando contra miembros decentes y trabajadores de la sociedad, apelando a un argumento jurídico? Al negar el matrimonio entre homosexuales, ¿no está usted negando también el reconocimiento a la igualdad en nuestra sociedad –algo injusto e inconstitucional?

-Gran parte de los argumentos en contra del matrimonio gay están enraizados en que la tradición ha contemplado el matrimonio como una relación exclusiva entre hombres y mujeres. ¿Pero acaso los derechos y libertades que el matrimonio abarca están confinados exclusivamente a heterosexuales? El hecho de que las cosas siempre han sido de cierta manera, ¿implica que deben permanecer así? ¿Cómo explicarían ustedes el rechazo a tradiciones como la esclavitud, la segregación racial, la negación del voto a las mujeres? ¿Qué no el rompimiento con la tradición en esos casos ha sido señal de evolución y reconocimiento de la universalidad de los derechos?

-Mariana Gómez del Campo, lideresa del PAN en el DF, ha manifestado su oposición a los matrimonios gay porque “lo natural es una relación entre hombre y mujer”. ¿Acaso esa afirmación no ignora que la ciencia nos ha enseñado que muchas veces ser homosexual no es algo que se elige? ¿No ha leído y estudiado lo suficiente como para saber que la preferencia sexual puede ser tan inmutable como ser zurdo? ¿Y qué no sabe –además– que la Constitución prohíbe imponer nuestros prejuicios sobre otras personas? ¿Acaso olvida que el Estado laico existe precisamente para promover la libertad y asegurar las garantías civiles?

-Los panistas han argumentado que los matrimonios gay equivalen a un atropello a los derechos de los niños. Esa posición parte de la premisa de que los padres homosexuales serán un peligro para los niños que adopten o conciban. ¿No están al tanto de la amplia literatura académica que contradice los estereotipos comunes y descalificadores sobre los padres homosexuales? ¿Sabían ustedes que las parejas de homosexuales son tan felices o infelices como las parejas de heterosexuales? ¿Sabían que su capacidad de ser padres no es diferente a la de matrimonios heterosexuales? ¿Sabían que –según los estudios– los hijos de parejas homosexuales no tienen ni más ni menos posibilidades de ser homosexuales cuando crezcan? ¿Sabían que los hijos de parejas gay crecen de la misma manera, hacen actividades similares, practican los mismos deportes, ven los mismos videos que los hijos de parejas heterosexuales?

- Como ha argumentado el jurista conservador Theodore Olson, independientemente de lo que ustedes piensen sobre la homosexualidad, es un hecho que los gays y las lesbianas son miembros de nuestra sociedad. Forman parte de nuestras familias, de nuestras escuelas, de nuestros lugares de trabajo. Son nuestros doctores, nuestros maestros, nuestros colegas, nuestros amigos. Anhelan la aceptación, aspiran a relaciones estables, desean contribuir a la sociedad, como tantos mexicanos más. Al negarles el derecho al matrimonio, ¿no están ustedes contradiciendo los valores que tanto dicen fomentar: familias fuertes, relaciones perdurables, comunidades pobladas por personas con lazos legales y reconocidos? ¿Qué no la discriminación y el trato desigual corren en sentido contrario a todo aquello que la Iglesia y el conservadurismo promueven?

-Ustedes dicen estar en favor de la familia, en favor de la tolerancia, en favor del amor. Pero al disuadir a los homosexuales de formar relaciones –como el matrimonio– que ustedes alientan en otros, ¿no les están diciendo que son personas menos valiosas, menos legítimas, menos iguales, menos apreciadas, menos queridas? Al negarles el derecho a relaciones equitativas, ¿no los están degradando como individuos? Al referirse a sus relaciones como una “aberración” y como una “perversión”, ¿no están contribuyendo ustedes al prejuicio, a la intolerancia y a la discriminación? ¿Y qué ello no contradice el espíritu fundacional del cristianismo? ¿Y qué no todo ser humano tiene derecho a la igualdad y a la dignidad?

lunes, septiembre 14, 2009

El cinturón de los otros

DENISE DRESSER

Cuando Felipe Calderón argumentó que “tenemos que hacer más con menos”, por lo visto no se estaba refiriendo al gobierno. Cuando exhortó a un “extraordinario esfuerzo de austeridad y racionalización”, por lo visto sólo estaba dispuesto a impulsarlo a medias. Cuando aseveró que su gobierno “no pedirá un esfuerzo que no haya hecho antes en su propio ámbito”, resulta que en realidad no ha sido así. Porque el paquete económico anunciado hace unos días sin duda entraña un ajuste, pero en el cinturón de los otros. Implica sacrificios pero principalmente para la clase media y quienes sobreviven debajo de ella. Se basa en la lógica de aumentar la recaudación para financiar al Estado, pero no contempla formas de adelgazarlo. Se trata, como lo ha argumentado el economista Enrique Quintana, de un esfuerzo desigual.

Nadie duda que es imperativo repensar la forma en la cual el Estado mexicano recauda dinero y cómo lo gasta. Se ha vuelto urgente hacerlo, sobre todo ante la caída dramática de la producción en Cantarell. El fin de la bonanza petrolera augura el principio de los cambios urgentes pero postergados. Durante décadas el petróleo había financiado la parálisis; había permitido que el Estado se pagara a sí mismo y a sus clientelas sin verse obligado a fomentar el crecimiento económico o la competitividad. El “excremento del Diablo”, como llamó al petróleo un ministro venezolano, desvirtuó el sistema económico y político de México al corromper instituciones, reforzar clientelas, financiar gastos superfluos y producir gobiernos que nunca se vieron obligados a depender de los impuestos cobrados a su población. Por ello no tenían que rendir cuentas; podían gastar sin transparentar, podían gastar sin justificar, podían gastar sin proveer explicaciones al respecto.

Ahora eso empieza a cambiar y enhorabuena. Ahora que el Estado comienza a quedarse sin recursos busca desesperadamente cómo encontrarlos, y por ello hurga en el bolsillo de los contribuyentes. De allí el alza en los impuestos; de allí el incremento en las tarifas; de allí el jalón al cinturón de tantos mexicanos. Pero ojalá que este afán impositivo lleve a un debate a fondo sobre cómo el Estado usa los recursos que le son transferidos y en nombre de quién. Ojalá produzca cuestionamientos profundos sobre la forma en la cual el Estado gasta y para qué. Ojalá promueva el surgimiento de un contexto de exigencia, seguido por la demanda colectiva de rendición de cuentas. Ojalá ningún mexicano piense que tan sólo habrá que pagar y callar.

Porque al examinar la propuesta presentada, parecería que el gobierno está exigiendo más de lo que está dispuesto a ofrecer. Parecería que busca recorrer la hebilla del cinturón de los contribuyentes, pero no mover la suya. Los recortes anunciados por parte del gobierno federal distan de ser suficientes y no queda claro que sean en los ámbitos necesarios. En la última década hemos presenciado un crecimiento desbordado –en 80%– del gasto público programable, como lo sugirió el economista Arturo Fernández en una audiencia en el Senado. Gasto canalizado a gobernadores dispendiosos y a líderes sindicales corruptos y a empresas públicas cada vez más ineficientes y a pensiones cada vez más onerosas. Una transferencia masiva de riqueza para mantener el statu quo y a sus beneficiarios actuales.

Por ejemplo, la Comisión Federal de Electricidad –que cobra las tarifas más altas y ofrece los peores servicios– recibe un subsidio equivalente al doble del presupuesto de la UNAM. Pemex tiene más trabajadores por barril que cualquier otra empresa petrolera y aunque la producción ha caído, la nómina ha crecido. El gasto estatal en el campo equivale a 45% de la producción agropecuaria, y proliferan los desvíos y la disfuncionalidad evidenciada recientemente por el programa Procampo. Las transferencias a los estados han aumentado cuando, como lo sugiere la Auditoría Superior de la Federación, es allí donde se encuentran las principales áreas de opacidad. Y mientras tanto, crece el presupuesto del Poder Judicial y del Instituto Federal Electoral y del Consejo de la Judicatura y del Tribunal Electoral del Poder Judicial, entre tantas entidades más. Mientras se exprime a la población se mantienen los privilegios de la élite burocrática y sindical.

Entonces, el esfuerzo exigido no resulta equitativo. El sacrificio pedido no resulta correspondido. El Estado demanda más de los contribuyentes, pero no ha construido la legitimidad necesaria para actuar así. Porque no basta con congelar algunos sueldos y fusionar algunas secretarías y reducir algunas misiones diplomáticas y disminuir algunos gastos de representación. La austeridad tiene que empezar por la propia casa y es allí donde al gobierno le falta actuar de manera más enérgica. Es allí donde debe tomar decisiones como frenar la construcción de un lujoso edificio para el Senado y exigir la devolución de los remanentes del presupuesto asignado para boletos de avión a cada diputado y reducir las prestaciones y eliminar los bonos y frenar los gastos crecientes en la promoción personal del Presidente y tantos gastos más Y quizás el ahorro en estos rubros no contribuya de forma fundamental a tapar el boquete de 300 mil millones de pesos que existe en las finanzas federales, pero sí significaría un cambio de actitud. Mandaría un mensaje de equidad que falta enviar.

Hasta ahora el gobierno de Felipe Calderón no ha llevado a cabo una labor de convencimiento convincente. Propone aumentar los impuestos, pero no aplica de manera paralela una política creíble de austeridad. Propone aumentar la recaudación, pero no se compromete a reducir de manera significativa el gasto. Propone que los mexicanos paguen más, pero no dice con claridad a dónde se destinarán esos nuevos recursos. Y no es suficiente anunciar que los nuevos impuestos se usarán para combatir la pobreza. ¿Cómo saben los mexicanos que ese dinero no acabará financiando el nuevo yate de Carlos Romero Deschamps, o el próximo bono navideño de los consejeros del IFE, o la siguiente cirugía plástica de Elba Esther Gordillo, o la próxima campaña deplorable del Partido Verde, o la próxima campaña publicitaria de Enrique Peña Nieto, o el siguiente fideicomiso de la Secretaría de Hacienda? Para que eso no ocurra, el gobierno debe etiquetar cada peso recaudado, debe transparentar cada partida asignada, debe verificar cada meta anunciada. Si el gobierno quiere tener la credibilidad suficiente para apretar el cinturón de los otros, necesita comenzar con el suyo.

miércoles, septiembre 02, 2009

Llamado a hablar mal de México

Y en los tiempos oscuros, ¿habrá canto?
Sí. Habrá el canto sobre los tiempos oscuros.
Bertolt Brecht

Hace unos días, el presidente Felipe Calderón criticó a los críticos y convocó a hablar bien de México: "Hablar bien de México, de las ventajas que México tiene… es la manera de construir, precisamente, el futuro del país". Y de allí, siguiendo su propio exhorto, pasó a congratularse porque la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes aquí es más baja que en Colombia, Brasil, El Salvador o Nueva Orleáns. Las ventajas de México quedarán claras cuando decidamos hablar bien del país, concluyó.

Escribo ahora para pedirte –lector o lectora– que hagas exactamente lo contrario a lo que el Presidente exige. Escribo ahora para recordarte que el estoicismo, la resignación, la complicidad, el silencio, y la impasibilidad de tantos explican por qué un país tan majestuoso como México ha sido tan mal gobernado. Es la tarea del ciudadano, como lo apuntaba Günter Grass, vivir con la boca abierta. Hablar bien de los ríos claros y transparentes, pero hablar mal de los políticos opacos y tramposos; hablar bien de los árboles erguidos y frondosos pero hablar mal de las instituciones torcidas y corrompidas; hablar bien del país pero hablar mal de quienes se lo han embolsado.

El oficio de ser un buen ciudadano parte del compromiso de llamar a las cosas por su nombre. De descubrir la verdad aunque haya tantos empeñados en esconderla. De decirle a los corruptos que lo han sido; de decirle a los abusivos que deberían dejar de serlo; de decirle a quienes han expoliado al país que no tienen derecho a seguir haciéndolo; de mirar a México con la honestidad que necesita; de mostrar que somos mejores que nuestra clase política y no tenemos el gobierno que merecemos. De vivir anclado en la indignación permanente: criticando, proponiendo, sacudiendo. De alzar la vara de medición. De convertirte en autor de un lenguaje que intenta decirle la verdad al poder. Porque hay pocas cosas peores –como lo advertía Martin Luther King– que el apabullante silencio de la gente buena. Ser ciudadano requiere entender que la obligación intelectual mayor es rendirle tributo a tu país a través de la crítica.

Ahora bien, ser un buen ciudadano en México no es una tarea fácil. Implica tolerar los vituperios de quienes te exigen que te pases el alto, cuando insistes en pararte allí. Implica resistir las burlas de quienes te rodean cuando admites que pagas impuestos, porque lo consideras una obligación moral. Lleva con frecuencia a la sensación de desesperación ante el poder omnipresente de los medios, la gerontocracia sindical, los empresarios resistentes al cambio, los empeñados en proteger sus privilegios.

Aun así me parece que hay un gran valor en el espíritu de oposición permanente y constructiva versus el acomodamiento fácil. Hay algo intelectual y moralmente poderoso en disentir del statu quo y encabezar la lucha por la representación de quienes no tienen voz en su propio país. Como apunta el escritor J.M. Coetzee, cuando algunos hombres sufren injustamente, es el destino de quienes son testigos de su sufrimiento padecer la humillación de presenciarlo. Por ello se vuelve imperativo criticar la corrupción, defender a los débiles, retar a la autoridad imperfecta u opresiva. Por ello se vuelve fundamental seguir denunciando las casas de Arturo Montiel y los pasaportes falsos de Raúl Salinas de Gortari y las mentiras de Mario Marín y los abusos de Carlos Romero Deschamps y el escandaloso Partido Verde y los niños muertos de la guardería ABC y los cinco millones de pobres más.

No se trata de desempeñar el papel de quejumbroso y plañidero o erigirse en la Casandra que nadie quiere oír. No se trata de llevar a cabo una crítica rutinaria, monocromática, predecible. Más bien un buen ciudadano busca mantener vivas las aspiraciones eternas de verdad y justicia en un sistema político que se burla de ellas. Sabe que el suyo debe ser un papel puntiagudo, punzante, cuestionador. Sabe que le corresponde hacer las preguntas difíciles, confrontar la ortodoxia, enfrentar el dogma. Sabe que debe asumirse como alguien cuya razón de ser es representar a las personas y a las causas que muchos preferirían ignorar. Sabe que todos los seres humanos tienen derecho a aspirar a ciertos estándares decentes de comportamiento de parte del gobierno. Y sabe que la violación de esos estándares debe ser detectada y denunciada: hablando, escribiendo, participando, diagnosticando un problema o fundando una ONG para lidiar con él.

Ser un buen ciudadano en México es una vocación que requiere compromiso y osadía. Es tener el valor de creer en algo profundamente y estar dispuesto a convencer a los demás sobre ello. Es retar de manera continua las medias verdades, la mediocridad, la corrección política, la mendacidad. Es resistir la cooptación. Es vivir produciendo pequeños shocks y terremotos y sacudidas. Vivir generando incomodidad. Vivir en alerta constante. Vivir sin bajar la guardia. Vivir alterando, milímetro tras milímetro, la percepción de la realidad para así cambiarla. Vivir, como lo sugería George Orwell, diciéndoles a los demás lo que no quieren oír.

Quienes hacen suyo el oficio de disentir no están en busca del avance material, del avance personal o de una relación cercana con un diputado o un delegado o un presidente municipal o un Secretario de Estado o un Presidente. Viven en ese lugar habitado por quienes entienden que ningún poder es demasiado grande para ser criticado. El oficio de ser incómodo no trae consigo privilegios ni reconocimiento, ni premios, ni honores. Uno se vuelve la persona que nadie sabe en realidad si debe ser invitada, o el colaborador de una revista a la cual le recortan la publicidad.

Pero el ciudadano crítico debe poseer una gran capacidad para resistir las imágenes convencionales, las narrativas oficiales, las justificaciones circuladas por televisoras poderosas o Presidentes porristas. La tarea que le toca –te toca– precisamente es la de desenmascarar versiones alternativas y desenterrar lo olvidado. No es una tarea fácil porque implica estar parado siempre del lado de los que no tienen quién los represente, escribe Edward Said. Y no por idealismo romántico, sino por el compromiso con formar parte del equipo de rescate de un país secuestrado por gobernadores venales y líderes sindicales corruptos y monopolistas rapaces. Aunque la voz del crítico es solitaria, adquiere resonancia en la medida en la que es capaz de articular la realidad de un movimiento o las aspiraciones de un grupo. Es una voz que nos recuerda aquello que está escrito en la tumba de Sigmund Freud en Viena: "la voz de la razón es pequeña pero muy persistente".

lunes, junio 08, 2009

Aspirar a más

DENISE DRESSER

¿Usted sabe quién es su diputado? ¿Sabe cómo votó durante su paso por el Congreso? ¿Sabe cuántas veces viajó al extranjero y adónde? ¿Sabe qué iniciativas legislativas presentó? ¿Sabe cómo ha gastado el dinero público que usted le entregó a través de los impuestos? Es probable que usted no sepa todo eso, y quisiera sugerir por qué: el sistema político-electoral no fue construido para representar a personas como usted o como yo. Fue erigido para asegurar la rotación de élites, pero no para asegurar la representación de ciudadanos. Fue creado para fomentar la competencia entre los partidos, pero no para obligarlos a rendir cuentas. Fue instituido para fomentar la repartición del poder, pero no para garantizar su representatividad.

Y quizás por eso ahora hay tantos mexicanos insatisfechos, descontentos, descorazonados, que no saben por quién votar o si lo harán siquiera. Quizás por eso, como lo revela una encuesta reciente realizada por la Secretaría de Gobernación, sólo 4% de la población confía en los partidos y sólo 10% piensa que los legisladores legislan en favor de sus representados. La población mira a los partidos y ve allí una historia de priización, de complicidades, de organizaciones que dijeron enarbolar algo distinto para después actuar igual. Ve a partidos con algunas diferencias en cuanto a lo que ofrecen, pero con demasiadas similitudes en cuanto a cómo se comportan. Ve pluralismo en la oferta política, pero mimetismo en el desempeño gubernamental. Ve a partidos corruptos, partidos que se niegan a rendir cuentas, partidos que se rehúsan a reducir gastos, partidos que hacen promesas para después ignorarlas, partidos que, en lugar de combatir la impunidad, perpetúan sus peores prácticas.

Allí está el PRI montado sobre el corporativismo corrupto y vanagloriándose por ello. O el PAN que prometió ser el partido de los ciudadanos pero acabó cortejando a Valdemar Gutiérrez, líder atávico del sindicato del IMSS. O el Partido Verde, única opción “ecologista” del planeta que apoya la pena de muerte mientras se vende al mejor postor y financia la farándula del “Niño Verde”. O el PRD, enlodado aún por el “cochinero” de su elección interna y que no logra remontar las divisiones internas producto de su relación de amor-odio con Andrés Manuel López Obrador. O el PT o Convergencia, saltando de alianza en alianza para ver cómo aterrizan mejor. Otorgándose salarios altos, fiestas fastuosas, aguinaldos amplios, viáticos inmensos, exenciones amplias, cónclaves en las mejores playas. Partidos cerca del botín que se reparten y lejos de la ciudadanía; cerca de los privilegios que quieren preservar y lejos de los incentivos para sacrificarlos.

Y ante eso se nos dice que debemos votar por alguno de ellos porque, si no, “afectaríamos la legitimidad de la representación política”, cuando en realidad esa representación sólo existe de manera trunca y parcial. Y se nos dice que el sistema de partidos funciona “razonablemente bien”, cuando en realidad funciona muy bien para la clase política pero muy mal para la ciudadanía. Y se nos dice que el sufragio por alguna de las opciones existentes fomentará el cambio, cuando en realidad sólo preservará el statu quo. Y se nos dice que si anulamos el voto estaríamos desacreditando a las instituciones, cuando en realidad han logrado hacerlo sin nuestra ayuda. Y se nos dice que debemos buscar verdaderos mecanismos de exigencia para demandar que la clase política se comporte de mejor manera, cuando en realidad no existen. Y se nos dice que anular el voto sería una “táctica ineficaz”, pero nadie propone una alternativa mejor para presionar a políticos –por supuesto– satisfechos con su situación.

Hoy por hoy, la clase política no tiene un solo incentivo para remodelar un sistema que tanto la beneficia. Quizás los candidatos prometerán hacerlo después de que votemos por ellos y lleguen al poder, pero una vez allí pueden ignorarnos sin costo. No hay reelección pero sí hay trampolín: saltan de la Cámara de Diputados al Senado y de allí a una presidencia municipal y, de allí, de vuelta al Congreso. Una y otra vez, sin haber rendido cuentas jamás. Sin haber regresado a explicar lo que hicieron y por qué. Sin haber sido sometidos al escrutinio de electores con la capacidad de sancionar o premiar. Porque podemos llevar a alguien al poder con nuestro voto, pero no podemos castigarlo si lo ejerce en nuestra contra. Los políticos saben que han logrado erigir un muro infranqueable en torno a su alcázar; tienen una situación inusual y privilegiada que no quieren perder.

Algo está mal. Algo no funciona. Algo necesita cambiar y con urgencia. Porque cuando José Woldenberg sugiere votar “por el menos malo” me parece un consejo que coloca la vara de medición a ras del suelo, que obliga a México a seguir conformándose con poco y aspirando a menos. Siento que si voto por cualquier partido –en estas condiciones– contribuiré a avalar un sistema que debe ser cambiado desde afuera, ya que nadie lo va a hacer desde adentro. Siento que si tacho la boleta en favor de cualquier persona –en estas condiciones– acabaré contribuyendo a legitimar un sistema que actúa cotidianamente al margen de la ciudadanía. Siento que si voto incluso por una persona con amplios atributos –en estas condiciones– acabaré premiando a partidos que obstaculizan la profundización democrática en lugar de fomentarla.

Por ello tendremos que pensar en acciones que contribuyan a sacudir, a presionar, a protestar, a rechazar, a manifestar la inconformidad, a reconfigurar una democracia altamente disfuncional. Por ello habrá que proponer medidas que combatan la inercia y generen incentivos para mejorar la representación. Ya sea a través del voto anulado o el voto en blanco o el voto condicionado o el voto por Esperanza Marchita o una marcha multitudinaria o un frente común conformado por millones de mexicanos insatisfechos en busca de un catalizador para el cambio. Porque el voto “sin adjetivos” ya ha demostrado ser insuficiente; la competencia entre partidos ha demostrado ser insuficiente; la alternancia entre una opción ideológica u otra ha demostrado ser insuficiente.

El problema no son las personas o los partidos; es un sistema político que no asume la representación como punto de partida, como cimiento fundacional. El problema es la inexistencia de mecanismos democráticos como la reelección, las candidaturas ciudadanas, las “acciones colectivas”, la revocación del mandato, entre muchas más. El problema es que los partidos insisten en que nos representan adecuadamente cuando no es así. No podemos seguir fingiendo; ha llegado el momento de reconocer lo que no funciona y componerlo. Porque, como ha escrito José Antonio Crespo, votar por el partido “menos malo” equivale a comprar la fruta menos podrida, en lugar de presionar al vendedor para que –de ahora en adelante– venda fruta fresca. Equivale a decir que México no puede aspirar a más.

Chivo-comentario: Denise, siempre tan certera en su diagnostico como equivocada (por ignorancia o por mala fé?) en su solucion. Una "marcha multitudinaria"? un "frente comun conformado por millones"!!! Que no se han hecho ya? De qué sirvio la toma de Zocalo, el planton de Reforma? Las n marchas ya realizadas? Se logro algo? Organizacion Denise, organizacion.

martes, mayo 12, 2009

Autoelogio... ¿merecido?

DENISE DRESSER

México celebra el regreso a la normalidad. El presidente describe cómo el país salvó al planeta entero. Se escuchan aplausos por doquier ante la respuesta firme, la ciudadanía comprometida, el sistema de salud que salió airoso. Y sin duda hay algunos motivos para celebrar, sobre todo a la luz de lo que pudo haber sido y no fue: la pandemia pronosticada que no ocurrió. En lugar de pelear entre sí como acostumbran hacerlo, el gobierno federal y el capitalino lograron coordinarse. En vez del pasmo se impuso la acción. Las encuestas revelan a una población mayoritariamente satisfecha con lo que se hizo, con lo que se decidió, con el cúmulo de medidas instrumentadas. México respondió con contundencia y merece ser reconocido por ello. Laurie Garrett, experta en salud pública global y autora de The Coming Plague Newly Emerging Diseases in a World out of Balance, ha sugerido: “Creo que todo el mundo debería estar diciendo ‘gracias, amigos’, a los mexicanos, por el tremendo sacrificio que han hecho”.

Pero entre espaldarazo y espaldarazo será crucial que el país no pierda de vista la necesidad del post-mortem balanceado. La importancia de las preguntas incómodas. El reconocimiento de los errores cometidos y las carencias reveladas. Porque esta crisis produce motivos para celebrar pero también razones para lamentar. Habrá que ir más allá de las arengas nacionalistas y aprovechar la coyuntura para detectar lo que no funcionó, lo que no ocurrió, lo que no debe propiciar el autoelogio sino la autocorrección. Ojalá que el virus sirviera como catalizador para la crítica constructiva; ojalá fuera visto como una oportunidad para colocar a México bajo el microscopio y así detectar lo mucho que todavía está mal. Porque es probable que, conforme más información vaya saliendo a la luz, México será ovacionado por lo que hizo cuando la crisis viral fue detectada, pero criticado por todo aquello que no hizo a tiempo para prevenirla.

Hay una realidad incontrovertible que tanto el gobierno como la ciudadanía deben conocer y encarar. La Organización Mundial de la Salud ha revelado que desde el 11 de abril alerta a México sobre casos inusuales de neumonía atípica, pero el gobierno mexicano niega la gravedad de lo notificado. Es una incógnita si la información no fluyó de manera adecuada por parte de los estados al gobierno federal, si la descentralización contribuyó a la falta de coordinación, si los encargados de reportar casos de influenza desconocían el protocolo correspondiente. Lo cierto es que la demora tiene un impacto y evidencia que el país aún no sabe investigar, procesar y avisar sobre este tipo de enfermedades con base en las mejores prácticas a nivel internacional. El 16 de abril la OMS pide más información a raíz de reportes que han surgido en los medios. Finalmente, el 23 de abril comienza una estrategia gubernamental de “apaga-incendios” – basada en la clausura de las escuelas– que probablemente pudo haber sido menos drástica si se hubiera detectado el problema con anterioridad y actuado velozmente.

De haber existido laboratorios mexicanos especializados, probablemente se hubiera ganado tiempo valioso. De haberse asumido con mayor seriedad los brotes infecciosos cerca de la granja porcina en Veracruz, probablemente el gobierno hubiera contando con más información de la que tuvo cuando tomó la decisión drástica de clausurar los espacios públicos en el Distrito Federal y a lo largo del país. De haber institucionalizado medidas para la detección temprana de enfermedades epidemiológicas, quizás tanto Felipe Calderón como Marcelo Ebrard hubieran tenido más margen de maniobra ante el microbio mutante. De existir mejores controles sanitarios y ambientales sobre granjas como la de El Perote en Veracruz, quizás México no padecería lo que padece ahora. De haber contado con herramientas más precisas, el gobierno no hubiera tenido que responder a macanazos. Pero las demoras, los rumores, la información incompleta, la colusión entre gobernadores y granjeros, los diagnósticos inconsistentes y las cifras danzantes sin duda contribuyeron a agravar la situación. Provocando un golpe brutal a la actividad económica, al turismo, al empleo, a la inversion, al PIB, a la imagen de un país que ya era visto con sospechosismo en el ámbito internacional.

Pero más importante aún: El H1N1 pone al descubierto un sistema de salud que, según un magnífico reportaje en El País, se vuelve “cómplice del virus”. Porque por un lado está el caso de Manuel Camacho –político prominente atendido inmejorablemente en un hospital privado–, quien sobrevive a la infección. Pero, por otro, está el caso de Óscar Manuel –niño de cinco años proveniente de una familia sin recursos, rechazado en dos ocasiones por un hospital público–, quien sucumbe ante ella. El primero es tratado con guantes de seda; el segundo recibe sólo puntapiés. El primero tiene acceso a cuidados médicos de Primer Mundo, mientras que el segundo se enfrenta a la realidad de un sistema desvencijado. Las esperas eternas, las citas esporádicas, las medicinas inconseguibles o excesivamente caras, los trámites interminables, los médicos ausentes, los diagnósticos tardíos, los antivirales agotados, la desconfianza de tantos frente a instituciones que no funcionan como debieran. La larga lista de razones que explica por qué hay muertos en México pero no en otras partes.

El gobierno se vanagloria del incremento en los recursos destinados al sector salud, pero ante las cifras ostentadas emergen las interrogantes inevitables. ¿Cuántos recursos se destinan al pago se sueldos sindicales y al mantenimiento de “derechos adquiridos”? ¿Cuántos se canalizan a ampliar la cobertura, mejorar los servicios, promover la investigación, instalar nuevos laboratorios, entrenar investigadores de clase mundial? Y si los servicios de salud son tan buenos, ¿por qué la clase política no los usa? ¿Por qué si –como argumenta el presidente Calderón– el sistema de salud “está respondiendo de manera adecuada”, México se ve obligado a solicitar fondos de emergencia al Banco Mundial, a pedir apoyos al BID, a recibir el donativo de tapabocas chinos en el aeropuerto de la Ciudad de México a la 1:30 a.m.?

La respuesta a estas interrogantes no debe ser la autocomplacencia, sino la corrección de los errores. La respuesta ante las semanas que vivimos en peligro no puede ser tan sólo un discurso en el cual se celebra la valentía de los mexicanos, sino la remodelación de un sistema de salud que no los cura a tiempo. La respuesta frente a los féretros no debe ser una condecoración nacional por “haber salvado a la humanidad”, sino el compromiso de salvar a más mexicanos. Si es cierto –como sugiere Felipe Calderón– que la adversidad forja el carácter, entonces el del gobierno mexicano aún está a prueba.

lunes, abril 13, 2009

Lo que realmente estaban pensando

DENISE DRESSER

Hace unos días Felipe Calderón anunció la renuncia de Josefina Vázquez Mota a la Secretaría de Educación Pública para contender por una curul en el Congreso. En su lugar nombró a Alonso Lujambio, exconsejero del Instituto Federal Electoral y presidente hasta el lunes 6 del Instituto Federal de Acceso a la Información. Para comprender mejor las motivaciones y los efectos de ese cambio, esta columna ofrece un ejercicio de “deconstrucción” o “decodificación” de los pronunciamientos públicos hechos hasta el momento por los actores involucrados. Este enfoque está basado en la teoría del filósofo francés Jacques Derrida, que busca entender el significado real de un texto para encontrar su contradicciones inherentes y sus significados irreconciliables. He aquí, entonces, lo que realmente estaban pensando mientras decían lo que decían.

Josefina Vázquez Mota: Señor Presidente, me voy [Y ME TIEMBLAN LAS PIERNAS DEL ENOJO QUE ME PRODUCE ESTA SALIDA IMPUESTA; MUCHOS INTERPRETARÁN MI DESPLAZAMIENTO COMO UNA VICTORIA DE ELBA ESTHER, Y EN POLÍTICA LA PERCEPCIÓN ES LO QUE CUENTA]. Ha llegado el momento de asumir otras responsabilidades [A LA FUERZA]. Le agradezco [SÍ, COMO NO], muy querido Presidente, que me haya permitido aceptar la invitación de nuestro partido, Acción Nacional, para buscar desde el Congreso de la Unión, con liderazgo y la fuerza de las ideas, construir acuerdos y respuestas a los problemas y anhelos de las familias mexicanas [ME ESTÁ OBLIGANDO A SER UNOS DE TANTOS EN EL CONGRESO EN LUGAR DE DESPACHAR DESDE EL ESCRITORIO DE JOSÉ VASCONCELOS]. Estoy muy emocionada este día, es obvio, ¿verdad? [ESPERO QUE NO SEA OBVIO QUE ESTOY FURIOSA] Es un cambio, es un cambio muy importante [Y LO RESIENTO HASTA LA MÉDULA DE LOS HUESOS]. Señor Presidente, es muy gratificante estar con usted y poderle compartir lo que ha sido nuestro proyecto y poderle decir que me siento muy alentada, esperanzada y profundamente agradecida con usted [MÁS BIEN ME SIENTO TRAICIONADA Y USADA Y NO SE ME OLVIDA QUE CUANDO MURIÓ JUAN CAMILO MOURIÑO, USTED LE DIO TODO EL CRÉDITO POR LA NEGOCIACIÓN CON EL SNTE; NADA MÁS FALTA QUE AHORA NO ME CUMPLAN Y NO ME DEN EL LIDERAZGO DE LA BANCADA COMO LO HAN PROMETIDO]. También puedo oírlo sentada, señor Presidente [Y PREFIERO HACERLO PORQUE SI NO, SOY CAPAZ DE PROPINARLE UNA PATADA].

Felipe Calderón: “La decisión de Josefina Vázquez Mota requiere de mucho valor” [NI MODO, TENGO QUE DECIR ESTO, YA QUE LA OBLIGUÉ A SALIR DE LA SEP PORQUE ME PREOCUPA MÁS LA AGENDA ELECTORAL Y LA POLITÍCA PARLAMENTARIA QUE LA ALIANZA POR LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN]. El gobierno necesita el respaldo del Congreso. Yo necesito, como Presidente de la República, el respaldo de diputadas y diputados que, como Josefina Vázquez Mota, tienen claramente un compromiso generoso con el país [Y ASÍ ADEMÁS LA OBLIGO A COMPROMETERSE CON EL PAN Y A DISCI-PLINARSE, COSA QUE NO SIEMPRE HA HECHO, COMO SIEMPRE ME LO RECUERDA GERMÁN MARTÍNEZ]. Es una decisión que respeto enormemente y tengo la certeza de que sabrá imprimir su liderazgo y su talento para seguir avanzando, desde la trinchera más importante del país, la Cámara de Diputados, en la transformación de México [PARA MÍ LO PRIORITARIO ES QUE LOGREMOS PARAR AL PRI CUANDO TENGA MAYORÍA EN LA CÁMARA DE DIPU-TADOS Y POR ELLO NECESITO CONCENTRAR A MIS ALIADOS ALLÍ]. Con tu liderazgo en el Congreso, Josefina, estoy seguro, gana México y ganamos todos los mexicanos [OK, LO RECONOZCO, GANO YO]. Estar al frente de la política educativa del Estado exige capacidad de concertación y entendimiento y, desde luego, quehacer político [NADA DE CONFRONTAR REALMENTE A ELBA ESTHER GORDILLO O HACERLA ENOJAR, YA QUE ESTOY LIBRANDO OTRAS BATALLAS MÁS IMPORTANTES QUE LA EDUCACIÓN; NI QUE DETERMINARA EL FUTURO DEL PAÍS; QUE OTRO SE OCUPE MÁS ADELANTE]. El nuevo Secretario sabe que en la política está el espacio de construcción de acuerdos en beneficio de la educación [NADA DE PELEARSE CON LA MAESTRA EN FAVOR DE LOS NIÑOS DE MÉXICO; LO QUE CUENTA ES GANAR LA SIGUIENTE ELECCIÓN Y MANIOBRAR EN EL CONGRESO]. Necesitamos resultados tangibles y verificables, y por eso pido al maestro Lujambio consolidar los avances en materia de evaluación, como la Prueba Enlace, que nos permiten identificar en qué puntos somos fuertes y en cuáles debemos esforzarnos mucho más [SÍ, QUE ALONSO SIGA HACIENDO EVALUACIONES Y MEDICIONES Y NEGOCIACIONES SALARIALES EN LAS QUE SIEMPRE CEDEMOS, EN LUGAR DE HACER ALGO MÁS QUE NOS CAUSE PROBLEMAS Y ABRA NUEVOS FRENTES… NADA DE LIDIAR CON LA OPACIDAD SINDICAL, EL ASUNTO DE LAS CUOTAS O EL SALARIO DE ELBA ESTHER… SEGUIREMOS OCUPANDO EL ÚLTIMO LUGAR EN LAS EVALUACIONES EDUCATIVAS DE LA OCDE, PERO NO TENGO OTRA OPCIÓN: POLÍTICA PARTIDISTA MATA REFORMA EDUCATIVA].

Alonso Lujambio: Hace algunos minutos le presenté al Presidente mi renuncia como comisionado del Instituto Federal de Acceso a la Información [A PESAR DE QUE NO TENGO UN SOLO ANTECEDENTE QUE ME VINCULE CON LA EDUCACIÓN PÚBLICA EN MÉXICO O QUE DIJE QUE JAMÁS ACEPTARÍA UN PUESTO DE FELIPE CALDERÓN O QUE MI NOMBRAMIENTO PONGA EN ENTREDICHO LA AUTONOMÍA DEL IFAI]. Al asumir esta nueva responsabilidad manifiesto mi lealtad personal e institucional a usted, señor Presidente [QUÉ BUENO QUE HEMOS SIDO AMIGOS TANTO TIEMPO Y QUE FUI A SU FIESTA DE CUMPLEAÑOS A LOS PINOS A PESAR DEL BORLOTE QUE SE ARMÓ]. Yo asumo esta responsabilidad como mandato del Presidente para hacer política. Yo soy de los que creen que hacer política es cosa digna [Y MÁS SI ES EN BENEFICIO DEL PAN, PARTIDO DEL QUE SIEMPRE DIGO QUE NO SOY MIEMBRO, AUNQUE LLEVO VEINTE AÑOS ESCRIBIENDO SOBRE SUS LÍDERES]. Vengo a hacer política para atender cabalmente su instrucción de dar continuidad, profundidad, viabilidad a todo lo valioso y necesario que busca la Alianza por la Calidad de la Educación [QUE EN REALIDAD NO SE HA CONCRETADO, PERO EN FIN, VENGO A HACER POLÍTICA Y POR ELLO ACABO DE RATIFICAR COMO SUBSECRETARIO AL YERNO DE ELBA ESTHER]. Siempre es complejo y apasionante e importante, si todos nos ponemos en el contexto de exigencia, si todos tenemos claridad respecto de la relevancia extraordinaria que tiene la relación de la SEP y el SNTE, estoy cierto que podemos encontrar equilibrios que nos lleven a decisiones que supongan claramente una agenda de calidad con la educación [YA ME DIERON ÓRDENES DE NO HACER OLAS]. No creo en los cambios espectaculares, nada especialmente importante para la sociedad se conquista de modo inmediato, se conquista con esfuerzo todos los días, con constancia y perseverancia.

No creo que todas las metas de una política de Estado se logren en tres años; lo importante es encarar un problema estructural [CON ESTO YA ME CUBRÍ LAS ESPALDAS HASTA QUE ACABE EL SEXENIO; AUNQUE NO LOGRE MUCHO, DIRÉ QUE ROMA NO SE CONSTRUYÓ EN UN DÍA]. Creo que el Presidente ha sido muy valiente, porque no solamente en éste, sino en otros temas, se ha encarado sin dobleces, sin temores, sin cálculos políticos respecto de cómo el ciclo electoral puede afectar los resultados o hacer evidentes las virtudes de una política de Estado [BUENO, CON LA EXCEPCIÓN DE ESTE CASO Y EL DE LA REORMA ENERGÉTICA, EL SUBSIDIO A LA GASOLINA, EL APOYO A LA GERONTOCRACIA SINDICAL Y ALGUNOS MÁS QUE PREFERIRÍA NO RECONOCER EN ESTE MOMENTO]. Estoy ahora en una etapa simplemente de ponerme a sus órdenes (de los gobernadores) [COMO DEBE SER, A PESAR DE LOS NEGOCIOS QUE HAN HECHO CON LA VENTA DE PLAZAS SINDICALES Y SOBRE LOS CUALES GUARDARÉ SILENCIO]. Hoy tuve oportunidad de saludar a la maestra Gordillo… La maestra fue muy amable conmigo, fue una dama, y eso yo lo aprecio como un gesto que, sin duda, posibilita un arranque cordial en la relación que voy a tener con ella [Y QUE NO SE ME OLVIDE BESARLE LA MANO LA PRÓXIMA VEZ QUE LA VEA].

Elba Esther Gordillo: El muchacho sabe escuchar [YA GANÉ].

martes, abril 07, 2009

Democracia tartufa

DENISE DRESSER

¿Qué tienen en común el Tartufo de Molière y Beatriz Paredes? ¿Groucho Marx y Germán Martínez? ¿Charlie Chaplin y Jesús Ortega? Saben cómo actuar, saben qué decir, saben hacer reír o llorar, saben ser actores fársicos. Parados sobre la tarima de un teatro o en el escenario de la política nacional, despliegan el talento escénico indispensable para la gran obra que han montado. Una tragicomedia nacional -escrita en la era de la transición- que busca entretener a los mexicanos a través de situaciones improbables, escenas extravagantes, personajes estereotipados, confrontaciones crudas, tramas complicadas. Una democracia tartufa, caracterizada por la hipocresía cotidiana de quienes dicen respetar las reglas cuando violan su espíritu. Una escenificación teatral de algo que se asemeja a los procesos democráticos cuando en realidad se burla de ellos. Proceso electoral tras proceso electoral, campaña tras campaña, los líderes partidistas actúan ser demócratas, a sabiendas de que no lo son. Ni tienen por qué revitalizarse o reformarse, ya que al caer el telón después de la elección intermedia, la función continuará.

En el género de la farsa, el protagonista suele salirse con la suya y logra ocultar aquello que ha estado escondiendo. Es capaz de mantener el engaño a toda costa aunque el público sabe que es así. Y lo mismo ha ocurrido en México con la selección de candidatos para el Congreso. Por ejemplo, el PRI ha montado un "show" para hacerle creer al país que elegirá a sus contendientes de otra manera, con nuevos criterios. Pero al mejor estilo de Aristófanes o Darío Fo, los priistas convierten las buenas intenciones en una burla. "Se les hará una prueba de ética", clama Beatriz Paredes, mientras le levanta el brazo al controvertido postulante en Colima e ignora a su hermano encarcelado por vínculos con el narcotráfico. "No tengo cola que me pisen", anuncia Beatriz Paredes, mientras invita a su partido a tantos que sí la tienen y muy larga. "No le apostamos al corporativismo", proclama Beatriz Paredes, mientras premia con plurinominales a quienes son emblemáticos de sus peores prácticas. Beatriz canta y canta, de la mano de Víctor Flores, el longevo líder los ferrocarrileros, codo a codo con los caciques de la CROC.

Pero las farsas son así. Consideradas intelectualmente inferiores a la comedia, suelen contener elementos grotescos, que rayan en la ridiculez. Como la forma en la cual Manlio Fabio Beltrones logra armar su propia bancada con incondicionales, discípulos y familiares. Como la manera en que Enrique Peña Nieto construye su coalición mexiquense en el Congreso. En ambos casos la selección no se hace con base en el profesionalismo, sino en la lealtad. No preocupa la representatividad sino la rebatinga. No impera la calidad sino una obsesión con la lealtad. Y por ello el Congreso acabará con bancadas repletas de incondicionales y yernos y clientes y amigos y subordinados. Un Congreso que premia cuates en lugar de representar ciudadanos. Un Congreso disciplinado frente a los líderes partidistas pero indiferente frente a la población. Un Congreso que funciona como agencia de colocación suya y no como correa de transmisión nuestra.

Las obras fársicas también se caracterizan por el énfasis en las situaciones exageradas, cuyos efectos parecen absurdos.

El hecho de que tantas plurinominales "queden en la familia". El hecho de que tantos hijos sean postulados en distritos "seguros" en vez de distritos reñidos. Allí está, en un lugar prominente en las listas, el hijo de Roberto Madrazo. El hijo de José Murat. El hijo de Roberto González Barrera. La sobrina de Carlos Salinas de Gortari. La esposa de Martí Batres. La esposa de Marcos Cruz. El hermano de Andrés Manuel López Obrador. Los hermanos de los gobernadores panistas de Baja California y Guanajuato. El hermano de José Luis Durán. Bebesaurios y camaleosaurios y númenes del nepotismo. Constatando con sus candidaturas lo que decía el crítico teatral Charles Lamb: "No vamos al teatro, como lo hacían nuestros ancestros, para escapar de la realidad sino para confirmar nuestra experiencia de esa realidad".

Esa realidad seudodemocrática en la que no hay reelección pero sí hay trampolín. En donde participan más jugadores en el terreno electoral, pero el juego sigue siendo el mismo de siempre. En donde las reglas de la competencia -aplaudidas pero incompletas- solo perpetúan la rotación de cuadros inaugurada por el PRI y aprovechada por otros partidos. Montando así una democracia fársica que preserva los privilegios de una élite política que salta de puesto en puesto, sin jamás haber rendido cuentas por lo que hizo allí. Una democracia competitiva pero impune. Una democracia que funciona muy bien para sus partidos pero muy mal para sus ciudadanos. Y mientras que las farsas teatrales suelen tener un final feliz, a México no le espera un desenlace así. En la obra de Molière, Tartufo termina en la cárcel. En México, a los tartufianos no se les castiga. Se les premia con una curul.

martes, marzo 17, 2009

Carta abierta a Ricardo Salinas Pliego

DENISE DRESSER

Quizás le interese conocer la reacción de una estudiante ante la conferencia que usted dio recientemente, en la cual habló sobre su visión del país y de sí mismo. "Una dosis de cini$mo para el ITAM", es el título del artículo que publicó esa joven en el periódico universitario después del encuentro. Allí escribe que las palabras de usted despertaron "la aprobación de unos y el efervescente descontento de muchos". Y yo me sumo a aquellos que salieron del recinto pensando que usted se había dedicado a pitorrearse del gobierno; a mofarse de la ley; a tergiversar la realidad; a engañar a quienes lo estaban escuchando, a demostrar la actitud desafiante que le ha permitido llegar a ser quien es ahora. Porque usted fue a hablar del exitoso modelo empresarial que ha inaugurado en México. Pero es una forma de acumular riqueza, hacer negocios e influir en la política con efectos nocivos para el país. Por ello vale la pena examinar el modelo Salinas Pliego a fondo y a través de sus propias palabras.

-Usted dice que "rompe esquemas" al ofrecer bienes y servicios a los millones de mexicanos que habitan la base de la pirámide. Usted insiste en que está incorporando a los excluidos a la modernidad a través de tiendas como Elektra e instituciones como Banco Azteca. Usted ataca a los do-gooders, que lo califican de usurero, diciendo que son un peligro para los pobres porque quieren acabar con los beneficios que usted provee. Pero al mismo tiempo se ampara cuando el gobierno le exige que usted haga público el costo anual total del financiamiento de sus productos. Si no está aplicando tasas que resultarían escandalosas, por qué no hace explícito a sus clientes lo que acabarán pagando por un refrigerador, una licuadora o un crédito con las tasas de interés que cobra?

-Usted dice que es falso que se opone al ingreso de Wal-Mart al mercado de los servicios financieros que Grupo Salinas ofrece a través de Banco Azteca. ¿Pero no es cierto que mediante su operador en el Senado -Jorge Mendoza- usted logró doblegar a los legisladores para que aceptaran colocar candados sobre los llamados "corresponsales bancarios" -Wal-Mart, Banca Coppel, Famsa- que hubieran competido contra usted y contravenido sus intereses? ¿No es cierto que linchó en el noticiero de TV Azteca a José Esteban Chidiac, el diputado que luego frenó la iniciativa en contra de la competencia que usted había logrado impulsar? ¿No es cierto que usa la pantalla para intimidar a los legisladores y así vetar leyes que afectan sus intereses?

-Usted argumenta que "es necesario reforzar los contratos" y "ofrecer seguridad" en México. Pero su trayectoria no revela que haya cumplido con lo que exige. Según la acusación formulada hace algunos años por la Securities and Exchange Commission torno al caso Codisco-Unefon, entrega reportes a las autoridades regulatorias estadunidenses en los que no revela las transacciones de compañías que controla. Usted entrega reportes falsos en los que esconde su involucramiento en esas transacciones. Usted rechaza hacer públicas las operaciones que deben ser reportadas de acuerdo con las leyes de Estados Unidos. Usted rehúye entregar información crucial para quienes invierten en sus compañías. Usted viola la ley del país en donde vive una parte de sus inversionistas y se enriquece personalmente a sus expensas. Usted después se ve obligado a pagar una multa por ello y a sacar a su compañía de la Bolsa estadunidense. Usted incluso logra evadir la sanción en México, valiéndose del apoyo político de Marta Sahagún.

-Usted sugiere que en México es imperativo "combatir la corrupción" y sin duda eso es cierto. Pero parecería que en diversas ocasiones usted no sólo la ha promovido sino también se ha beneficiado de ella. Como botón de muestra está la devolución gubernamental de 550 millones de pesos que le hace la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, por intereses supuestamente mal cobrados, un día antes del fin del sexenio de Vicente Fox. He allí un gesto de agradecimiento del presidente saliente a quien le había prestado la pantalla a él y a su esposa. Un ejemplo del "capitalismo de cuates" que usted y sus amigos en el gobierno le han ayudado a construir.

-Usted afirma que le "gusta competir". Pero cómo olvidar la campaña de satanización que -desde la pantalla- desata contra cualquiera que piense en promover la idea de una tercera cadena de televisión. Cómo olvidar el denuesto a Isaac Saba cuando contemplaba la idea.

-Usted reitera que es indispensable "proteger la propiedad privada". Pero usted mismo ignoró ese imperativo con la toma ilegal de las instalaciones televisivas del Cerro del Chiquihuite y las del Canal 40 durante el gobierno de Vicente Fox. Como lo escribe Fernando Gómez Mont, actual secretario de Gobernación, en un desplegado publicado en abril del 2008: "Como bien recuerda, fue usted quien, amparado en su relación equívoca con la pareja presidencial, en el año 2003 ordenó impunemente la agresión de las instalaciones y el personal del Canal 40".

-Usted afirma que "nunca le han dado nada"; que la televisión no es un bien público sino una concesión que compró y que le costó muy cara. Quisiera recordarle los pormenores de esa transacción. Como lo escriben Sam Dillon y Julia Preston de The New York Times su libro Opening Mexico, usted ganó sorpresivamente la licitación de TV Azteca, pagando mucho más que sus competidores. Pero lo hizo con 25 millones de dólares enviados por Raúl Salinas de Gortari -hermano del entonces presidente- a tres cuentas en Suiza controladas por usted. Cuando esas transacciones irregulares salieron a la luz, usted mintió sobre ellas. Y sólo después, confrontado con documentos de las cortes suizas, admitió que había recibido un "préstamo". Por cierto, nunca hubo una investigación para determinar el uso de información privilegiada.

-Usted insiste en que no hay monopolios o duopolios en la televisión; que hay "mucha oferta televisiva", como Sky; que la concentración se debe a que la gente prefiere ver TV Azteca. Su postura es de una falsa ingenuidad arrolladora. Ignora el hecho, verificado y contundente, de que dos empresas televisivas concentran el 95% (437 canales) de las concesiones. Y ese problema no se va a resolver "apagando la televisión al que no le guste", como sugiere. Haría falta una nueva ley de medios para lograrlo.

-Usted argumenta que la concesión a TV Azteca se la dieron "con ciertas condiciones que ahora pretenden cambiar" con la reforma electoral. Eso es válido en cualquier sistema democrático: una concesión para el uso y aprovechamiento del espectro no implica que el Estado abdique de su dominio sobre ese bien público.

-Usted dice que la reforma electoral es un "robo legalizado", una "expropiación", algo similar a salir con la bolsa del mercado llena y sin pagar. Pero lo que se le olvida mencionar es que los spots los partidos se transmiten en los tiempos de que desde hace años el Estado dispone en la radio y en la televisión. A usted no le han robado un peso aunque quiera hacernos creer que es así.

Habría mucho más que escribir y debatir en torno a su caso, pero basta decir que al escucharlo aquel día en el ITAM recordé el diálogo en la novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, donde Cecil Graham pregunta "Qué es un cínico?", y Lord Darlington le contesta: "Un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada". Es obvio que usted no le concede el menor valor a la responsabilidad corporativa, a los procesos democráticos, a la transparencia, a la construcción de un país con una clase empresarial que sepa competir en vez de bloquear, innovar en vez de expoliar, respetar la ley en vez de violarla.

Pero al mismo tiempo reconozco que usted -paradójicamente- le hace un bien a México. Su desdén por todo es tan obvio que rompe, extrae, mutila, ignora y pervierte las reglas de la manera más abierta. Más evidente. Más clara. Y al hacerlo revela lo que está mal; pone en evidencia la podredumbre que hemos permitido, el chantaje que hemos padecido, la debilidad gubernamental que hemos presenciado, la complicidad institucional que ha creado a personajes como usted. Y sí, usted es un hombre -en muchos sentidos- creativo, visionario, emprendedor, que toma riesgos, invierte y crea empleo. Pero también es alguien que no ha tenido el menor reparo en recurrir a las peores prácticas sin que el gobierno alce un dedo para impedirlo.

Usted innegablemente es una criatura del sistema que urge cambiar. Y lo lograremos; lo supe al leer el texto crítico de aquella joven estudiante; lo supe al presenciar el hubriscon el cual usted se comportó y que lo llevará a excederse algún día. Pero mientras llegue ese momento, cuando el país reconozca que usted no es modelo a emular sino síntoma a combatir, quisiera pedirle un favor: por lo menos, cuando hable, no insulte nuestra constitución.