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lunes, septiembre 22, 2008

Un aventurero del gusto

Hermann Bellinghausen

Va por el mundo enamorando la comida y enamorándose de ella. Detective de los ingredientes, con avisado paladar casi melómano, a Carlos Mísperos, tan mexicano, se le aplican las expresiones francófonas del caso, aunque su modestia se niegue a aceptarlas: bon vivant, gourmet, chef y, avant la lettre, maestro en el joie de vivre.

Dirán ustedes que exagero. Pero es que no lo conocen. Aunque nació en Oaxaca, lo conocí en cualquier otra parte, en el transcurso de una de sus expediciones gastro-arquelógicas. Me percaté de que, una vez que vence la timidez y se embarca en la conversación, su cálida inteligencia no pasa desapercibida.

Entre más lo conozco, menos sé si posee una personalidad compleja o personalidades múltiples.

Es fascinante cómo un solo individuo puede ser tantos, y más cuando todos nos simpatizan. No doctor Jeykill y míster Hyde, ni bipolaridad clínica, ni cuadrofenia a la Who, pero sí un pequeño conglomerado de yos al que resulta imposible hablar de usted, aunque él mismo sea respetuoso y ceremonial. Como Pessoa, viene siendo el punto de reunión de una humanidad sólo suya.

“Cocinero autodidacta”, se define a sí mismo. Practica la gastro-arqueología y así ha explorado todo México, pero también algo de América Latina y la Europa mediterránea.

Resulta natural que entre sus diversos oficios ejerza la crítica culinaria. Que lo haga en un periódico de provincias, en una ciudad menos cosmopolita que él, es una más de sus contradicciones.

Y es que no he mencionado su otro talento: sabe escribir. Él lo niega, se considera aprendiz, y como tantos de nosotros, dilapida sus palabras en chambas por el pan de cada día. Amante calificado de la literatura, adereza ocasionalmente las reseñas de su paladar con citas de Cervantes, Fray Bernardino de Sahagún o Evelyn Waugh, pero ayuno de pedantería, nunca se las da de erudito. Eso no le impide ser exigente, implacable y sincero.

Su presencia en restaurantes, ferias gastronómicas y taquerías familiares es sistemáticamente clandestina. Los restauranteros nunca saben que en una de las mesas, un día cualquiera, acecha Carlos con su pluma, su cuaderno de apuntes y su paladar inquisitivo. Asegura no tener más de cuatro lectores. A saber, además de mí: su novia, su editor y una admiradora de 13 años. Supongo que tiene muchos más, pero no le importa, y hace bien.

Recuerdo cuánto se sintió aludido por la película Ratatouille, identificándose más con la rata proletaria que se vuelve artista de la cocina que con el crítico que pone a temblar a chefs y meseros. Pues repito, se las ingenia para pasar desapercibido. Ese “método”, dice, le da entera libertad. Y la libertad es una virtud profundamente suya.

Barrigoncito y sonriente, abriga ideas progresistas en un ámbito donde éstas escasean. Pero tampoco se confunde: el placer de comer y los rituales de la gesta culinaria no necesitan ideologías.

Como buena parte de los mexicanos, todavía Carlos considera que el origen de la comida y de todo amor a ella reside en el maíz. Allí nace y hasta ahí llega la magia terrenal de los sagrados alimentos.

Oaxaqueño como el que más, conoce unas 200 clases de mole, y si existiera un doctorado en chiles y salsas, él lo tendría.

Del chipotle, una de sus debilidades favoritas, ha escrito: “Tan sólo como salsa, es ya un engalanado traje de emperador azteca sobre cualquier desarropado platillo. Nada menos puede resultar nuestra más vigorosa y compleja aportación al universo del condimento. La sofisticada pimienta de nuestra tierra”. Ante unos chiles en nogada exclama: “¿Qué clase de pirámide bajo el agua es ésta? Luminoso y explosivo destello de genialidad coreográfica que hace danzar con tanta gracia a tan distintos elementos”. Y del modesto pico de gallo sostiene que “servido en molcajete nos reconforta el alma”.

Aunque no lo arredran los últimos gritos de la nouvelle couisine autóctona ni las exquisiteces de los grandes establecimientos, es bien populachero. Fondas, mercados y merenderos son lo más entrañable de su ruta culinaria. Hasta los tacos de esquina si le entra una corazonada o se muere de hambre.

Así, su amor a las gorditas lo lleva a sentenciar: “Son un mundo, ya está claro. El nuestro. El de todos los días. Así sea nomás porque nos gustan rellenas”.

viernes, abril 04, 2008

Busca sitio de Internet ser el mejor distribuidor de vinos del mundo

Reuters

París, 2 de abril. Internet cambió la forma de escribir cartas, comprar y viajar, y ahora los vendedores de vino creen que pueden vencer la barrera que hay entre los entusiastas de la bebida francesa y los de los productores del nuevo mundo. El sitio de venta de vinos en Internet www.1855.com organizó lo que muchos consideran una pequeña revolución la semana pasada, cuando reunió a unos 350 amantes del vino para comparar ofertas de los 30 mayores productores del mundo. Siendo uno de los mayores vendedores de vino de la red en Francia, está feliz de vender burdeos junto a cabernets chilenos y caldos del Valle de Napa junto a lo mejor de Burgundy. “Siempre tuvimos la visión de construir la mayor selección de vinos del mundo. Y en el mundo de los vinos finos, como en la pintura, la escritura o cualquier otra dimensión artística, se encuentran excelentes en todos los países”, dijo el cofundador de 1855.com, Emeric Sauty de Chalon. Chalon y su compañero de universidad Thierry Maincent crearon la firma en 1995. Ahora intentan crear la distribuidora de vinos finos más grande del mundo. El sitio ofrece grandes clásicos de viñedos de Burdeos y Burgundy –un Chateau Beychevelle de 1986 a 150 euros (234.4 dólares) o un Gevrey Chambertin 2004 a 260 euros–, o da la oportunidad de comprar a futuro en la cosecha 2007 de Burdeos.

domingo, septiembre 23, 2007

Feria del mole

Mañana comienza en San Pedro Atocpan la tradicional feria que cada año anima las calles de este pueblo de la delegación MIlpa Alta, donde la mayoría de sus habitantes se dedica a la elaboración del popular platillo mexicano. Para combatir la acción nociva de intermediarios, los lugareños han organizado una red económica mediante la cual adquieren los insumos necesarios para su trabajo; con esto pueden ofrecer a los consumidores la mayor calidad y los mejores precios. FOTO Josefina Quintero

jueves, mayo 24, 2007

En la Fonda Margarita, la sazón del chile, por el carbón y el barro


El sabor tradicional hace regresar a los comensales, afirma Ricardo Castillo, uno de los dueños

PAULA MONACO FELIPE

Frijoles cualquiera los guisa, pero son pocos quienes consiguen el punto exacto para el conocedor y exigente paladar mexicano.

Con casi 60 años de experiencia, la Fonda Margarita es uno de los contados lugares que logran la sazón precisa cocinando a la antigüita.

Entre paredes de color verde y bajo un techo de lámina, que semeja un pequeño mercado, se sirven suculentos platillos; el más pedido es el de frijoles con huevo, una exquisita crema en la que los sabores de los ingredientes se funden a la vez que mantienen su independencia. Con tortillas calientes y salsa de molcajete la combinación resulta ideal.

La fonda lleva unos 40 años en la calle Adolfo Prieto 1364, casi esquina con Pilares, colonia Del Valle, pero el dato exacto de su fundación "es una incógnita", dijo María José Castillo, dueña del lugar junto con sus hermanos Joel y Ricardo.

Sin embargo, calculan que son más o menos 58 años, porque su madre, Margarita Lugo, comenzó la venta de alimentos con algunos pesos que le sobraban de los envíos de su marido Joel, quien trabajaba de bracero en Estados Unidos.

"Mi mamá empezó a cocinar en cazuelas de barro y de ahí para el real... vendió y vendió", contó Ricardo, encargado del funcionamiento, mientras Joel y María José se ocupan de la cocina.

Entre ollas y guisos

Los tres hermanos crecieron entre ollas y guisados. Casi naturalmente decidieron continuar con el negocio familiar, que hoy se ubica frente a la parroquia Nuestro Señor del Buen Despacho y rinde culto a la comida mexicana ofreciendo desayunos y almuerzos desde las 5 a las 11:30 horas con una única exigencia: seguir las recetas tradicionales.

"Hacemos todo con cazuelas de barro y no usamos nada de gas", aseguró Ricardo, quien explicó que "el sabor cambia bastante porque el carbón le da un toque campirano".

Según dicen los clientes, la fama del lugar llega más allá de la colonia.

"Yo tenía unos 30 años de no venir, pero le dije a mi amigo (Jorge Pineda Cantoya) que era mejor almorzar acá que en un Vip's o un Sanborns", comentó Armando Valencia González, quien vive en Satélite y aprovechó que andaba cerca de la fonda.

"Este lugar es muy popular y muy conocido. El sabor es lo que hace que a uno le guste venir y el problema es que generalmente uno tiene ganas de regresar", concluyó Valencia.

"¡Uh, mañana hay verdolagas!", exclamó otro cliente que seguro regresará por su platillo, ya que la fonda ofrece entre cuatro y siete especialidades diarias.

Así, quien la visite en miércoles podrá degustar chicharrón en salsa verde o bistec en pasilla; quien llegue un viernes elegirá entre milanesas, tortas de carne o chicharrón en salsa roja, además de otras especialidades.

En poco más de seis horas, el lugar despacha diariamente un promedio de 120 desayunos y almuerzos por 32 pesos en plato grande y de 21 a 24, en porciones sencillas, que se pueden acompañar con café de olla, jugos y refrescos, como Yoly y Sidral.

Luego de hacer cuentas, Ricardo señaló que cada jornada consumen aproximadamente 60 kilos de tortillas, 20 kilos de frijoles negros, cinco de chile serrano, dos de cuaresmeño, dos de guajillo y uno de pasilla.

"El chile es la base de la cocina aquí, junto al ajo y la cebolla, porque aunque no quieran les toca, todo lleva chile", comentó.

La amplia oferta de cafeterías, fondas y lugares de la zona en poco afecta a esta tradicional cocina. Tampoco los lugares más nuevos, como los cafés Starbucks de la zona, asegura el propietario.

"Hay ratos que la gente se aburre de lo mexicano y se van a lo más moderno, pero regresan como el hijo pródigo", sentenció.

La concurrencia y la continuidad de sus clientes así lo prueban.

Distribuidos en mesones con capacidad para unas cien personas, conviven secretarias con obreros y señores de saco y corbata.

Contaron que hace un par de semanas desayunó allí el magnate Carlos Slim y los responsables del lugar agregaron que Felipe Calderón lo hizo muchas veces durante la campaña electoral.

Como sea, dos señores de manos cuarteadas por el trabajo, llegan y se sientan en las mismas bancas para degustar los deliciosos platillos mexicanos bajo la mirada de la infaltable Guadalupana que preside el lugar.