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lunes, marzo 30, 2009

Terroristas en México

Lydia Cacho

El Departamento de Estado estadounidense ha elaborado planes de emergencia para reaccionar ante lo que denominan “ingobernabilidad” en México. El mes que entra el Pentágono entregará a la Secretaría de la Defensa de nuestro país apoyo y equipo técnico avanzado para la detección de terroristas.

La reflexión del gobierno estadounidense es muy sencilla: en río revuelto, ganancia de pescadores. Ante la ingobernabilidad, la violencia y la corrupción, su vecino del sur no es confiable para evitar el incremento del crimen organizado. Su definición de terrorista es “quien pretende la dominación por el terror; la sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. Y la actuación criminal de bandas organizadas que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”.

En Canadá, el procurador general Wally Opal asegura que mientras el norte le venda mariguana al sur y el sur le venda cocaína al norte la economía criminal queda intacta. La violencia de bandas criminales en Columbia Británica se vincula con los cárteles mexicanos. En México poco impacto tuvo la declaración de Opal, quien aseguró en San Diego: “Este problema del crimen organizado ha inhabilitado por completo al sistema de justicia penal en México”. Algunos especialistas canadienses sugieren que la Universidad Simon Fraser envíe criminólogos a México, como hacen desde hace años con Guatemala. Pero han decidido que es dinero tirado a la basura. Colaborar con las autoridades mexicanas como iguales ya no es opción, ni para el gobierno canadiense ni para el estadounidense. La fantasía terminó. El hermanamiento por el TLC y la incursión parcial de México en el mundo desarrollado se vino abajo por las estrategias de guerra de Calderón, aseguran.

Especialistas de ambos países, particularmente del Pentágono, aseguran que Calderón no supo lo que hacía, que no conocía a su país y no acaba de entender la estructura económica del crimen organizado. Sea como sea, tanto Estados Unidos como Canadá hablan abiertamente de su plan A, que establece cooperación con México, pero bajo la manga se guardan su plan B, que implica hacer todo para defenderse de los potentes grupos criminales que incluyen, según el documento de inteligencia militar canadiense, altos mandos militares y gubernamentales de México.

El Pentágono entregará el equipo que utilizan en su propio país, en Irak y Afganistán, para espiar masivamente actividades de civiles. La preocupación creciente de las organizaciones mexicanas de derechos humanos es que este equipo se utilice para criminalizar más la protesta social, para acusar de terroristas a los críticos del sistema. Nos mandan armas, pero no hablan de la cooperación para la educación, para abatir la pobreza y educar para la paz. El tiro por la culata le salió a Calderón, pero la herida la sufre la sociedad mexicana.

viernes, marzo 06, 2009

El oráculo de la muerte

Lydia Cacho

Hace ocho años Esther Chávez Cano me dijo en Ciudad Juárez: “Hasta que no empiecen a matar muchos hombres el gobierno federal no se ocupará de la violencia en Chihuahua”. Esta experta feminista, quien destapó los feminicidios, es una de las que advirtió los vínculos entre la violencia contra las mujeres, la protección del Estado a los criminales y el resultante fomento de la impunidad para delitos de otra naturaleza.

Edgardo Buscalgia y el juez Carlos Castresana de la Organización de las Naciones Unidas dijeron reiteradamente que el nivel de desarrollo de un país se mide por la forma en que se trata a sus mujeres, y que los bajos niveles de protección ciudadana y altos niveles de corrupción en el sector público ponían en grave peligro a la población chihuahuense. El gobernador, indignado, se dedicó a desestimar la creciente violencia contra las mujeres como un termómetro de otras formas de violencia criminal.

Una fuente confiable asegura que hace meses un comando armado secuestró a la hija del gobernador con todo y escolta, sólo para devolvérsela intacta unas horas después con el mensaje: “Para que sepa quién manda aquí”. La oficina del gobernador rechaza esa versión, pero ahora es él mismo quien pidió la intervención militar.

Eduardo Medina Mora estuvo en el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) de 2000 a 2005, cuando Gobernación se negó a intervenir en Chihuahua. Las fiscalías se convirtieron en aves de mal agüero. Guadalupe Morfín salió de Chihuahua con un informe sobre la diferencia entre el feminicidio de violencia doméstica y el perpetrado por el crimen organizado; la corrupción quedó intocada. La fiscal López Urbina salió amenazada de muerte por sus propios agentes judiciales. A la procuradora del estado la protege el FBI y la asesora el Departamento de Justicia estadounidense, el gobernador la desprotegió hace tiempo. La ingobernabilidad se anunció de todas las formas posibles.

Ahora los cómplices de la impunidad se muestran sorprendidos. Más de 400 feminicidios no bastaron para tomar medidas radicales a tiempo. Habrá que mirar a los estados con altos índices de feminicidio y adivinar el futuro.

lunes, febrero 16, 2009

México y Tailandia: impunidad o destino

Lydia Cacho

Mi viaje comenzó en Londres, donde un investigador sobre pornografía infantil declaró que, de las redes internacionales de pedófilos que su equipo descubrió, el único país que no quiso colaborar para investigar a los abusadores mexicanos, fue México. La impunidad de la PGR sigue sorprendiendo a los británicos.

Partí hacia Turquía, después a Kyrgyzstan, Asia Central. Este país perteneció a la Unión Soviética, ahora se ha convertido en el proveedor de niñas y mujeres para la explotación sexual comercial en Turquía, Rusia y los Emiratos Árabes. La pobreza y la impunidad son aliados de los tratantes de mujeres y niñas. Kyrgyzstan, atrapado en la ruta del trasiego de opio, es el gran fabricante de químicos para transformar el opio en heroína, además ya es consumidor. Le quitó el liderazgo a Afganistán. Un poco como México a Colombia.

He entrevistado a especialistas y altos mandos del Ejército encargados de Migración e Inteligencia Antinarcóticos. El coronel Turusbeckov, con el semblante sombrío asegura que mientras ellos detienen a los tratantes de mujeres, la policía del Estado los libera. La corrupción, dice, ¡no sabe lo tremenda que es! El coronel evidentemente no conoce México.

Mientras los tratantes de personas sean protegidos por el Estado, se nutre al crimen organizado, asegura la mayor Gulmira Borubaeva. Los funcionarios públicos se hacen cómplices; las rutas del narcotráfico son las mismas de los tratantes de mujeres y niñas. Si no estuvieran hablando en ruso, hubiera jurado que estábamos en Tijuana, o en Chiapas.

Justo el 14 de febrero amanecí en Bangkok, Tailandia. Este país, junto con Filipinas son los más conocidos por el turismo sexual infantil y juvenil. Aunque no son los únicos, con los años forjaron su fama.

La Red por los Derechos de la Infancia ECPAT, con sede en Bangkok, celebra que las autoridades hayan sentenciado a 14 años de prisión al británico Maurice John Praill, por haber violado a un niño de 8 años. ECPAT espera que en cuanto cumpla su sentencia, se le deporte a Inglaterra y allí sea monitoreado para que no viole más niños. El problema, asegura un policía, es que viajará a otro país para hacerlo, ellos viven de la impunidad. ¿A qué otro lugar, si queda vetado en Asia del Este y el Pacífico?, le pregunto. A México o Brasil, dice sin chistar, los depredadores sexuales conocen las rutas de la impunidad. Ellos van a donde saben que nadie les hará daño.

Regreso a mi hotel, a transcribir notas sobre las rutas internacionales de tratantes de mujeres, niñas y niños. Miro el reloj, estamos 12 horas delante de México. Abro EL UNIVERSAL on line, encuentro las grabaciones del secretario Téllez, quien amenaza a los medios que difundieron sus llamadas; Carmen Aristegui, una de las culpables. Recuerdo el 14 de febrero del 2006, Blanche Petrich en La Jornada y Aristegui en la radio, revelaron las llamadas entre Kamel Nacif y Marín “el precioso”. Ya es historia.

Hago otra entrevista que esclarece el vínculo entre maquiladoras, explotación laboral y sexual. Una especialista noruega asegura que las redes se tejen desde fuera hacia adentro. Afuera las autoridades más poderosas, en el centro los criminales. La cobardía y complicidad de las autoridades mexicanas nos podría convertir en la Tailandia de América. Afuera la Suprema Corte, adentro… haga usted la lista. Desde este lado del mundo, me queda claro que sólo una sociedad fuerte y una prensa libre pueden evitar el destino que nos auguran quienes conocen los mecanismos de la esclavitud del siglo XXI.

martes, diciembre 09, 2008

Un remanso de paz

Lydia Cacho

La FIL es un logro cultural y político... un espacio para conocer el mundo

El salón está lleno, la gente sentada y de pie escucha a los escritores. Se termina el acto y los asistentes corren hacia Gabriel García Márquez, sentado en la primera fila. Sus lectores se arremolinan. “Gabriel, Gabriel, le piden, fírmeme su libro yo lo admiro”. El premio Nóbel colombiano hace un gesto con la mano y dice que está como público y no va a firmar libros. Un niño de unos siete años está parado a su lado y le dice como si tal cosa “Ándale Gabriel fírmales sus libros”. El gesto del escritor cambia y sonríe, su improvisado representante mira fascinado cómo firma su ídolo literario. Esto no es Televisa ni Latinamerican Idol, es la Feria del Libro de Guadalajara.

Desde 1987 en que fue creada por la Universidad de Guadalajara se ha transformado en la prueba fehaciente de que la cultura sí paga en México. Más de medio millón de personas de todas las edades visitan la feria, abarrotan los salones, compran libros, se toman fotos y hacen preguntas a sus autores favoritos.

Otro salón, una charla sobre literatura, un público de jóvenes de no más de 23 años. La mujer que habla es una belleza de ojos dulces con cabellera blanca es engañosa, es la joven y alegre Laura Esquivel. La autora mexicana de mayor éxito en el mundo. Como agua para chocolate, su novela llevada al cine cumplió veinte años y se lee como un clásico de literatura intimista mexicana. En otra sala un escritor multipremiado que se resiste a creer los argumentos de los políticos que niegan el poder de la cultura y la literatura reta a los asistentes y pide que toda la gente que tenga un libro consigo lo levante. El momento es emotivo, de casi trescientas personas por lo menos el noventa por ciento muestra un ejemplar. El panel de escritores no puede esconder la emoción.

Caminar por los pasillos de la feria, ver al equipo guiado por Nubia Macías, una mujer genio de la gestoría cultural, es sentirse profundamente orgullosa de la FIL.

A ella viene gente de todas partes. Caminan por los pasillos, comprando libros como niño en dulcería encontramos a caricaturistas, autores de best sellers como Ken Follet, poetas portugueses como Antonio Lobo Antunes o Peixoto. Ruben Fonseca regala sonrisas dulces en los pasillos luego de hablar sobre el placer de la lectura y la extraordinaria Gioconda Belli no se cansa de ser abrazada y de firmar libros luego de recibir el premio Sor Juana. Un grupo de jovencitas admiran a las primeras mujeres que entraron en la Academia de la lengua de sus países, como Ana María Machado y Concepción Company.

Vienen quienes compran libros y quienes buscan nuevos valores literarios. Jóvenes con sus manuscritos en busca de una opinión experta. Encontramos ríos de niñas y niños con libros infantiles y criaturas sentadas en la FIL infantil escuchando música y cuentos.

Camino por la feria luego de participar en una mesa sobre periodismo incómodo y no puedo evitar sonreír. Esto es México también, es un remanso de paz, es un logro cultural y político, una realidad que parece un sueño. Al menos por nueve días, a los ojos del mundo, Guadalajara, México es el centro del universo cultural. Para mi, como para Alejandra una joven de 18 años, este es un espacio para conocer el mundo.

lunes, noviembre 17, 2008

Un día sin periodistas

Sería un mundo habitado por el silencio, una fiesta para los criminales, un aliciente para los políticos corruptos

Sergio Arau se preguntó qué sucedería si toda la población latina de California desapareciera de la noche a la mañana, ¿se daría cuenta Norteamérica del aporte a la economía, la cultura y la vida cotidiana que 14 millones de personas hacen al estado de California? Arau plantea que, a veces, las sociedades no pueden valorar lo que tienen hasta que lo pierden.

Hace una década reporteras y reporteros de México comenzaron a desentrañar las historias de los cárteles de la droga. El PRI mantenía negociado el silencio sobre las mafias, a José Luis Santiago Vasconcelos lo entrenó la DEA para ser fiscal antidrogas, y el entonces gobernador Mario Villanueva acosaba, amenazaba y perseguía a periodistas que se atrevieron a escribir sobre sus vínculos con el narco. Fueron las y los periodistas quienes lograron que la sociedad comprendiera a lo que se enfrentaría. Cuando Felipe Calderón tenía una incipiente carrera política y no hablaba de narcotráfico, el periodismo mexicano advirtió la posibilidad de que el crimen organizado se apropiara de pueblos y ciudades, de policías, alcaldes y gobernadores.

Personas como José Armando Rodríguez Carreón, reportero de El Diario de Juárez, nos enseñaron el significado de la ética periodística, del compromiso con la comunidad. Hace cuatro días fue asesinado por los narcotraficantes a quienes investigó durante años.

El periodismo es una linterna para iluminar al mundo; un buen periodismo nos permite entender lo que sucede en nuestra comunidad, nos ayuda a revelar aquello que impide que nuestros derechos humanos se respeten plenamente. Un buen periodismo educa, descubre, revela, ayuda a formar opinión; enciende una flama que ilumina al mundo; que incita nuevas ideas y genera procesos de solidaridad global. Estos a su vez, sensibilizan a más gente sobre la tragedia del dolor humano provocado por los humanos. Un buen periodismo hace la diferencia en la velocidad con que la sociedad reacciona ante un genocidio o un temblor. Cada vez que un gobierno como el mexicano permite la impunidad del asesinato de una reportera o reportero, no sólo arrebata a la sociedad su derecho de conocer la realidad, silencia también a quienes temen perder la vida por decir la verdad.

Imaginemos un día del mundo sin periodistas. Nadie sabría lo que sucede en su comunidad. Ni el clima, ni el tráfico, ni los peligros, ni las buenas nuevas, ni los pequeños milagros cotidianos. Sería un mundo habitado por el silencio, una fiesta para los criminales, un aliciente para los políticos corruptos y abusivos. Un día sin periodistas es lo que nos espera si la comunidad internacional no reacciona adecuadamente ante el silenciamiento de las y los reporteros del mundo que muestran las violaciones a los derechos humanos.

Albert Einstein decía que el mundo es un lugar terrible, no por lo que hacen los malos, sino por aquello que las personas buenas dejan de hacer. Conversando con un general, le escuché uno de los elogios más grandes para cualquier periodista. Dijo que hace años él logró comprender la sicología del narco mexicano gracias al periodista Jesús Blancornelas.

En su soberbia tanto el Presidente como muchos gobernadores subestiman los asesinatos de periodistas. Ahora con la guerra, han olvidado que durante años las y los reporteros fueron quienes le explicaron a México cómo, cuándo y dónde nacieron, se reprodujeron y fortalecieron los cárteles de las drogas que hoy devastan a México.

lunes, octubre 20, 2008

El arte de vivir la verdad

Lydia Cacho

Poniatowska y Aristegui: No hay manera de construir el futuro si no entendemos el presente

Elena Poniatowska y Carmen Aristegui nos recuerdan lo que significa vivir para contar la historia de nuestro país y hacerlo con ética, responsabilidad y profesionalismo. Este fin de semana estas dos mexicanas fueron homenajeadas por su trabajo profesional.

Elena comenzó su carrera periodística en el antiguo Excélsior y desde 1954 ha publicado más de 14 libros y cientos de ensayos y artículos. Recibió varias preseas, el Premio Alfaguara de novela, el Nacional de Periodismo, la Orden de la Legión de Honor del gobierno francés y el premio Rómulo Gallegos, entre otros. Es una reconocida intelectual que a sus 75 años no pierde ni la memoria, ni la pasión, ni la alegría de vivir. Elena sonríe, abraza y celebra la vida. Esta mujer sabia acepta todas las invitaciones de universidades para charlar con estudiantes. Presenciar un encuentro con jóvenes y la escritora de Hasta no verte Jesús mío, es recordar la importancia de vivir comprometida con la esperanza, con la cultura. Esta vez fue homenajeada por la Cátedra Alfonso Reyes durante la Feria del Libro de Monterrey.

Carmen Aristegui no ha cumplido los 45 años, pero su trayectoria mereció este fin de semana el premio más célebre del periodismo de habla hispana, el Maria Moors Cabot, otorgado por la Universidad de Columbia en Nueva York. Carmen se convirtió en una de las voces más importantes de la radio mexicana con su noticiero en W Radio. Televisa la censuró al desaparecer su noticiario de la señal de Sky, a raíz de que la periodista cubriera el debate sobre la llamada “ley Televisa” que protege el monopolio televisivo en México. Más tarde fue despedida de manera subrepticia de W Radio y durante meses se especuló sobre las presiones del gobierno federal para acallar su noticiario. Ya no es especulación. Un representante de la ONU me confirmó personalmente que efectivamente el propio presidente Felipe Calderón intentó desactivar una importante entrevista con un alto funcionario de las Naciones Unidas que había sido concedida a Carmen Aristegui para CNN. Censurar desde el poder político y empresarial a quien ejerce el periodismo, es arrebatar a la sociedad su derecho a conocer las diversas versiones de la realidad.

Carmen es todo menos una mujer silenciada. Tímida y dueña de una sonrisa de niña despreocupada, se transforma cuando debate, sus reflexiones son profundas, informadas, inteligentes y respetuosas de la diversidad. Su mirada castaña refleja la solidez y la ternura. La he visto correr descalza al lado de su hijo volando un papalote con forma de dragón, mientras los adultos hablan de un mundo que ella se dedica a cambiar. Sabe cuándo detenerse, escucha a la gente y se conmueve con sus historias. Se acuerda de los nombres y de las caras de medio mundo. Lee tantos libros como la vida le permite y siempre encuentra tiempo para beberse un tequila con las amigas y estar a su lado cuando es preciso. Carmen Aristegui sabe cuál es el precio de la honestidad, y está dispuesta a pagarlo.

Este lunes celebro la intrepidez de estas mujeres, deseosas de mostrar los acontecimientos de su patria con la esperanza de comprenderla. Ellas nos recuerdan que no hay manera de construir el futuro si no entendemos el presente. Por eso dedican su vida al arte de sobrevivir la realidad y darle voz.

lunes, septiembre 22, 2008

Huir de México

Lydia Cacho

En 2007 casi 680 mil personas se vieron forzadas por pobreza y violencia a huir hacia el país vecino

Hace unas semanas, en Tijuana tres familias me contaron que desde hace unos meses viven en San Diego; se mudaron porque alguno de sus hijos o hijas fue víctima de secuestro. Cruzaron la frontera para la presentación de mi libro.

Unos días después en Monterrey escuché historias de terror de jovencitas universitarias que han perdido amigas en manos de secuestradores que levantan muchachas en los antros, ante la inmovilidad de la policía. Sus padres planean enviarlas a estudiar al extranjero por miedo a que las maten o rapten. Miles de familias regiomontanas se están mudando a Texas. En Ciudad Juárez la mayor parte de la clase media ha emigrado a El Paso. Familias enteras de Matamoros han hallado refugio en Bronwsville; de Saltillo en Eagle Pass. Hay más personas nacidas en Zacatecas habitando en California y Arizona que en México.

La diáspora crece irremediablemente y nadie en su sano juicio tiene derecho a cuestionar a quienes viven su patria como una pesadilla y no encuentran más salida que la de desterrarse para dormir en paz, para que sus hijas no sean una víctima más de feminicidio.

Emigrar no es fácil, hace falta valentía para abandonar el hogar, el vecindario, las amistades y familiares; para buscar un nuevo trabajo, e incluso para hablar un idioma ajeno. Las y los adolescentes se van casi por la fuerza, con la tristeza a cuestas, negándose a dejar a sus amistades, su escuela. No debe ser fácil tener 14 o 15 años y saber que en tu país la inseguridad es una constante y la seguridad casi un mito.

Calderón se anunció como el presidente del empleo, y su elección de lanzarse a una guerra sin cuartel, le hará pasar a la historia como el presidente de la emigración por violencia. No resolvió el desempleo que obliga a tantos a irse de braceros, por el contrario, ahora hay motivos adicionales para escapar del país.

Hace un par de años, según datos de las oficinas de censo estadounidense, aproximadamente 450 mil personas cruzaban la frontera norte en busca de mejor vida. La migración ilegal consistía eminentemente en personas de las zonas más pobres del país. Ahora el Consejo Nacional de Población (Conapo) con datos del gobierno de EU reporta que en 2007, casi 680 mil personas se vieron forzadas por pobreza y violencia a huir hacia el país vecino.

La gran mayoría seguirá buscando los estados y ciudades en los que la población latina se encuentra más a gusto o en contacto con sus costumbres, y aunque sea parcialmente, más cerca de su idioma. Esto significa que los gobiernos de Texas, California, Arizona, Florida, Nueva York e Illinois (particularmente la ciudad de Chicago) deberán prepararse para que cada vez más personas nacidas en México busquen nueva vida en su territorio. Los más ricos se van a España y Canadá, la clase media trabajadora a Estados Unidos.

El fenómeno de la migración se transforma paulatinamente. La pobreza extrema y la inhabilidad del gobierno mexicano para revivir el campo ya no será el único motivo para que cientos de miles abandonen la patria. Ahora la diáspora es por miedo a la violencia, a la impunidad y a la desolación, ¿quién puede juzgarles?

lunes, septiembre 08, 2008

Rescatar a México

Lydia Cacho

Las enfermedades del cuerpo, como las de la sociedad, no mejoran por el simple hecho de ignorarlas

La angustia que produce la violencia social que se vive en México parece no encontrar salida. Hay una tendencia a la descalificación de toda crítica. La gente que se siente abrumada por el miedo a la violencia, a la propagación de narcotráfico, del secuestro, de los feminicidios, de la pedofilia, busca respuestas que le den paz emocional. Necesitamos saber que hay esperanza, porque sin ella nada de esto que sucede tendría sentido.

Los grupos budistas buscan iluminar al país con pensamientos de luz y armonía, miles de católicas, judías y cristianas hacen oración en grupo por toda la geografía nacional. Muchos han decidido dejar de leer los periódicos porque no pueden manejar la angustia. Los directivos de algunos medios electrónicos y escritos escuchan la solicitud del presidente Calderón para acallar las malas noticias. Participar de ese juego de silenciamiento de la realidad no es solamente peligroso, sino carece de sentido. Es como el hombre cuyo médico le ha dicho que tiene cáncer y visita a un yerbero. Todo saldrá bien, se dice. Meses después cae fulminado en el hospital, la metástasis ha llegado a los huesos, al hígado y al páncreas. Las enfermedades del cuerpo, como las de la sociedad, no mejoran por el simple hecho de ignorarlas.

En un país convulsionado por la violencia, nadie tiene derecho a exigir derechos sin asumir responsabilidades. El presidente Calderón, sujeto al miedo de haberse envalentonado al abrir una guerra sin cuartel en todo el país, no tiene derecho a exigir a la sociedad su apoyo y, al mismo tiempo, cancelar el derecho que ésta tiene a estar informada.

Los criminales buscan la opacidad; esa es la esencia de la impunidad. Lo sabe bien la gente de Cancún con Los Zetas que se han apropiado de los edificios de la zona hotelera, y un alcalde y un gobernador que no se atreven a hablar del tema en Quintana Roo. Lo saben en Piedras Negras, Coahuila, quienes la semana pasada estuvieron en el hotel restaurante Barrocas frente a El Chapo Guzmán y su mano derecha El Yerno. La gente de Eagle Pass, a quienes la banda de El Chapo les ha quitado todo, casas, ranchos, negocios. Lo saben las familias de Tijuana y Nuevo León con desaparecidos que intentaron denunciar a secuestradores ante las autoridades. Las defensoras de derechos humanos de Chihuahua, amenazadas de muerte por judiciales. Lo sabe el general que la semana pasada pidió a Calderón que nombre a un secretario de Gobernación que sí sepa sobre seguridad nacional. Lo sabemos en todo México: si nuestros derechos humanos y constitucionales no están garantizados y protegidos, nadie, ni el Presidente, tiene derecho a exigir responsabilidad para sumarse a una guerra que sólo genera más violencia.

Me parece que hay que abrir los ojos, mirarlo todo, escuchar al miedo, enfrentarlo. Es buena idea iluminar a México, cada rincón de oscuridad ya sea político, criminal o empresarial. Iluminar con la verdad, con la información. Sólo así rescataremos nuestros derechos, de la mano de nuestra responsabilidad. Calderón tiene el derecho de convocar a todos a combatir el cáncer de la inseguridad; por lo mismo, no puede cancelar el derecho de la sociedad a informarse sobre esa enfermedad.

lunes, septiembre 01, 2008

Sociedad maniatada

Lydia Cacho

Francia, España, Suecia no serían lo que son sin la sociedad civil. En México, en cambio, ésta es ignorada

Carlos me platicaba que cuando sus hijos vieron en los diarios la nota sobre el asesinato y secuestro del chico que compartía con ellos las clases de deportes, se vio obligado a explicarles que Fernando fue secuestrado para sacarles dinero a sus padres, pero los delincuentes decidieron matarlo de cualquier forma. El niño de nueve años, que escuchaba angustiado, le dijo: “Papá, vámonos de México, este país no quiere a los niños”.

Hace unos meses una mujer maya de Quintana Roo me aseguró que este país no quiere a las indígenas, que les explota y les discrimina. Un joven que pertenece a los emos, me explicó cómo crearon una tribu urbana a la que pertenecen miles que se cuidan entre sí, porque a las y los adolescentes no se les escucha y se les trata como delincuentes.

Isabel Miranda de Wallace, valiente madre de un secuestrado, dijo que Calderón la ignora porque le recuerda la incapacidad del Estado en temas de justicia. A ella, la mujer que dejó de una pieza al país cuando persiguió a los secuestradores de su hijo, no la recibieron en Los Pinos, porque no representa al poder empresarial, sino al poder ciudadano. Lo mismo los miles de familias de asesinadas en Chihuahua, las familias de Tijuana, Morelos y Sinaloa cuyas criaturas adolescentes fueron secuestradas, mutiladas y asesinadas.

José Luis Rodríguez Zapatero ha dicho que España fue reconstruida por la sociedad civil al lado de su partido. Suecia, Suiza y Francia no serían lo que son sin la fortaleza de la sociedad civil que participó activamente en su democratización. Todas las representaciones civiles han tenido cabida en sus gobiernos y se refleja en las políticas públicas y las transformaciones sociales.

En México en cambio, la sociedad civil es ignorada por el gobierno, ¿por qué? Para el PRI la cosa pública era patrimonio exclusivo de la clase política. La sociedad equivalía a: electorado, contribuyentes y carne de cañón del corporativismo. El PRI quería base social, no interlocutores. Para el PAN, en cambio, decir sociedad civil es decir iniciativa privada. O sea, lo que es bueno para los empresarios es supuestamente bueno para el país. Sociedad civil es sinónimo de Coparmex y empresarios de élite. Y en asuntos de moral pública y educación quien manda es la Iglesia.

Para el panismo más recalcitrante, las organizaciones de la sociedad civil son la peste, deben ser controladas, descalificadas o eliminadas de ser posible. El activismo social y las causas humanitarias, como los derechos de las mujeres, de la infancia, el indigenismo, los movimientos culturales, los de diversidad sexual, y la defensa del ecosistema, les producen irritación. A la mayoría de panistas en el poder les parece que los derechos humanos son asunto de “rojillos”, sinónimo de agitadores sociales.

Los medios y periodistas son un estorbo si no se someten al poder. Las 400 mil personas expulsadas por pobreza y violencia cada año, son simples migrantes, y quienes les defienden son organizaciones rebeldes que buscan problemas. Los millones de personas convencidas en defender el petróleo son descalificadas como apátridas e ignorantes. Las y los académicos con buenos proyectos para la renovación del sistema de justicia penal, son intervencionistas. En un país con 104 millones de habitantes, sólo cuenta la opinión de 10 mil. Eso no es democracia.

www.lydiacacho.net

lunes, agosto 25, 2008

Fábricas del mal

Lydia Cacho

Un buen cuerpo policiaco precisa del equilibrio entre el entrenamiento técnico y la educación ética

Hace unos días impartí un taller ante un grupo de jueces, ministerios públicos y policías investigadores. Hablamos sobre explotación sexual infantil. Cuando comencé a enumerar los síntomas del agotamiento emocional que sufren quienes atienden a víctimas de delitos, todos asentían, como el paciente que ante una médica se atreve por fin a hablar de sus padecimientos. Gastritis, colitis nerviosa, insomnio, ansiedad, depresión, beber y comer compulsivamente, y una disminución de la libido.

Pregunté cuántos de ellos y ellas se llevaban en la mente a las víctimas de secuestro o de violación a casa, o cómo endurecen el corazón para no sufrir hasta enloquecer; la mayoría asintió. Miradas cansadas y algunos a punto de llorar; desde un juez de 60 años, hasta una ministerio público de 28 años. Esto me lleva a preguntar si las personas de quienes depende el sistema de justicia penal están sumidas en estados de miedo, depresión y ansiedad. ¿Cómo escalar ese impedimento para que sean efectivos y a la vez mantengan una salud emocional mínima?

Luego del secuestro y asesinato de Fernando Martí, los medios y parte de la sociedad se han volcado a exigir seguridad. Las peticiones desesperadas van desde la absurda solicitud de una policía militar, hasta cárceles especiales para secuestradores. Uno de los problemas radica en que para que el secuestrador llegue a la cárcel se necesita de una cadena de expertos que va desde quien responde al teléfono de emergencia, hasta la policía investigadora, pasando por el ministerio público y el juez. Por un lado prometen que habrá policías honestos, pero de 8 mil plazas que la SSPF abrió el año pasado, sólo 3 mil 500 personas acudieron a pedir trabajo como policías. Nadie quiere pertenecer a cuerpos de seguridad desprestigiados y desprotegidos. En el supuesto de que logren contratar a quienes se necesitan, el gran reto de las autoridades será asegurar que el propio sistema eduque a los cuerpos policiacos para hacer el bien como misión esencial.

Para que un policía se corrompa pasa por un proceso paulatino de agotamiento emocional sin contención, desensibilización, frustración por un sistema en el cual si atrapa a 10 criminales, sólo uno termina condenado. Le sigue el discurso de muchos: si mi jefe recibe dinero, ¿por qué yo no? Contrario a lo que suponemos, la mayoría de policías que se asocian con bandas criminales, pasa por un largo proceso que les lleva de haber creído que podrían hacer el bien de manera profesional, y hacer la diferencia para su comunidad, a juzgar que nada tiene remedio y que es mejor aliarse con los malos; ellos no solamente pagan mejor, también les dan sentido de pertenencia y les ofrecen protección.

La experiencia internacional nos demuestra que un buen cuerpo policiaco precisa del equilibrio entre el entrenamiento técnico para investigar, descubrir y detener a los criminales, y una educación ética apoyada por programas de salud mental. Sabemos que el miedo y la rabia son malos consejeros para la sociedad y las autoridades. La violencia genera más violencia, entrenar a los policías para hacer el mal, para ser crueles y desalmados, se revierte contra la sociedad. El odio genera odio. La paz y la ética fomentan el bien social. Mientras las autoridades no lo entiendan, seguirán promoviendo falsas promesas y fábricas del mal.

martes, agosto 19, 2008

Secuestradores invisibles

Lydia Cacho

Los ‘madrinas’ han hecho los trabajos sucios; deshacerse de alguna persona o darles escarmiento a periodistas

Se llama José R., es un tipo alto, norteño, bien parecido. Su esposa y sus hijos lograron escapar de este hombre que fuera policía judicial de Torreón, y luego madrina de la Procuraduría de Nuevo León.

Él fue capacitado por un grupo israelí que presta sus servicios en México para entrenar cuerpos especiales de policías. El procurador de Torreón creó un grupo especial antisecuestros, y este policía se capacitó tan bien, que pasó a formar parte de un equipo que se dedicaba a “rescatar” secuestrados que ellos mismos habían raptado. Luego intentó contratarse como guardaespaldas para una afamada familia de lecheros de Torreón; cuando su hijo fue secuestrado, este policía estuvo involucrado, pero nadie lo tocó. El sujeto practicaba técnicas de tortura con su esposa, frente a sus hijos. Fue entrenado para soportar e infligir dolor y terror.

José R. viajaba a Tamaulipas para comprar armas de alto calibre. Usaba a su familia de carnada para cruzar y tenía amigos de ambos lados de la frontera. Jamás fue detenido con sus cargamentos. Las armas eran vendidas a varias procuradurías. Cuando José R. utilizó sus contactos en PGR para averiguar en dónde estaba su mujer, ella denunció todo, la información puntual se le entregó a agentes de SIEDO, hasta los niños dieron detalles de su padre. Meses después, su expediente desapareció de la PGR. El hombre llamó para amenazar, fue grabado y se le dio la evidencia a las autoridades, hasta que un agente de SIEDO me dijo: Deje de preocuparse, señora, a ese tipo nadie lo va a detener, los madrinas no existen, son parte del sistema. Sé de buena fuente que el tipo ya no les molestará más. Así fue.

Cientos de hombres invisibles como José R. son eslabones entre el crimen organizado y las procuradurías. Son intocables porque durante décadas los madrinas han hecho los trabajos sucios de gobernadores, alcaldes, procuradores y empresarios corruptos que necesitan deshacerse de alguna persona, o darles escarmiento a periodistas incómodos. La ineficacia de los ministerios públicos, aunada a la corrupción e incapacidad de los jueces, les aseguraron carreras criminales fructíferas.

No son, como el cine mexicano les muestra, bárbaros de calaña pulquera y evidente malicia. Son sujetos que visten bien y se expresan como hombres ilustrados, la mayoría tienen entrenamiento paramilitar, no levantan la voz, actúan como hombres de poder, porque lo son. Manejan sumas de dinero importantes; tienen cuentas de banco en México y en Estados Unidos.

El tráfico de armas y el secuestro mueven millones de dólares en México. Ellos saben bien, que lo que conocen de sus clientes y las corporaciones estatales y federales a las cuales pertenecieron, les mantienen invisibles ante las autoridades. Los madrinas se han sofisticado con los años, se contratan para ambos bandos, se infiltran en la PGR, en SIEDO, en la SSPF, o nacen en ellas y se subcontratan con grupos criminales. Son producto del sistema político-policiaco que sigue vigente.

Mientras los políticos pelean por el rating de quién es más grande para abatir el secuestro, las cuentas bancarias y sus nexos con gobernadores y procuradores siguen intocadas por la PGR. La impunidad real no la siembra el secuestrador exprés del taxi callejero, que con 3 mil pesos queda satisfecho; él se cobija en el miedo sembrado por los hombres invisibles que el sistema de justicia mexicano prohijó y que sigue sin mirarles.

lunes, agosto 11, 2008

Sanar al país

Lydia Cacho

La justicia no es venganza, sino orden moral. ¿Quién nos lleva de la mano a sanar al país mientras juegan a la guerra?

Encendemos la radio, tres personas fueron acribilladas en Tamaulipas; cambiamos de estación; el hijo de un empresario fue encontrado muerto luego de haber sido secuestrado. En internet encontramos que la agencia de noticias CIMAC fue asaltada en la ciudad de México, se llevaron todo, las reporteras estaban investigando las violaciones y feminicidios de mujeres indígenas en la sierra de Zongolica. En Chihuahua tres niñas más fueron asesinadas. Los diarios dan el recuento de acribillados del día. Estamos saturados de violencia, de gritos de guerra.

La sociedad mexicana vive sumida en el miedo, la indefensión y la rabia. Emilio Gamboa Patrón, adalid de la justicia diferenciada, en defensa del padre del joven asesinado, en su investidura de líder del Congreso, exige pena de muerte para los secuestradores. Otra diputada pregunta en voz baja ¿sólo para quienes secuestran ricos o también para los que secuestran y matan niñas y mujeres pobres en Ciudad Juárez? Un diputado le dice que no sea políticamente incorrecta, puede ofender a la familia del joven asesinado. Ella no minimiza la pérdida de los dueños del emporio Sports City, señala que hace años la clase política no se había pronunciado tan indignada por un delito cometido contra una persona. En su enojo la gente pide pena de muerte, más poder a la policía (negando su probado poder de corrupción). La violencia genera más violencia, y hasta el Presidente está movido por el miedo y la rabia. Cada tanto la sociedad se rebela contra un caso, marcha, denuncia, grita ¡basta ya! Y luego vuelve a la vida de siempre. Las familias a llorar sus pérdidas, algunas emigran a tierras más seguras.

Yo prefiero preguntarme ¿por qué cada vez más mexicanos están dispuestos a matar y dañar a sus compatriotas? ¿Cómo llegamos hasta aquí? A convertirnos en una patria llena de ira, de sed de venganza, profesionales del crimen. No podemos olvidar que es responsabilidad de las autoridades detener la violencia, no fomentarla. Felipe Calderón debe saber que promover una cultura de guerra, de te matan o matas, tendrá consecuencias sociales de largo plazo.

Un secuestrador mata a un niño, la sociedad pide que lo maten a él. Y lo pide porque detrás de su sed de venganza está el miedo de que el próximo secuestro sea en su familia, en un ser querido. Pero habrá otro secuestrador, y otro más. Mientras eso sucede descubrimos que cuando no entendemos el miedo, elegimos convertirnos en agresores. Y la violencia generada desde el poder, produce más opresión. La guerra deviene en más miedo, en más violencia. Más opresión, genera más rabia, más delincuencia. México es un gato que se persigue la cola dando círculos. No acabamos de comprender que los verdaderos enemigos de México son la pobreza, la desigualdad, el abuso del poder político que coarta la libertad individual y colectiva, y la falta de oportunidades para que millones de personas le encuentren sentido a sus vidas. Sabemos que el sistema de justicia necesita ser renovado integralmente, los buenos proyectos contra la impunidad sobran. México no sanará con más violencia. La justicia no es venganza, sino orden moral. ¿Quién nos lleva de la mano a sanar al país mientras ellos juegan a la guerra?

martes, julio 08, 2008

La fórmula para la infelicidad

Lydia Cacho

La mayoría admite que se siente mal cuando es blanco de violencia, pero no asume su responsabilidad al ejercerla

La juventud mexicana de entre 15 y 19 años le teme a la vida. El 45.2% de las mujeres y 35.7% de los varones consideran a esa edad que su vida es un fracaso. El 62% de las adolescentes dejan de comer por tristeza; 61.5% de mujeres está deprimida, contra 47.2% de hombres. El 42.6% de niñas cree que no vale la pena vivir, y 28.7% de niños no le encuentran sentido a su existencia. Las cifras son abrumadoras, y por su usted cree que todo está bien en casa, vuelva a preguntárselo. Entre 84.9 y 62% de estudiantes viven con miedo y temor a casi todo, incluyendo a las personas adultas y sus opiniones. Más de la mitad de jóvenes no pueden comunicarse con su madre y padre, y casi la mitad aseguran que son incapaces de mostrar sus afectos en casa. Casi 40% nunca les cree a sus padres.

Estos datos los revela con precisión la Primera Encuesta Nacional de Exclusión Intolerancia y Violencia elaborada por la SEP y presentada por el subsecretario de Educación Media Superior, el doctor Miguel Székely.

La encuesta no solamente nos muestra qué piensan y sienten las y los estudiantes de escuelas públicas de todo el país (que bien podría extrapolarse a las escuelas privadas), también nos revela cómo su propia intolerancia, racismo, violencia y exclusión, les lleva a perder el sentido de la vida y la alegría.

La intolerancia entre jóvenes es abrumadora. El 54% no acepta que haya estudiantes con VIH-sida en su escuela; 52.8% del estudiantado se declara homofóbico, la mitad desprecian a adolescentes con discapacidades. El 47.7% rechaza a las personas indígenas en su entorno y casi 40% no está dispuesto a convivir con personas de ideas políticas diferentes. ¿Sorpresa? Baste recordar cómo se dividió el país y las familias con la crisis postelectoral del 2006.

Pensaríamos que entre los 15 y los 19 años nadie nos rechazaría por nuestra religión, pero en realidad 35.1% de estudiantes aseguran no querer convivir con personas de fe diferente a la suya. El 30% rechaza a personas extranjeras y desprecia a jóvenes de baja condición socioeconómica. Casi 40% no quiere tener compañeras de otro color de piel diferente al suyo.

El círculo vicioso se fortalece sin que ellas y ellos se percaten de que son quienes nutren la fórmula para la infelicidad. Casi la mitad de estudiantes ejercen violencia verbal y se dedican a hablar mal de las y los demás. La mayoría admite que se siente mal cuando es blanco de violencia, pero no asume su responsabilidad al ejercerla.

Parece que el discurso político contra la corrupción, la violencia de género, los asesinatos por homofobia, las políticas públicas sobre VIH-sida y el racismo, no da resultados. Las nuevas generaciones están más deprimidas y son más intolerantes, dos ingredientes que exacerban la violencia social y familiar.

La construcción de la paz precisa de dos factores esenciales: el deseo de la felicidad propia y ajena, y el respeto a las diferencias. El reto está en aprender desde la infancia que dañar a las y los otros siempre acaba por destruirnos.

lunes, junio 30, 2008

Se rentan mujeres

Lydia Cacho

El problema no se resolverá sólo con leyes; requiere de la participación de toda la sociedad

Los hombres que pagan por tener sexo son corresponsables del incremento de trata de mujeres y niñas en el mundo. La Organización Internacional para la Migración revela en su estudio sobre trata de personas y su clientela que 78% de los hombres que pagan por sexo comienzan a los 21 años o antes. Esto, entre otras cosas, significa que casi desde la adolescencia los hombres consideran que rentar seres humanos es correcto, a pesar de las condiciones en que estas mujeres se encuentren.

Durante años la literatura ha idealizado la prostitución, y el tema de la explotación sexual se ha abordado analizando la situación de las mujeres y niñas metidas al mercado del sexo. Ahora la investigadora Donna Hughes insiste en seguir los patrones de los clientes que nutren el mercado y la cadena alimenticia de la trata de mujeres y menores. Según Hughes, los mitos sobre la demanda masculina de prostitución son falsos. Asegura que en realidad los hombres casi nunca están solos, raras veces tienen relaciones sexuales poco satisfactorias, casi todos los que pagan por sexo están casados o tienen pareja sentimental.

Las investigaciones muestran que lo que los clientes buscan es tener actos sexuales que sus esposas no aceptarían, o que ellos no le aceptarían a ella porque es madre de sus hijos. Quieren una mujer que pueden comprar por corto tiempo sin responsabilidades emocionales o morales; buscan tener sexo en contextos en los que no necesitan ser corteses, ni amables; en los que pueden humillar, degradar y dominar mujeres, niñas y niños.

El trabajo de campo permite entender lo que siempre se ha dicho en economía: sin demanda no hay oferta. La normalización de la renta o venta de sexo es tal, que quienes pagan por sexo alimentan el discurso sobre la supuesta autodeterminación de las mujeres de cualquier edad para estar en la prostitución.

El Estado es el gran lenón en este mercado, pues además, para mantener la clientela segura, ha legalizado la prostitución y obtiene jugosas sumas por impuestos de prostíbulos, casas de masajes y centros nocturnos que ofrecen mujeres y menores. No existen indicadores de cuánto dinero queda en los juzgados por fianzas pagadas por mujeres detenidas con brutalidad policiaca en las razias de prostitutas, ¿y los clientes? Ellos bien, gracias, en casa probablemente con su mujer.

El estudio de Donna Hughes muestra que los países donde hay más clientes de la prostitución son: Tailandia con 73% de los hombres, España 39%, Japón 37%, Suiza 19% y Estados Unidos 16%. México no estuvo entre los países investigados. Lo cierto es que se estima que cada año 2.4 millones de mujeres, niñas y niños son víctimas de explotación para fines sexuales. 80% son mujere, y el resto niñas y niños menores de 18 años. El único esfuerzo notable en el mundo para abatir la explotación de mujeres es el de Suecia; criminalizó a los proxenetas, dueños de burdeles y clientes, y ofrece salidas reales y protección a víctimas de explotación. En Holanda, que legalizó la prostitución, el gobierno acaba de aceptar que se equivocó, pues la trata de mujeres y la violencia aumentó 25%. Las mafias que explotan a las víctimas no existirían sin la complicidad de ese varón que aún piensa que al comprar a una mujer no está haciendo algo incorrecto. El problema no se resolverá sólo con leyes; requiere de la participación de toda la sociedad.

lunes, junio 23, 2008

El valor de la corrupción

Lydia Cacho

Por tres siglos se cultivaron valores fincados en estrategias para quebrantar leyes, para negociar su incumplimiento

Un importante miembro del Consejo Coordinador Empresarial sale de dar una conferencia sobre valores y honestidad para el éxito empresarial. Habló sobre la gravedad de robar señales de Cablevisión o comprar películas piratas.

Va manejando y da una vuelta prohibida, la patrulla lo detiene, amerita una multa y restarle puntos a su licencia. El empresario se arregla con el policía con mil 500 pesos. Es mucho, pero tiene prisa.

Una joven de 15 años, hija del rabino más connotado del Distrito Federal, teme perder su beca en una escuela privada y compra su examen final por 20 mil pesos en efectivo.

Un conductor de noticiero radiofónico sale de la estación luego de fustigar la corrupción política. No trae placas desde que compró su camioneta hace seis meses. Pero su chofer le consigue permisos en Tránsito usando la fama del jefe.

Cerró la fecha de inscripción a universidad pública y 230 alumnos quedaron fuera por falta de espacio, un secretario de Estado llama al rector y le insiste en que tres jóvenes de calificaciones mediocres deben entrar porque son hijos de sus compadres. La conversación va de la extorsión a la amenaza; el rector cede y deja fuera a tres estudiantes que habían ganado legítimamente su derecho a estudiar.

Un obispo da misa, al terminar se encuentra con un representante del cártel del Golfo y le confiesa en privado. A cambio, una narcolimosna en efectivo de 300 mil dólares. Se persigna con ella y le dice al narco: “Que Dios te cuide, hijo mío”.

Todos los días la gran mayoría de los casi 60 millones de personas adultas mexicanas buscan justificaciones para violar las leyes. ¿Por qué?

Octavio Paz explica en un ensayo las raíces de la cultura de la corrupción. En el periodo colonial las leyes fueron diseñadas desde España, basándose en el sistema de vida español, trazadas por gente que nada conocía de los usos y costumbres mexicanos, ni del clima y la vida cotidiana.

En algún momento hubo 200 mil ordenanzas que regían la vida de la Nueva España (México) hasta los últimos detalles, pero cuya aplicación real habría hecho la vida imposible. Durante 300 años los habitantes de este lado del Atlántico crearon una cultura de negociación fraudulenta cotidiana. Cada día, sobre cada ordenanza de la corona española, alguien creó atajos para incumplir leyes absurdas y arbitrarias.

Para toda la población las leyes eran legales pero no legítimas. No gozaban de consenso y respeto de la gente. Durante tres siglos nuestros antepasados aprendieron a desconfiar de leyes impuestas por conquistadores. Leyes en esencia racistas, sexistas, producto de un doble discurso.

Durante tres siglos se cultivaron valores fincados en estrategias para quebrantar leyes, para negociar su incumplimiento sin castigo.

La corrupción en México es un valor cultural añejo. Un valor que cotidianamente alimentan ricos y pobres, políticos y narcotraficantes. Policías y ladrones, burócratas y empresarios. Lo cierto es que todos los días quienes moralizan sobre corrupción, la ejercitan. Corrupción significa descomposición. Descompuesto está nuestro sistema de justicia, porque no se aplican las leyes sino la interpretación para quebrantarlas.

La cultura se transforma en la medida en que la sociedad descubre, acepta y favorece el cambio de sus costumbres, e implementa nuevos sistemas, principios y valores. Es un asunto de congruencia individual y colectiva, ¿podremos?

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lunes, junio 16, 2008

Eres mi héroe, papá

Lydia Cacho

La cursilería que arrasa en estos días diría que es “muy padre ser padre” o que “a papá con amor, regálale un Ipod o una camisa de cocodrilito”. Nadie se atreve a decir: “Al padre que está ausente emocionalmente todo el año, pero que trae dinero a casa, celébralo” o “para aquél que repartió su esperma en varios cuerpos: una suscripción anual de Hola!”. O: “Para el padre a quien nadie enseñó a serlo: una suscripción a ESPN”. Este domingo Emilio Gamboa seguramente le llamó a Kamel Nacif para recordarle: “¡Papá, tu mandas!”. Pero ¿qué significa ser padre?

La realidad es que el país está lleno de hijos que fueron abandonados por sus padres, ya sea emocional, física o geográficamente. De padres que golpean a sus hijos porque les enseñaron que ser hombrecito es ser macho y violento. Hay miles de hijos que juraron no repetir el modelo aunque a veces lo hacen. Padres a quienes les enseñaron que para ser hombre hay que tener mucho sexo y que la mujer es la responsable de evitar el embarazo. Padres que tuvieron que dejar la universidad porque no se pusieron condón, y les forzaron a casarse y a tener una criatura no deseada.

De la maternidad se dice demasiado. De la paternidad nada. Quienes han estado en contra del derecho de las mujeres para tomar decisiones sobre su cuerpo y la maternidad han evitado a toda costa hablar del papel de los inseminadores o de la paternidad no elegida. Apenas comienza la cultura denominada por el terapeuta Paco Cervantes como paternidad responsable, amorosa y presente. Se vende el concepto vacuo. Para designar algo maravilloso decimos: “¡Que padre está!”, sin embargo nadie dice: “¡Qué poco padre!”; o: “¡no tiene padre ese desgraciado!”. Octavio Paz nos explicó que chingar significa violar. Por eso en México un “hijo de la chingada” es un hijo ilegítimo de una mujer violada y cuando alguien quiere insultarte te manda con esa mujer abusada y desvalorizada socialmente.

Los conceptos de maternidad y paternidad que hemos heredado del siglo XVI son obsoletos. Millones de niños y niñas inseguros caminan las calles de México. Hijos de mujeres y hombres a quienes les vendieron la noción de la procreación amorosa, tierna y mágica pero nadie les enseñó a desarrollar y nutrir esa magia.

Es cierto que el hecho de que la mujer lleve dentro de su cuerpo a su hijo o hija por nacer establece un vínculo especial, pero eso no la convierte en buena madre. También es cierto que pocos hombres están conscientes de que su esperma es una parte integral de ellos, son sus genes, su energía, dan vida. Por eso la paternidad no debería ser producto de la casualidad o la violencia, sino del amor, de la responsabilidad informada, del deseo, de la habilidad y la constancia para criar a un ser humano con derecho a la felicidad, a la educación, a la salud, al amor. A los que sí aprendieron, como mi padre, un abrazo.

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martes, junio 03, 2008

La tropa solitaria

Lydia Cacho

Manejo por la avenida Kukulcan, en Cancún. De mi lado derecho el mar transparente y luminoso, a mi izquierda dos camiones del Ejército mexicano. Cada cinco metros un soldado, con casco y arma larga a la mano, dispuesto a lo que parece un operativo especial. Más tarde me entero de que lo que atestigüé fue un simple operativo de práctica para la próxima visita del presidente Calderón a Cancún.

Dos días después logro entrevistar a tres soldados. Vestidos de civiles llegan a la cafetería. Animosos hablan de sus familias, de cómo y por qué entraron al Ejército como su única opción para estudiar. ¿Tienen miedo? Pregunté. Miedo de que la guerra contra el narco acabe con sus vidas. Miedo de que su comandante o general se venda a los traficantes y los traicione. Miedo a que Los Zetas de Cancún les hagan un tentador ofrecimiento económico.

“Miedo, miedo, yo no tengo”, asegura Francisco J, “a veces uno siente temor de todo eso que usted menciona. Yo tengo 26 años y tengo estudios y estoy para defender a mi país. Aunque luego a uno le pega saber que ya están hablando mal de nosotros, que si somos violadores y esas cosas”. Aseguran que jamás violarían a una mujer, aunque saben de compañeros que cuando traen adrenalina del combate “hacen cosas indebidas sin pensar”.

¿Están entrenados para matar? Pregunto. “Pues no… para defender, y si defendiendo uno tiene que matar, pues mata, eso es parte de la defensa de la nación”. Pregunto si creen que los narcotraficantes están mejor en la cárcel o muertos, los tres cruzan miradas. Silencio. Uno se anima: “Pues honestamente, muertos” y argumenta la cantidad de policías que se arriesgaron para arrestar al Chapo Guzmán y luego lo dejaron libre; otro acota que es mejor que los manden a Estados Unidos porque allá les dan cárcel de por vida o pena de muerte. Entre risas explican que son como los Gremlins de su infancia: si se moja un bicho de esos, de él salen otros 10, o 20… así es con los narcos.

Nos despedimos, uno saca de un periódico doblado un libro de mi autoría, me pide que se lo dedique y pregunta cómo sé en qué policías confiar, para entrevistarlos. ¿Cómo sé quiénes son los buenos y quiénes los vendidos?

Si los cálculos de un fiscal de SIEDO son correctos, uno de esos tres jóvenes frente a mí, ante la disyuntiva de venderse al narco o morir, decidirá aceptar el dinero. Traicionará al Ejército y a lo que él llama su patria.

Nos despedimos con la esperanza de que esta violencia moral y social termine algún día. De que ante la disyuntiva de corromperse o defender sus principios, cada vez más personas opten por sus principios. Francisco J dice: “Le puede a uno tener que dar la vida por culpa de los políticos que nos dejaron este país así”. El soldado recuerda que el narco no llegó solo a México, que los cárteles entraron por la puerta grande, del brazo de los gobernadores y procuradores.

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lunes, mayo 19, 2008

Y tú, ¿explotas a alguien?

Lydia Cacho

Cuando era niña, mi madre nos advertía que nunca hiciéramos caso a desconocidos que quisieran regalarnos dulces o llevarnos a algún lugar. En la colonia Mixcoac, donde crecimos, rondaba una vieja apodada La Robachicos. Una niña de cinco años desapareció. Luego se supo que había una gran banda que les vendía para prostituirles. La idea además de espeluznante nos parecía irreal. Ahora las autoridades hablan de la trata de menores y personas adultas como “la esclavitud del siglo XXI”.

En 1990 la ONU determinó que deben combatirse los diversos tipos de trata: de mujeres, de menores, de hombres; para explotación laboral, sexual, servitud doméstica y adopción ilegal. México por sus altísimos niveles de corrupción e impunidad, es un país en el cual se incrementa la trata interna e internacional.

Millones de niñas indígenas son vendidas a familias ricas y de clase media alta. Las dueñas de la casa las explotan 12 horas diarias, les permiten salir unas horas el domingo y les arrebatan el derecho a la educación y a la libertad. Argumentan que les dan de comer y deberían agradecer la buena cama y el techo. Kamel Nacif trae a cientos de jóvenes chinos para su maquiladora, al pedir los permisos de internación al Instituto Nacional de Migración, le asegura al agente que no deben preocuparse de que los chinos escapen, él los tendrá encerrados en las galeras de su maquiladora, porque le cuesta 5 mil dólares traer a cada uno y no les dejará ir hasta que recupere la inversión y la triplique al menos. Un hotelero español de la Riviera Maya quiere construir su hotel en un tiempo récord. Un sujeto le ofrece traer a 400 albañiles de Chiapas que trabajarán día y noche sin pedir nada más que un salario mínimo, tacos de frijol y un petate. Trae camiones e implementa galeras en las que los jóvenes tzotziles y tzeltales viven con techo de lámina, a 40 grados centígrados, en piso de tierra, sin servicios y sin derechos. Argumentan que les dan a los indios la oportunidad de su vida. Un argentino ex militar abre un Puticlub en la zona hotelera de Cancún, trae mujeres de Cuba, Argentina, Brasil y Venezuela. Les coopta sus papeles y las explota. Su clientela es la más poderosa del polo turístico. Consigue que un juez le ampare para que ni el gobernador pueda sacar el prostíbulo de la zona de lujo. La trata no sería tan buen negocio si no estuviera insertada en la estructura empresarial y gubernamental, con protección policiaca y cuentas bancarias localizables.

En tanto el gobierno mexicano no revise cómo se inserta la trata en los regímenes migratorios, en el fortalecimiento de la industria maquiladora basada en el cohecho; en el servicio doméstico, o en el castigo de la prostituta y no del consumidor, poco podrá hacer. Mientras tanto miles de niñas, niños y personas adultas serán vendidas. Y encima la justicia culpabilizará a las madres por distraerse, y a los indígenas y a las mujeres por caer en el engaño y la esclavitud.

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lunes, mayo 12, 2008

Otro México posible

Lydia Cacho
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Hace unos días luego de la presentación de mi libro en Madrid, España, se acercó un joven de ojos negros y luminosos. Es ministerio público de Sinaloa, está en Madrid estudiando una especialidad en criminalística. En unos meses volverá a México para seguir trabajando. Me aseguró que irá más preparado y con más ganas a trabajar para que se haga justicia, y se haga bien.

Ambos estábamos conmovidos, hacía apenas unos minutos yo hablaba de los agentes federales asesinados en los últimos días en nuestro país. Nombré a Berenice García Corral, la agente ministerial de Ciudad Juárez que fue baleada con una AK-42 en su propia casa. Berenice quiso ser policía desde niña, y su carrera la llevó al Grupo especial de delitos sexuales en la Procuraduría de Ciudad Juárez, Chihuahua. Las autoridades no saben quién la asesinó, pero las organizaciones civiles de Chihuahua que saben bien quién es quién, dicen que estaba jalando el hilo de una investigación sobre delitos sexuales que vinculaban a políticos locales y a policías.

El joven se quedó a mi lado mientras otras personas charlaban sobre la corrupción y la impunidad. Se despidió cariñosamente y se fue, como un quijote que tiene claro que hay una batalla que le espera. No me dijo su nombre, pero me quedo con la sensación de que así van por allí cientos jóvenes que estudiaron leyes o acudieron a la escuela de policía y que creen que pueden hacer una diferencia en nuestro país. Le miro mientras sube la escalera para salir del salón y recuerdo cuando conocí a Berenice hace unos meses.

Nunca es lo mismo que una persona muerta nos haya mirado a los ojos, que nos haya dicho que hace lo que se puede en una Procuraduría plagada de enemigos internos, manchada de sangre de propios y ajenos. Con un gobernador como jefe que niega la realidad, y un alcalde que borra las cruces rosas que las madres pintan por sus hijas en la ciudad. Pero, como me dijeron alguna vez un grupo de policías, no nos podemos quedar de brazos cruzados cuando están matando a nuestras hijas y vecinas, o a las amigas de nuestras hijas e hijos.

Una fuente del Cisen me decía que los grupos especiales contra el crimen organizado están conformados por jóvenes recién graduados. Eligen personas con perfiles de integridad sicológica, les dan entrenamientos intensivos y les mandan a la guerra de un estado a otro, sin previo aviso. Cuando terminan el operativo han de salir pronto, para evitar que sean asesinados por la mano vengadora de los grupos criminales, o por los cuerpos policiacos corruptos. Dice Eduardo Galeano: “La guerra asesina a los que denuncian las causas de la guerra, para que la guerra sea tan inexplicable como inevitable”.

Mi fuente se pregunta si algún día ya no habrá más jóvenes dispuestos a ser policías, si el gobierno tendrá que recurrir a paramilitares como lo hizo Colombia. Pienso en las y los periodistas asesinados, en Berenice y en quienes perdieron la vida por no venderse al mercado del mal. Yo espero que siempre haya jóvenes que crean en otro México posible.

lunes, abril 28, 2008

El carretonero

Lydia Cacho
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Cuando creímos que México había visto todas las formas de cinismo y chabacanería reveladas a través de la política, llega el PAN para demostrarnos que siempre hay nuevas maneras de abusar del poder y de celebrar ese abuso. El gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, insultó con un muy cristiano “chinguen a su madre” a quienes le han criticado por su connivencia con el cardenal Sandoval Íñiguez y la derecha doblemoralina.

Todo parece indicar que el gobernador de Jalisco nunca se enteró de la división entre Iglesia y Estado, y ha decidido, donando sumas multimillonarias de recursos públicos, convertir a la curia jalisciense en su muy personal Secretaría de Desarrollo Social y a Televisa en su Secretaría de Turismo. Donó 90 millones para la construcción del Santuario de los Mártires Cristeros; y cuando se le pidió opinar sobre las 5 mil quejas interpuestas por jaliscienses ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos, respondió que cuando vayan unos 3 millones de quejas empiecen a preocuparse, pues hay 6 millones de católicos en Jalisco. Germán Martínez, el joven presidente de Acción Nacional, ha defendido al jalisciense, al asegurar que no es ilegal dar recursos públicos a la Iglesia. Ambos dejan claro para quién gobierna su partido.

Nadie debería de sorprenderse de la doble moral e hipocresía de este gobernador que además protege a un procurador pederasta. Emilio González ha sido vinculado al sinarquismo, un movimiento que ha definido a la democracia como sinónimo de demagogia y libertinaje. Son anticomunistas y sus orígenes son profascistas. La Base, corazón del sinarquismo, fue presidida en los años 40 por Antonio Santacruz, un miembro eminente de la élite empresarial mexicana que mantenía lazos con el episcopado, los católicos americanos y el grupo Monterrey. El sinarquismo es heredero de los cristeros, para quienes ahora el góber piadoso construye un santuario con recursos públicos.

Pese a los problemas de salud, pobreza, transporte público y violencia que vive el estado de Jalisco, el gobernador ha elegido invertir dinero público en Televisa para la filmación de la telenovela Las tontas no van al cielo en Jalisco. Antes había pagado 67 millones de pesos para el evento juvenil de la televisora.

El gobernador parece decir: mientras Televisa y Dios estén conmigo, la sociedad que votó por mí, me vale madre.

Lo cierto es que el PAN está más cerca del PRI de lo que quisiera. Uno tiene a su góber precioso, el otro a su góber piadoso. Alguien debería decirle al mandatario de Jalisco que los fascistas no van al cielo.

Hace unos días refiriéndose a las candidaturas ciudadanas del PAN, Felipe Calderón recomendó a su partido que no fuera a dar candidaturas a personeros del narcotráfico. Curiosamente no voltea su mirada a los gobernadores que lo han rebasado desde la extrema derecha, y han llegado al poder con todos los trucos y discursos populistas. Bien dicen que la política es como un violín: se toma con la izquierda, pero se ejecuta con la derecha. Y Televisa está presente (por una módica suma) para transmitir el concierto de autoridades.