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martes, julio 31, 2012

Las otras olimpiadas

Javier Flores

México obtuvo ayer su primera medalla de plata en la competencia de clavados sincronizados en las competencias olímpicas que se realizan en la ciudad de Londres. Inglaterra. La noticia nos llena de orgullo y ocupa ya grandes espacios en todos los medios de comunicación. Pero dentro de la euforia que nos invade, poco o nada se sabe que justamente el día anterior a la proeza que hoy celebramos, otro mexicano, Aldo Facundo Ávila –un joven de 19 años, estudiante del plantel Cosoleacaque del Colegio de Bachilleres en Veracruz–, obtuvo la medalla de bronce en la 44 edición de la Olimpiada Internacional de Química, celebrada en la ciudad de Washington, en Estados Unidos, en la que se enfrentó a 300 estudiantes procedentes de 70 países. A pesar de su importancia, y salvo honrosas excepciones, al tratarse de un logro en una disciplina científica, lo que predomina es el silencio.


La olimpiada internacional a la que me refiero fue organizada por la Sociedad Estadunidense de Química, e incluyó distintas pruebas realizadas en las aulas y los laboratorios de la Universidad de Maryland. Los campos examinados incluyeron la química orgánica, inorgánica y analítica, así como fisicoquímica, bioquímica y espectroscopia. Si bien en esta ocasión no se obtuvo una medalla de oro, el veracruzano se encuentra entre los mejores del mundo en estas disciplinas, y es un motivo de orgullo para su familia, su escuela y, en mi opinión, debe serlo para todo México.

En este mismo mes, durante la 23 Olimpiada Internacional de Biología, realizada en Singapur, Paola Sansón, de Michoacán, y Eugenio Pérez Molphe, de Aguascalientes, obtuvieron ambos las preseas de bronce. También este año, el equipo mexicano que participó en junio en la 14 Olimpiada de Matemáticas de Centroamérica y el Caribe, celebrada en San Salvador, ganó el primer lugar. Enrique Chiu Han, del Distrito Federal, y Juan Carlos Ortiz Rothon, de Jalisco, obtuvieron sendas medallas de oro, mientras Xavier Ramos Tormo ganó la de plata.

En tan sólo 21 años, desde 1991, cuando nuestro país empezó su participación en olimpiadas internacionales de ciencias, se han obtenido 18 medallas de oro, 48 de plata y 85 de bronce, lo que hace un total de 151 preseas, en campos como matemáticas, química, geografía, biología e historia –todas estas auspiciadas por la Academia Mexicana de Ciencias–; mientras en los juegos olímpicos en el área deportiva, desde que México empezó su participación en París, hace 112 años, se han ganado solamente 12 medallas de oro, 19 de plata y 25 de bronce, sumando un total de 56 preseas, diferencia que parece abismal. Lo anterior muestra que existe un enorme potencial y talento de nuestros jóvenes en el campo científico.

Pero más allá de las medallas obtenidas en las olimpiadas internacionales de ciencias a las que han acudido delegaciones de nuestro país, estas competencias tienen un efecto positivo en los jóvenes que participan en ellas –incluyendo las de carácter nacional, hasta ahora suman más de 600 mil participantes–. Muchos de estos estudiantes que se encuentran en el nivel del bachillerato ingresan luego a carreras científicas en las universidades de nuestro país, realizan estudios de posgrado tanto en México como el extranjero, y no son pocos los que actualmente son investigadores activos en diferentes instituciones de educación superior e investigación.


No pretendo crear una falsa disyuntiva entre las competencias deportivas y las que se realizan en las áreas científicas. Por el contrario, es necesario apoyar de manera más decidida el deporte. Pero es justo señalar que debe haber mayor apoyo y reconocimiento a los logros de los jóvenes mexicanos en la ciencia. La obtención de una medalla es el resultado de un gran esfuerzo, no sólo del estudiante que la obtiene, sino de las familias, las escuelas, los maestros y las organizaciones científicas que los respaldan.

lunes, junio 04, 2012

La resistencia política

Gonzalo Martínez Corbalá

 Empezaremos esta vez por contar, por enésima vez, aquella anécdota que escuché en numerosas ocasiones, traída a cuento por el general Lázaro Cárdenas: decía él que entre los generales Álvaro Obregón y Antonio I. Villarreal había una estrecha amistad, que venía de muchos años atrás, de cuando ya era presidente Obregón, entre 1920 y 1924, por supuesto. Pero resultó que esta relación fraterna se acabó en el punto y hora en que Villarreal, hombre de pensamiento progresista, ingresa en la Cámara de Diputados por el Partido Liberal Mexicano, y las dificultades con Obregón no se hicieron esperar, debido a la actuación del diputado y general Villarreal, quien Obregón sentía que iba mucho más allá del cargo de representante de la nación que le correspondía en la Cámara. Para hablar claro, él se consideraba preparado y con derecho de aspirar a ser también presidente de la República, en lo que su jefe y amigo de toda la vida no estaba de acuerdo, lo que produjo tantas fricciones entre ambos, que Villarreal se vio obligado a dejar vacía su curul y abandonó su cargo como representante popular.

Pasó el tiempo y el general Villarreal trató en vano de entrevistarse con el presidente. En una ocasión se encontró en el bosque de Chapultepec con un amigo común, el licenciado Luis Orcí, a quien preguntó Villarreal, palabras más o menos: ¿Tú todavía frecuentas a ese manco cabrón del presidente? A lo que Orcí contestó afirmativamente, para luego volver a espetarle otra interrogante: Si yo te diera un recado para él, ¿se lo darías?, y la pronta respuesta de Orcí fue nuevamente positiva. Así, Villarreal, sin contener su enojo, dijo: “Pues dile a ese manco cabrón que si me tiene miedo o qué. Le he llamado varias veces por teléfono y no me contesta, y he solicitado audiencia con él a través de su ayudantía, y la contestación ha sido invariablemente negativa, que ‘porque está muy ocupado’, o por muchos pretextos, pero no he podido hablar con él”.

Orcí preguntó a Villarreal si así en ese tono deseaba él que le diera el recado, a lo que el general desdeñado contestó con firmeza: Así mismo, si me haces el favor.

No pasó mucho tiempo para que se encontraran nuevamente. Orcí dijo a Villarreal que la respuesta había sido enteramente positiva, que le dijera a su amigo el general que lo recibiría en el Castillo de Chapultepec, o en palacio, donde y cuando él mismo lo decidiera, y sin previo aviso ni solicitud alguna, y por tanto, también a la hora que él escogiera para que se realizara la audiencia.

Villarreal muy pronto decidió presentarse a media mañana en Palacio Nacional. Un edecán mlitar, después de saludarlo como correspondía a su rango, le pidió que lo acompañara y de inmediato lo condujo por el patio de honor, por la escalera alfombrada, hasta llegar a la puerta del despacho presidencial, al fondo de la sala de acuerdos, y sin esperar la respuesta, sencillamente abrió la puerta e introdujo a Villarreal.

Había dos personas a quienes el presidente Obregón atendía en ese momento, lo cual no fue impedimento para que se pusiera de pie y le extendiera la mano izquierda en actitud de saludarlo, a lo que Villarreal se negó a corresponder, y dejando al presidente con la mano extendida, le dijo con voz enérgica, pero sin perder la compostura: No vine a saludarte, vine a decirte que eres un hijo de la chingada.

Esta fue muy probablemente, suponemos, la última vez que desde entonces se escuchó una mentada de madre expresada frente al presidente de la República. Y como era natural, los ayudantes militares, sorprendidos e indignados, trataron de hacer algo en contra del general Villarreal, quien se había presentado debidamente uniformado. Obregón se hizo oír con voz enérgica y ordenó que todos permanecieran quietos. Y en seguida, con serenidad y firmeza, preguntó: ¿Eso era todo, señor general? Y Villarreal repuso: Eso era todo, señor presidente. “Capitán –ordenó Obregón–, acompañe usted al señor general Villarreal hasta la puerta. Está usted servido, señor general”.

El también divisionario michoacano contaba esta anécdota (sin las palabras fuertes, que él no acostumbraba) agregando: eso se llama resistencia política: todos los que andamos en esta actividad debemos mostrarla, y quien no esté preparado para ello que no se meta, pues, sobre todas las cosas, un presidente de la República debe mostrarse invariablemente sereno y con la capacidad y el carácter para controlarse a sí mismo. En este caso, el valiente general Villarreal abandonó Palacio Nacional, y murió años después, y en su cama. Nunca más fue un problema para Obregón después de este desahogo, indebido, sí, y también arriesgado, pero frente a frente con quien entonces, apenas terminado el movimiento revolucionario, había sido, a su parecer, un mal amigo. Obregón seguramente no pensaba lo mismo, pero su reacción ante la injuria arrojada en el despacho mismo del presidente fue indudablemente lo mejor que pudo haber hecho, para los dos amigos agraviados, y para toda la nación.

En la actualidad, las llamadas redes sociales y otros medios permiten actuar anónimamente, y también formando parte de movimientos en los que se abusa de la violencia física y se ataca, no únicamente al gobierno o a determinados funcionarios, así protegidos por el anonimato, y ejerciendo presiones para lograr lo que consideran sus intereses legítimos, sin tomar en cuenta los de los demás. Y sin pensar en que los derechos individuales en una sociedad terminan donde empiezan los de los otros ciudadanos.

Me refiero, por ejemplo, a los movimientos de los maestros, que no solamente reclaman privilegios que les han sido otorgados en sexenios anteriores indebidamente, y que se niegan a demostrar que los merecen, de la más elemental de las maneras de hacerlo: sometiéndose a una prueba que demuestre, por lo menos, su capacidad para ocupar puestos que en muchos casos obtuvieron por la vía hereditaria.

El daño que se hace en estos momentos a los alumnos, y a sus padres, así como a todo el país, es irreparable. El tiempo que se pierde en la enseñanza no se puede recuperar. La resistencia política tiene sus límites. Y estos fueron ya rebasados. Es ya impostergable evitar que se continúe dañando a la parte más sensible de la sociedad, que son los niños de México.

martes, mayo 15, 2012

Hay esperanza para la educación en México

Javier Flores Una reunión histórica, sin duda, fue la celebrada el pasado 7 de mayo en el teatro Metropólitan de la ciudad de México, no sólo por las personalidades que se reunieron ahí, como Juan Ramón de la Fuente, René Drucker Colín, Marcelo Ebrard Casaubon y Miguel Ángel Mancera. Los tres primeros propuestos por el dirigente del Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador (quien encabezó el acto) para ocupar sendas secretarías de Estado de llegar a la presidencia de la República, y el cuarto en su calidad de candidato a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal.

En el recinto, colmado de estudiantes, profesores y trabajadores de las principales instituciones de educación superior e investigación del país, y en presencia de un grupo muy significativo de científicos, artistas e intelectuales del más alto nivel, fueron presentadas las líneas generales de los programas de educación y ciencia, que constituyen hasta ahora las propuestas más avanzadas y realistas para superar el atraso en estas áreas y garantizar el desarrollo integral de México.

La educación tendrá la más alta prioridad en la política social y, junto con la ciencia, será uno de los principales instrumentos para el desarrollo de país. No se trata sólo de palabras, que convertirían este propósito en algo indistinguible de los discursos de los políticos en épocas electorales. Las propuestas presentadas son las que mejor entienden las condiciones en las que se encuentran la educación y la ciencia en México y las vías para lograr el cambio urgente que se necesita. Están respaldadas, además, por el compromiso que establecen personas que cuentan con una trayectoria intachable, como el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuya estatura académica, ética y política, es reconocida y apreciada por muchos mexicanos. Describiré aquí algunos aspectos del proyecto educativo expuestos en esa ocasión.

En un discurso firme y por momentos apasionado, Juan Ramón de la Fuente señaló que sólo por medio de la educación este país saldrá adelante y sin ella todo será en vano. Su intervención, a mi juicio, tuvo un doble significado, pues además de presentar los aspectos generales del programa educativo, sellaba un compromiso con el movimiento progresista y en particular con su líder Andrés Manuel López Obrador. Ahora no puede dudarse de que caminarán juntos en lo que resta de la campaña electoral, y en el gobierno de la República si los resultados favorecen al tabasqueño.

El proyecto de educación pone en el centro la calidad y es de naturaleza integral, pues abarca desde prescolar a posgrado. De la Fuente señaló que hay que revisar y modificar el modelo pedagógico, al que calificó de memorista y obsoleto. Se deben incrementar no sólo los contenidos científicos, dijo, sino también los humanísticos, de tal manera que la ciencia y la tecnología modernas estén sustentadas en valores, principios e ideales. Se debe enseñar a pensar, agregó, y educar para la libertad, la tolerancia, la crítica, la autocrítica y para actuar con coraje ante la adversidad. Así, el proyecto presentado se sustenta no sólo en aspectos técnicos, sino además en sólidos principios filosóficos.

Entre las prioridades, destacó la necesidad de abatir el analfabetismo y trabajar cerca de los maestros, los cuales, dijo, se sumarán en su gran mayoría a este proyecto; al igual que con los padres de familia y las comunidades, mediante un consejo de participación social.

El cambio verdadero está sustentado en la gente, expresó en una parte de su mensaje. Planteó además que deben proporcionarse condiciones dignas a las escuelas, con desayunos y uniformes a los alumnos en los niveles básicos, así como con una jornada completa. Indicó que se combatirá la deserción escolar, que en su mayor parte obedece a razones económicas.

Señaló enfáticamente que la responsabilidad de la educación corresponde al Estado mexicano y que ésta no es transferible ni negociable y, por tanto, no es un asunto de las organizaciones sindicales. Por otra parte, dijo que la calidad es fundamental en el proyecto educativo y que se va a evaluar con independencia, rigor y objetividad, no para excluir, ni para premiar la incondicionalidad.

En la educación media superior y superior, mediante el empleo de nuevas tecnologías, el proyecto se propone lograr un incremento en la cobertura del 15 por ciento anual. Para las universidades, se plantea su crecimiento con calidad, combinando la creación de nuevas dependencias y de plazas para profesores e investigadores, con lo que se pretende duplicar la matrícula. Adicionalmente, uno de los objetivos será crear entre cinco y siete polos de desarrollo académico en el país, con nuevos planes, para insertar a México en la sociedad del conocimiento. Estas acciones estarán coordinadas con las políticas de ciencia, tecnología e innovación y las de cultura del nuevo gobierno.

Se trata de un proyecto elaborado con seriedad, cuyas metas son completamente realizables. Aparece, así, una luz al final del túnel educativo.

El programa de educación del movimiento progresista se articula alrededor de seis ejes, cuya síntesis y documentos básicos pueden consultarse en www.educacioncienciaydesarrollo.mx

jueves, enero 12, 2012

Apoyo empresarial a López Obrador

Abraham Nuncio

En la primavera de 1979 el empresario Fernando Canales Clariond y yo sosteníamos el primer debate público en el contexto de una campaña electoral. Se estrenaba la reforma política aprobada dos años atrás. Éramos candidatos a la diputación por el primer distrito federal de Nuevo León, él por el Partido Acción Nacional y yo por el Partido Socialista Unificado de México.

No por reforma la de ese año se apartaba del clima autoritario y clientelar impuesto por el PRI y conservado en lo fundamental hasta nuestros días por todos los partidos. La ciudadanía votaba, la autoridad electoral se concentraba en el gobernador y sus subordinados, el gobernador era Alfonso Martínez Domínguez, a su cargo estaban la línea partidaria, las trampas electorales y la distribución de votos; los empresarios estaban totalmente de acuerdo con él, y colorín colorado. Fernando resultó el candidato triunfador: es posible que sin mayor manipulación, pues además de sus capacidades personales él encarnaba la nueva figura pública surgida del ámbito empresarial a la que su propia ideología atribuía los dones y virtudes extraños a los políticos tradicionales. Jorge Castañeda, a pesar –ya en casi dos décadas– de experiencias negativas de parte de empresarios neopanistas y neopriístas cuyo punto de intersección fue cada vez más amplio, consideró que Vicente Fox era mejor candidato que otros por venir de un mundo distinto (el empresarial).

Panistas in pectore, los empresarios han sido, son y serán pragmáticos: están con quien les asegure mejor sus intereses. Intereses que son, en nuestro país más que en muchos otros, auténticos privilegios. En la pasada elección presidencial sintieron, sobre todo los más conservadores –entre los que se hallaban los de Monterrey–, que podían estar en peligro si triunfaba el candidato de la alianza de izquierda. Y creyeron, o quisieron creer, lo que ahora reconocen con la sinceridad de, un buen ejemplo, Alfonso Romo: que a López Obrador, a pesar de su aceptable experiencia en la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, se empeñaron en hacerlo ver como ese peligro. Romo, al igual que muchos de sus pares, vio en el tabasqueño a su enemigo e hizo todo lo posible para que no llegara a la Presidencia de la República. Su error, dice, fue no haberlo conocido.

Entre los empresarios que se han pronunciado por la candidatura de AMLO, el que me parece más claro tanto en su diagnóstico como en sus propuestas es el ex panista Fernando Canales Steltzer, hijo de Fernando Canales Clariond y de esa mujer inteligente que es Ángela Steltzer. La entrevista que le hizo para La Jornada Sanjuana Martínez, nuestra compañera admirada y multidistinguida, es un documento que vale la pena leer.

Canales Steltzer parte de la crítica al PAN, su antiguo partido: lo ve surcado por la corrupción e infiltrado por la delincuencia organizada. Por este tipo de delincuencia entiende no sólo la de las bandas armadas y violentas, sino la de quienes promueven la instalación de casinos y el financiamiento de las campañas mediante oscuras autorizaciones de construcción y obras públicas. Despedazado en sus principios fundacionales, las críticas que Acción Nacional dirige al PRI las importó de este partido y sus militantes se convirtieron en los principales simuladores de la democracia. Al de Calderón lo evalúa como un gobierno de amigos y unidimensional en su gestión en torno a la “guerra contra el narco”.

Son pocos los empresarios que reconocen, como lo hace Canales Steltzer, que la economía mexicana no responde siquiera a un esquema neoliberal, sino que es una fábrica de hacer pobres, cuya base son los monopolios (privados y públicos), y que por tanto sólo sirve a unos pocos. Mal respondió a la apertura dictada por la globalización; antes se debió fortalecer la competencia interna. No sé hasta dónde este empresario regiomontano comparta la convicción de que un país sólo compite de verdad cuando lo hace con el conjunto de su sociedad en términos de calidad de vida. Pero su propuesta parece ir en ese sentido: Somos un grupo de mexicanos y mexicanas que quieren generar mejores condiciones de vida para todos, no para unos cuantos.

Por su parte, López Obrador insiste en que no es enemigo de los empresarios, pero sí de la riqueza mal habida, de la corrupción y la impunidad, cuestión que ha satisfecho al sector empresarial que lo apoya. Pero esto no es suficiente. Lo que nadie dice es que vivimos en un país capitalista y que el capitalismo, de manera espontánea, genera desigualdad social. Y que si el proyecto es el de una socialdemocracia a efecto de mantener este régimen sin que haya violencia de una clase contra otra, se requiere un mayor equilibrio en el ingreso a través de un mecanismo fiscal escalonado, de salarios remunerativos, de seguridad alimentaria universal y de servicios de la misma naturaleza en materia de salud, educación, vivienda, diseño urbano y seguridad social. Esto sólo lo puede hacer un Estado comprometido con el bienestar de la mayoría y con una política que pueda beneficiar a la minoría propietaria, pero no a costa del empobrecimiento de aquélla. ¿Hay un debate organizado y sistemático sobre el tema? No. Los candidatos de la derecha jamás lo promoverán. El único obligado a promoverlo es López Obrador, a efecto de que él mismo, quienes forman su equipo y, por supuesto, la ciudadanía, sepamos si es posible que ese compromiso sea compartido por los empresarios que se declaran a favor de su candidatura. Vaya, y si él mismo y sus seguidores están por ese compromiso.

La izquierda que representa López Obrador está lejos del socialismo (ya transitado o uno nuevo). Esto a todos nos debe quedar claro. Se trata de una izquierda liberal que se propone instaurar una gestión pública honesta, transparente y exenta de corruptelas y venalidad. Por el desastre que muestran la representación política, la administración pública y la justicia en México sería un avance sin precedentes. Para lograrlo, no obstante, se requiere de una profunda reforma a las instituciones de gobierno, empezando por el viejo presidencialismo carrancista que, para gobernar, intenta llevarse en su tren la información, las armas y el dinero públicos. Y, en el caso, subir a él a sus invitados (patrocinadores, allegados, amigos: la muy conocida fauna de siempre) y dejar sus promesas de campaña para la próxima.

En su campaña anterior, López Obrador solía firmar sus compromisos apelando al contractualismo a que somos dados los latinoamericanos. Si lo que se busca es un nuevo pacto, que quienes lo vayan a firmar preparen sus plumas para ello. Y que nos digan la manera en que nosotros los votantes podemos hacerlo exigible.

miércoles, enero 11, 2012

Élites mundiales

Luis Linares Zapata

La crisis bancaria que explotó hace apenas dos años no fue una desgracia derivada de la convivencia entre los distintos pueblos de la Tierra. Tampoco derivó de la corta historia de los negocios estadunidenses de principios del siglo XXI. No fue, asimismo, imprevista, y menos aún, inmerecida para aquellos que la ocasionaron, sus actores de primera línea. La generaron un manojo de banqueros de élite, principalmente los encargados de las altas finanzas. Estos personajes, a su vez, recibieron amplia colaboración en su estulticia de colegas situados en sectores diversos; los que dictan políticas públicas de gran alcance destacaron entre ellos.

Bien puede decirse que este quiebre se debió, en gran parte, a la codicia desenfrenada de especuladores con pliegues mundiales. En cada una de sus aventuras de gran escala fueron también acompañados de sus émulos locales, esparcidos por varias partes del mundo. Sin embargo, un rol crucial lo desempeñaron las burocracias gubernamentales que tenían la obligación de imponer controles y de vigilar la correcta marcha de sus decisiones y responsabilidades. Esta crisis bancaria, por arte de birlibirloque, ahora se ha convertido en crisis de deuda soberana por la incapacidad de varios países para hacer frente a los altísimos intereses que se les imponen para servirla. Las enormes sumas empleadas en salvar bancos, y empujar la economía para no caer en recesión, mandaron al techo los déficit presupuestales. Toca entonces –por esta suerte o magia de los mercados– a los contribuyentes padecer las consecuencias y, además, pagar, con decrementos en su bienestar, el alto costo que se les ha endosado.

Los distintos gobiernos (en especial del mundo posindustrial), omisos en buena parte del proceso previo desregulatorio, fueron pillados, en su voluntaria subordinación, por las visiones y postulados dictados desde los centros del poder financiero. Tan triste situación los hizo acomodarse con los dogmas, amenazas y las reglas del juego neoliberal. El resultado de todo ello no podía más que formar un entorno que propició, y ahora condiciona, su accionar posterior. De esta casi natural manera los actuales líderes políticos no han tenido otro recurso que aceptar como prioritarios los intereses que sus banqueros e inversionistas –parapetados tras los etéreos mercados– les señalan. Se consolida así la parte medular de un guión bien elaborado, pero trágico, del que no han podido escapar ni aquellos gobiernos que se nombran socialdemócratas. Poco se diga ya de la incongruencia y blandura de los socialistas.

Bien puede decirse que la andanada elitista contra el Estado de bienestar es ya la mayor desde que Ronald Reagan y su colega inglesa, Margaret Thatcher, inauguraron la era de las reformas estructurales propagadas por el Consenso de Washington. Los efectos desatados desde entonces para millones de personas han sido devastadores. Son las masas asalariadas, trabajadores de innumerables sectores y países, las que están solventando el cruento precio de la crisis bancaria provocada por unos cuantos avaros que se siguen llamando a sí mismos responsables. Cierto es que, en su loca carrera, van provocando rebeldías inéditas que ya se extienden por extensas regiones del mundo. Pero las energías que hasta ahora se despliegan, principalmente por juventudes angustiadas, todavía no inducen rectificaciones prácticas que enderecen la ruta adoptada desde arriba. Los gobiernos ni siquiera han cedido en lo mínimo y siguen aferrados a las recetas de una austeridad con marcado sello desigual. Las protestas, sin embargo, han logrado introducir una narrativa hasta hoy ignorada por las mayorías de los países centrales. Ahí la versión dominante apuntaba hacia la satisfacción colectiva con el método hasta hace poco empleado y con el orden establecido. La formación del nuevo discurso, a pesar de afinarse con los días, todavía parece incapaz de modificar el curso de los acontecimientos, al menos los que se vienen diseñando desde los círculos de mando.

La continuidad de las protestas y la hondura de las consecuencias producidas por los severos programas de austeridad en marcha bien pueden ocasionar cambios de paradigmas y de modelos. La misma moral colectiva se está viendo afectada. Nada se diga de la erosión que golpea al horizonte hegemónico de las finanzas, ya de por sí afectada con la quiebra de instituciones consagradas. Las izquierdas, las europeas por ejemplo, andan a la búsqueda desesperada de unificar posiciones, de formular salidas distintas a las actuales, ya muy gastadas. Este proceso regenerativo, si continúa, será penoso. Lo que ha galvanizado de modo especial toda la protesta mundial han sido las acciones de los ocupantes de Wall Street.

En el caso mexicano, que aún se piensa ajeno a este aquelarre, se tendrán que hacer ajustes sobre la marcha. La cercanía de las elecciones será un detonante si se le sabe aprovechar. Hasta ahora ningún partido de los que aspiran a gobernar desde el Ejecutivo federal ha hecho los necesarios pronunciamientos. Las propuestas, tanto del PRI como del PAN, no responden a lo que sucede y, por tanto, nada dirán de encauzarlas por otros rumbos. Sus abanderados y organismos ya se han acomodado con los lineamientos neoliberales. Las izquierdas tampoco trasmiten la sensación del peligro que se cierne sobre el país tras una crisis de mayores proporciones a la pasada y la actual. El llamado a la participación popular como fuerza capaz de transformar el actual sistema adolece por su visión localista. No reconoce la capacidad destructiva y de mando que despliegan los mercados combinados con los organismos multilaterales. Estos monstruos de poder no dudan en imponer cauces estrechos que corran de acuerdo con sus intereses, que son hegemónicos y mundiales.

Elecciones en tiempos de cólera

ENRIQUE SEMO

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Las elecciones de 2012 se realizarán probablemente en medio del temor que provoca la inseguridad, la ansiedad del desempleo, las turbulencias en la economía informal, donde reina la ley del más fuerte, así como el hastío ante el desprestigio de la clase política.

Gran parte del electorado oscila entre el miedo a que venga algo peor y el ardiente deseo de poner fin al largo deterioro en que está sumida la nación. Será en los últimos momentos cuando muchos electores decidirán si elegir el candidato que asegure una continuidad menos dolorosa, o rebelarse contra ella y buscar, con valor, un mejor futuro.
Hay dos candidatos que cuentan con insertarse en el primer estado de ánimo: el del PRI y el del PAN, y otro dispuesto a correr el riesgo de predicar con la palabra y los hechos la adopción de medidas fuertes para impedir la caída lenta pero inevitable y la decadencia.

Hay factores de poder que no están sujetos a la elección: el gran dinero, las televisoras, el gobierno actual que se prepara, como lo hizo Fox, a usar todos sus recursos para influir en el certamen. Si el PRI utilizó el fraude para perpetuarse en el poder durante 70 años, el PAN ha demostrado que éste no le repugna, puesto que en 12 años ya cuenta con un ejemplo espectacular. A ellos hay que agregar las tradicionales redes clientelares construidas por caciques en la ciudad y el campo y –hoy de aterradora importancia– el crimen organizado, que castiga, incluso con la muerte, a políticos que no cumplen y premia con dinero e influencias a los que respetan los tratos.

La contienda se llevará a los dos niveles: el público, para conquistar el voto, y el clandestino, para ganar a esos poderes fácticos. Sabemos que hay desde hace mucho acuerdos negociados. Pero las actitudes de esos poderes, pragmáticos por naturaleza, irán cambiando de acuerdo al desarrollo de la campaña y las voces de las encuestas, aun cuando éstas no les gusten.

La izquierda electoral, representada por el PRD, el PT, el Movimiento Ciudadano y el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), tiene un candidato con cualidades sólidas. Para no ir más lejos nos referiremos a los últimos seis años. AMLO hizo frente al fraude de 2006 con una entereza, un empecinamiento y una habilidad que mantuvo vivo el problema del respeto al voto popular, de la mejor manera posible, en el marco de la resistencia civil pacífica, en la cual se ha inscrito la izquierda democrática.

En segundo lugar, porque entendió correctamente que en tales circunstancias sólo hay una fuerza que podía cambiar a mediano plazo la relación de poder: la fuerza del pueblo movilizado, consciente y enérgico. Y apeló a ella, rodeado de la duda y la incredulidad de muchos. Recorrió municipio por municipio todo el país, ante el silencio casi absoluto de los medios.

En tercer lugar, porque en la crisis crónica en que vive el país supo colocar el movimiento social en oposición tanto del PAN como del PRI, que desde Carlos Salinas de Gortari han actuado en una coalición tácita en que a veces el PRI está en la Presidencia y otras el PAN, tratando de aparentar diferencias, pero de hecho compartiendo el poder que soporta el régimen actual. De este esfuerzo ha surgido Morena, un movimiento nacional que no ha conocido pruebas verdaderas aún, pero que puede consagrarse en las futuras elecciones.

El candidato tiene defectos tan visibles como sus cualidades, pero atenuados por la sinceridad de sus convicciones, una inteligencia política intuitiva sobresaliente y un carisma indudable. Pero ningún elector votará sólo por el candidato. Éste pesa en su decisión y, en el caso del voto de izquierda, hay un refrendo preocupante al caudillismo.

El partido, el ejercicio del poder de sus miembros, la unidad y su coherencia, sus posiciones pasadas, también pesan. Y nadie ignora que el PRD se encuentra sumido en una profunda crisis. Han surgido una serie de prácticas nocivas, a veces incluso inmorales, que amenazan con osificarse, con transformarse en una jaula en la cual queden sepultadas las esperanzas de los mexicanos.

Lo que la izquierda sostiene sobre el país es cierto también para el PRD y, en cierta medida, para los otros componentes del Frente Progresista. Sus defectos no pueden ser superados con retoques ornamentales, ni siquiera con cirugía estética. El PRD y la izquierda electoral, para poder gobernar, necesitan una refundación igual a la que requiere el país, que para detener la caída precisa de cambios sustanciales en la relación de fuerzas y en las políticas de gobierno. Y esta refundación debe iniciarse con la presente campaña por la Presidencia.

Por otro lado, una organización de izquierda que no cumple con su función cotidiana de representar a los sectores populares: campesinos, obreros, pequeños empresarios, clase media, con la mayor inteligencia posible, con sensibilidad a los cambios que se suceden, es un partido superfluo e innecesario. ¿Cómo puede competir con el PRI y el PAN, la coalición gobernante que tiene el oído de los poderes fácticos abierto a sus sugerencias?

Tomemos el problema de la sucesión en el Distrito Federal, proceso que ya ha causado más de una batahola pública. El procedimiento está viciado de origen, por la incapacidad de la dirigencia local del PRD para reglamentar la contienda interna y el uso de recursos públicos en la promoción de algunos candidatos. Además, se ha optado por aplicar una encuesta como método de selección del candidato, sin contacto con las bases del partido, en un concurso de popularidad en que no intervienen el ideario político, las convicciones y la plataforma electoral. Esto es también posible en otras entidades: los escándalos públicos pueden resurgir en el momento menos esperado y el elector no los perdonará.

En el país, después de un periodo prolongado de decadencia, puede iniciarse la resurrección, y la izquierda toda tiene la responsabilidad de convertir esa posibilidad en realidad.

martes, enero 10, 2012

Goldman Sachs gobierna España

Marcos Roitman Rosenmann

A poco de andar el siglo XXI, las pistas son esclarecedoras. Ya nadie se llama a engaño. La crisis ha sido una buena excusa para desarticular el pobre Estado de bienestar que acompañó el llamado milagro español, que –todo hay que decirlo–, era más paternalista que afincado en políticas keynesianas de redistribución de la renta y pleno empleo. Su origen lo encontramos en los gobiernos tecnócratas, conocidos popularmente como gobiernos del Opus Dei. Fue el momento de la modernización del franquismo. No será la vieja guardia franquista quien se siente en los consejos de ministros a partir de fines de los cincuenta del siglo XX. La nueva camada del franquismo muta hasta hacer imperceptible la ideología fascista que la precedía. Muchos de sus cachorros no compartían sus aspectos más repulsivos, la tortura y represión. Con un discurso ambiguo, a la muerte del dictador, 1975, son quienes dan vida a reforma política. Ya nada se les resistía. Franquistas de corazón, crearon una realidad ficticia para impedir la ruptura democrática. Su estrategia fue señalar la existencia de un búnker político donde se agazapaba el franquismo y cuyo poder radicaba en el control sobre las fuerzas armadas creadas por la dictadura fascista. Identificado el enemigo, el resto eran aliados y compañeros de viaje en la transición. Lo inteligente, para evitar un golpe de Estado, era aislar a la oligarquía política y apoyar a la burguesía reformista. Cualquier otra opción estaba fuera de lugar. El capital financiero e industrial brindó su apoyo y financió la aventura política, en esa época agrupados en la Trilateral. Así surge el periódico El País, dirigido por Juan Luis Cebrián, franquista pragmático de última generación. Los gobiernos de Adolfo Suárez contaron con sus parabienes. Cuando ganó el PSOE, en octubre de 1982 –recuérdese, tras el golpe de Estado apoyado desde la Casa Real, conocido como la operación De Gaulle–, se ratificaron los acuerdos con el Vaticano, se renunció a la reforma agraria, tanto como a una restructuración del sistema universitario y educacional, cuestión que sigue pendiente en pleno siglo XXI y, lo más destacado, se dio el visto bueno a la OTAN y la CEE.

El mito de la derecha golpista y el búnker había cumplido su objetivo y podía ser desechado. Tras la caída de Adolfo Suárez se disolvió la Unión de Centro Democrático y se formó el Partido Popular, cuyo primer presidente, considerado hasta ese momento el más franquista de los franquistas vivos, Manuel Fraga Iribarne, se transformó en un político de centro derecha, padre de la Constitución y demócrata convencido. El nuevo partido, apellidado popular, será la suma de socialcristianos, democristianos, liberales, conservadores, falangistas y franquistas. Su aparición busca atraer a las nuevas generaciones de la derecha española. Es el llamado peregrinaje al centro. Tras años en la oposición, el mal hacer de los últimos gobiernos de Felipe González y el PSOE, con los escándalos financieros, los GAL y la corrupción, facilitó su llegada al gobierno de la nación; corría el año 1996.

José María Aznar, político gris, se transformaría en el primer presidente de gobierno de la derecha posfranquista. Su llegada no alteró el itinerario diseñado por los grupos económicos y empresariales. Todo marchaba según lo previsto. Los cambios introducidos estaban a tono con los tiempos. Privatizaciones, desregulación y reforma del mercado laboral. La profundización de la receta neoliberal, impulsada en tiempos del PSOE, supuso un aumento de la conflictividad social y varias huelgas generales. Pero nada debutó la máquina. Haciendo oídos sordos, los políticos continuaron el itinerario marcado por el capital financiero, cuyo costo fue el recorte de derechos sociales, políticos y económicos de las clases trabajadoras.

Bajo la última etapa expansiva del capitalismo central, las reformas neoliberales se justificaron como necesarias para no perder el tren del progreso. Aznar se vanagloriaba de ser el alumno más listo de la clase, cumplía a rajatabla los designios del G-7, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Los empresarios, contentos, y la clase política obtenía matrículas de honor. Nadie se planteó quién era el profesor y cuál el plan de estudio. Aznar, alumno modelo, no formaba parte del claustro de profesores. Ni sus deseos de figurar y sentirse protagonista durante la segunda guerra del Golfo cambiaron su estatus; siguió siendo un alumno sumiso. Al final de su etapa, la burbuja financiera e inmobiliaria que sostenía la endeble economía española campaba a sus anchas. Crecía sin oposición alguna. La banca Sachs se frotaba las manos. Con la entrada de José Luis Rodríguez Zapatero, en 2004, las grandes empresas trasnacionales, clientes de Goldman Sachs, terminan por actuar bajo sus principios. En Estados Unidos Goldman Sachs ya gobernaba. La crisis la hizo más grande. En medio de la algarabía de las hipotecas basura y las primas de riesgo, pasaron a la ofensiva. Era el momento de invertir la relación entre poder económico y el político. Ahora serían ellos quienes asumieran directamente el poder formal. Sus asesores y empleados pasarían a ser secretarios de gobierno, ministros, diputados, etcétera. Los parlamentos se transforman en comparsas y bailan a ritmo de Telefónica, Repsol, Iberdrola, BBVA, Santander y su valedor Goldman Sachs. Nada más comenzar la recesión en España comenzaron a dar órdenes un gobierno débil y sin personalidad. Las reformas laboral y de pensiones, junto al despido libre y el trabajo basura se imponen sin rechistar. El triunfo del Partido Popular encumbra a un partido dependiente del Banco Central Europeo y la dupla Merkel, Sarkozy a Mariano Rajoy, otro alumno modélico, como inquilino de La Moncloa. Y para que no queden dudas de quién gobierna en España, nombrará a un asesor de Goldman Sachs como ministro de Economía. Y como señala el manual del banco, el ascenso de sus empleados depende sólo de su capacidad del rendimiento y de la contribución al éxito de la empresa... No hay sitio entre nosotros para los que anteponen sus propios intereses a los de la firma... El lucro es importante para nuestro porvenir. Ya sabemos quién manda en España: Goldman Sachs, conocido bajo el apodo genérico de los mercados. Corren malos tiempos para la ética política.

sábado, enero 07, 2012

Postales del cambio

Ilán Semo

No somos anti-sistema. El sistema es anti-nosotros. Lo que el movimiento de los Indignados –que se inicia en España en marzo de 2011– trae a la política no es una novedad. El descontento extraparlamentario ha existido desde que hay parlamentos. Trae consigo algo que se extrañaba en la última década: un aire de sensatez. La idea de que el centro de lo político no es el consenso, sino la diferencia; no la negociación, sino la voluntad de valorar las antípodas que nos constituyen. Bajo el hábitat de la democracia liberal se crea un vacío casi maquínico (al menos abstracto) entre el horizonte de expectativas y el principio de realidad: el individuo se satura de su individualidad, encuentra en ella, una y una vez más, un círculo del fracaso.

Si ocupa plazas, parques y avenidas durante días y días es para reiterar que en la sociedad que cree en la capacidad inagotable del performance retórico para atraer la indiferencia, la producción de presencia (Gumbrecht dixit) es el método de la epifanía civil. En la era digital, la calle se revela, una vez más, como el teatro mayor de la acción pública. Pero la acción (política) se entiende ya no como un acto para doblegar o imponer (conclusiones) al otro, sino para desconcertarlo, es decir, para transformarlo. El problema consiste no en cómo luchar por los valores y las demandas propias, sino en cómo invertir los valores. El dilema no es derrotar al enemigo (no hay enemigo, sólo hay sistema, dice una pancarta en Sevilla, sino desmoralizar la moral de quien habla de enemigo).

Rebeldes sin casa. Los que ocupan las plazas de Madrid, Nueva York y San Diego representan, en su mayoría, los números rojos de los saldos de una crisis (la de 2008) que abate el idilio moderno que equipara una vida exitosa con la propiedad de una casa. El hecho es simple: ahí donde el único territorio plausible capaz de albergar al (advenedizo) sentimiento de serenidad es mi casa, la dialéctica bancaria (y la implosión hipotecaria) desterritorializan cualquier retórica de la promesa. Ya no es la vanguardia del proletariado la que se manifiesta, es la clase media (ex) residencial. Hasta la fecha, en España han sido incautadas (aproximadamente) 7 millones de propiedades, y en Estados Unidos más de ¡3 millones! “No home , no American dream”, dice una leyenda en Wall Street.

El último lugar del tiempo, ahí donde anidan la utopía familiar, las autopromesas del bienestar, ha quedado cuarteado, prácticamente mutilado. La antidinámica del capitalismo ha devenido un colapso político-emocional; el metabolismo mismo que hacía de los temporales sociales y económicos algo llevadero, entró en recesión.

Democracia, me gustas porque estás como ausente. En Palo Alto, la pequeña ciudad que alberga a la universidad de Stanford, donde creció y vivió Steven Jobs, Ocupa conciencias moviliza a la multiplicidad. No representa, técnicamente hablando, un movimiento: es un encuentro de soledades, de lo inasociable.

En este encuentro del desencuentro, hay un método elemental: gente que se reúne en una plaza a expresar, cada quien desde su individualidad, las razones muy particulares que lo indignan. Algunos, con trajes impecables, hablan sobre el empleo que perdieron. Otros sobre la corrupción política. Una hija estalla contra su madre. El trabajador mexicano ilegal relata que han pasado siete años sin ver a su familia. Un veterano de la guerra de Irak, con uniforme militar, estalla contra las injusticias de la paz. Si le preguntas a cinco personas reunidas aquí, escribe Heather Children de FoxNews, obtienes cinco respuestas distintas. Ni en los mejores momentos del Situacionismo de los años 60 nadie pudo imaginar una versión más eficaz de la acción directa. Y lo que desespera al establishment y a los teóricos de la izquierda, es la lúcida terquedad para no elaborar un programa mínimo, ni contar con representantes, ni admitir el ascenso de líderes y voceros.

Acaso se trata de la primera forma antihermenéutica de acción social. Deleuze intuyó alguna vez que sólo un cuerpo-sin-órganos podía sacar al sistema de quicio. Porque no es el contra enunciado lo que desencanta al argumento, es la fuerza de un arrastre que, por multivocal, no tiene voz.

Cuando nadie puede ser el portador del futuro, lo mejor es callarse. La democracia liberal deliberativa simplemente no tiene herramientas para hacer frente a esta dislocación. Mis sueños no caben en las urnas es el emblema en Madrid. La lejanía entre la sociedad política y el ciudadano desprovisto ya de los atributos de la ciudadanía se antoja abismal.

jueves, enero 05, 2012

2012: estar en el mundo

Adolfo Sánchez Rebolledo

Nunca como hoy la vida nacional ha dependido tanto de lo que ocurra o deje pasar en el ámbito planetario. Guste o no, con las cadencias propias de un mundo desigual, la sociedad o las sociedades, si se prefiere, están a tal punto relacionadas entre sí que no es posible pensar en futuro de cada uno de sus componentes sin tomar como referencia la situación general. El signo de la época es la internalización de los mercados, de la producción y la cultura, pero también es esta la era de la globalización de los riesgos y amenazas contra el medio ambiente, es decir, contra la sobrevivencia de la misma humanidad. Contra la utopía del fin de la historia, la disminución del papel de los estados nacionales, la cesión de soberanía, tampoco se ha traducido en formas de convivencia superiores e igualitarias ni en la extinción de las más agresivas pasiones religiosas que de ninguna manera son reliquias del pasado: al contrario, el funcionamiento general del sistema, lejos de afianzar la democracia propicia la irracionalidad y da alas a la insensatez de los radicalismos nacionalistas que ya despuntan en el horizonte de la crisis. A querer o no, la violencia está a la vuelta de la esquina bajo las piedras que pavimentan la modernidad desafiando el humanismo democrático. Y, sin embargo, no hay todavía verdaderas alternativas progresistas capaces de pensar y apuntalar las transformaciones que parecen necesarias. No habrá tal derrumbe espontáneo del capitalismo. Marx decía que toda crisis tiene una solución, pero ninguna será en favor de los que menos tienen sin una resistencia capaz de imponerle a los poderes dominantes otras reglas del juego.

A estas alturas del partido, luego de la ofensiva contra el déficit emprendida por el gobierno de Berlín, con el asentimiento de Sarkozy, pocos se hacen ilusiones en cuanto a la perspectiva de evitar la segunda oleada de la gran Recesión. En un escrito reciente, Paul Krugman ha reivindicado la actualidad de J.M. Keynes, tan vituperado por el pensamiento único, al sintetizar en un aforismo la esencia de su planteamiento: recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más y eso no hará más que multiplicar las penurias de la gente, sin importar las creencias de los republicanos y otras fuerzas alineadas a la derecha.

Al final de cuentas, tras la austeridad que acompaña el desmantelamiento del estado de bienestar, está el mismo proyecto que nos ha conducido hasta el borde del abismo. Nadie sabe cuál será el desenlace de esta situación, pero hay quienes ya ofrecen visiones escalofriantes, como la que esboza Dominici Sanbrook en El fantasma de 1932 (Daily Mail), un ensayo en el cual el autor compara las condiciones existentes a la hora de la irrupción del fascismo con las que se pueden observar al comienzo de este 2012 y el resultado es perturbador, por decir lo menos. En particular, recuerda cómo fue que las democracias parlamentarias de la época sucumbieron ante la presión de la tormenta económica que se hizo inmanejable y terminó imponiendo las salidas totalitarias que llevaron a la guerra. Fue el fracaso de la política para imponer cierta racionalidad a las exigencias desbocadas del gran capital la causa principal del desapego de la ciudadanía al régimen democrático que condujo al fascismo, escudado en el desinterés del hombre común por los asuntos públicos de los que previamente había sido expulsados.

No obstante las señales ominosas que nos llegan de Estados Unidos o Europa, aquí, a contracorriente de los hechos objetivos, la política oficial rebosa de optimismo. No hay día sin que el gobierno nos hable de los éxitos obtenidos, pese al cuadro de fondo de la violencia, el desempleo o el derrumbe moral que nos amenaza. El mal de la autocomplacencia, por desgracia, cunde en la pradera nacional. Prevalece el localismo. Nos regodeamos, en forma anticipada y excluyente, con los detalles de la sucesión presidencial como si toda la vida mexicana se constriñera a ese decisivo acto político, sin asumir que las capacidades nacionales están en buena medida condicionadas por la dinámica del mundo. Se admite la globalización como un destino fatal y se rechaza toda heterodoxia en materia de política económica, pero se omite señalar que no todas las soluciones universales son adecuadas para realidades distintas como lo prueban los hechos. Y se olvida que, incluso allí donde el margen de maniobra es muy escaso, hay intereses nacionales que defender.

2012 es un año decisivo para configurar el futuro del país. Las cartas están sobre la mesa. Es la hora de elegir entre un cambio de fondo o continuar dándole vueltas a la noria de la decadencia. Pero México no saldrá adelante sin ubicarse en el escenario internacional con sus propias fortalezas y dificultades, sin afianzar su propio perfil para dialogar sin muletillas con los poderosos. Hay que repensar al país reflexionando sobre el mundo de hoy, sin autoengañarnos con falsas impostaciones sobre la modernidad. México tiene que cerrar la brecha de la desigualdad, acabar con la corrupción, educar a los jóvenes y garantizarle empleo y salud a todos. Esa es la paz digna que esta nación se merece.

jueves, junio 09, 2011

Océano de desigualdad

Adolfo Sánchez Rebolledo

Ser mexicano en el siglo XXI implica vivir en un océano de desigualdad. Poco importa si México ocupa el número uno o el 20 entre los países más desarrollados, el hecho imborrable es que los pobres son muchos y están en todas partes, así no los vean desde las atalayas del poder y la riqueza quienes gobiernan y deciden en el país. ¿Cómo puede un país sentirse pujante y saludable si casi la mitad de sus habitantes sobrevive en la pobreza o sufre para comprar la comida diaria, rentar la vivienda que habita, pagar por el transporte, la luz, el agua, las medicinas, por no hablar de otros gastos que la sociedad moderna hace necesarios para reproducir la vida social? No sólo se trata de un problema moral, que lo es, sino también y en primera instancia de una grave anomalía social que deja muy mal parada a la economía dizque nacional, a los prohombres que la capitanean y a los intelectuales que les construyen a los políticos los sueños sobre cierta república inexistente, irreal, que no es una utopía del futuro sino, más bien, el resultado inmaduro del baño de optimismo que, a modo de una ceguera estructural, congénita, les impide poner los pies sobre la tierra que pisan.

En su carácter de expertos, hablan de los pobres y la pobreza con la indiferencia de quien se refiere a cosas inanimadas, a números, no a personas cuyos derechos fundamentales son cuestionados todos los días. Discuten proyectos, políticas públicas, pero en última instancia admiten que la desigualdad es inevitable y los medios para combatirla limitados o… inconvenientes (de la reforma fiscal progresiva mejor ni hablamos). Los avances, pequeños y a cuentagotas, se festejan como grandes victorias en la conquista de la equidad, pero nada dicen de la otra cara de la moneda que acertadamente resume Carlos Tello en su libro sobre la desigualdad (UNAM, 2010): El excedente generado en la sociedad, y que concentran los ricos, no ha sido utilizado en forma tal que contribuya efectivamente al desarrollo nacional. De las utilidades que genera la economía (por lo general más de 50 por ciento del ingreso nacional) poco se invierte (apenas alrededor de 10 por ciento de ese ingreso). El grueso de ellas se despilfarra o quema, en los consumos suntuarios de los grupos dominantes, o sirve de multiplicador del empleo en otras economías (se fuga). Por eso resulta tan aberrante la petulancia del gobierno al hablar, por ejemplo, de las minúsculas recuperaciones del salario mínimo o de la consolidación de las clases medias, tema que al parecer está destinado a convertirse en uno de los ejes de la estrategia electoral del panismo hacia 2012. Así, poco a poco se está dibujando una imagen del país donde la cuestión de la pobreza en la desigualdad quede proscrita o condenada a un inofensivo segundo plano.

La idea que está en el fondo del alegato a favor de vernos como un país medio rico es muy simple: ¿por qué mirar el vaso medio vacío de la pobreza cuando al otro lado de la línea de la miseria, del precarismo y la carencia de empleos, hay un mundo de ínfimos consumistas, dueños del televisor que adoran, del refrigerador que poseen como marca de modernidad o de la hipoteca de interés social que cubren con grandes sacrificios, cuya subjetividad –no su situación objetiva– los identifica con las clases medias en construcción, aunque falten el trabajo estable, los créditos, y sean muy pocas las oportunidades de negocio fuera de la informalidad ? ¿Por qué no, reflexionan algunos estrategas, reforzar con programas bien armados (como el subsidio a las colegiaturas), sobre todo para tiempos electorales, a esa clase media que vive al día como un acto de libertad, convencida del individualismo emprendedor, en lugar de focalizar las ayudas del gobierno o las acciones filantrópicas de las sociedades de caridad en las comunidades depauperadas que hoy son el objeto, mas no el sujeto, de la política social? ¿Por qué no darle a ese mexicano patriota vestido de verde pero no nacionalista, urbano aunque marginal, despierto mas no ilustrado, la oportunidad de ser la base humana de los grandes proyectos que en materia de superación personal promueven las televisoras, esos nuevos oráculos del bien público, inveterados gestores de la felicidad familiar concesionada por la Iglesia del cardenal de Guadalajara? ¿Para qué perder tiempo y dinero en elevar los salarios de los trabajadores que sí requieren de la negociación colectiva? ¿Cuál es la razón para no subsidiar la enseñanza privada, la medicina privada o la obra del Yunque en materia de salud sexual si con ello se fortalece a la clase media que se consolida para tapar las vergüenzas de la miseria secular y la de ahora? ¿Por qué, en definitiva, canalizar tantos esfuerzos al barril sin fondo de la pobreza si la expansión de la economía ayuda a reciclar la desigualdad que rebrota como yerba bajo la lluvia?

El problema con estas clasificaciones que invocan la pertenencia a las clases medias a partir de ciertas consideraciones subjetivas, aspiracionales, diría Mauricio Merino, que se identifican con una cierta inercia conformista, es que pueden convertirse en un error de cálculo mayúsculo, habida cuenta del grado de malestar, la irritación acumulada por capas enteras de la población que han nacido en la crisis y no tienen otra experiencia de vida que la desilusión por las promesas de un futuro mejor (el reclutamiento masivo, por los cárteles, de jóvenes de todos los estratos, incluyendo a las clases medias tipificadas por sus deseos de ser, debería encender las alertas rojas).

El secretario Cordero quiere darle a las cifras aportadas en su ya famosa alocución valores que no tienen. Su problema –y en esa medida el nuestro– es que no ve en la desigualdad más que un problema económico o, en su caso, una cuestión de seguridad de lenta y casi imposible resolución, sin asumir (él que ha sido secretario de Desarrollo Social) el carácter explosivo de la pobreza y la urgencia de darle a la acción del Estado en esta materia el lugar, la fuerza y la centralidad que ya ocupa en la horrible realidad. No lo hará, pues en su perspectiva sólo está el deseo irrefrenable de ganar la Presidencia jalando a la clase media a las urnas.

PD. Jorge Semprún ha emprendido el largo viaje. Su obra queda. La leyenda también.

martes, junio 07, 2011

Un Cordero “clasemediero"

John M. Ackerman

MÉXICO, D.F., 6 de junio.- De acuerdo con Felipe Calderón y su candidato “destapado”, México es ya un país de “clases medias” que avanza con paso firme hacia la modernidad y el progreso. Ni Calderón ni Ernesto Cordero se cansan de repetir este falso mantra, sobre todo cuando viajan al extranjero o se reúnen con empresarios. La semana pasada, el secretario de Hacienda declaró ante la Coparmex que nuestro país “viene a consolidar clases medias como hace tiempo no lo lograba”. Esta nueva ocurrencia no desentona con aquella otra torpe declaración de que las familias mexicanas con tan sólo 6 mil pesos pueden vivir cómodamente porque “tienen crédito para una vivienda, tienen crédito para un coche, se dan tiempo de mandar a sus hijos a una escuela privada y están pagando las colegiaturas”.

Pero ni Calderón ni Cordero han inventado el agua tibia, sino que no hacen más que repetir las teorías de escritores como Héctor Aguilar Camín, Jorge Castañeda, Luis Rubio y Luis de la Calle, quienes desde hace mucho tiempo se han dedicado a promover precisamente la idea de un México “clasemediero”. Los últimos dos incluso han publicado recientemente un libro que lleva esta expresión en su título.

El argumento principal de estos intelectuales es que la creciente urbanización y la mayor disponibilidad de bienes y servicios básicos como agua potable, drenaje, electrodomésticos, televisión, casa-habitación propia, escuelas privadas, celular e internet están construyendo una sociedad con valores “clasemedieros” más conservadores que aquellos ideales “revolucionarios” que predominaban en el pasado. Antes, los pobres y los excluidos luchaban para transformar la estructura social de raíz. Pero hoy, de acuerdo con estos discutibles postulados, los mexicanos solamente buscarían tener mayor “movilidad social” para poder acceder a los “placeres” de la clase media. El corolario es que una vez que los ciudadanos logran tener acceso a estos bienes y servicios, inmediatamente asumen una actitud profundamente conservadora y defienden su pequeña propiedad en contra de cualquier posibilidad de cambio político o económico.

Rubio y De la Calle celebran este supuesto cambio cultural: “No hay duda alguna de que una parte muy significativa de la población se siente de clase media y quiere proteger esa condición que tanto esfuerzo le costó alcanzar”. Estas personas tienen “un sentido de propiedad, pertenencia y derecho a preservarlo” y, por lo tanto, “su actitud política se inclina a ser conservadora y rechaza cualquier alternativa que pudiera alterar su seguridad”.

Los escritores señalan como una tendencia particularmente positiva el hecho de que cada vez más mexicanos ponen nombres extranjeros a sus hijos y los envían a escuelas particulares con nombres foráneos, ya que esto evidencia su “aspiración de movilidad social”. Los autores también celebran el “fenómeno Walmart” que supuestamente ha “reducido el precio de alimentos, ropa y calzado”, así como la tendencia para que “la sociedad mexicana se asemeje a las sociedades desarrolladas”.

En un evidente eco del proyecto totalitario de la Iniciativa México, dicen que necesitamos un radical cambio de actitud: “Los mexicanos con frecuencia ven el futuro con temor y se imaginan catástrofes y dificultades”. Sin embargo, según los autores, “la realidad objetiva contradice este conjunto de percepciones: hoy resulta innegable la posibilidad del progreso individual y familiar, sea a través de la acumulación de capital humano, la participación en actividades empresariales –incluidas las informales– y la emigración”.

Es aquí donde queda claro que lo que realmente importa a los autores no es la posibilidad de un verdadero desarrollo económico o acabar con la pobreza en la que subsisten por lo menos 50 millones de mexicanos, sino simplemente la multiplicación de válvulas de escape, como la emigración o el trabajo informal, que resuelven algunas necesidades básicas en el corto plazo y así pacifican a la población ante una situación de crisis generalizada.

El proyecto “clasemediero” que Calderón y Cordero asumen como propio no es una propuesta de desarrollo social, sino una iniciativa eminentemente política e ideológica. Su objetivo principal es moldear el país a imagen y semejanza de naciones supuestamente “desarrolladas”, como Estados Unidos, y rechazar el legado de importantes luchas sociales, iniciativas colectivas y pensamiento crítico que distingue a la historia mexicana.

La naturaleza ideológica de este planteamiento queda desnuda cuando Rubio y De la Calle aclaran que ser “clasemediero” de ninguna manera implica disponer de una cómoda situación económica: “Los integrantes de la clase media pueden tener ingresos desde unos cuantos salarios mínimos por hogar hasta varias decenas del mismo indicador”. Es decir, los pobres también pueden ser de la “clase media”, siempre y cuando “actúen” como integrantes de ésta y entren al juego del consumismo individualista y privatizador impuesto por el vecino del norte. Desde este punto de vista, lo que realmente importa para el futuro del país no sería atender los graves desequilibrios sociales y económicos, sino simplemente educar a los mexicanos para que tengan una “visión positiva del mundo” y una “disposición a disfrutar la vida más allá de lo cotidiano”, de modo que ya no se quejen tanto de la inefectividad gubernamental o los privilegios de los poderes fácticos.

Al final de su discurso ante la Coparmex, Cordero tuvo un momento de lucidez: “Si logramos hacer lo que tenemos que hacer en los próximos años, México, sin ninguna duda, va a ser muy diferente dentro de cinco años de lo que es ahora”.

Lo que se le olvidó comentar al aspirante presidencial es que hoy mismo también estaríamos en una situación “muy diferente” si los gobiernos del PAN hubieran hecho “lo que tenían que haber hecho” durante los últimos 10 años de “transición” democrática.

Ya es hora de dejar de culpar al pueblo mexicano por la desgracia en que se encuentra el país. El desastre nacional en materia de seguridad, corrupción, impunidad, salud y educación no se debe a las actitudes supuestamente “atrasadas” de los ciudadanos, sino al elitismo, malinchismo y complicidad de nuestros gobernantes y sus intelectuales orgánicos.

www.johnackerman.blogspot.com

miércoles, junio 01, 2011

Identidades

Luis Linares Zapata

Con las armas echadas al hombro, el panismo busca fugarse de su actualidad guerrera, desgobierno y escurridiza moralina. Los priístas, por su lado, se afanan en proyectar una imagen de modernismo y cambio que contrasta, hasta de manera grotesca, con su inveterada inclinación por los apañes, dispendios y las maniobras tras bambalinas. La burocracia perredista, encumbrada a golpes de tribunales de consigna, se empeña en insuflar, junto con sus aliados en el poder federal, un disfraz aliancista que deslava su ya de por sí confuso perfil de izquierda. El proceso, que se entroniza con tupidos brochazos publicitarios, es todo un fenómeno colectivo en busca de identidades a modo. La estela que queda en medio de la polvareda refleja las incapacidades de una elite política por completo distante de la ciudadanía, sin proyecto o ambición, digna de un pueblo angustiado, bueno y trabajador.

La ruta que se persigue con intransigencia cupular no podrá menos que desembocar en un malentendido épico. El desarreglo se llevará, atado a sus costillas, enormes tajadas adicionales del vapuleado bienestar colectivo. El juego de espejos, que se ensaya con fruición desde las cumbres del poder establecido, muestra claras fatigas acompasadas, ahora, por furias de una ciudadanía dejada, sin mayores consideraciones, al garete de sus propias capacidades. ¡Cada quien para su santo!, parece reverberar ante tan aguda indiferencia de los partidos políticos. ¡Sálvese el que pueda!, sin importar los medios que se usen ante la ineficacia y las pocas respuestas que emanan de las instituciones. Afuera, en el caliente descampado, el panorama es, a veces, aterrador. Pocas salvedades que narrar. Las alternativas se centran, al parecer, en blindajes para circular, en fortificaciones donde habitar, rostros acicalados para ser votados y, para los más desvalidos, el cruento destierro.

La propaganda ha caído a plomo sobre la conciencia de los mexicanos. Golpe a golpe ha sembrado un horizonte de preferencias plagado de floridos espejismos. El duopolio televisivo apabulla a cualquier vecino distraído y le inocula sus concentrados intereses. Juega, al mismo tiempo, con la indiferente ausencia, el ninguneo para con aquello que hace peligrar sus ilegítimos privilegios. Ante el empuje y la congruencia del movimiento popular que encabeza Andrés Manuel López Obrador, han decidido sacarlo de sus pantallas, sin más legalidad que la que exudan sus caprichosos directivos. Simplemente, piensan, tal movimiento (Morena) no existe por así convenir a sus intereses y porque así lo decretan, en conciliábulo, sus asociados. Es una decisión tan corta, tan simple como apretar un botón, cambiar imágenes y pasar al idiota olvido. Sus cautivas audiencias no recibirán noticia alguna de las masivas, entusiastas e indignadas concentraciones que se dan, en sucesión inacabable, en todas las ciudades del país. Sin embargo algo, o todo, se mueve y lo hace por propia y compartida iniciativa. Saldrá a la luz, se espera, porque es la única alternativa a la actual tragedia. Intentar recuperar la identidad de la izquierda, que se delinea a partir de la igualdad, es el motor de su accionar. Morena es una formación política que trata de lograr su plena autonomía de los poderes fácticos ahora dominantes.

La plutocracia no ha perdido el tiempo en escaramuzas. Apenas despertaba el segundo sexenio panista se dieron cuenta del craso error cometido al imponer al señor Calderón. Apuntaron de inmediato sus baterías al repuesto y lo han nutrido de cuidadas poses, recortadas frases de relleno, ausencia total de crítica y ningún horizonte o compromiso, personal o partidario, que huela al mínimo decoro. En verdad labraron el pedestal con un esmero digno de las utilidades acumuladas en el proceso de tan cínica venta de ilusiones. Poco importará si el futuro acarreará otro sexenio de miserias, violencia y cerradas oportunidades para las masas, ya depauperadas en exceso. La plutocracia, como en el doble sexenio panista, seguirá pregonando fórmulas estructurales para profundizar el saqueo. Y, por si fuera conveniente, han preparado las reglas, los usos, las leyes para utilizar la fuerza armada con una legislación apegada a sus sentimientos de propia seguridad.

Pero la historia no siempre sigue al pie de la letra los planes y las estrategias de guías o mentores abusivos. Los candidatos se deshacen y las seguridades se evaporan con inaudita rapidez. Un solo toque de realismo los ahuyenta o noquea. Los priístas ya no pueden seguir tapando sus complicidades y sus trasteos de negociantes, ya conocidos en demasía. Los panistas, conjuntan un tropel de figuras casi aleatorias y se disponen a disputar los lirones de simpatías que aún les quedan. Confían en la plataforma de recursos federales y el beneplácito de una plutocracia que ya les huye y desprecia.

Tal y como lo hacen en el estado de México, los priístas y, en realidad sus aliados y patrones, han montado todo un circo de varias pistas. En la del centro tienen a Eruviel, el líder carismático irresistible. El del 50 por ciento o más de los electores que se desgranan por imitarlo. Lo rodea todo el séquito de ayudas que lo catapultan, día con día, al ánimo de encuestados. El atractivo es irresistible para cualquier mortal. Los mexiquenses están condenados, según encuestas diarias, a convivir con tal hombre de fuego. Salió desde abajo, lo alentaron los premios y caramelos de su mentor (Montiel) y llegó, vía la política de gran calado, al éxito donde moran los que la hacen. Abajo quedaron los remisos, los irredentos que no la hicieron, los que no tuvieron la visión para optar por los debidos escalones a subir. Una versión pedestre del profesor Hank González y sus taoístas prédicas para los políticos pobres y los pobres políticos.

La izquierda, mientras, la del pueblo raso, la de las plazas, la justiciera, sigue aferrada a encontrar la ruta para que éste, su país, con todos y sus parias adentro, vea una luz, aunque sea lejana y dolorosa, que lo guíe para salir de la permanente crisis que le imponen. Para ello requiere una izquierda idéntica a sí misma, plural, indignada y generosa.

lunes, mayo 30, 2011

Agua y demagogia

Iván Restrepo

Como la próxima temporada de lluvias la cuenca de México no estará exenta de sufrir inundaciones, los gobiernos federal, del estado de México y de la capital del país acordaron actuar coordinadamente para manejar la infraestructura hidráulica. Para ello funcionará un Centro de Mando del Sistema de Aguas del Área Metropolitana. Las instancias oficiales que, ahora sí, prometen hacer frente común ante los problemas que se avecinan, reconocen que las 42 obras hidráulicas de emergencia realizadas el último año son insuficientes para alejar el riesgo de inundaciones en la cuenca. Pero olvidan decir que las inundaciones en muy buena parte se deben a la actual política de manejo del agua, que no responde a las necesidades de casi 30 millones de habitantes. Tampoco evita que el agua de lluvia se envíe, contaminada, al mar en vez de utilizarse para recargar todo lo posible el manto freático (cada vez más sobrexplotado) y tratar y reutilizar al máximo el líquido.

Mientras, Eruviel Ávila, candidato de PRI, Panal y Verde a la gubernatura del estado de México, ofrece a sus partidarios disminuir al Distrito Federal la cantidad de agua que proviene de la vecina entidad. Cuando lo que urge es una política metropolitana para hacer más eficientes los servicios públicos, destacadamente el del agua y el transporte. Ahora sólo falta que en respuesta a tan demagógica actitud algún candidato a gobernar la capital del país busque votos prometiendo que los millones de habitantes de las entidades vecinas que laboran, estudian o visitan a diario la ciudad de México no gozarán más del subsidio que hoy reciben al utilizar el Metro y demás infraestructura de transporte colectivo; ni del sistema de salud pública que, pese a sus fallas, es mucho mejor que el de los estados de Hidalgo y México, por ejemplo. La propuesta del señor Ávila recibió el rechazo hasta del titular de la Comisión Nacional de Agua, José Luis Luege, quien llamó a no politizar el tema del agua durante la contienda electoral en la entidad vecina. Reconozcámosle en cambio al triple candidato otra promesa, original y urgente a más no poder: la creación de la Universidad de la Experiencia.

El agua también preocupa en Acapulco, donde se anunció el enésimo programa para sanear el río la Sabana, contaminado en grado extremo con las aguas negras y la basura de los centros urbanos, el comercio y la industria. El río, a su vez, contribuye al grave deterioro de la laguna Tres Palos, para la cual periódicamente se anuncian trabajos de recuperación ambiental. Mientras, un juzgado de distrito de Ciudad Obregón ordenó detener los trabajos para construir el acueducto El Novillo que servirá para dotar de agua a Hermosillo, la capital de Sonora. A esa obra se opone el Movimiento Ciudadano por el Agua, integrado por productores agrícolas y empresarios del Valle del Yaqui, enclavado al sur de la entidad. Consideran que les perjudica al reducirles notablemente la cantidad de líquido de que ahora disponen, y que cada vez es menos, para resolver parte del problema que aqueja a otra región.

En cambio, las autoridades de Hermosillo aseguran que el acueducto, de 132 kilómetros de extensión, es la magna obra que resolverá para siempre el desabasto de líquido en esa ciudad de una manera sustentable y sin afectar a nadie.

También hay oposición en Tabasco al sistema de desfogue de presas establecido por la Comisión Nacional de Agua, pues ocasiona la inundación de predios agropecuarios. El desfogue reduce el nivel del agua almacenada en los embalses situados sobre el río Grijalva en previsión de las intensas lluvias que habrá este año. Y si en la patria chica del poeta Pellicer abunda el agua (y también la sequía ciertos meses), en Chihuahua se quejan de la sobrexplotación de los 61 mantos acuíferos existentes en la entidad. La inmensa mayoría del líquido para los habitantes, la agricultura, el comercio, los servicios y la industria del estado proviene del subsuelo. Lo anterior comprueba que no están dando resultado los programas tantas veces anunciados por las instancias oficiales para detener la sobrexplotación y el mal manejo de los mantos freáticos en Chihuahua y el resto del país.

Ciudadanos y políticos

León Bendesky

El conflicto entre los ciudadanos y quienes los gobiernan está hoy a la vista en muchas partes del mundo. Las revueltas en los países árabes son una muestra exacerbada y han llegado a convertirse en una guerra civil, como en Libia, o bien, en una flagrante agresión armada contra los opositores, en el caso de Yemen y Siria.

Las crisis políticas se rebasan y se convierten en sangrientas confrontaciones. En algunos países la tensión está latente y existe aún incertidumbre sobre el desarrollo de la situación, ya sea tras la caída de los gobiernos como en Túnez y Egipto, o en otros que están en jaque.

En algunas naciones la ciudadanía reacciona de formas distintas en contra del modo de gobernar. El caso español ha sido notorio en las semanas recientes. Esas plazas llenas de personas, en su gran mayoría jóvenes que demandan otra manera de ejercer el gobierno y tratar las cosas públicas sin ser marginados. No hay demasiada ideología de por medio y ni siquiera parece haber cabida para las manifestaciones de descontento y la policía los desaloja con fuerza.

En el marco de la relación compleja entre ciudadanos y gobernantes está la forma en que se ejerce el voto en las elecciones. La grave crisis económica desatada desde hace un par de años ha pasado la factura al gobierno de Rodríguez Zapatero y el PSOE tuvo hace unos días el peor resultado electoral de su historia.

Hay en esto una manifestación del límite al que ha llegado la llamada Tercera Vía de tipo socialdemócrata, que aceptó de facto la estructura de pensamiento y administración de corte neoliberal. Fue adoptada al principio con suficiente rentabilidad política por Tony Blair en Gran Bretaña, al ser electo primer ministro en 1997. Pero luego de diez años ese camino se había desgastado ya y la crisis se llevó como un vendaval a su sucesor Gordon Brown. Desde esa posición política lo que puede ofrecerse hoy es prácticamente nada original.

El nuevo gobierno conservador de Cameron electo en mayo de 2010 y que formó una coalición con el partido Liberal de Clegg ha propuesto el programa de ajuste económico y financiero más severo en muchas décadas en aquel país. Ahí también ha habido protestas como las de los estudiantes por los cortes en las ayudas para la educación superior. Los programas sociales serán duramente castigados.

Los socialistas españoles llegaron igualmente al límite político. Fue pobre y errática su oferta de gestión social y económica que no pudo enfrentar desde 2008 el derrumbe del sector inmobiliario, la acumulación de un enorme desempleo y el descontento de una parte significativa de la sociedad.

El vuelco del voto de los electores era claramente previsible. Los líderes del Partido Popular no han tenido siquiera que proponer de manera clara las alternativas con las que podrían gobernar en 2012. Es políticamente más rentable no comprometerse y señalar las fallas de quien gobierna. Eso señala de modo significativo la relación de los partidos con los ciudadanos. Marca de modo claro a la democracia actual.

La política se hace en una especie de vacío y con un vaivén de las preferencias electorales. Esto se expresa en el castigo para unos que ya no pueden dar más y el premio para otros que dicen saber qué hacer, y todo se sustenta en una especie de acto de fe, propio de otros quehaceres.

La cuestión pone de manifiesto las pobres alternativas disponibles para los ciudadanos para elegir quién y cómo gobierna; el alcance de la actividad política y de la forma en que se practica; los espacios reales o admitidos para administrar los asuntos públicos y cómo se establecen en un entorno institucional determinado.

Los acuerdos democráticos con los que se cuenta de modo efectivo tienden a hacerse más restrictivos en cuanto a las opciones verdaderas que tienen los ciudadanos y cómo deciden cuando van a las urnas. Es llamativo, por ejemplo, el caso de la Comunidad de Valencia. A pesar de las imputaciones judiciales por una supuesta trama de corrupción bastante extendida no sólo entre los políticos locales, el presidente en funciones Camps, alcanzó 57 por ciento del voto en las elecciones del 22 de mayo.

Una forma distinta de relación entre los ciudadanos y quienes gobiernan se está dando en Perú. El regreso probable de la familia Fujimori al poder, ahora en la forma de la hija Keiko, parece responder a ese mismo vaivén de las preferencias electorales y las opciones que se abren en sistemas que convencionalmente se describen como democráticos. ¿Cuál es hoy la naturaleza de la democracia? ¿Qué carácter tiene en cuanto a la expresión de la voluntad popular o ciudadana? ¿Qué significa en términos de la explotación del patrimonio de una nación y la vida cotidiana de la gente?

En México persisten las restricciones del entorno democrático. La alternancia del PAN en el poder no ha significado un cambio en la apertura a la participación ciudadana y de la relación con el poder político, los partidos y los personajes del reparto. Ante las elecciones de 2012 el voto podría volver a llevar al PRI al gobierno.

sábado, mayo 28, 2011

Densidad civil

Ilán Semo

San José, la capital de Costa Rica, es una ciudad ecuánime. Rodeada de montañas cargadas de vegetación, todavía da la sensación de una urbe íntima que no se ha rendido frente a su caos. En el costumbrismo de las crónicas del siglo XIX, se le describe como pintoresca. Hoy este equilibrio es anunciado como un confín ecológico, un raro lujo que atrae a los turistas. Lo paradójico de los sueños del progreso es que los lujos de principios del siglo XXI son las banalidades del siglo XVIII. Lujo es hoy respirar aire no contaminado, vivir alejado del estruendo, salir a caminar sin que aceche el peligro, la comida orgánica, habitar recintos verdes, convivir simplemente con la naturaleza. Hace 200 años todo eso era gratis (y se le entendía como una vida poco civilizada).

Lo excepcional de San José es que aquí no pasa nada excepcional. Y cuando sucede existe una cultura civil que se encarga de banalizarlo. El encabezado de La Nación del 20 de mayo, uno de los periódicos de mayor circulación, muestra apego a su moderación: Paralizado, el caso de los mexicanos. La historia se remonta a octubre de 2010, cuando una avioneta que sobrevolaba San José se desplomó en un barrio populoso. Las únicas víctimas fueron quienes volaban en el aparato. Un piloto guatemalteco, que murió, y dos mexicanos que transportaban una carga de 178 kilogramos de cocaína. Ambos quedaron gravemente heridos. Las autoridades policiacas los condujeron a un hospital donde tardaron tres meses en recuperarse. Siguió un juicio mientras estaban en prisión. La juez penal de Cavas, Katia Jiménez Fernández, abogada desde los 23 años, emitió la sentencia que otorgó arresto domiciliario a los dos criminales. Se olvida con frecuencia que los paralajes de la violencia comienzan en el lenguaje mismo. En la prensa mexicana, imagino, la noticia habría sido distinta. Los culpables habrían sido sentenciados o condenados u obligados a cumplir el castigo. En Costa Rica, al parecer, la sentencia es un derecho, no una imposición.

Al leer el veredicto, uno puede dejar de conjeturar, desprovisto de toda inocencia, de que la juez fue objeto de alguna presión o chantaje. La pena es nimia. Pero nadie lo ve así aquí. Su decisión es soberana y al parecer está fuera de duda. Y en rigor, si se reflexiona detenidamente, transportar droga es un delito menor. En Costa Rica ya fue depuesto un mandatario por sostener relaciones con los cárteles.

El problema para la magistrada residía ahora en que algunos vecinos de la colonia donde el abogado de los narcos había rentado una casa se habían amarrado a las rejas del inmueble en protesta no contra el veredicto, sino en contra de que se cumpliera la sentencia en su vecindario. Simplemente sentían que peligraban con la sola presencia de los narcotraficantes.

En pocas palabras, la extraña suma entre cierto equilibrio jurídico y la acción ciudadana pueden redundar en la pena más eficiente que puede promulgar una sociedad contra un criminal: persona radicalmente non grata. Despojada de cualquier posibilidad de habitar y convivir en esa sociedad. Era la tercera casa que el abogado intentaba sin éxito rentar. Los propietarios de las dos anteriores habían rescindido los contratos al enterarse de que se trataba de narcotraficantes.

Tal vez no es casual que Costa Rica cuente, a pesar de todas sus historias ocultas, con uno de los menores índices de criminalidad. Parece un idilio, y realmente no lo es. Costa Rica enfrenta los mismos problemas que las sociedades latinoamericanas, sólo que no en el rubro de la violencia.

El caso digamos contrario a la política que rige actualmente al Estado mexicano. La demanda de Javier Sicilia de que renuncie Genaro García Luna, secretario de Seguridad, ha causado ya algunas reacciones. La (no tan) esperada respuesta del Poder Ejecutivo fue la defensa del funcionario. Pero lo sintomático (y frustrante) es el argumento de la respuesta. La eficiencia de García Luna debería medirse por el hecho de que en su gestión vio crecer a la policía federal de 6 mil miembros a más de 35 mil activos. El más antiguo de los axiomas en la lucha contra la delincuencia social es bien conocido: mientras más se arme el Estado, más se arman los criminales. Si la estrategia consiste en transformar al Estado en un orden esencialmente policiaco, se trata de un ejercicio destinado a proliferar la guerra misma. Un Estado incapaz de fomentar lo que la propia propaganda oficial ha llamado el tejido social se refugia inevitablemente en las trincheras de su propia violencia.

viernes, mayo 27, 2011

De la indignación a la resistencia

Víctor M. Quintana S.

Las rebeliones contra las violencias recorren el mundo. Los jóvenes españoles acampando protestan, crean, rechazan la sujeción de la democracia a los mercados. Antes lo habían hecho las y los ciudadanos de Islandia, quienes con protestas pacíficas de todo tipo mandataron a sus gobiernos no seguir los programas de recortes al gasto social y de ajuste de la economía a favor de los bancos. En la ribera sur del Mediterráneo, los pueblos de Túnez, Egipto y Libia se yerguen en acciones que derrocan dictaduras y enfrentan intervenciones oportunistas de la OTAN. En México, la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad se ha convertido ya en el canal simbólico-expresivo del hartazgo contra las violencias institucionales y criminales.

A sus 93 años, Stephan Hessel, alemán naturalizado francés, combatiente de la Resistencia contra el fascismo, colaborador en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, podrá ver llegar su fin satisfecho. No sólo porque su formidable texto Indignaos es ya un éxito del ciberespacio, sino porque ha inspirado a muchas de las mentes y corazones que hoy ocupan plazas y calles en esta rebelión planetaria de la indignación.

En la Europa del sur, España, Grecia, y en la del norte, la remota Islandia, la rebelión ciudadana se va contra las violencias de primera generación: las que América Latina sufrió desde los años 80 con la imposición de ajustes estructurales de la economía por parte del Consenso de Washington. Ahora, con la crisis financiera de 2008 también afectan a la periferia del centro, a los países menos ricos de los más ricos. Generan desempleo, principalmente entre los jóvenes, recorte de prestaciones sociales, baja de calidad en los servicios del gobierno a la población, en fin, las consecuencias del ajuste que hemos experimentado, ampliado, en México desde 1982. Aquí generaron una reactivación de la movilización social en 1982 y 1983, pero las clases medias las soportaron con estoicismo individualista y el neoliberalismo amplió y profundizó su marcha violenta.

Esta primera generación de violencia originó las de segunda generación: las violencias que resultan de la exclusión económica, social, de salud, educativa y cultural, sobre todo de las y los jóvenes. Las violencias que se generan al destruir el tejido social, minimizar el tiempo y los espacios de convivencia de las familias, imponer dobles y triples jornadas de trabajo, hechos todos que permiten a la violencia del crimen organizado penetrar en los intersticios del abandono estatal y devenir para muchas y para muchos la única opción de bienestar, así sea precario. Y luego vienen las violencias estatales de las corrompidas y coludidas fuerzas del orden.

Contra estas violencias de segunda generación han surgido diversas organizaciones y movimientos locales, centros de derechos humanos, en diversas regiones del país. Pero es hasta ahora, con el llamado indignado de Javier Sicilia, que se gesta un gran movimiento social nacional.

Para hacer frente a este gran desafío, la Marcha Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad tiene importantes y nada fáciles tareas para el futuro inmediato: la primera, estar consciente de que no es un movimiento del centro al que puedan o no subirse los movimientos de provincia, sino que debe ser una confluencia de movimientos de todo el país. Habrá que reconocer aportes, carismas, capacidades de convocatoria, pero también experiencias, experiencia acumulada en las luchas, conocimiento de los espacios locales. Una segunda tarea es desarrollar los mecanismos del diálogo entre los diversos componentes del movimiento; centro y regiones, direcciones y bases. Al diálogo interno, y no tanto al diálogo con el Estado, debe dársele peso ahora.

Una tercera y gran cuestión es cómo combinar el carisma con la representatividad, la participación democrática y la eficacia. Encontrar la forma para que las vocerías, las representaciones del movimiento, sus mecanismos de toma de decisión, hagan que todas y todos se vean ahí reflejados, tomados en cuenta, y que se lleve pronto a la práctica lo que se discute. Una cuarta tarea es de darle cauces a la diferencia, institucionalizar la inclusión, la libertad política e ideológica de quienes deciden participar en el movimiento.

Se ha hablado mucho de que la demanda por la desmilitarización sea lo primero a que se emplace al Estado. Sería la demanda de civilizar la estrategia, por más que pueda encerrar una contradicción etimológica. Significa no sólo que el Ejército vuelva a los cuarteles sino que la estrategia sea conducida por las autoridades civiles, como lo marca la Constitución, que a ella se apegue rigurosamente, que se apoye en la operación impecable del sistema de justicia y sea orientada por los valores civiles de libertad, respeto a los derechos humanos y no violencia. No sólo deben desmilitarizarse las calles, también las instituciones y las mentes.

Dos cuestiones finales, para combatir la violencia desde sus raíces: el movimiento debe ir perfilando su programa de derechos sociales, como lo hizo la Resistencia al caer el fascismo, para sentar sobre bases firmes la reconstrucción nacional. Y generar, como sustento de todo esto, un programa nacional de acciones de resistencia civil simultáneas, visibles, abiertas a la participación de todas y todos, contundentes. Aquí la creatividad deberá sumarse a la indignación.

No hay de otra, volviendo a citar a Hessel: Crear es resistir, resistir es crear.