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viernes, mayo 27, 2011

Un alto número de mujeres nunca o rara vez alcanza el orgasmo: Imesex

Ariane Díaz

La Jornada

De acuerdo con una investigación del Instituto Mexicano de Sexología (Imesex) en la que se entrevistó a alrededor de mil mujeres la mitad de las encuestadas dijo que nunca o rara vez alcanza un orgasmo en sus encuentros sexuales, informa Juan Luis Álvarez-Gayou, terapeuta fundador de esa institución.

El estudio se realizó en el Distrito Federal, Morelos, Oaxaca, Guanajuato, Guerreo, Yucatán, Chiapas y Aguascalientes.

El orgasmo, esa liberación energética que dura sólo unos segundos, es mucho más que una sensación corporal y puede abordarse desde las aristas biológica, sicológica y social, según especialistas entrevistados por este diario.

La anorgasmia –antes conocida como frigidez, término en desuso por los expertos, quienes lo consideran un concepto vago, cuando no peyorativo– es la incapacidad de llegar al clímax en una relación sexual.

Desde el punto de vista biológico, cambios endócrinos del cuerpo pueden hacer que disminuya el nivel de andrógenos y con ello el deseo sexual, explica Matilde Matuk, miembro de la Sociedad Sicoanalítica de México.

Otros factores biológicos que intervienen en el funcionamiento de la respuesta sexual pueden ser las infecciones vaginales, la menopausia o el efecto de algún medicamento.

No obstante, no hay un solo caso registrado de anorgasmia primaria, ni siquiera en mujeres que han sufrido mutilación genital (cliterodectomía), asegura Noemí Ehrenfeld, investigadora adscrita al departamento de Biología de la Reproducción de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Problemas sicológicos

La falta de placer sexual también puede ser ocasionada por factores sicológicos, sobre todo en aquellas personas que sufrieron un abuso sexual.

Por ejemplo, cuando la persona tiene miedo de enfrentar la sexualidad por alguna experiencia anterior o por ideas equivocadas en torno al acto sexual, lo que ocasiona tensar involuntariamente los músculos de la vagina y que el coito sea doloroso. En ocasiones, ni siquiera se permite la penetración, mucho menos el orgasmo, expone Yolanda Falcón, sicoterapeuta corporal.

Los sicológico también interviene en cómo se experimenta el orgasmo, lo que constituye la diferencia entre tener una vivencia estándar y una experiencia única.

La respuesta fisiológica del orgasmo es idéntica siempre. El cuerpo responde con toda la batería neurológica siempre igual. ¿Por qué un día se percibe como altamente satisfactorio y otro día no? Por factores de la vida cotidiana que a todos nos afectan, dice Ehrenfeld.

El estrés y la depresión son enemigos acérrimos del placer sexual, así como los problemas en la relación de pareja.

La vida sexual es un reflejo objetivo de cómo es la vida en pareja. Si ahí uno miente, lo hace en otros aspectos de la relación, comenta Matuk.

En opinión de los expertos, es común que las mujeres finjan un orgasmo. Muchas lo hacen para que el hombre no se sienta defraudado, cuando de lo que se trata es de encontrar la manera de que ambos disfruten, dice Falcón.

Señalan que el orgasmo está, hasta cierto punto, sobrevalorado. Es una descarga que dura segundos, y el que no esté no habla de una relación sexual fallida. Es lo de menos cuando una persona disfruta todo el encuentro, comenta Falcón.

Para Ehrenfeld hay muchos elementos en un encuentro sexual. El orgasmo no es obligatorio, no es una carrera.

La especialista refiere que hace unas décadas, cuando se publicitó ampliamente la capacidad multiorgásmica de la mujer, “el primer motivo de consulta en los consultorios de los llamados sexólogos era ‘¿por qué yo no soy multiorgásmica?’ No todo mundo tiene que serlo”.

Matuk opina que el orgasmo se puede alcanzar de muchas maneras, “no sólo por el coito; puede ser por medio de tocamientos, caricias; nos metemos en una serie de ‘tengo que’ y ya no es divertido, en vez de hacer del encuentro algo disfrutable”.

Juan Luis Álvarez-Gayou explica que muchas mujeres se sienten mal por no alcanzar el orgasmo tras la penetración, cuando los seres humanos estamos mal diseñados para que el pene, durante el coito, pueda generarle un orgasmo a una mujer. Muchas lo viven, lo que no significa que quien no lo tenga esté mal.

Ehrenfeld señala que la idea de que el varón es el responsable del placer sexual de una mujer no es válida.

Ella deposita en él la responsabilidad de su propio bienestar y sentir. La afirmación de que no hay mujeres anorgásmicas, sino hombres incompetentes, es una forma pobre de tratar el problema. Los varones se hacen cargo de sus cuerpos y nosotras nos tenemos que hacer cargo de los nuestros, afirma.

Mitos

Para los especialistas, los factores socioculturales son los que más afectan a las mujeres para experimentar el orgasmo.

Ideas erróneas en torno a la sexualidad, como que ejercerla es malo o pecado, derivan en culpas y prejuicios que inhiben el placer sexual. La sociedad sigue penalizando tener un cuerpo sensitivo, erótico, explica Ehrenfeld.

Los terapeutas coinciden en que el mejor aliado contra la anorgasmia es la autoexploración.

La palabra masturbación causa alboroto en mucha gente, pero es parte de la terapia sicocorporal, explica Falcón, quien lamenta que haya personas que se quedan toda la vida con una sexualidad mediocre.

Álvarez-Gayou recomienda reconocer el propio cuerpo con tocamientos, caricias. De esa manera la mujer va recuperando su cuerpo y, por ende, sus sensaciones.

Ehrenfeld considera que la autoexploración es fundamental porque permite conocer cómo reacciona el cuerpo.

Sobre la rutina sexual, la académica puntualiza que somos animales con mucha imaginación; hay que ejercerla.

viernes, enero 14, 2011

¿Un modelo de familia?

Gabriela Rodríguez

No existe en el mundo un solo modelo de familia sino una diversidad de arreglos familiares; el modelo patriarcal o familia tradicional que pregonan los obispos, el de una pareja heterosexual y perpetua donde hay un progenitor proveedor y una esposa dedicada exclusivamente a las actividades domésticas, no es predominante, ni siquiera entre familias cristianas.

Así lo constata el libro Familias del siglo XXI: realidades diversas y políticas públicas, que será presentado el próximo 20 de enero a las 18 horas en El Colegio de México, texto que resume los trabajos de investigadores y activistas que participaron en el seminario del mismo título, realizado hace dos años y coordinado por Susana Lerner y Lucía Melgar (UNAM y El Colegio de México, 2010). Entre las diversidades documentadas hay que saber que en México los hogares nucleares (formados por una pareja con o sin hijos, o por un jefe del hogar que vive con sus hijos solteros) son la mayoría (dos tercios del total); le siguen los hogares extensos (donde conviven además del núcleo central otros parientes ascendientes, descendientes o colaterales), sobre todo en los sectores con menores recursos, y se advierte el aumento de los hogares unipersonales y de los hogares encabezados por mujeres. La idea de "matrimonio para siempre" también se ha desgastado. Actualmente han aumentado las uniones consensuales, hay una preferencia de las parejas por convivir consensualmente antes de formar una unión legal o en lugar de ella, y se observa una tendencia ascendente de disolución conyugal en los primeros 10 años. La organización del trabajo en el marco de la globalización y la crisis económica es una barrera para la equidad de género, los ejecutivos y los obreros están sujetos a tensiones entre las demandas de las empresas y las de sus parejas e hijos, lo cual imposibilita el desarrollo de paternidades más presentes. La violencia en el interior de las familias se vincula con el fenómeno expansivo que cubre hoy gran parte del territorio mexicano y con el deficiente sistema de justicia, así como con las relaciones de poder y de autoridad jerarquizada. Persiste la estigmatización de parejas homosexuales, de lesbianas y bisexuales e incluso la discriminación por orientación sexual al interior de la familia.

La ciudad de México es el territorio donde hay mayor reconocimiento a los cambios recientes: la ley que permite la interrupción legal del embarazo por decisión de la mujer hasta la décimo segunda semana de gestación; la eliminación de las causales de divorcio para dejar de ser instancia de conflicto en el proceso; y la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Negar la diversidad es un rasgo de autoritarismo que no solamente promueven los líderes eclesiales sino algunos gobernadores panistas, como el de Baja California, quien al distribuir en las escuelas secundarias el libro Soy libre y responsable promueve un tratado de la moral cristiana que nunca menciona el uso del condón, que afirma que los anticonceptivos provocan cáncer y que las relaciones sexuales son las que ocurren dentro del matrimonio y con una persona del otro sexo.

El fundamentalismo en las elites políticas es creciente, violenta la educación laica y promueve una interpretación más que literal del texto bíblico, además ignoran que ni Jesús creció en ese modelo ideal de familia. El árbol genealógico de Cristo tiene un eslabón final dudoso, David hizo que se le atribuyera el Mesías dentro de su descendencia. Según la teóloga Uta Ranke-Haineman las versiones de Mateo y Lucas atestiguan una religión machista: son los varones los que forman la línea genealógica (No y amén, Editorial Trotta, Madrid 1998). Ambos presentan el nacimiento de Jesús como nacimiento virginal y, sin embargo, al final de la serie no está la madre, sino el padre José, descendiente del rey David, quien garantiza la descendencia noble. Un padre falso, un padre adoptivo, un padre nutricio, un padre putativo… todo ello es mejor y más importante que una madre auténtica. La genealogía de ella no juega el menor papel. En el árbol genealógico sólo se menciona a cuatro mujeres, una de las cuales es Betsabé, la esposa de Urías, quien cometió adulterio con David. Cuando David la vio bañándose desde la azotea del palacio real preguntó quién era y supo que era la esposa de Urías el hitita, entonces envió gente que se la trajese y se acostó con ella. Luego escribió al comandante Joab: "Poned a Urías frente a lo más reñido de la batalla y retiraos de detrás de él para que sea herido y muera". Así pereció Urías. Pasado el luto, David envió por la viuda y la hizo su mujer.

La idea de Jesús como descendiente de David no resulta tan especialmente esplendorosa y su arreglo familiar es distante del modelo que pregonan los obispos. Jesús nace y crece en una familia constituida por José, María y el Espíritu Santo: un padre putativo que le dio el linaje noble, una madre virgen que quedó encinta por obra del Espíritu Santo, y este último, su primer padre y progenitor.

grodriguez@afluentes.org

viernes, septiembre 24, 2010

Dos Méxicos: dos formas de vivir la adolescencia

Gabriela Rodríguez

La salud reproductiva de las adolescentes mexicanas va en retroceso, en especial en las zonas más pobres del país. Existen diferencias significativas en la incidencia, tendencia y características del embarazo adolescente según el estrato socioeconómico de pertenencia. El embarazo adolescente se concentra en los estratos bajos (74 por ciento), las mujeres con menor escolaridad y mayoritariamente rurales. Si se ampliaran las opciones de vida, si hubiese acceso a mayor escolaridad, más oportunidades de trabajo extradoméstico y menor sometimiento femenino, la edad de la unión conyugal y del primer embarazo se pospondría y disminuirían los embarazos adolescentes (C. Stern y C. Menkes, Embarazo adolescente y estratificación social, Salud reproductiva y condiciones de vida en México, El Colegio de México, 2008).

En la etapa adolescente, la desigualdad social se vincula con el estancamiento del desarrollo individual y familiar, y es un mecanismo de reproducción de la pobreza. Bien dice Erik Erikson que la adolescencia es un lujo social; puede ser una etapa de elección vocacional y conformación de un papel ante el mundo, si y solo si se tiene acceso a la escuela y condiciones para postergar la vida conyugal y laboral.

Esa desigualdad es un rasgo que no se ha podido superar ni con la Independencia de México ni con la Revolución, sino que ha venido subrayándose con las limitadas políticas públicas del siglo XX, y está volcándose contra las adolescentes en los albores del siglo XXI. Los avances en el acceso a más altos niveles educativos han sido lentos, pero se acompañaron de una política de población consistente y transexenal que había logrado reducir la fecundidad adolescente a la mitad en 30 años. Sin embargo, esa tendencia se estancó y algunos indicadores se fueron para atrás.

Un estudio recientemente publicado muestra la enorme diferencia en los niveles de pobreza, educación, condiciones generales de vida y comportamiento sexual, marital y reproductivo, entre las áreas más desarrolladas del país (la ciudad de México, Baja California, Nuevo León) y las de mayor pobreza (Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Oaxaca y Veracruz). Pareciera que hay dos naciones dentro de México, una que está accediendo a la modernización y otra que está en rezago. Las mujeres mexicanas se casan más tarde que en otros países de América Latina y, comparativamente, pocas lo hacen durante la adolescencia, pero las diferencias regionales en el interior del país son grandes. En 2006, 12 por ciento de las mujeres mexicanas en las edades 15-19 se había casado, aproximadamente 16 por ciento en áreas rurales, y 11, en zonas urbanas. El Distrito Federal fue por mucho la región con la proporción más baja de mujeres adolescentes alguna vez casadas (6 por ciento), mientras la región del sureste tuvo la proporción más alta (18 por ciento). En algunas áreas y estados, el matrimonio antes de los 16 años no es un suceso aislado. Del total de mujeres de 20-24 años encuestadas en 2006, 8 por ciento se había casado antes de cumplir 16 años; la proporción fue de 15 en las zonas rurales y de 7 en las urbanas. En el Distrito Federal, esta proporción fue de 6 por ciento y en la región sureste de 17.

El retroceso se observa claramente en que el uso de anticonceptivos ha declinado entre las mujeres unidas del grupo de edad 15-24. En 2006, 53 por ciento utilizaba algún método anticonceptivo, una proporción 5 puntos más baja que la registrada en 1997. El Distrito Federal fue la única región donde no bajó el uso de anticonceptivos, y ahora que existe el acceso al aborto por decisión de la mujer, es probable que se reduzcan aquí tanto los embarazos no deseados como el número de madres adolescentes. Las necesidades no satisfechas de anticoncepción entre las mujeres casadas de 15-24 años son elevadas y están aumentando: en 2006 eran de 31 por ciento, mientras que en 1997 eran de 23. En números absolutos, entre las mujeres mexicanas de 15-19 años, cerca de 835 mil han tenido un hijo a los 18 años o más jóvenes, y al comparar las encuestas de 1997 y 2006 se hace evidente un incremento de 2 por ciento de mujeres que tuvo un hijo antes de los 18 años. (Fátima Juárez, et al., Las necesidades de salud sexual y reproductiva de las adolescentes en México: retos y oportunidades. Guttmacher Institute, enero 2010).

El atraso era de esperarse con 10 años del PAN al frente del gobierno federal: han declinado los servicios de salud en el sector público, ha disminuido el presupuesto para la salud reproductiva y la inversión en educación sexual; por si fuera poco, las campañas preventivas en los medios de comunicación han desaparecido.

Las cifras de salud reproductiva son una cara más de esa enorme desigualdad tan evidente entre quienes festejan con ostentación el bicentenario de la Independencia y quienes siguen flotando sobre aguas negras para sobrevivir y esperar ayuda humanitaria, ante el paso de los huracanes y las tormentas tropicales.

grodriguez@afluentes.org

miércoles, enero 20, 2010

¿Por qué tanto miedo?

Marta Lamas


MÉXICO, D.F., 19 de enero.- Muchos temores y aprehensiones rodean la cuestión de la crianza infantil a cargo de lesbianas y gays. Parte sustantiva del rechazo a que personas homosexuales adopten criaturas responde a una ignorancia generalizada sobre los efectos de la orientación sexual de los adultos sobre los niños. Desde un discurso fundamentado en la biología reproductiva, los conservadores aducen que, puesto que dos hombres o dos mujeres no pueden producir hijos entre ellos, no deberían tener derecho a criarlos. Si la “naturaleza” no les permite procrear juntos, ¿por qué aceptar socialmente que adopten? Lo tramposo del recurso retórico sobre “la naturaleza” es que sólo se utiliza para poner objeciones a nuevos arreglos sociales y no para otro tipo de avances humanos. Un caso: si la “naturaleza” no nos dio alas, ¿por qué entonces volar en aviones? Hay mil ejemplos más que muestran cómo los seres humanos rebasamos las limitaciones que “la naturaleza” nos impone y creamos socialmente nuevas condiciones de vida.

Una de las preocupaciones más reiteradas en relación con la adopción por gays es la duda sobre el eventual daño psicológico que las criaturas podrían sufrir si se crían en hogares homoparentales. “Nadie es producto de dos hombres o de dos mujeres. Si se permite la adopción por parejas homosexuales, esas criaturas tendrán dos padres o dos madres”. Está más que probado que no provoca daños crecer entre mujeres (madre, abuela, tías) o entre hombres, lo que es menos frecuente. ¿Por qué en este caso sí lo haría? ¿Por el “mal ejemplo” de la homosexualidad? Creer que la orientación sexual de quienes crían niños es un requisito básico para la salud mental de éstos es eludir, muy convenientemente, el hecho innegable de que son justamente familias heterosexuales las que han estado produciendo psicóticos y personas con todo tipo de conductas delincuenciales. Además está comprobado que la proclividad a la homosexualidad se da en familias de padres y madres heterosexuales, lo cual tira al suelo el argumento de que la combinación de los sexos de los progenitores determina el desarrollo afectivo de sus hijos. Y según el psicoanálisis, ni el sexo ni la orientación sexual de los padres garantizan una réplica en las elecciones erótico-amorosas de los hijos.

Terapeutas que tienen una práctica clínica con familias homoparentales aseguran que no se requiere la presencia de los dos sexos en el hogar para que la infancia crezca bien. Lo imprescindible es proteger a los niños de la violencia, el maltrato psicológico y el descuido parentales, conductas que no dependen de la orientación sexual de los padres/madres. Por eso, más que intentar preservar el modelo de familia tradicional como paradigma del bienestar infantil, habría que entender qué requieren las criaturas para desarrollarse adecuadamente. La oposición a que los gays adopten sugiere, de manera errónea, que la orientación sexual es una característica decisiva del ejercicio parental. Sin embargo es mucho más importante tener una madre tranquila que una angustiada, un padre cariñoso que uno violento, independientemente de sus prácticas sexuales.

Las familias homoparentales existen hace tiempo y ya han sido estudiadas con el objetivo de ver si las lesbianas y gays que crían infantes los exponen a peligros y daños mayores que los que podrían enfrentar si fueran criados por heterosexuales. Las investigaciones sobre homoparentalidad hablan de ambientes familiares menos violentos y con una división más igualitaria del trabajo doméstico y la crianza. Claro que estos resultados alentadores son discutidos por investigadores anti-gay, que afirman tener pruebas contrarias. Al revisar dichos estudios, aparecen problemas y conflictos debidos a la estigmatización de la homosexualidad. O sea, los “daños” no se derivan de la orientación sexual de los padres/madres, sino de la homofobia social y de las dificultades que produce. Es necesario contar con investigaciones no ideologizadas para conocer más certeramente qué ocurre con el cuidado infantil dentro de las familias, y no sólo en las homoparentales, sino también en las tradicionales.

Gran parte de las madres lesbianas y los padres gays han procreado en matrimonios “tradicionales”, tratando de evitar así las consecuencias sociales de la homofobia. Pero como la homosexualidad empieza a tener más aceptación social, cada vez menos personas homosexuales se casan con heterosexuales para cubrir las apariencias. Por eso también es que surge la demanda de la adopción.

Antes de obstaculizar esta medida antidiscriminatoria, sería provechoso abrir un debate público sobre las condiciones necesarias para realizar una buena adopción. El primer punto podría consistir en ver cómo se garantiza que todos los niños adoptados estén realmente protegidos de la violencia y el maltrato emocional, de los prejuicios y la ignorancia, independientemente de si viven en familias heteroparentales u homoparentales. Eso sí, algo indispensable para poder debatir con una cierta racionalidad en el contexto homofóbico en México sería escuchar a quienes tienen conocimientos sobre el desarrollo infantil y el psiquismo humano. Tal vez así se podrán desmontar algunos prejuicios.

www.proceso.com.mx

martes, enero 05, 2010

La adopción en parejas del mismo sexo

Javier Flores

Se han aprobado cambios en el Código Civil del Distrito Federal que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo, a quienes se otorgan derechos que antes les estaban vedados, entre ellos, el de la adopción. Esto ha desatado, como era de esperarse, la oposición de los sectores conservadores del país, encabezados por la Iglesia católica. No es casual que sea así. En el núcleo de estas reformas, que colocan a la ciudad de México entre las regiones más avanzadas del mundo, se encuentra la transformación de un modelo de organización familiar en el que esta Iglesia se ha empeñado por siglos, para garantizar una estructura social dirigida al control.

La atracción erótico-sexual y la unión entre personas del mismo sexo son hechos que ocurren cotidianamente, con o sin la aprobación de la Iglesia o las leyes. La homosexualidad se expresa en todos los sectores, incluidos los grupos que ahora se oponen a estas uniones, como el Partido Acción Nacional o la Iglesia católica. El punto, más allá de las hipocresías, es si una sociedad decide la discriminación de una parte de sus miembros en función de su orientación sexual, privándolos de derechos, o asume la obligación de garantizar la igualdad entre sus integrantes. Pero si el tema del matrimonio entre personas del mismo sexo es de por sí polémico, lo es más el del derecho a la adopción.

Entre los argumentos que se hasta ahora se utilizan en México para oponerse a la adopción, destacan que esta modalidad produciría a los niños: a) daños sicológicos, b) daños en su identidad sexual, c) discriminación y d) daños morales. La pobreza de estas ideas, puede evaluarse si se considera que se trata de un debate de alcance mundial, que incluye aspectos mucho más amplios del desarrollo de los niños y adolescentes que viven en familias con padres del mismo sexo, y que han llevado en los últimos veinte años, a la realización de indagaciones científicas para aclarar la veracidad de estos y otros mitos.

En un estudio reciente (2007) de Charlotte J. Patterson y Jennifer L. Wainright de la Universidad de Virginia, titulado: Adolescents with Same-Sex Parents: Findings from the National Longitudinal Study of Adolescent Health, las autoras hacen una revisión exhaustiva de la literatura científica sobre este tema y dan a conocer los resultados de su propio trabajo, en el que examinan el desarrollo de adolescentes en 44 familias con padres del mismo sexo que comparan con el mismo número de núcleos familiares en los que los padres son heterosexuales.

Los parámetros que se analizan empleando instrumentos validados por la investigación en sicología y otras disciplinas sociales, incluyen entre otros: a) adaptación sicosocial, en el que se evalúan la presencia de ansiedad, síntomas depresivos y la autoestima; b) resultados escolares, que incluye el aprovechamiento en materias como matemáticas, inglés, estudios históricos y sociales y ciencias, así como conflictos en la escuela; c) relaciones románticas, atracción y conducta sexual; d) características de las relaciones familiares; e) relaciones e integración con sus vecinos, atención y cuidados por parte de adultos, maestros y amigos; f) autonomía; g) Consumo de tabaco, alcohol, drogas y participación en actos delincuenciales; y g) relaciones con sus pares, establecimiento de amistades y popularidad, entre otros aspectos.

Los resultados del estudio muestran claramente que, en todos los parámetros estudiados, no existen diferencias significativas entre el desarrollo de los adolescentes con familias formadas con padres del mismo sexo, respecto a los de familias con padres heterosexuales. Los datos que arroja este trabajo son similares en muchos aspectos a otros realizados previamente, no sólo en adolescentes, sino también en niños. En todos ellos se encuentra que la calidad de la relación entre los hijos y los padres, independientemente de su sexo, es el elemento más importante para el desarrollo adecuado de los menores.

Resultados de investigaciones como la citada han llevado a organizaciones científicas como la American Academy of Pediatrics a señalar en 2002 que : "Hay un cuerpo considerable de literatura profesional que da evidencia de que los niños con padres que son homosexuales pueden tener las mismas ventajas y las mismas expectativas de salud, adaptación y desarrollo que los niños cuyos padres son heterosexuales". En el mismo sentido, la American Psychological Association, en 2004, manifestó su rechazo: “… a cualquier discriminación basada en la orientación sexual en materia de adopción, custodia, visita a menores, cuidados y servicios de salud reproductiva”.

Pero independientemente del peso aplastante que puedan tener los argumentos científicos, es probable que se exprese, como en el caso de la despenalización del aborto, la influencia política de la Iglesia católica. Esto lleva a pensar que, mientras en algunos medios intelectuales se discute si nuestro país debe orientarse hacia el Norte o hacia el Sur de nuestro continente; por el papel que juega hoy el dogmatismo religioso en las políticas públicas de México, en los hechos, nos dirigimos cada vez más a Centroamérica.

miércoles, mayo 20, 2009

El orgasmo genera un estado alterado de la conciencia

Emir Olivares Alonso

El orgasmo es uno de los procesos biológicos más complicados que se conocen y se manifiesta de diferente manera entre los géneros. En las mujeres ese impulso dura más de 30 segundos y en los hombres es más breve, señalaron los científicos Carlos Beyer Flores y Barry Komisaruk, profesores del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav) Tlaxcala y del departamento de Sicología de la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, respectivamente.

Ambos especialistas advierten que, para llegar a esa sensación, la mayoría de los hombres forzosamente tienen que recibir estimulación física, en tanto las mujeres pueden experimentarla tan sólo por medio de fantasías.

Explican que durante ese proceso hay contracción de músculos de la región perineal y de otras partes del cuerpo, elevación (casi al doble de lo normal) de la presión arterial y la frecuencia cardiaca, contracción secuencial de los órganos del aparato genital, vocalizaciones y secreción de diversas hormonas (como prolactina y oxitocina).

En un artículo publicado en la revista Ciencia, de la Academia Mexicana de Ciencias, los especialistas señalan que de manera paralela a esos cambios somáticos y viscerales, ocurre una sensación mental de placer intenso difícil de definir con precisión; e inclusive, en raros casos, algunos individuos pierden el conocimiento durante el orgasmo por algunos segundos o hasta minutos, evento que se denomina petite mort (pequeña muerte) o la mort douce (muerte dulce), que se explica por cambios cardiorrespiratorios violentos como constricción de la aorta, hiperventilación (exceso de oxigenación de la sangre) o isquemia (falta de riego) cerebral.

Beyer y Komisaruk explican que varios autores han definido al orgasmo como una descarga explosiva de tensiones neuromusculares o la culminación de una sensación variable y fugaz de placer intenso que genera un estado alterado de la conciencia.

Señalaron que en la mujer está asociado a la contracción de los músculos perineales y del tercio externo de la vagina; además de que el número e intensidad de esas contracciones se relaciona con la experiencia subjetiva del orgasmo.

Así, en un orgasmo femenino de duración e intensidad normal se presentan de cinco a nueve contracciones de la vagina (de entre cuatro y siete segundos de duración), mientras en uno breve y débil se observan de tres a cinco contracciones. Algunas tienen orgasmos prolongados, de alrededor de un minuto, durante los cuales pueden ocurrir 25 contracciones o más de los músculos perineales y el tracto genital.

En tanto, el orgasmo mental masculino se asocia generalmente a la eyaculación, que comprende tres fases: emisión seminal, formación de una cámara de presión en la uretra posterior, asociada al cierre del cuello de la vejiga, y expulsión del semen.

De dos a cuatro segundos después de la emisión, el hombre es abordado por una serie de contracciones de la uretra peneana, relacionadas con la experiencia del orgasmo. Las contracciones asociadas con la expulsión seminal se desarrollan con intervalos de 0.8 segundos, frecuencia similar a la observada en la mujer, pero, después de sólo tres o cuatro contracciones intensas, éstas disminuyen en frecuencia e intensidad.

Sin embargo, acotaron que en los hombres no está ligado a la expulsión seminal, pues hombres que por razones médicas toman bloqueadores adrenérgicos experimentan la sensación sin semen; además de que prepúberes lo viven antes de poder eyacular, proceso que se da en la pubertad.

Subrayan que aun cuando algunos hombres han reportado tener orgasmos de larga duración, inclusive de varios minutos, esos superorgasmos no han sido corroborados científicamente. Estudios realizados en el laboratorio muestran que, a diferencia de la mujer, el orgasmo en los hombres rara vez dura más de 30 segundos.

Más zonas

Otra de las diferencias es que los genitales de la mujer tienen muchas partes para ser estimuladas (clítoris, cérvix y vagina), con lo que varía la calidad sensorial.

Se dice que el provocado por la estimulación vaginal involucra todo el cuerpo, mientras el que resulta de la estimulación del clítoris está más focalizado a esa región, diferencia relacionada que la estimulación excita distintos nervios.

Los expertos precisan que el clítoris posee una inervación extraordinariamente densa, principalmente del nervio pudendo; la vagina, del nervio pélvico, y el cérvix uterino de los nervios pélvico, hipogástrico y vago.

La estimulación por separado de cada una de esas regiones puede producir orgasmos que son descritos de manera diferente, pero la estimulación de las tres regiones provoca los llamados combinados.

Beyer y Komisaruk señalan que, a diferencia de las mujeres, es difícil que los hombres experimenten orgasmos múltiples, aunque sí existen algunos casos.

viernes, abril 24, 2009

Las chilangas, más libres y autónomas


Gabriela Rodríguez

No cabe duda que las prácticas sexuales y reproductivas son una de las expresiones más evidentes del grado de autonomía y libertad que van alcanzando las mujeres, así como de las desigualdades en distintos territorios del planeta. Donde se garantiza el derecho a la información y a la educación de las mujeres, y se cuenta con servicios de aborto legal, como es el caso de Holanda, Italia, Bélgica, Alemania, Finlandia o Inglaterra, las mujeres ejercen mayor control sobre sus cuerpos, utilizan más anticonceptivos, recurren menos al aborto y casi nadie muere por maternidad, esto por comparación con las cifras que se registran en Filipinas, Nigeria y América Latina (Fátima Juárez, Despenalización del aborto en la ciudad de México, Argumentos para la reflexión, UNAM/IPAS/GIRE, 2008).

En la República Mexicana los contrastes son graves. Hoy que se cumplen dos años de que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la ley que despenaliza el aborto hasta la semana 12 de gestación se evidenciaron las menores oportunidades que tienen las mujeres del interior del país.

En los hospitales de la ciudad de México se han practicado 22 mil 456 interrupciones de embarazo, casi 70 por ciento son mujeres jóvenes, con una edad promedio entre 18 a 29 años, poco más de la mitad son solteras, 40 por ciento se dedican al hogar, 26 por ciento son estudiantes y 20 por ciento empleadas. En su mayoría son mujeres chilangas; está visto que no es tan fácil transportarse a la capital a solicitar el servicio. Solamente 3 por ciento de quienes han interrumpido su embarazo vienen de otras entidades y una quinta parte del estado de México.

Pero mientras el Gobierno de la Ciudad de México coloca los derechos de las mujeres a la altura de los países europeos, gobernadores y legisladores del PRI y del PAN han cambiado las constituciones estatales para cerrar el derecho a decidir de las mujeres de provincia en lo que pareciera una campaña electoral de desprestigio al estilo de gobierno del PRD. Se trata de la misma iniciativa –casi fotocopiada– para dar personalidad jurídica al producto de la concepción en las constituciones de Baja California, Colima, Durango, Jalisco, Morelos, Puebla, Sonora y Quintana Roo, más lo que se acumule en la semana.

Esas reformas están confirmando en este país el centralismo y una mayor autonomía de las mujeres chilangas, al tiempo que subrayan la desigualdad social y territorial. Otros indicadores de salud reproductiva publicados recientemente muestran que las mujeres de estratos medios y altos cuentan con mayor información y menores obstáculos para cumplir sus deseos reproductivos.

Las mexicanas que posponen la edad para tener el primer hijo hasta los 24 años son de clase alta; las que viven en condiciones más precarias lo hacen antes de llegar a los 19 años y tienen un mayor número de hijos que las primeras. Entre las indígenas la situación se agudiza: menos de la mitad recurre a los anticonceptivos y la mortalidad materna es tres veces mayor.

La responsabilidad reproductiva de los hombres es diferente conforme a la clase social. A mayor estrato social aumenta el uso de métodos que requieren participación del varón: la vasectomía y los métodos locales.

El control de la sexualidad y reproducción femeninas son causas de violencia contra las mujeres. Sufren más violencia quienes tuvieron relaciones sexuales premaritales, viven en unión libre, trabajan fuera del hogar y las que obtienen mayores ingresos que su pareja. Donde los maridos nunca participan en la crianza y cuidado de los hijos, el riesgo de violencia aumenta. Las que piden permiso para salir solas sufren menos violencia que las que no lo hacen; socavar la jefatura masculina es causa de violencia. Las que han sido víctimas de violencia declaran abortos inducidos más que las que no la padecen; una quinta parte dice haber sido golpeada por su pareja y han sido insultadas cerca de la mitad. Todas reportaron haber sido alguna vez usuarias de métodos anticonceptivos, pero en 21 por ciento de los casos sus esposos o compañeros no estuvieron de acuerdo con el uso. Al parecer las mujeres que declaran abortos inducidos recurrieron a él por vivir situaciones inestables y porque carecían del apoyo de su pareja (Susana Lerner e Ivonne Szasz, coord., Salud reproductiva y condiciones de vida en México, El Colegio de México, 2008).

Es inadmisible que las restricciones de los derechos reproductivos se vinculen con las condiciones materiales de vida y los cálculos geopolíticos de los partidos de derecha. Por el contrario, habría que evitar que las relaciones de poder se ensañen contra los grupos más débiles: las mujeres que viven en entidades conservadoras, las campesinas y las de los estratos más precarios.

miércoles, marzo 18, 2009

¿La prostitución es siempre sometimiento?

¿Será que el estigma que pesa sobre la sexualidad venal tiene más que ver con la imagen de una mujer demasiado libre que con una esclava?, se pregunta la antropóloga francesa Marie-Elisabeth Handman en este texto que explora los límites impuestos a la sexualidad femenina y sus repercusiones sociales.

Marie-Élisabeth Handman*

Hablar de prostitución equivale a colocar en una sola y misma categoría una infinidad de situaciones. Conviene en primer lugar distinguir, aun cuando no siempre sea fácil establecer una línea de demarcación, entre prostitución independiente y prostitución forzada. Si las mujeres víctimas de redes mafiosas se ven siempre obligadas a ejercer el oficio, hay otras que llegan a Europa occidental para prostituirse por voluntad propia, pero que al abandonar su país de origen ignoran las condiciones de esclavitud a que serán sometidas. Si bien las llamadas profesionales en Francia se liberaron de sus proxenetas entre 1975 y principios de los años noventa, y son hoy independientes, otras en cambio tienen un marido o un compañero que o bien no trabaja o lo hace muy poco. Entre esos extremos hay toda una variedad de obstáculos que permiten o no a las mujeres escapar de quienes las controlan.

Hay que distinguir también entre la prostituta profesional y la ocasional: algunas personas sólo se prostituyen cuando necesitan dinero extra, otras para comprarse droga. Y son mal vistas por las profesionales quienes les reprochan no respetar el código que las “verdaderas” prostitutas respetan. Existe un código semejante, que exige, entre otras cosas, no tener jamás un orgasmo en el trabajo. Esta prohibición rara vez se transgrede (aunque siempre puede haber un accidente), y tiene que ver con que una prostituta debe siempre estar en estado de vigilancia extrema a fin de controlar en todo momento el desarrollo del contacto y así prevenir toda violencia eventual por parte del cliente.

Tampoco es posible confundir a las prostitutas de lujo con las otras, ya sea por lo elevado de sus tarifas o por las diferencias en sus condiciones de trabajo. Y por supuesto es preciso distinguir entre hombres, mujeres, travestis, transexuales, operados o no, hombres que se prostituyen con mujeres o con hombres, mujeres que a su vez lo hacen con hombres o con otras mujeres.

Es difícil establecer los límites de la prostitución. Si su definición actual se resume a la remuneración recibida a cambio de actos sexuales con múltiples parejas, la historia y la antropología muestran que por prostitución se entiende también todo ejercicio de la sexualidad femenina al margen del marco legítimo fijado por cada sociedad, ya sea que el acto sexual sea consentido o no por la mujer (violación), o que sea o no remunerado.

Por lo demás, hay toda una serie de actividades remuneradas que tienen que ver con el sexo, pero que no suponen en sentido estricto, un acto sexual, y las personas que las ejercen se niegan a llamarse prostitutas, por el estigma que conlleva ese término. Tal es el caso de los table-dancers, de las desnudistas, de las ficheras en los bares, de algunas masajistas, o de las actrices de películas pornográficas.

La sexualidad que no existe

La investigadora Paola Tabet se pregunta por qué la sexualidad femenina nunca es simplemente el equivalente de la masculina. Y demuestra que, debido a la división sexual de las tareas, de la dependencia de las mujeres y de su menor acceso a la información sobre el tema, jamás se considera su sexualidad por sí misma, sino siempre en el marco del conjunto de servicios (sexuales, domésticos, reproductivos y de apoyo psicológico) que deben prestar a los hombres y que éstos pagan de una manera u otra. Para que las mujeres cumplan con esa labor se les educa, con frecuencia en forma violenta, a mantener callada su propia sexualidad.

En numerosos países la huida del hogar paterno o conyugal y el ejercicio de la prostitución son a veces la única forma de escapar a la violencia doméstica o institucional, de descubrir el cuerpo y la sexualidad, y de alcanzar la autonomía financiera. Esto sucede también con mujeres que no soportan más un trabajo asalariado y repetitivo, eventualmente dañino para la salud y mal pagado. Igual sucede con jóvenes gays víctimas de la homofobia de su entorno familiar o en su país de origen, donde incluso pueden perder la vida. Lejos de ser una prueba de debilidad, estas huidas pueden considerarse como actos de resistencia a la dominación masculina y a las formas modernas de esclavitud.

Uno de los motivos de la estigmatización de las prostitutas en el mundo occidental proviene de que la sexualidad femenina se concibe como algo indisociable de los sentimientos. Según una encuesta sobre comportamientos sexuales de los franceses, tres de cada cuatro mujeres declaran no poder hacer el amor con una pareja por la que no sientan algo, en contraste con los varones, donde sólo un tercio declara lo mismo. Por esta razón, los órganos sexuales femeninos se consideran el sitio de su intimidad más profunda, y de cierto modo son sagrados, pues proporcionan la vida —como si todo acto sexual tuviera que ver siempre con una penetración. Para las prostitutas, la vagina no difiere en nada ni de la mano ni del cerebro. Disociar los actos sexuales de los sentimientos les confiere, con la experiencia, la capacidad de seleccionar a sus clientes, imponer sus prácticas (en particular el uso del condón), y también sus tarifas (dentro de los límites que impone el mercado); en pocas palabras, revertir en la negociación la dominación masculina.

A esto hay que añadir, y esto lo defienden, la libertad de horarios y el hecho de no tener que soportar a un patrón. Hay entre ellas las que aceptan platicar largo tiempo con sus clientes, ofrecerles apoyo psicológico y a menudo ayudarlos a dar algo de brío a una respuesta sexual deficiente. Otras se niegan a ello con el argumento de que un coito rápido no fatiga y tampoco involucra por completo a la persona, mientras que ocuparse más tiempo de alguien es psicológicamente agotador. Con todo, los hombres siempre buscan recuperar, si no de manera individual, al menos sí colectiva, su poder de control sobre las mujeres que pretenden escapar de él.

La prostitución libre asusta

Muchas prostitutas, de las llamadas tradicionales, afirman haber elegido prostituirse deliberadamente. Es el caso también de todos los varones prostitutos que por lo demás jamás han tenido proxenetas. Hay mujeres que dicen haber sido orilladas a la calle por las “malas compañías”, pero que por gusto decidieron seguir en eso pues “les gustó la calle”. La mayor parte de los abolicionistas se niegan a creer semejantes afirmaciones. ¿Por qué poner sistemáticamente en duda la palabra de las prostitutas? ¿Acaso una sexualidad libre asusta? Lo que se elige responde de un modo u otro a presiones, y sin duda las condiciones económicas y la violencia pueden explicar que a algunas la prostitución parezca preferible a todo lo que la suerte depara a las mujeres de su condición.

La prostitución libremente elegida existe, y es sólo un nicho más de libertad en un conjunto en el que prevalece la dominación masculina, un nicho siempre amenazado pero que permite vislumbrar lo que podría ser una verdadera libertad sexual para las mujeres: poder disociar su sexualidad del conjunto de servicios que la determinan. Con la contracepción y el derecho al aborto, las mujeres han adquirido el derecho a una sexualidad independiente de la reproducción, pero no de los demás servicios que deben ofrecer a los hombres. Liberar la sexualidad del lodo que la recubre no significa renunciar para siempre al amor o a la posibilidad de apoyar material y psicológicamente al marido o a la pareja; pero dicho apoyo sería algo libremente consentido y no algo socialmente obligado. Se trata de una verdadera revolución cultural, gracias a la cual, sin duda, la sexualidad de las prostitutas dejaría de plantear tantos problemas a la gente que se dice decente.

*Antropóloga, catedrática en la Escuela de Altos Estudios Sociales de París (EHSS). Publicado originalmente en la revista Sciences Humaines, agosto-septiembre de 2005. Traducción: Carlos Bonfil.

viernes, noviembre 21, 2008

Sexo y felicidad

Gabriela Rodríguez
gabriela_afluentes@prodigy.net.mx

Hace unos días me enteré por amigas del extranjero que la alcaldía de la ciudad de México otorgará gratuitamente pastillas de Viagra a los “adultos mayores”, tal como hoy se traduce de manera políticamente correcta el término elderly men. Por lo que me doy cuenta, la noticia tuvo mayor impacto en la prensa internacional.

La semana pasada el doctor Armando Ahued, secretario de Salud del Distrito Federal, informó que a partir del primero de diciembre aproximadamente 112 mil hombres mayores de 70 años que radican en la ciudad tendrán acceso a una dotación de una o dos píldoras de Viagra, Levitra o Cialis. Para recibirlas, deberán acudir a alguno de los tres centros de atención de salud sexual para el adulto mayor que serán instalados, donde también recibirán asistencia integral. Explicó que los beneficiarios deberán someterse primero a un examen médico y, en caso de requerir el tratamiento, se les otorgará un máximo de cuatro “pastillas azules” (se refiere al Viagra) contra la disfunción eréctil, después de afirmar que 70 por ciento de los hombres mayores de 70 años padecen disfunción eréctil.

Se trata de la misma gente que recibe en esta capital una ayuda económica mensual de poco más de 700 pesos desde los tiempo de AMLO. “No nos limitamos a apoyos económicos y al otorgamiento de servicios, también empleamos innovadoras acciones en pro de la vida plena” de los ancianos, afirmó el doctor Ahued Ortega. El programa incluye atención a problemas hormonales, andropausia y menopausia, cáncer cérvico uterino y mamario, cáncer de próstata, prevención de ITS, hipertensión, osteoporosis, diabetes, cataratas, obesidad, sobrepeso y disfunción eréctil.

El lugar para dar a conocer la noticia no pudo ser más oportuno; la sede del evento fue la Plaza de la Ciudadela, en el centro de la capital, foro emblemático donde cientos de hombres y mujeres maduros y mayores se dan cita cada fin de semana para bailar danzón. Precisamente el baile, esa actividad que levanta las endorfinas, es una metáfora del cortejo que se asocia a la experiencia de la felicidad, tanto como el sexo.

Las palabras del jefe capitalino Marcelo Ebrard fueron en esa tónica: “la vida sexual es muy importante (porque) tiene mucho que ver con nuestra calidad de vida, con nuestra felicidad… Todos tenemos derecho a ser felices, y por eso el gobierno también se ocupa de eso”. Pocos políticos tienen claridad sobre la importancia de la política sexual y sobre su relación con la felicidad y con el ejercicio de las libertades.

Quienes nos dedicamos al estudio de la sexualidad y al ejercicio de los derechos sexuales asumimos que el tema es una dimensión sustancial del ser humano y que además puede ser crucial para la autonomía de las y los ciudadanos, toda vez que está conformada por un conjunto de reglas y definiciones sobre el cuerpo, así como de luchas entre quienes tienen el poder para definir y reglamentar contra quienes se resisten.

Acaba de llegar a mis manos un estudio que busca comprender la relación entre salario, actividad sexual y felicidad (2004, David G. Blanchflower y Andrew J. Oswald: Money, Sex and Happiness: An Empirical Study, documento de trabajo No. 10499, Oficina Nacional de Investigación Económica, de Estados Unidos). Es una encuesta realizada con una muestra de 16 mil estadunidenses en la que se definió felicidad como “el grado en que un individuo juzga su calidad de vida como favorable” en una escala de tres valores: muy feliz, medianamente feliz y no muy feliz: 32 por ciento de los encuestados describe su vida como muy feliz, 56 medianamente feliz y 12 en la última categoría. Los hombres reportan más frecuencia de actividad sexual que las mujeres, así como las y los jóvenes; los varones tienen más parejas sexuales y el sexo les brinda mayor felicidad que a las mujeres. Las mujeres con alta escolaridad tienen menos parejas sexuales y mayor grado de felicidad, aunque la mitad de las mayores de 40 años no tienen actividad sexual, situación reportada por una quinta parte de los hombres.

Al hacer las correlaciones con la sexualidad, el hallazgo central es que la gente que tiene relaciones sexuales reportó mayores grados de felicidad que quienes no experimentan esa actividad, sin encontrar diferencias significativas por sexo, ni entre heterosexuales y homosexuales, y ninguna relación con el ingreso económico.

Es muy posible que las políticas sexuales de la ciudad de México contribuyan a la felicidad de los capitalinos, y esperamos que muy pronto los servicios para adultos mayores incluyan apoyos para un ejercicio sexual más pleno entre las mujeres de mayor edad. Porque sin duda estos programas, dirigidos a quienes no tienen seguridad social, son cruciales para aminorar las profundas desigualdades sociales que persisten en este territorio donde la izquierda llegó para quedarse.

miércoles, julio 09, 2008

La mitología porno y el elogio del misterio

Al final, el porno no abre el apetito masculino, sólo lo aleja de su objeto verdadero.

La otra noche, en una fiesta de beneficencia, vi a Andrea Dworkin, la activista anti-porno que en los años ochenta se volvió famosa por señalar sin rodeos que las oleadas de pornografía conducirían a los hombres a ver a las mujeres reales como algo sexualmente degradado. Si no limitamos la pornografía —argumentaba antes de que el Internet hiciera de esa perspectiva una mera imposibilidad técnica—, la mayoría de los hombres acabarán reduciendo a la mujer a la calidad de objetos, como antes lo habían hecho con las estrellas del porno; y la tratarán de igual modo. En una suerte de teoría de dominó, también predijo que lo siguiente sería la violación y otros tipos de calamidades sexuales. La amazona feminista parecía amable, casi frágil. En realidad, el mundo sobre el que nos advertía con tanta pasión, a la manera de una Casandra, en realidad ya estaba aquí: el porno es ahora, según David Amsen, el “papel tapiz” de nuestras vidas. ¿Tenía ella razón?

Tenía razón acerca de la advertencia, no la tenía en cuanto al resultado. Como lo había previsto, la pornografía zanjó la brecha que separaba a una búsqueda marginal, adulta, privada, de lo que era el foro de las mayorías. El mundo entero, posterior al Internet, se pornografizó. A los hombres y mujeres jóvenes en realidad se les enseña, como un entrenamiento pornográfico, lo que es el sexo y qué aspecto tiene, cuáles son sus etiquetas y expectativas, y esto tiene un efecto enorme en cómo están hoy interactuando.

Pero el efecto no ha transformado a los hombres en bestias delirantes. Todo lo contrario: a la embestida del porno se le debe la disminución de la libido masculina en relación con las mujeres reales, y el que los hombres vean a un número cada vez menor de mujeres como “dignas del porno”. Lejos de tener que resistir el asalto de hombres embriagados de porno, a las jóvenes les preocupa que como seres de carne y hueso apenas puedan llamar la atención, no digamos ya mantenerla.

Competir con la pantalla

¿Qué dicen hoy al respecto las jóvenes universitarias? Que no pueden competir y que están conscientes de ello. ¿Cómo podría competir una mujer real —con poros y senos propios, incluso con necesidades sexuales propias (y palabras que van más allá del “¡Dame más, más, semental!”)—, contra una cibervisión de lo perfecto, descargable y extinguible, según el deseo del usuario, y que llega, por decirlo así, sometida por completo y diseñada para satisfacer la menor especificación del consumidor?

En buena parte de la historia de la humanidad, las imágenes eróticas han sido reflejo, celebraciones o sustitutos de las mujeres desnudas reales. Por primera vez en esta historia, el poder y fascinación de las imágenes ha suplantado al de las mujeres desnudas reales. Estas ya sólo son mala pornografía.

Durante dos décadas he observado cómo las jóvenes experimentan la continua humillación de ver cómo la pornografía —y ahora la de Internet— rebaja el sentido y la realidad de su propia valía sexual. Cuando en los años setenta alcancé la primera madurez, todavía era agradable poder ofrecer a un joven la presencia real y la entrega de una mujer desnuda. Había más jóvenes deseosos de estar con mujeres desnudas que mujeres desnudas en el mercado. Si no tenías nada que fuese motivo real de alarma, podías obtener una respuesta entusiasta con sólo presentarte. Tu novio había visto tal vez alguna revista Playboy, pero, vamos, con todo y eso podías avanzar: eras cálida, eras real. Hace treinta años, al simple acto sexual se le consideraba como algo erótico: el coito torpe y aplicado, en posición de misionero, parecía todavía algo verdaderamente excitante.

Pues bien, hoy tengo 40 años y mi generación femenina fue la última en experimentar esa sensación de confianza y certeza sexual en lo que teníamos que ofrecer. Nuestras hermanas más jóvenes tuvieron que competir con el porno de los años ochenta y noventa, cuando el acto sexual no era lo suficientemente excitante. Ahora tienes que ofrecer —o sugerir seductoramente— la escena lésbica o el número del chorro de semen en la cara. Ya no basta con estar desnuda; tienes que parecer aceitada, tener bronceado sin mostrar líneas divisorias, tener los senos quirúrgicamente realzados y bikini carioca. (En mi gimnasio, las mujeres de cuarenta años tienen vello púbico de adultas; las veinteañeras se lo han depilado y estilizado.) La pornografía es adictiva, y el punto de partida queda siempre muy por detrás. Para el nuevo milenio, una vagina —que por lo demás solía tener un alto “valor de cambio”, como decían los economistas marxistas—, ya no es suficiente; apenas tiene patente en la escala de las emociones. Todo el porno comercial —y sobre todo el de Internet— ha hecho un uso rutinario de cuanto orificio femenino encuentra al alcance.

La socialización del porno

El circuito porno es de rigor y ya no es posible quedarse fuera; las starlets en los tabloides se jactan de haber aprendido todo de las profesionales; las “chicas alivianadas” van con los chicos a los table dance e incluso piden que a ellas también les bailen; se espera de las jóvenes universitarias que en las fiestas confundan divertidas a los chicos con besos lésbicos a lo Britney y a lo Madonna.

Las jóvenes universitarias que hablan sobre el efecto de la pornografía en sus vidas privadas, mencionan la sensación de que jamás podrán estar a la altura, de que nunca podrán pedir lo que quieren; y que si no ofrecen lo que el porno despliega, no podrán aspirar a retener a un hombre. Los jóvenes, por su parte, hablan acerca de lo que significa crecer aprendiendo sobre el sexo a través del porno, y de cómo esto no les ayuda a ingeniárselas para estar a lado de una mujer real. Las más de las veces, cuando pregunto acerca de la soledad, un silencio profundo y triste cae sobre un público joven de hombres y mujeres. Saben que juntos están solos, aun estando en pareja, y que toda esta imaginería es parte importante de esa soledad. Lo que no saben es cómo liberarse y volverse a encontrar eróticamente uno a otro, cara a cara.

Toda una generación masculina parece hoy con menos capacidad para conectar eroticamente con las mujeres, y al final se ha vuelto menos libidinosa

Dworkin tenía razón al decir que la pornografía es compulsiva, pero se equivocaba al pensar que volvería a los hombres más rapaces. Toda una generación masculina parece hoy con menos capacidad para conectar eróticamente con las mujeres, y al final se ha vuelto menos libidinosa.

Porno diluye a eros

La razón para alejarse del porno podría volverse, para la gente más consciente, no una razón moral, sino, de algún modo, una razón física y de salud emocional; tal vez se llegue a considerar el continuo acceso al porno algo similar a cuando uno desea ser atleta y medita sobre las razones para dejar de fumar. La evidencia está a la vista: un suministro mayor de estimulantes equivale a una disminución en la capacidad.

Después de todo, la pornografía opera de modo más elemental en el cerebro: es pavloviana. Un orgasmo es uno de los refuerzos imaginables más potentes. Si asocia usted el orgasmo con su pareja, con un beso, un aroma o un cuerpo, eso es lo que con el tiempo acabará por excitarlo; si por el contrario dispersa su atención en una corriente interminable de imágenes cada día más transgresoras de esclavas del cibersexo, eso es lo que necesitará para poder excitarse. La ubicuidad de las imágenes sexuales no libera al eros, simplemente lo diluye.

Otras culturas saben de todo esto. No estoy propugnando un retorno a los días del ocultamiento de la sexualidad femenina, pero sí señalo que el poder y la carga del sexo se mantienen ahí donde persiste algo de sacralidad en la materia, donde el sexo no se encuentra disponible todo el tiempo. En culturas más tradicionales, no es el pudor lo que hace que los hombres pierdan interés en mirar pornografía. Se trata más bien de culturas que entienden la sexualidad masculina y lo que se requiere para mantener a hombres y mujeres interesados mutuamente por largo tiempo y ayudar en especial a los hombres, como dice el Antiguo Testamento, a que “disfruten con la mujer de su juventud y dejen que sus pechos les satisfagan todo el tiempo”.

Nunca olvidaré la visita que hice a Ilana, una amiga que se había vuelto judía ortodoxa en Jerusalén. Cuando la vi de nuevo, había cambiado su mezclilla y sus camisetas por faldas largas y una mascada para la cabeza. No daba yo crédito. Ilana tiene un talle fino, un cabello rubio de ondulado salvaje. “¿Por lo menos puedo ver tu pelo?”, le pregunté tratando de reconocer a mi amiga. “No”, objetó tranquilamente, y añadió con tranquila seguridad sexual: “Sólo mi marido llega a verlo”. Nuestros maridos ven mujeres desnudas todo el tiempo —en Times Square o en la red. El esposo de Ilana jamás llega a ver siquiera el cabello de otra mujer. Debe sentirse, pensé, muy excitada.

Compárese esa atmósfera embriagadora con una conversación que tuve en la Universidad de Northwestern, luego de hablar sobre el efecto del porno en las relaciones. “¿Por qué tener sexo de inmediato?”, discutía un joven con pelo enmarañado y ojos de Bambi. “Las cosas son siempre un poco tensas e incómodas cuando empiezas a ver a alguien”. Y concluía, “Yo prefiero tener sexo cuanto antes sólo para cumplir con eso. De cualquier modo sabes que lo vas a tener, y te va a liberar la tensión”. Entonces le pregunté: “¿No hay algo agradable en esa tensión? ¿Si la eliminas no acabas también con el misterio? Me lanzó una mirada en blanco: “¿Misterio?”. Y luego, sin vacilar, contestó: “No sé de que me está hablando. El sexo no tiene misterio”.

* Título original: “The Myth of Porn”. Tomado de New York Magazine, 20 de octubre de 2003. Traducción: Carlos Bonfil.

martes, junio 24, 2008

Neurobiología de la homosexualidad

Javier Flores

La semana pasada se difundió un trabajo de Ivanka Savic y Per Lindström, investigadores del Instituto Karolinska de Suecia, en el que reportan la asociación entre algunas estructuras y funciones cerebrales con la homosexualidad, de lo que se informó oportunamente en esta sección de Ciencias.

El objetivo de descubrir una base biológica para explicar la conducta sexual humana no es nuevo. Desde hace años se han postulado factores genéticos y endócrinos asociados a la homosexualidad. Pero a pesar de que estas hipótesis cuentan con seguidores en el medio científico, no han ofrecido hasta ahora explicaciones satisfactorias. Otra estrategia de la investigación han sido los estudios neuroanatómicos, mediante los cuales se ha buscado relacionar las características de distintas estructuras del cerebro con la orientación sexual.

En este terreno, en el campo de la neurobiología es en el que la investigación ha tomado un nuevo giro a partir de la introducción de las nuevas técnicas de imagenología. Savic y Lindström emplean en su trabajo (publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences) dos de ellas: la resonancia magnética (MR), con la que puede determinar con precisión el volumen de los hemisferios cerebrales, y la tomografía por emisión de positrones (PET), que permite una evaluación funcional a partir de los cambios en el flujo sanguíneo en distintas regiones del cerebro, bajo condiciones controladas.

La importancia de estas técnicas consiste en que los estudios pueden realizarse en personas vivas, a diferencia de los trabajos pioneros como los de LeVay, quien en 1991 reportó en la revista Science que algunas áreas del cerebro, en particular una región del hipotálamo conocida como INH3, eran más pequeñas tanto en hombres homosexuales como en mujeres heterosexuales; sólo que su trabajo se realizó en cadáveres, con datos más bien vagos de su historia previa a la necropsia, de la que se infería cierta orientación sexual.

Los resultados de Savic y Lindström, por el contrario, se realizaron en un conjunto de 90 personas saludables con edad promedio de 30 años, divididas en cuatro grupos a partir de su orientación sexual, determinada por ellos mismos a partir de pruebas estandarizadas. Los resultados obtenidos con MR revelan que los hemisferios cerebrales son asimétricos en promedio en hombres heterosexuales (HeM, por sus siglas en inglés) y en mujeres homosexuales (HoW), con un mayor volumen en el hemisferio derecho. En contraste, el volumen de los hemisferios es simétrico, también en promedio, en los hombres homosexuales (HoM) y en las mujeres heterosexuales (HeW).

Por su parte, las observaciones sobre el flujo sanguíneo realizadas con la PET revelan diferencias en las conexiones funcionales a nivel de una región del cerebro conocida como amígdala, que consiste en un conjunto de núcleos neuronales localizados en la profundidad del lóbulo temporal. La conectividad funcional de esta región muestra diferencias, pues mientras que en HoM y HeW las conexiones fueron más generalizadas desde la amígdala izquierda, en HeM y HoW lo fueron desde la amígdala derecha. De acuerdo con estos resultados habría una semejanza anatómica y funcional entre hombres homosexuales y mujeres heterosexuales, una especie de “feminización” de los primeros; y una “masculinización” en el cerebro de las mujeres homosexuales.

El valor de trabajos como el que se comenta radica en que se abre un nuevo territorio para la investigación de las bases biológicas de la homosexualidad. Pero no se resuelven los orígenes, es decir, si las características morfológicas y funcionales que se observan tienen un origen genético, endocrinológico o incluso medioambiental. Pero la objeción más importante sería, a mi juicio, que al plantearse en este tema conclusiones con base en promedios y pruebas estadísticas se anula la individualidad biológica, lo que impide considerar, desde un punto de vista conceptual, a la orientación sexual como un continuo que se mueve entre los extremos de idealización heterosexual, como ha sido planteado por autores como Ellis en 1987.

Uno de los mayores retos de la investigación ha sido desentrañar los nexos entre los distintos territorios de lo humano. Se ha avanzado por separado en la comprensión de la estructura y funciones del cuerpo, lo mismo ha ocurrido con diferentes aspectos de la conducta, así como sobre las relaciones del individuo con los otros. Pero no solamente se ha incursionado de manera positiva en las esferas biológica, síquica y social en nuestra especie, sino que esta división artificial se ha ensanchado, dando lugar a distintos tipos de determinismos. Así, hay quienes tratan de explicarlo todo a partir de un fundamento biológico, mientras otros encuentran un papel determinante en lo social, o en la sique. Esta disputa sólo revela la profunda ignorancia que tenemos acerca de nosotros.

lunes, abril 28, 2008

La sexualidad en una isla

María Teresa Priego

Una caída lenta. Un hondo denso caer sin asideros, sin refugio, sin voz. Un indeciso estar cayendo en lo oscuro. Como una gota. Coral Bracho

Un hombre y una mujer. Están solos. Desean encontrarse. Realmente lo desean. Es una necesidad. Una elección. Una convicción. Una urgencia. Supongamos que desean encontrarse, en el territorio de las palabras y en el territorio de los cuerpos. Con lo que implique como desafío y como riesgo. Que nunca es poco. Es de noche. Están conversando sobre la arena. En la más remota y silenciosa de las islas. Una isla libre y bella. La libertad es la esencia misma de esa isla. Se fue construyendo para alcanzarla. En medio de un archipiélago de deseos. Encuentros. Desencuentros. Permisos y prohibiciones. Deseos y contra deseos. Coincidencias celebradas y diferencias aceptadas. Con mayor o menor dificultad. Es una isla en el mar caribe. En el pacífico, o en el mar Egeo. Quizá es una isla en un mar que ni siquiera existe en la realidad. Ellos la inventan. Su isla libre. A partir de los sueños secretos de cada uno. Y de la negociación. De esos sueños separados. Que se unen.

La isla libre, quizá se construye, desde un saloncito que mira a las calles viejas de Coyoacán. O desde una terraza que mira al desierto en el norte de México. O desde un balcón, en el que ambos se mecen en una hamaca, en alguna curva húmeda del Golfo. No está construida de entrada. Se construye. Supongamos, que ese hombre y esa mujer se desean. Muchísimo. Supongamos que ambos desean hacer el amor. Y ofrecerse. Una noche de piel y de ternuras. De estallidos verdaderos. Y de vientos que soplan fuerte y barcos que levan anclas. Y estrellas fugaces. Y todos esos imaginarios. Tan dulces y tan suaves. Y tan inquietantes. Y tan tormentosos. Y tan complejos. Y tan únicos. Esa pasión que casi todos deseamos. Y a veces sucede. ¿Y si nos gusta por qué se nos complica? Con frecuencia. Y tanto.

Imaginemos una escena ideal. Para auto-investigarnos un poco. La cotidianidad queda expulsada del paraíso. No suena el teléfono. Nadie tiene un jefe odioso. El bebé no llora. El hijo adolescente no irrumpe cuando debía dormirse en casa de un amigo. Todas las facturas –reales e imaginarias- están pagadas. No escuchamos el ruido en la casa del vecino. Ni no ataca el remordimiento de no haber terminado de leer un dictamen aburridísimo. Ni el de la tía que no visitamos desde hace un mes, y está tan sola. Olvidamos los estropicios del día. Olvidamos el mandamiento introyectado que prohíbe “la lujuria”. Y somos tan libres y tan sanos. Tan espontáneos. Y tan valientes.

El personaje femenino y el masculino sólo tienen un reto en esta isla maravillosa e idílica. Entenderse entre ellos. El y ella. Ir creando las reglas. Honestamente. Para ofrecerle felicidad a su pareja y ser felices. Ambos desean ofrecérselo “todo” el uno al otro. Es decir, intentarlo. Con todo el corazón. Pero el malentendido con frecuencia irrumpe. La honestidad deseada. Sale flotando por la ventana. Sin que se den cuenta. El malentendido llega. Hasta el fondo mismo de la isla. Y cuando sucede. Después de. Cada uno/a se queda sólo por su lado. En una esquinita de su cama. De su arena. De su hamaca. Preguntándose muy triste ¿qué nos pasó? “Esta tendría que haber sido una noche tan bella”.

Quizá ese “malentendido”, tiene mucho que ver. Con la diferencia sexual. Quizá damos por hecho, ambos sexos, en nuestro deseo de encontrarnos, que existe un “piso común”, casi incuestionable de entendimiento y de correspondencia. En automático. Que no necesariamente está -a la hora de los hechos- así de rotundo y así de claro. Como nos parece en los manuales de anatomía. Quizá el escollo –con respecto al ideal que desearíamos- es que ese “piso” supuestamente evidente de encuentro. No tiene tanto de en “común”. Entre un hombre y una mujer. Como ambos quisiéramos. No sin preguntar. No sin aclararnos.

No podría pretender seguir los pensamientos del personaje masculino. A ustedes de explicarnos. Pero podría quizá imaginar un poquito al personaje femenino. Sus vacilaciones. Sus dudas. Sus silencios: “¿Le gustaré realmente?”. Aquí vienen una serie de reflexiones: “Porque ya llevamos tantos años juntos”. O “porque no nos conocemos lo suficiente”, o “porque hace una semana (tres días. Un minuto) que no me lo dice”. Es la isla y es ideal. Lo cotidiano no existe. Pero igual, el personaje femenino podría pensar en muchas cosas: “Creo que no puedo seguir su ritmo. Estas velocidades me dejan rezagada ¿Qué hago?”

Reflexiones: “¿Me atreveré a decirle que me espere tantito? ¿O me hago la disimulada a ver si lo alcanzo?” En el mejor de los casos “lo alcanza”. En el peor lo siguiente: “Imposible. ¿Qué hago? ¿Se lo digo o me quedo silenciosa y sonriente y finjo demencia? Si le digo que necesito más tiempo, a la mejor la próxima vez nos encontramos ¿pero y si se ofende? Entonces abro el abismo de un desencuentro más complejo. Va a pensar que no lo quiero lo suficiente. Que no me gusta. Que soy una loca insaciable y ninfómana. Creo que calladita, me veo más bonita”. El personaje femenino se limita a sonreír. Enigmática.

El personaje masculino pregunta ¿te gustó? Al personaje femenino le encantó y así lo expresa. Genial. Al personaje femenino le gustó mucho, pero el orgasmo no llegó. ¿Lo dice o no lo dice? Si se le preguntan de manera específica cuando no sucedió ¿responde o no? Porque sobrevienen esas culpas extravagantes y enquistadas: ¿Acaso ella tiene derecho a un orgasmo cada vez? ¿No estará siendo demasiado ambiciosa? ¿No será una demandante desatada? ¿Un orgasmo, será acaso una aspiración legítima para una mujer que se respeta? Si una mujer no sabe cómo podría estallarse con el hombre que eligió: ¿Podría sugerirle que comenzaran a intentarlo juntos? A buscar. Sí si tiene una idea de cómo podría sucederle ¿Sería capaz de sugerírselo?

¿Y si pudiéramos hablar sin culpas y sin miedo? Cuidadosa y respetuosamente. Encontrar el tono, que no amenaza, sino que invita a compartir. En la isla imaginaria de cada pareja. ¿Y si tomáramos muy en serio lo que el otro nos pide? Lo que necesita. Y negociáramos suavecito. ¿Y si las mujeres fuéramos capaz de nombrar nuestros ritmos? Las caricias que preferimos y necesitamos. ¿Y si aprendiéramos a escuchar las que nos piden? ¿Qué diría cada una/o en esa isla imaginaria? ¿En esa noche imaginaria? Si aceptamos que la separateidad está entre los seres humanos. Que la diferencia sexual no es una correspondencia perfecta y sin escollos, y que el encuentro sexual verdadero se construye. Con caricias y con palabras. Y quizá. Sobre todo. Con humildad.

“¿Qué te gusta a ti? Porque yo no puedo asumir que nací sabiéndote. O que ya lo sé desde ayer. O que ya hace cinco o 20 años que me lo dijiste, y no puede ser más que lo mismo”. ¿Cómo podríamos aprender a preguntar? “Hoy. En nuestra isla secreta. ¿Qué desearías? ¿Qué necesitas? Y quedarnos valientes. Allí. Cada una/o. Para escuchar. Detenidamente. La respuesta. “¿Qué te gusta a ti? Y yo ¿Puedo dártelo?

La botella se fue al mar. Nos escuchamos.

domingo, abril 06, 2008

Reinas del condón

Christian Rea Tizcareño

Tacones, plumas, lentejuelas y condones. Subversión queen al servicio de la prevención, las condoneras aparecen para hablar de placer y de las opciones para vivirlo sin riesgo. Plazas, transporte público, universidades, cualquier punto de encuentro es bueno para innovar en la forma de acercar la información a la gente.

Las Condoneras, a escena. Los cuerpos andróginos cautivan las miradas en el metro Chabacano. Polo Gómez —Yolanda del Río para servirles: botas de plataformas, entallado vestido de chaquira y lentejuela plateadas, el sueño drag como gozosa realidad sin ambiente de antro de por medio. De sus orejas penden dos condones que se agitan al contacto con la peluca plateada y las pestañas kilométricas abanican los rostros de los que ya se arremolinan alrededor de ellas.

La drag queen toma el micrófono para presentar a sus compañeras: La Naomi Campbell y La Britney Spears. Aplausos y chiflidos rompen la monotonía de las escaleras de transbordo de la estación del metro (que otro día puede transformarse en una plaza pública, una feria o los jardines de una universidad). Las tres juglares en tacones incitan y dialogan en la mejor tradición del teatro popular. El albur y la mayéutica envuelven al auditorio ambulante. Por allá se detiene un grupo, por acá un oficinista, por acá una señora se acerca y recibe sin rubores un condón, mientras dos adolescentes de uniforme se ríen con las condoneras merolicas.

Arrímamelo pa’ ca chaparrito

“Acérquense, no les va a pasar nada. ¿Alguno de ustedes sabe los que es el sexo seguro? Porque no es lo mismo mamar la mona que qué marrana mona”. El relajo hace fluir las respuestas: las hot-lines, el cibersexo —“sí mamita, te espero en el metro Chabacano a las cuatro”—, las películas cachondas, el RCA —“el Rico Caldo Antojador”. Frotar los cuerpos, como ahora, cuando los de atrás alzan la vista por sobre los hombros de la primera línea.

Vamos por etapas, no se desespere el respetable. A la hora del sexo protegido aparece el siempre ubicuo látex. Y para ejemplos estamos aquí reunidos. La Yolanda llama a algún caballero del público a mostrar un condón. Jorge responde a la convocatoria meneando con los dedos su oportuno gorrito.

“A ver, chaparrito, arrímamelo sin albur”. La Yolanda explica que los condones no se llevan bien con las carteras. “La ponemos en las nachas, y las nachas las dejamos caer en todos lados. El condón se tiene que abrir con las yemas de los dedos, jamás con la dentadura postiza de la abuelita o con el cortaúñas, el látex es extremadamente sensible”. “¿Cómo la ven?, es como abrir la gloria”. Jorge parece acariciarla cuando el condón se desliza por un falo de madera, colocado estratégicamente entre sus piernas. El jolgorio arrecia mientras el falo envuelto —invocado cada tres palabras: pajarito, verga, pepito, pito, pirrín, pitirrín, el chóstomo, la mazacoata, el pepino, el chorizo, el me agarras, el te doy, el chile— se mueve de la mano de Yolanda, que describe la función y las características del condón —“Acá depositarás los litros y litros de semen”. Y que nadie se preocupe, “en el condón todos caben: chiquitos, gordos, cabezones, peludos o con arco de bombero”.


Y ante la inminente acusación de falocentrismo, la vulva entra a escena: la pucha maravillosa, la panocha, la concha, el biscocho te doy, la pepa, la papaya, la rajita de canela, el gato. La Yolanda agota eufemismos mientras una espontánea toma un modelo pélvico entre las manos. El condón femenino es introducido por la sonrojada que escucha entre risas la voz subjetiva, cortesía drag: “Suavemente, duele, soy virgen. Otra vez. Así es. Que dedos nena, chiquilla. Guau. Qué haces”. Suspiro.

Y para el sexo oral —que, según La Yolanda, es como un rico cepillado de boca, un tocado de campanilla, o un beso del payaso— recomiendan los condones masculinos y el plastipac, “ojalá que a partir de hoy no falte en la despensa”.

Para quien goza al meter el dedo están los dedales y para quien le gusta jugar al teatro guiñol, el guante de látex. “Pero la vida sexual no se basa sólo en los genitales. Hay que explorar, reconocer nuestras partes eróticas y divertidas. A lo mejor si me muerden el dedo gordo veo a los Reyes Magos”.

Le cayó el sida por no cuidarse

La Naomi y La Britney reparten folletos y condones, hablan, resuelven dudas, reparten besos, taconean con orgullo. Una mujer joven dice: “muchos lo toman con morbo. Yo primero me informo para poderle enseñar a mi hijo de cinco años. Entre él y yo no hay pudor, a todo le llamamos por su nombre”.

A unos pasos está Raúl, un joven de Neza que vino con sus camaradas. “Está a toda madre esto, está suave. Aparte de que te enseñan, te hacen ameno el rato. Tenemos que cuidarnos si queremos llegar a viejos. Nosotros tenemos una amiga que está poseída por el virus ese, le cayó el sida por no cuidarse”.

Se cierra el telón —la Sonora de Margarita como música de fondo. Las estrellas se toman fotos con el respetable, que poco a poco sigue su camino. Las condoneras han terminado su intervención.

Las Condoneras

Yolanda del Río para servirles, Naomi Campbell y La Britney Spears son hijas del Colectivo Sol, organización civil que desde hace más de 25 años realiza acciones a favor de los derechos humanos de la comunidad lésbico, gay, bisexual, travesti, transgénero, transexual y heterosexual. Las Condoneras nacieron en el Distrito Federal, la ciudad con mayor número de casos registrados de VIH/sida en México. Su batalla cotidiana radica en combatir el virus con información de fácil acceso, a través del juego y lo atractivo de los atuendos drag. Su trabajo contó con financiamiento público del Centro Nacional para la Prevención y el Control del Sida en 2006.

martes, marzo 25, 2008

Diez años de la revolución del Viagra


Desarrollada por equivocación, la pastillita azul dio nuevo enfoque a la impotencia masculina

Afp

Washington, 23 de marzo. Al cumplirse 10 años de su aparición en el mercado estadunidense, el Viagra ha revolucionado el tratamiento de la impotencia masculina al ofrecer un medicamento simple cuya facilidad de uso también seduce a jóvenes que no necesariamente lo precisan.

Desarrollado casi por equivocación en los laboratorios Pfizer, el Viagra fue aprobado por la Administración de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) el 27 de marzo de 1998. “Al principio probábamos el sildenafil, principio activo del Viagra, como medicamento cardiovascular y por su capacidad de reducir la presión arterial”, explica Brian Klee, director médico de Pfizer.

“Pero la gente no quería devolver los medicamentos (sobrantes) porque uno de los efectos secundarios era tener erecciones más fuertes y más duraderas”, añade.

El fármaco ha sido utilizado por 35 millones de hombres en el mundo. La pastillita triangular azul, que tiene hoy rivales como Cialis o Levitra, destapó así el tabú de la impotencia masculina y permitió tratarla más fácilmente. A medida que se corría la voz sobre la posibilidad de tratar problemas de erección, las consultas de los urólogos se fueron llenando.

Antes del Viagra los posibles tratamientos consistían en una operación quirúrgica para implantar una prótesis en el pene, la inyección de una sustancia en ese órgano o el uso de supositorios. “El Viagra trajo a mucha gente a las consultas debido a la facilidad del tratamiento”, destaca Irwin Shuman, urólogo de Washington con 40 años de experiencia. También permitió traspasar los problemas de erección del ámbito sicológico al de los trastornos físicos. “Hemos comprendido durante los pasados 10 años que los trastornos de erección eran una enfermedad vascular”, resume Brian Klee.

En el pasado, los hombres con disfunción eréctil debían pasar todo tipo de pruebas. Los que no tenían de cinco a seis erecciones por noche eran clasificados como problema físico, y los que tenían erecciones nocturnas se renviaban a tratamiento sicológico. “Hoy la tendencia es no preocuparse en saber si (la disfunción) viene de lo emocional o de lo físico: se utilizan píldoras y el paciente está contento”, añade Klee. El doctor Abraham Morgentaler, autor del libro El mito Viagra y profesor asociado de urología en la escuela de medicina de Harvard, destaca, sin embargo, que este tratamiento no conviene a todos los pacientes. “Muchos tomaron Viagra para su felicidad personal, pensando que una buena erección resolvería sus problemas de relación, y quedaron decepcionados”.

Además, el fármaco funciona mejor con el estómago ligero y tarda unos 30 minutos en hacer efecto, por lo que implica cierta actitud para “esa noche”. Morgentaler también destaca los abusos, especialmente de jóvenes que no lo necesitan. Ellos “toman Viagra quizás porque no tienen experiencia o son tímidos, y les da mayor confianza”.

lunes, marzo 24, 2008

Confirmado: "El amor es ciego"

Un estudio sostiene que las personas que están enamoradas pierden la capacidad de criticar a sus parejas

EFE

Las últimas investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro sostienen que las personas que están realmente enamoradas pierden la capacidad de criticar a sus parejas, es decir, se vuelven incapaces de ver sus defectos, lo que viene a confirmar aquel popular refrán que asegura que "el amor es ciego".

Al menos esto es lo que sucede en los casos de amor romántico o maternal, en los que se ha detectado que, ante determinados sentimientos, se activan las mismas regiones del cerebro, según ha explicado la neurobióloga Mara Dierssen, investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona. Lo más curioso del caso, sin embargo, es que, paralelamente a esta estimulación que se produce en las mismas regiones cerebrales, en ambos tipos de amor se "desactiva" la zona del cerebro encargada del juicio social y de la evaluación de las personas.

Se suprime, por tanto, la capacidad de criticar a los seres queridos, una situación que se reproduce tanto en humanos como en animales. "Cuando nos enamoramos perdemos la capacidad de criticar a nuestra pareja, por lo que puede decirse que, en cierta manera, el amor es ciego", señala Dierssen, que recientemente ha participado en un ciclo sobre Amor, ciencia y sexo organizado por la Obra Social de La Caixa.

"Adicción química"

Los estudios que desde hace varios años se llevan a cabo en humanos y ratones para conocer el complejo funcionamiento del cerebro están aportando datos tan novedosos como sorprendentes en el siempre estimulante terreno del amor. Estos avances están ayudando, por ejemplo, a responder a preguntas tan básicas, pero también tan enigmáticas y sugestivas, como qué pasa en nuestro interior cuando nos enamoramos, qué sucede en el cerebro o por qué sentimos -o no- deseo sexual.

El diccionario de la Real Academia Española define el amor como "un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser". Para Mara Dierssen, sin embargo, el amor es algo más simple: "Una adicción química entre dos personas".

Dice esta investigadora que cuando existe enamoramiento de verdad se dan, en mayor o en menor medida, una serie de circunstancias comunes, como la atracción física, el apetito sexual o el afecto y el apego duradero. Estos sentimientos desencadenan en nuestro interior un conjunto de alteraciones químicas que generan sustancias como la dopamina, responsable de la sensación de atracción, o la serotonina, implicada en los pensamientos obsesivos.

El análisis de estos aspectos, así como de la actividad cerebral, también ha permitido constatar que el cerebro de hombres y mujeres funciona de manera diferente en cuanto al amor se refiere y que cuestiones como los diferentes niveles de apetencia sexual tienen una explicación científica. "Se ha descubierto que existen diferencias entre géneros, de manera que el hombre es más sexual, tiene un apetito sexual más constante, mientras que la mujer es más sensitiva", explica Dierssen. Incluso la infidelidad afecta de manera diferente a unas y otras especies.

jueves, marzo 06, 2008

Aborto: una decisión en libertad

Rocío Sánchez

Según la Organización Mundial de la Salud, en el mundo se realizan 20 millones de abortos al año. Aurora escucha la cifra y fija la mirada en el vacío. “Imagínate qué tan desesperada debes estar para recurrir a algo así. Imagínate cómo se sienten esos millones de mujeres después de hacer eso”.

Ella lo sabe muy bien. Hace siete meses acudió a los servicios de salud del Gobierno del DF para interrumpir su embarazo de siete semanas. A sus 24 años, vivió el peor momento de su vida, dice, al tener que tomar la decisión. “Lo peor de todo es que no me cuidé. Siempre lo hacía con condón y pensé que por una vez no iba a pasar nada. Luego tomé la anticoncepción de emergencia, pero no funcionó”.

Por eso, al inicio estaba segura de que tendría que seguir con el embarazo pues había sido su culpa y ahora se tenía que aguantar. “Ya ni siquiera culpé a mi novio; los hombres son así, si no les dices nada, se siguen”. Pero al reflexionar sobre su situación, la duda, la angustia y el miedo la inundaron. Con un sueldo de 800 pesos quincenales como afanadora de una guardería, con una pareja sin trabajo y viviendo en una pequeña casa rentada con sus padres y hermanos, supo que un hijo cambiaría dramáticamente su vida. Era agosto y todavía estaba fresca la discusión sobre el aborto en los medios de comunicación. Todas las interrogantes pasaron por su cabeza. ¿Es ya mi hijo? ¿Sufrirá? ¿Quedaré estéril? ¿Y si luego me arrepiento? ¿Y si me muero? Fueron días de insomnio y soledad. Sabía que no tenía tiempo, tenía que decidirlo ya, pero ¿cómo?

¿Ser humano o ser en potencia?

Los argumentos de los opositores de la legalización del aborto en la ciudad de México han sostenido que el embrión es humano desde el momento de la concepción. En esta discusión del ser se ha basado gran parte del alegato sobre si interrumpir un embarazo es matar a una persona o es cortar el desarrollo de un ente que, en potencia, puede llegar a ser humano. Los mismos ministros de la Suprema Corte de Justicia, que tienen en sus manos declarar la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la ley, se hacen esa pregunta. Desde lo estrictamente biológico, el neurofísico de la UNAM, Ricardo Tapia, responde al ministro Salvador Aguirre Anguiano que “mientras no se hayan establecido los circuitos neuronales con todas sus conexiones sinápticas..., es difícil aceptar que exista dolor, conciencia, sufrimiento, gozo, pensamiento o cualquiera de las funciones mentales que diferencian al hombre de otras especies de mamíferos”. Este desarrollo de una conexión eficiente entre las neuronas, que indicaría que hay funciones cerebrales, no parece ocurrir antes de las 30 semanas de gestación, señala el investigador.

Para quien se opone absolutamente al aborto es difícil aceptar esta definición de persona relacionada con la función cerebral, y sostiene que el simple hecho de que el óvulo fecundado ya cuente con el mapa genético humano completo es señal de que se está ante un ser humano.

La discusión se ha quedado empantanada ahí, en la potencialidad humana del embrión. Aprovechando ese atolladero, grupos anti-aborto apelan a la culpa y los remordimientos acuñando un supuesto síndrome post-aborto, un tipo de cuadro de estrés post traumático que aparece “incluso diez o quince años” después de que la mujer interrumpe un embarazo.

“Se ha visto que la mayoría de las mujeres lo desarrolla aunque no sea inmediatamente después del evento”, explicó en entrevista Laura Cabazos, responsable de Investigación y Desarrollo de la organización Construye, Observatorio Regional para la Mujer de América Latina y el Caribe, que busca conciliar el rol familiar tradicional de las mujeres y su incursión en el ámbito laboral.

El aborto, dice, no es uno de los temas centrales de su trabajo, pero sí es un problema importante por como afecta a las mujeres. “A lo mejor en ese momento sienten que se libraron del problema pero después al ver niños piensan que si hubieran tenido un niño así, empiezan estos problemitas psicológicos y se empiezan a sentir muy culpables”. Esto, lamenta Cabazos, no se les advierte a las mujeres y lo peor es que esta problemática “no hay manera de solucionarla”.

Desde los grupos que se definen pro elección —que no pro-aborto— se reconoce que esta práctica conlleva un dilema ético; la diferencia es que, para ellos, claramente debe prevalecer el interés de la mujer, un ser humano consumado, sobre el del concebido no nacido, un ser en potencia. Aunque se reconoce al producto de la concepción como un bien jurídico que amerita protección, no se le equipara con una persona.

Con Vianey no se siguieron las normas

Sobre el dilema ético del aborto, Eduardo del Castillo, coordinador del Frente por la Cultura Laica, explica a Letra S que la ética es la reflexión de nuestras libertades, a diferencia de la moral religiosa, que descansa sobre los ejes del bien y el mal. “La ética no es una decisión preestablecida, no tiene blanco y negro, no es solo dos opciones. Implica que nos hacemos cargo de nuestro propio destino”.

Los argumentos conservadores enfocan sus baterías contra lo que, afirman, es la promoción del aborto. Nadie, se ha repetido, está a favor del aborto. Quizás esta ha sido la única coincidencia que se ha logrado en la discusión, pero que parece diluida por el resto del discurso con el que se pretende ideologizar y politizar el tema. Nadie está en pro del aborto. Ninguna mujer desea abortar, aunque finalmente lo haga. El aborto es un recurso último y que requiere un proceso de análisis personalísimo, como el que siguió Ema.

Tenía 35 años cuando se embarazó una segunda vez. Su único hijo tenía nueve años y su matrimonio era estable, pero la situación económica no le daba para mantener un hijo más. Por eso utilizaba el DIU desde hacía seis años. Cuando el médico les dio la noticia, incluso él estaba apenado al ver las caras de la pareja que se enteraba de que su método había fallado.

“Mi esposo y yo lo platicamos mucho y pensamos que no teníamos por qué poner nuestra vida patas arriba, comprometer el futuro de nuestro hijo e incluso el presente de los tres, si habíamos hecho todo lo que estaba en nuestras manos para evitarlo”. Para Ema el dilema ético tuvo un tono distinto, pues ya sabía lo que era criar y amar a un hijo, aunque finalmente estuvo segura de que no estaba en condiciones de tener uno más.

Sin embargo, para el sector que busca la inconstitucionalidad del aborto, el cual aglomera a políticos de derecha, a la Iglesia católica y a grupos en defensa de la familia tradicional, las mujeres que interrumpen sus embarazos son “engañadas”, no tienen toda la información sobre el procedimiento ni reciben ayuda para conocer “otras opciones”, como la adopción. Probablemente carecen de información, pero la falta de métodos anticonceptivos, la falta de oportunidades de trabajo o la estabilidad emocional lleva a muchas mujeres, luego de reflexionarlo, a encontrar una salida en la práctica de un aborto seguro.

Ahora, la seguridad de la interrupción del embarazo practicada en instituciones oficiales se ha puesto en duda con la muerte de una adolescente de 15 años, el pasado 15 de febrero en el Hospital Balbuena, la primera registrada a diez meses de aprobada la ley.

La Secretaría de Salud explicó que esta muerte se dio porque el procedimiento no se llevó a cabo como establecen las normas: no se realizó el ultrasonido necesario para comprobar que el embarazo tenía menos de 12 semanas y no se verificó el estado de salud de la menor, que presuntamente padecía anemia. Manuel Mondragón, titular de la dependencia, lo explicó así durante un chat sostenido en la página del Gobierno del DF: “Tenemos mil 200 fallecimientos en la ciudad por año; qué pasaría si por la muerte de una mujer con apendicitis se prohibiera que se hicieran apendicectomías”.

Pero ese parece ser precisamente el objetivo de los grupos conservadores al enarbolar la figura de Vianey —la llaman ya por su nombre— como estandarte ideológico. “Una política pública que cause la muerte, así sea de una sola persona, ya se puede decir que es una política ineficaz porque ¿cuántas más van a tener que morir para decir que no es seguro?”. comentó Laura Cabazos.

En el afán de protección que estos grupos creen que la mujer amerita, Cabazos va más lejos y afirma que, aunque pugna por la inconstitucionalidad del aborto, tampoco está de acuerdo en que se encarcele a las mujeres que lo practican. “A las mujeres, pobrecitas, hay que darles opciones”. En este sentido propone, a título personal, que no se las castigue “porque encima de todo que las metan a la cárcel se me hace lo más injusto, pero los que sí pueden tener consecuencias legales son quienes les practiquen el aborto”.

El analista Eduardo del Castillo reitera que no es tan simple, como preguntar si se está de acuerdo o no con el aborto. “Es como preguntarse: ‘¿Estás de acuerdo con una cirugía?’, y tú dices: ‘Yo quisiera que nunca me hicieran una cirugía’. El problema es que te enfrentas a circunstancias muy específicas y haciendo una reflexión de ellas tomas tus decisiones.”

Pero para las voces más estruendosas de la derecha, como Paz Fernández Cueto, directora de la organización civil Enlace, la muerte de la joven es una oportunidad dorada. “Se trata de una menor de 15 años llevada por sus propios padres, quienes seguramente no imaginaban que por esta intervención, que prometía no tener consecuencias, se perdería no una vida sino dos”, dice en su columna del periódico Reforma, y compara el caso con el de Paulina, joven a quien, al negársele su derecho al aborto legal, no solo se le salvó la vida, sino también la de su hijo “que, como su homónimo (Isaac), fue salvado de la muerte”.

La de la Corte, una decisión política

En la discusión, que posiblemente se dará en abril, las y los ministros de la Suprema Corte de Justicia no pueden abstraerse de esta maraña ética y biológica, enredada aún más por la moral que se pretende imponer desde la derecha, lo cual también le otorga una fuerte carga política. “Los ministros saben que van a tomar una decisión política que tiene que ver con la salud y la vida de millones de mujeres, con una decisión que declare la inconstitucionalidad de la despenalización no van a detener los abortos, lo que van a hacer es volver a la clandestinidad una práctica médica que estaba regulada y atendida con todas las condiciones que requiere el caso”, afirma Eduardo del Castillo.

Debates similares se han dado previamente en otros países y los máximos cuerpos de decisión han optado por leyes liberales, más o menos restrictivas, pero que tienden a la despenalización.

Del Castillo espera que nuestro tribunal esté a la altura de las circunstancias. “Tengo a ratos mis temores porque me parece que la derecha en este país podría sentir como un gran triunfo que se echara eso atrás. Me parece que sería un triunfo magro y que una derecha tan primitiva no le ayuda en nada a este país; una derecha que no respete ni siquiera el derecho a decidir sería muy grave”. Subraya que la derecha gobernaba en Francia cuando se despenalizó el aborto.

Mientras la Corte delibera, Ema y Aurora y tantas otras mujeres seguirán sus vidas. Aurora asegura no estar arrepentida de su decisión, visitó a una mujer que le leyó la mano; le dijo que no tendrá hijos. Recuerda esto y baja la mirada, dice con un hilo de voz, como esperando una sentencia: “Por mala, ¿verdad?”


Amparo Ochoa - Cuando agosto era 21