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lunes, agosto 30, 2010

No albergo la menor duda que habrá en México grandes cambios

Carmen Lira Saade

Dime, dime, ¿qué tanto está diciendo la mafia de todo lo que escribí?

–No es sólo la mafia, ¿eh? Son más los desconcertados con esas Reflexiones, comandante. Ya ni qué decir del disgusto que le propinó al gobierno mexicano.

–No tenia ningún interés de criticar al gobierno… ¿Para qué me iba a meter con el gobierno? ¿Por gusto? Si yo me dedicara a meterme con los gobiernos, a decir las cosas malas o equivocadas que considero que han hecho, Cuba no tendría relaciones.

–Se dice que con sus elogios y reconocimiento abiertos, lo que usted dio a Andrés Manuel López Obrador fue el beso del diablo… y se preguntan por qué hasta ahora hace públicos tanto las declaraciones de Carlos Ahumada a la justicia cubana como detalles de su singular relación con Carlos Salinas de Gortari. Sospechan que habría una intención oculta.

–No, no, no. Yo tuve la suerte de encontrarme con el libro de Andrés Manuel. Alguien me lo dio al final de la sesión de la Asamblea. Lo leí rápido y su lectura me inspiró a escribir lo que escribí.

–¿Qué lo inspiró?

–Enterarme de lo que han hecho con la tierra, con las minas; de lo que han hecho con el petróleo… Enterarme del robo, del saqueo que ha sufrido ese gran país; de la barbaridad ésa que han cometido, y que (hoy tiene a México como lo tiene)...

–Hay desconfiados de uno y otro bando que insisten en que detrás de su carambola hay otros propósitos.

–No. Yo no tenía planeado escribir lo que escribí; no estaba en mis planes. Yo tengo agenda libre.

–Pues levantó una gran polvareda, le aviso. Lo acusan de haber desatado todo un escándalo político y le llueven las críticas porque dicen que ya sea para bien o para mal, usted, comandante, se ha metido en el proceso electoral mexicano…

–¡Ah! ¿Sí? –pregunta muy animado–. ¿Así que hay críticas contra mí? ¡Qué bueno, qué bueno! ¡Mándamelas! ¿Y de quién son las críticas?

–De muchos, menos de uno. El único –de los involucrados– que no ha dicho una sola palabra es Carlos Salinas…

–Porque es el más inteligente, siempre lo fue, además de más hábil –dice exhibiendo una sonrisa maliciosa… Por su expresión, pareciera que ya está esperando la respuesta de Salinas. A lo mejor, hasta en un libro.

Luego, pasa a repetir algunos pasajes de sus Reflexiones: que si Salinas había sido solidario con Cuba, que si cuando (1994) actuó de mediador (designado por Clinton) entre Estados Unidos y la isla “se portó bien y fungió realmente como mediador y no como aliado de Estados Unidos…”

Cuenta que cuando Salinas obtuvo del gobierno cubano la aceptación para refugiarse en ese país y hasta adquirir legalmente una casa se veían con determinada frecuencia e intercambiaban puntos de vista, etcétera.

–Llegué a pensar que él nunca trató de engañarme –dice socarronamente.

–¿De veras? –pregunto. ¿Acaso Salinas comentó o consultó con él la decisión de su gobierno de abrirse a la relación con organizaciones terroristas declaradas, como era el caso de la Fundación Nacional Cubano Americana creada con el exclusivo propósito de derrocar al régimen castrista y asesinar a su presidente, Fidel Castro?

Por primera vez en la historia de las relaciones entre los dos países, un gobierno de México abría las puertas de la casa presidencial a Jorge Mas Canosa, a la sazón presidente de esa organización paramilitar, vieja enemiga de la Revolución cubana.


Andrés Manuel López Obrador, en asamblea el 25 de julio pasado en el Zócalo de la ciudad de MéxicoFoto María Meléndrez Parada
Lo que usted trajo a esta casa fue a un asesino, le dije a Carlos Salinas en aquella ocasión, durante una entrevista con La Jornada. Salinas asintió con la cabeza, concediéndome razón. Pero de inmediato se justificó diciendo que lo que buscaba su gobierno era participar, con la pluralidad cubana, en el diálogo que se estaba realizando para acercar a las partes.

Quiero decirle que México es sumamente respetuoso de los procesos internos que decidan los cubanos, aseguró entonces.

Pero lo que suceda a Cuba no va a ser ajeno a los mexicanos; los mexicanos no podemos estar ausentes de las transformaciones que se den en ese país porque repercutirán en México, en toda Latinoamérica. Tenemos que mantener esta comunicación con todo el abanico de opiniones... (La Jornada, agosto de 1992).

–¿Opiniones? ¿México necesitaba la opinión de un criminal para enriquecer su diálogo con los países vecinos? –inquiero ahora.

Fidel ha bajado la cabeza y pregunta como para sí mismo:

–¿Por qué nos hizo eso? “Él se había portado como amigo de Cuba. Con él se arreglaban los asuntos políticos o económicos pendientes, en fin... Daba la impresión de que no tenía problemas con nosotros.

¿Por qué demonios tenía que recibir al bandido ése?, se pregunta un tanto desconcertado.

Pero no quiere manifestarse más. Hace rato que había dado vuelta a la página o la había reservado para el momento en que –tras el balance obligado– decidiera hacer del conocimiento público la terminación de su relación con el ex presidente mexicano, como ocurrió con su Reflexión El gigante de las siete leguas.

–Cuba nunca quizo entregar la documentación filmada que probaba el complot contra López Obrador, como se lo demandó en su momento el PRD.

–En eso no los podíamos complacer –explica–. Enviamos toda la documentación a la autoridad que solicitó la extradición (la cancillería mexicana). Otra actitud no habría sido seria –subraya.

Luego, Fidel enfermó gravemente y ese asunto, como muchos otros, habría tenido que esperar.

–¿Por qué la mención a López Obrador en estos momentos casi prelectorales?

–Porque yo tenía una deuda con él. Yo quería decirle que (aunque no accedió a entregarle la documentación que solicitó) no estábamos en ningún complot en su contra, ni (estuvimos) ni estamos coaligados con nadie para hacerle daño. Que como dije en mi escrito, me honro en compartir sus puntos de vista.

–Ahí es precisamente donde dicen que le dio el beso del diablo, comandante.

–Así que ni hablar de invitarlo a visitar Cuba, ¿verdad? –dice sonriendo pícaramente–. Estaría arriesgando mucho, ¿no es así? Le caería encima toda la pandilla ésa, para desacreditarlo y quitarle votos.

–Como hace 50 años, en los primeros tiempos de la Revolución, en que viajar a Cuba era toda una osadía. Una foto en llegadas o salidas del aeropuerto de México hacia La Habana podía costar persecución, golpes, cárcel...

Fidel mantiene su risita ésa, y aconseja:

No se preocupen tanto ustedes los mexicanos por estas cosas. Todo eso va a cambiar. No albergo la menor duda de que más pronto de lo que imaginan habrá en México grandes cambios.

martes, marzo 02, 2010

Anita Zapata

Francesco Taboada Tabone*

"Mi padre llegó y se metió a la casa de mi abuelo, como ya lo conocían, había confianza. Se metió hasta el cuarto de mi madre y la sacó, la subió a su caballo y se la llevó a Anenecuilco. Luego nací yo." Ana María Zapata Portillo, hija del general Emiliano Zapata y de Petra Portillo Torres murió en la madrugada del 28 de febrero. Había nacido el 22 de julio de 1915 y era la segunda hija del general Zapata.

“Mi infancia fue triste. Cuando asesinaron a mi padre, tuvimos que irnos a Chietla, en Puebla, porque hubo persecución. Crecí enfermiza, raquítica, con paludismo. Hasta los 14 años me compuse y me empezó a gustar la política. Cuando vino el general Cárdenas a Cuautla lo recibimos y me preguntó: ‘¿Qué planes tienes?’” La joven zapatista le propuso al presidente organizar a las viudas, hijas, madres y hermanas de veteranos caídos en la Revolución en una agrupación para que el gobierno les otorgara una pensión como lo mencionaba el Plan de Ayala. "Organicé una asamblea en el Cine Morelos en Cuernavaca y vinieron más de 800 mujeres de Guerrero, México, Veracruz, Puebla. El general Cárdenas, chulo, muy comprensivo, bonito el señor, quedó muy contento."

En las elecciones presidenciales de 1939, la hija de Zapata apoyó al candidato antipriísta Juan Andrew Almazán. "Ávila Camacho me mandaba a buscar para convencerme que lo apoyara, pero no le hice caso. El día de la elección llegó una camioneta con matones buscando las urnas. No las encontraron porque las escondí debajo de mi cama. Ganó Almazán, pero pasa lo de siempre, ganan pero pierden, porque no lo dejaron ser el presidente."

En el gobierno de Ruiz Cortines, Anita fue de las principales promotoras del reconocimiento al voto femenino. Con Adolfo López Mateos se convirtió en una de las primeras diputadas en la historia de México y la primera diputada por el estado de Morelos. Desde entonces su liderazgo fue preponderante en la lucha por los derechos de las mujeres en México. "Antes los candidatos a gobernadores venían a verme, también los presidentes, nos trataban con mucho respeto. Sabían que juntaba mucha gente, por eso venían."

Desde Cárdenas hasta Salinas, Ana María convivió con varios presidentes. “A Ruiz Cortines le decíamos el viejito, su esposa era infame. Se sentaba en un sillón después del informe y las esposas de los gobernadores te-nían que hacer cola para saludarla y si alguna no le gustaba la insultaba. Yo no me dejé. También me tocó recibir a Charles de Gaulle en la Cámara de Diputados. Echeverría quería llevarse los restos de mi padre al Monumento a la Revolución, allá en México, pero no lo dejamos. López Portillo me dijo que tenía la silla de Zapata, le dije: ‘A ver cuándo me invitas para conocerla’, pero como que se hizo tonto. Salinas fue falso, una desgracia para México. Al que no conozco ni quiero conocer es a Fox porque dijo que a él no le gustaban los caudillos y mandó a quitar el retrato de Juárez de su oficina. Calderón ni fu ni fa.”

Como hija de Zapata, Anita fue depositaria de la amistad y el respeto de los veteranos revolucionarios. “De los generales zapatistas conocí a Gildardo Magaña, que quedó como jefe cuando mataron a mi padre, a Genovevo de la O, a Francisco Mendoza Palma, a Genaro Amezcua, que siempre andaba muy pulcro, le decía yo ‘¿a poco andaba usted tan limpio en la Revolución?’ Al doctor Gustavo Baz, que me contó que mi padre le había encargado que cuidara de la salud mía y de mi madre mientras él andaba en campaña, amenazándolo con colgarlo si algo nos pasaba, pero yo siempre enferma y el doctor con miedo; un día avisa mi padre que venía y el doctor se puso a sudar. Ese día que llegó, yo amanecí bien y mi padre lo felicitó, se salvó él y me salvé yo.”

Su compromiso con el México profundo también fue palpable en su apoyo al reconocimiento de los restos del último tlatoani mexica: Cuauhtémoc, en Ixcateopan. En los años 50 del siglo pasado sirvió de enlace entre el gobierno y el movimiento jaramillista: “Rubén traía un montón de viejas y en el morral traían sus pistolas escondidas. Un día me pidió que lo acompañara con Julián Adame, secretario de agricultura. Adame no lo quería recibir, despreciaba a Jaramillo, pero le insistí: ‘recíbelo, te conviene’, y es que venían las mujeres con sus pistolas”.

Recientemente Anita expresó su simpatía por el movimiento zapatista recibiendo al subcomandante Marcos en la casa de su padre, en Anenecuilco, en marzo de 2001: “No está feo, al contrario, tiene los ojos bonitos. Dijo que iba a regresar, y aquí lo estamos esperando.

"Mi padre no nos dejó nada, sólo un nombre sagrado, que hemos sabido respetar. Me ha tocado ir allá por donde se firmó el Plan de Ayala y la gente supo que era hija del general. Se llenaron las manos con florecitas de campo y me las fueron a regalar, me abrazaban, me llevaron a sus casas y allá tenían la imagen de Zapata en una repisa con veladoras. Me dijeron que les hacía milagros. Siembran, le piden a mi padre y sale la milpa. Mientras creamos y respetemos a nuestros antepasados, qué bueno. ¿No es bonito eso? ¡caramba!"

* Autor de las películas documentales Los últimos zapatistas, Pancho Villa, la Revolución no ha terminado y 13 pueblos en defensa del agua, el aire y la tierra. Entrevistó a Ana María Zapata en varias ocasiones desde 2004.

domingo, agosto 23, 2009

Rius: 75 años en su tinta

Juan Domingo Argüelles entrevista con Eduardo del Río

Los gobiernos son felices con súbditos ignorantes
Rius

Eduardo del Río García cumplió setenta y cinco años el 20 de junio de 2009. Una década antes había llegado a su libro número 100, Filatelia para cuerdos. Nacido en Zamora, Michoacán, en 1934, fue llevado por su familia a Ciudad de México en 1935. Huérfano de padre el mismo año de su nacimiento, fue internado en el Colegio Saleciano donde permaneció más de un lustro. Actualmente, y desde hace varios años, radica en Tepoztlán, Morelos. Caricaturista, historietista y escritor de divulgación popular, con un lenguaje ameno, divertido y crítico, tanto en la imagen gráfica como en la escritura, Eduardo del Río se convirtió en Rius y, a lo largo ya de cincuenta y cinco años, ha publicado más de un centenar de libros de los más diversos temas: historia, filosofía, religión, política, medicina popular, música, gastronomía, sexualidad, pintura, arte en general y un amplio etcétera. Entre algunos de sus títulos emblemáticos están: Cuba para principiantes, Pequeño Rius ilustrado , Marx para principiantes, Cristo de carne y hueso, La panza es primero, No consulte a su médico, El museo de Rius, ABChé, Su majestad el PRI, Hitler para masoquistas, Los Panuchos, Guía incompleta del jazz , La iglesia y otros cuentos, Manual del perfecto ateo, Votas y te vas y ¿Sería católico Jesucristo? En las antípodas de la derecha y con un propósito pedagógico y didáctico o, mejor dicho, magisterial en el mejor sentido, Rius se propuso, desde un principio, contribuir a la educación y politización del mexicano, combatir la alienación y favorecer el espíritu crítico, por medio de estrategias nunca exentas de humor, pero también plenas de sátira y diatriba contra los poderes establecidos (político, eclesiástico, económico, etcétera). A decir del pensador Ivan Illich, las historietas de Rius acompañaron, informaron y educaron, durante varios años, en la segunda mitad del siglo xx, al lector popular mexicano y a los estudiantes del nivel medio superior. En los años sesenta fundó y dirigió las revistas Los Supermachos y Los Agachados, que constituyen un hito en la historia de la crítica política en México. Sus personajes habitan hoy el Museo del Estanquillo de Ciudad de México; un museo de lo auténticamente popular, creado a partir de las colecciones del escritor Carlos Monsiváis. Ha colaborado en los principales diarios y revistas de México, y ha obtenido diversos premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio de Caricatura La Catrina, en 2004, que concede la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y que han obtenido también otros de sus destacados colegas, entre otros, Rogelio Naranjo, Fontanarrosa, Gabriel Vargas y Quino. Actualmente, colabora en la revista El Chamuco y los Hijos del Averno.

– Antes que cualquier cosa, tu identidad: ¿Ateo, anticlerical o las dos cosas juntas?

–Le tengo que agradecer a Dios que me volvió ateo, y a la Iglesia católica que me volvió anticlerical. Pero más que a esas dos instituciones nefastas, debo mi ateísmo a los libros.

– Sin embargo, hay quienes dicen que los jóvenes son esclavos del narcotráfico y de las adicciones porque tienen pocos asideros trascendentes y poco en que creer: “no creen en la familia, que no tuvieron; no creen en la economía ni en la escuela, ni creen en Dios, porque no lo conocen”. ¿Qué respondes a esto, señor ateo?

–Los que creen en dioses les echan la culpa de todo –lo bueno y lo malo– a esos fantasiosos seres. Yo conozco a varios amigos y amigas que se las truenan, o se recetan sus honguitos, dizque “para ver a Dios”. Otros lo hacen con fines distintos, como para acrecentar y disfrutar más del sexo o para descansar o echar un viajecito por mundos psicodélicos. Claro que los ateos también disfrutamos del derecho de ponernos hasta atrás con un buen mezcal o un pulquito, o de surtirnos un buen porro de vez en cuando. Y sospecho que lo mismo hacen muchos de los que sí creen en esos “divinos” seres. Finalmente, no hay que olvidar que el hombre hizo a Dios y no al revés. Y si quieren conocer las opiniones de muy insignes escritores ateos, los remito a mis dos libros de citas, aforismos y demás, Herejes, ateos y malpensados .

– ¿Cuándo, en dónde y de qué forma descubriste la lectura?

–Sólo al salir del Seminario Salesiano (donde hasta Verne y Salgari estaban prohibidos) pude empezar a leer de a de veras. Considero a la Funeraria Gayosso (donde trabajaba como telefonista encargado del conmutador) mi universidad y facultad de letras, porque junto a ella –en la avenida Hidalgo, detrás de Bellas Artes– se encontraba la famosa Librería Duarte, de libros de segunda mano, donde la amabilidad de Polo Duarte me permitió leer buenas cosas que él me sugería. Polo me daba chance de leer y cambiar un libro hasta tres veces, y todo por el mismo precio. Así conocí a los grandes de la literatura mexicana y universal. En su librería, además, funcionaba los sábados una especie de tertulia medio etílica donde se congregaban los entonces principiantes Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Juan Rulfo, Pepe de la Colina, etcétera. Esto fue entre 1952 y 1954.

– ¿Había libros en tu casa o antecedentes lectores?

–Yo fui niño de vecindad y en mi casa, familia católica, no había nada que leer fuera de devocionarios. En el mejor de los casos, había algún número del Selecciones del Readers Digest y la revista del PAN, pues mi hermano mayor era panista.

– ¿Contribuyeron la escuela o algún profesor a facilitar tu hábito lector?

–La primaria la hice en diversas escuelas. En cuarto de primaria estuve –becado– en el Bachillerato de Gelati 29 o Instituto Patria de los jesuitas. Al año siguiente pasé al internado salesiano en Huipulco, donde no había nada para leer, ni nos convocaban a la lectura.

– ¿Qué tipo de publicaciones populares influyeron en tu afición por la lectura?

–Lo primero que leí fueron las historietas de ese tiempo, en especial Los Superlocos, de Gabriel Vargas, Rolando el Rabioso, El Pirata Negro (mi favorita, de futbol) y cosas así. Todo a escondidas, claro, porque no estaban consideradas como lecturas “decentes”.

– ¿Crees que el cómic o la historieta faciliten el camino de un lector hacia libros y lecturas sin imágenes?

–Creo que mucha gente empezó a leer con el cómic; aunque muchos se quedaban en esa cultura. A mí me hubiera pasado lo mismo seguramente, pero en Gayosso (donde tenía mucho tiempo libre) pasé de la historieta a las revistas Vea, Vodevil, etcétera, y luego, como ya expliqué, a los libros recomendados por Polo Duarte.

– ¿Hubo amigos o compañeros que hayan reforzado tus intereses de lectura?

–En la universidad Gayosso había una secretaria que era buena lectora e intercambiábamos libros. Besos no, por mi enorme timidez.

– ¿Qué encontraste en los libros de la escuela primaria?

–Había unos libros de texto que se llamaban, creo, Lecturas, donde sacaban fragmentos de los clásicos españoles, pero muy ñoños, muy conservadores. A mí no me tocaron los libros de texto gratuitos.

– ¿En qué momento descubriste tu vocación narrativa a través de la historieta?

–De Gayosso entré por chiripa a la revista Ja-Já, en 1954. Un cliente me vio haciendo dibujitos en la funeraria, y resultó ser el director del Ja-Já. Me dio su tarjeta y me dijo que si se me ocurrían algunos chistes, él me los publicaba. Así empecé, sin proponérmelo, mi carrera de bandido. Sólo diez años después, por otra chiripada, pasé a la historieta, y con Los Supermachos avancé algo en el manejo del lenguaje dizque literario. Al igual que en el cuento, en la historieta hay que contar una pequeña historia, y a eso me entregué.

– ¿Leer y escribir fueron para ti actividades simultáneas?

–Claro. Yo seguí leyendo, no sólo novelas, sino otro tipo de libros. La lectura de Marx y compañía, influyó muchísimo en mi trabajo. John Steinbeck, Faulkner, Balzac, Stendhal y otros más por el estilo, me enseñaron un mundo que yo no me imaginaba, donde ricos y pobres convivían y se peleaban.

– ¿Crees que se necesite una disposición especial para ser lector del mismo modo que otros son futbolistas, boxeadores o toreros?

–No. Yo siento que puede haber buenos lectores en cualquier profesión, basta que los motiven a leer. No importa la condición social. Yo he tenido amigos pobres de solemnidad, que en un momento dado tuvieron acceso a los libros y se aficionaron a ellos. Y siguen leyendo.

– ¿La lectura y la escritura producen siempre mejores personas?

–Pienso que la lectura puede mejorar mucho a una persona, porque la hace pensar y actuar en consecuencia. Claro, quienes se quedan leyendo a Corín Tellado o cosas por el estilo, pueden ser buenas personas, pero hasta ahí. Casi todos los buenos escritores son gente de izquierda o liberales (en el buen sentido) y aportan mucho en sus obras para alimentar el coco. Hay quien se queda en la Biblia y ahí sigue sin darse cuenta que hay otro mundo donde viajar.

– ¿Desmentirías la frase de Plinio: “No hay libro que sea malo”?

–A don Plinio no le tocaron los bestsellers ... ni las vidas de santos.

– ¿Para qué sirve leer?

–Leer sirve para viajar, para echar a volar la imaginación, para llegarle a la masturbación (gulp), para adquirir un chorro de conocimientos, para evadirse de la realidad que a veces es muy canija, para divertirse y pasar un buen rato, para tener buenos argumentos para las discusiones; en fin, que sirve para mucho más de lo que uno cree. Añadiría que me gusta leer porque, además, es apasionante y terapéutico.

– ¿Cuál es, desde tu experiencia, la mejor manera de contagiar el gusto y la necesidad por la lectura?

–Empezar a leer es difícil si no hay alguien que te hable bien de algún autor. Es algo que se espera que hagan los maestros en la primaria o secundaria, y de repente se encuentra uno con ellos y no siempre hay tal cosa. Introducir a alguien a la buena lectura, es una enorme satisfacción que se agiganta si se trata de muchachas que, por lo general, leen menos que los hombres, no sé por qué.

– ¿Crees que una mala película venza siempre a un buen libro?

–Las buenas películas casi nunca salen de los buenos libros. Hay películas tan buenas, que le permiten a uno dejar el libro a un lado. Pero hasta ahora no he visto que un buen libro sirva de base para una película buena. Casi siempre se quedan en lo anecdótico o en la aventura y no nos permiten disfrutar el lenguaje y la esencia del libro.

– ¿Dirías que no hay cultura sin libros y, en este sentido, que no hay cultura si no se es lector?

–Hay una cultura literaria, como hay una cultura musical, gastronómica o plástica, que pueden crecer muchísimo leyendo libros de música, gastronomía o artes plásticas. Mientras más campos se frecuenten, puede decirse (creo) que es más culta una persona.

– ¿Te resulta más aceptable o menos censurable una persona inmoral, deshonesta, egoísta, etcétera, por el hecho de ser lectora?

–Todo es relativo, como diría Einstein.

– ¿Los libros cambian el curso de la historia?

–Dicen por ahí que la historia la escriben los vencedores, de modo que no creo que un libro cambie la historia. Aunque sí puede cambiar a alguien que pueda cambiar la historia, como ha ocurrido un chingo de veces.

– ¿Cómo responderías las siguientes preguntas que Gabriel Zaid formula en su libro Los demasiados libros?: “¿Sirve realmente la poesía comprometida? ¿Daña realmente la literatura pornográfica?”

–También me remito a don Einstein. En ambos casos es sumamente relativo.

– Los suicidas wertherianos, de no leer el Werther, ¿no se hubieran suicidado?

–Sepa. Nunca he leído ese libro. Pero si me decido a suicidarme, tendré que hacerlo.

– La lectura de Marx, ¿produjo el 26 de julio en Cuba? La lectura de los Evangelios, ¿produjo el bombardeo de Hiroshima?

–¡Ah, jijos! Creo que estas preguntas se las dejamos a Monsiváis.

– ¿Crees que hay realmente demasiados libros?

–Si me pongo a contar los libros que me faltan por leer, sí: son demasiados y a lo mejor no acabo de leerlos antes de pasar al otro barrio.

– ¿Por qué escribes y narras la historia y la política a través de la historieta?

–He encontrado que con la historieta y los libros-cómic que hago se pueden decir muchas cosas impunemente. Pienso que la gente le tiene pánico a los libros llenos de letras y que, con la ayuda de materiales gráficos y con algo de humor, pueden –casi sin darse cuenta– iniciarse en la lectura y pasar a mejores libros. Mis historietas y libros cuentan todos con bibliografía.

– ¿Has sentido o sabido que tus libros hayan modificado, en algún momento, la existencia de otras personas?

–Muchísima gente, para mi gloria, ha cambiado sus vidas leyéndome. Desde los comandantes sandinistas hasta el Sup zapatista, pasando por una runfla de guerrilleros, curas y estudiantes de bachillerato. Mucha gente se ha vuelto atea, vegetariana o rojilla ora sí que por mi culpa. Y eso me da muchísimo gusto, como comprenderás. Como que le ha dado sentido a mi vida.

– ¿Cuál es el futuro de la historieta?

–El futuro de la historieta depende mucho de los editores. Pero ha bajado muchísimo su consumo en todo el mundo, sobre todo como revista. En Europa se imprimen muchas historietas, pero en forma de libro.

– ¿Contribuye internet a la lectura?

–No creo. O por lo menos en mi caso, internet no me ha ayudado o motivado a leer más y mejor.

– ¿Hiciste uso, en alguna etapa de tu vida, de las bibliotecas públicas?

–Sólo últimamente, y aquí en Tepoztlán, he sacado mi credencial de lector de la biblioteca. Y he encontrado, curiosamente, que hay muy buen material para leer, pero, claro, debe uno tener idea de qué leer y en qué anaquel se puede encontrar.

– ¿Qué tipo de biblioteca personal has formado y por qué?

–Por mi trabajo de divulgador de todos los temas, he tenido que hacerme de una pequeña biblioteca de consulta, donde predominan los temas religiosos, alimenticios, políticos, de historia, psicología y de otros. También cuento con una buena biblioteca de artes plásticas, de caricatura e historieta, de humorismo gráfico, etcétera. Y aparte, otra que ha crecido mucho, de cuentos y novelas, por tener ahora un poco más de tiempo para leer. Puedo mencionar, en riguroso desorden de todas clases, a los siguientes autores: Mario Benedetti, Paco Ignacio Taibo ii , Laura Restrepo, John Coetzee, Milan Kundera, Gabriel García Márquez, la Poniatowska (gran amiga), Álvaro Mutis, Mario Vargas Llosa, José Saramago (mi favorito), Fernando del Paso, José Agustín, Juan Rulfo, Manuel Puig, António Lobo Antunes, Jesús Díaz, Joao Guimaraes Rosa, Graham Greene, Manuel Scorza, Sergio Ramírez, Philip Roth, Alfredo Bryce Echenique, Fernando Vallejo, Ricardo Garibay, María Luisa Puga, Rosa Montero, Isabel Allende (la de los primeros libros), Carmen Boullosa, William Saroyan, Zoé Valdés, Anatole France, John Steinbeck, Erskine Caldwell, José Donoso, Kurt Vonnegut, José Rubén Romero y ahí le paro o nunca acabo. Me refiero únicamente a los autores que conservo, porque, por otra parte, regalo muchos libros: algunos en cuanto los leo ya no me interesa demasiado conservarlos.

– ¿Un “buen” lector lee de todo?

–Pues sí. Yo he tenido que leer de todo, por mi trabajo de divulgación, y eso que a lo mejor no soy un “buen” lector.

– ¿Cómo determinas tus lecturas?

–Según el trabajo que estoy haciendo.

– ¿Crees que a los gobiernos les interesa realmente que la gente lea?

–Obviamente, no. Los gobiernos son felices con súbditos ignorantes.

martes, abril 21, 2009

Poeta Rafael Alberti

I de X de la entrevista con Soler.



II de X historia y educación



V de X vocación



y continua...

lunes, noviembre 10, 2008

Contra la voluntad de originalidad

Miguel Ángel Muñoz
entrevista con Josep Guinovart

Barcelona. España. Con la muerte reciente de Josep Guinovart (Barcelona 1927-2007), desaparece uno de los últimos grandes renovadores de la materia, de la abstracción y del informalismo europeo. Hay artistas que alcanzan la universalidad en virtud de un misterioso proceso de sostenida presencia o identificación con un entorno al mismo tiempo indefinible y muy concreto. Este fue, sin duda, su caso. A partir de 1960 recurre al color y deja atrás la época sórdida y apagada de las maderas quemadas; utiliza el fibrocemento y produce obras de denuncia, de gran preocupación social y política, testimonios críticos de rebeldía ante lo inadmisible, en las que le sirven como eje múltiple elementos extrapictóricos. En 1982 obtiene el Premio Nacional de Artes Plástica en España, y en 1984 el gobierno francés le otorga la Orden de Caballero de las Artes y las Letras. Entre sus más de doscientas exposiciones individuales sobresalen las realizadas en la Casa de las Américas de la Habana en 1972, en el Museo de Arte Moerno de México, en 1977, en The Art Package, Chicago, en 1974, en la Galería Deplana de Berlín, en 1978, en las galerías Rizzoli y Martha Jackson de Nueva York, en 1979, en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, en 1983, en el Museo de Bellas Artes de Long Island, Nueva York, en 1987, Museo de Châteauroux, Les Cordeliers, Châteauroux, Francia, en 1998, en la Fundación Caixa Cataluña de Barcelona, en 2002, en el Museo de Arte Moderno de Bratislava, en 2006, entre muchas otras. Esta entrevista es un fragmento de más de quince conversaciones sostenidas en Madrid, París y Barcelona a lo largo de más de diez años.

– ¿Cree que sea posible definir el proceso creativo?

– El proceso creativo no deja de ser un misterio. No existe una norma que diga esto es creativo y esto no lo es. Este proceso se encuentra en toda la diversificación del lenguaje. La raíz es la misma, el tronco es el mismo, y las ramas serían la especialización de este lenguaje siempre fundamentado en la vocación, porque la cotidianidad del trabajo determina la creación. Y la vocación no implica nunca sacrificio, sino expresión de uno mismo. La única cosa que he podido escoger en mi vida es ser pintor. La creación sólo puede ser producto de esta vocación que, por otro lado, siempre ha estado en nosotros, en el ser humano. Nos viene de muy lejos. Yo definiría el proceso creativo como una forma de hablar de la verdad. En estos momentos que se han roto tantos dogmas, la base de la creación estaría en la libertad, porque nos vamos desnudando de la técnica.

– ¿Cuáles considera que sean los elementos de esa técnica?

– Existe la técnica creativa y la técnica académica. El tecnicismo es un peligro. Se corre el riesgo de ser puro virtuosismo, que puede ser muy rico, pero que acaba siendo frío, vacío. Ahora estamos viviendo un momento de una cierta confusión. Se confunde el trigo con la paja. Al haberse introducido el mercado de manera brutal, se puede llegar a fabricar un pintor y esto es terrible.

– ¿Dónde radica la confusión: en el arte o en el artista?

– Creo que hay una gran confusión respecto al espectador, porque el mercado ha modificado la escala de valores del arte. Estamos en un momento donde se cree que todo es válido, y no lo es. El artista es un transmisor, un médium, y necesita la complicidad del espectador. No hay músico si no hay alguien que lo escuche, ni poeta si no hay alguien que lo lea. Evidentemente, me refiero a un espectador que tenga una predisposición hacia la obra de arte, hacia su comprensión. Y para esto también se necesita un cierto bagaje, una cierta formación cultural.

– En su obra la abstracción y la materia son una forma de expresión que parece que envuelve los elementos formales de sus cuadros, ¿usted cómo la entiende?

– La abstracción geométrica es quizá la que puede parecer más alejada del contenido, de la carga humana. Corre el peligro de caer en la forma por la forma. Toda la pintura que hoy consideramos pionera parte de un momento en que el arte pensaba que podía modificar la sociedad. Pasó en pintura, en cine, en escultura y en la arquitectura. Recordemos a Maiakovsky o Malevitch. Aquella vanguardia creía que modificaba la sociedad. Pintaban los trenes con imágenes para concienciar a los campesinos que los veían pasar cruzando la estepa rusa. Había una utopía colectiva que creo que se ha terminado y que se debería recuperar. Ahora vivimos la utopía individual .

– Es muy poética la visión de Severo Sarduy respecto a la materia en la obra de Guinovart. Eso de ser una pintura en la materia, no precisamente en el material, que sería más bien cosa de los informalistas, sino en el uso del espacio.

– Es que hay gente más lucida que el propio autor. En primer lugar, la materia por la materia es algo estéril, vacío; en todo caso, la materia como medio, como vehículo. Yo no concibo la materia sin espíritu, ni concibo lo espiritual sin la materia. No existe lo espiritual sin lo material.

– Es curioso cómo Guinovart, tan en la estirpe casi genética de Picasso, tan proteico, tan culto, no brutalmente barroco, en el fondo –y en la forma, también– está tan cerca de Miró.

– ¿Y habré de explicarlo? Picasso es un pintor expansivo, mira a muchas partes. Miró, no. Miró crea in mundo muy personal, de imágenes de su firmamento. Picasso es un transformador. De cualquier cosa que veía hacía un Picasso. Miró es un pozo y, como tal pozo, puede –sólo digo que “puede”– agotarse. Picasso no es un pozo. Se amamanta de toda la historia del arte.

– ¿Su sentimiento de la tierra es el mismo que el de Joan Miró?

– Pienso que esto es difícil de definir. Digamos que mi sentimiento coincide con el suyo en muchos aspectos. Pero es una pregunta que se hace complicada. No se trata de decir: “Soy como Miró”, en absoluto. En estas cosas existe mucha subjetividad. Yo diría que Miró está sometido, no sé si conscientemente, al concepto del arte moderno y, digamos, a la dinámica de las vanguardias, con una gran influencia sobre el surrealismo, y con esa libertad de Miró por la que hace un surrealismo muy a su manera. Ese espacio mágico que conserva de los niños. Miró nunca mató al niño. Yo, en ese caso, coincido también con una idea de la libertad.

– ¿Cómo se contempla Guinovart en el panorama actual del arte europeo?

– Me contemplo y me reconozco fuera de la moda, o mejor dicho, de las modas del arte moderno. Estoy vinculado a una libertad que brota, quizás, muy del fondo de un cierto dadaísmo, y menospreciando la originalidad como voluntad. O, dicho de otra forma, produciéndome como si la originalidad no existiera.

sábado, noviembre 08, 2008

Alejo Carpentier: el mito de la raza

Breve reflexión sobre el mestizaje y el mito de la raza por Alejo Carpentier.



Entrevista

martes, octubre 21, 2008

"Los italianos querrían ser como Berlusconi; por eso le votan"

ENTREVISTA: ANDREA CAMILLERI Escritor

MIGUEL MORA

Su casa romana es un fumadero luminoso. A sus 83 años, Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1924) fuma 60 cigarrillos diarios -"a estas alturas, si lo dejo me muero"-, y la habitación donde escribe es pura niebla. Justo lo contrario de su nueva y fascinante novela, La muerte de Amalia Sacerdote, ganadora del II Premio de Novela Negra de RBA, que se edita antes en español que en italiano, y en la que el maestro siciliano, comunista temprano y escritor de éxito tardío con su serie sobre el comisario Montalbano, aclara, a base casi exclusivamente de diálogos y de mucho humor, las turbias conexiones que mantienen la mafia, la política, las familias, los bancos, los adúlteros y los medios de comunicación en Sicilia. Y, por extensión, en Italia. "En la isla todo es más evidente, más obvio".

Al mismo tiempo, sale en España (Salamandra) Vosotros no sabéis, un diccionario de términos mafiosos, delicioso y terrorífico a la vez, cuyos derechos Camilleri regaló a los huérfanos de los policías asesinados por la Cosa Nostra. "Es el libro que más quiero porque sirvió para ayudar a esos chicos. Parece increíble, pero Italia no tenía un fondo de solidaridad con los hijos de los policías que mata la Mafia".

Pregunta. ¿No es raro publicar antes en español que en italiano?

Respuesta. Soy un tipo de reflejos retardados, por eso nunca logré sacarme el carné de conducir. Me di cuenta de que estaba casado cuando tuve mi primera hija; supe que era escritor al traducirme. Esto es la gran confirmación.

P. Pero se han publicado artículos que dicen que las traducciones al español no reflejan su uso del dialecto siciliano.

R. Es una polémica eterna, dicen que los traductores castellanos me traicionan. Ha habido dos artículos largos en el Corriere della Sera, el segundo escrito por un conocido imbécil que dice que mi prosa gana cuando se traduce, ya que es tan complicada. Yo creo que hay traductores escrupulosos y menos, eso es todo. El problema no es la traducción, sino las cuentas que el editor echa con sus autores. Si soy un escritor de grandes ventas, ¿para qué perder tiempo en cuidar el lenguaje? Cada página cuenta, hay que ir deprisa. A mí me es indiferente, no siento ni frío ni calor.

P. El protagonista de la novela es el director de informativos de la RAI en Sicilia, aunque al final afirma usted que nunca ha pisado una redacción... Nadie lo diría.

R. Lo que digo es que nunca he estado en la redacción de informativos de la RAI en Sicilia para que no me demanden... Es una ambientación genérica, vale por cualquier lugar donde se gestiona información.

P. ¿Fuera de Sicilia es distinto?

R. En Sicilia tenemos un presidente regional, llamado Cuffaro, que ha sido condenado por colusión con la mafia, no es ninguna broma. Lo han hecho senador por méritos propios, como suele pasar en Italia. Él es onorevole, si cualquier otro tiene una multa de tráfico, jamás llegaría a ser diputado. Dirían que no tiene los papeles en regla. En Sicilia las cosas son más evidentes, más descaradas, en el continente pasa lo mismo pero son más cuidadosos, todo tiene un tono de nobleza mayor, aunque de vez en cuando todo explota. Tenga en cuenta que en Italia Andreotti ha sido ocho veces primer ministro y lo absolvieron de asociación mafiosa diciendo que fue mafioso hasta 1980, delito prescrito, y luego se redimió. Yo he hecho las cuentas de la gente que mató la mafia antes de 1980, y Andreotti ayer fue a leer la Biblia con el Papa.

P. ¿Cree que la cosa tiene solución? Varios colaboradores muy cercanos de Berlusconi han sido procesados y condenados por delitos mafiosos.

R. ¡Ninguna solución! La Unión Europea no puede decir nada sobre Berlusconi, porque ha sido regularmente elegido. El problema son los italianos, que lo votan. Él se limita a interceptar perfectamente el malhumor italiano, el malestar de la gente, y a iluminarlo con su habilidad de vendedor de coches de segunda mano. Los italianos se reconocen en él. Cuando un tipo es imputado tantas veces en procesos y no lo condenan nunca, porque el delito prescribe o él mismo ha cambiado la ley sobre la marcha para impedirlo, la gente piensa: "Qué listo es, qué grande, qué pícaro". Querrían ser igual que él. Por eso lo votan. Un hombre honesto y que casi no sabe hablar, como Prodi, no les hace ninguna gracia.

P. Prefieren al listillo.

R. En Italia triunfa la ley del motorino (el vespino). ¿Ha visto las motos por Roma? Van en sentido contrario, se pasan los semáforos en rojo, suben a las aceras y sortean los carritos de los niños, tienen derecho a todo. Ésa es la moral de los italianos.

P. No se le nota enfadado.

R. He pasado del cabreo sublime al divertimento. Tengo 83 años y he dicho basta. Veo la mala educación, el disparate, y me divierto pensando en ese dicho: el pez huele mal desde la cabeza.

P. ¿Y cómo ha permitido la izquierda que pase todo esto?

R. Tiene enfrente al Vaticano, que es berlusconista, porque no le importa un bledo que esté divorciado si puede garantizar el apoyo económico a la educación católica. "Pecunia non olet", el dinero no huele mal, siempre es bueno, venga de donde venga.

P. ¿A usted no le suscita dudas publicar en Mondadori, que pertenece a Berlusconi?

R. ¡Claro que sí! ¿Pero qué puedo hacer? Es la editorial con mejor distribución. Con Sellerio, la editorial siciliana a la que siempre he sido fiel, tiro 5.000 ejemplares a 12 euros y cobro el 10%. En Mondadori tiran incluso dos millones, los libros valen 22 euros, hacen ediciones de lujo, pagan el 15%. ¡Yo escribo para ser difundido y leído! Al menos Mondadori depende de su hija Marina, que no es su padre, y el staff editorial es de altísimo nivel, nada berlusconiano. El problema es el país. Si te haces un seguro para una pierna, el dinero acaba yendo a Berlusconi. Si publicas un libro, también. Es ubicuo, como Dios.

P. Así que realmente la cosa tiene poca solución.

R. La solución la dará Dios. Tiene 72 años. Será presidente de la República, y luego debería incluso morirse. No se lo deseo, pero es el curso normal de la vida...

La Mafia, según Camilleri
Extractos del diccionario sobre la Mafia Vosotros no sabéis (Salamandra).

- 'Ammazzare' (matar). Parece ser que Bernardo Provenzano, siendo muy joven y tras un violento altercado en una taberna con un paisano y amigo corleonés, lo invitó a acompañarlo a campo abierto para hablar. Y allí, sentado a horcajadas sobre él, lo mató golpeándole repetidamente la cabeza con una piedra de gran tamaño.

- Droga. La importación de droga y su elaboración (Bagarella era muy hábil en la organización de laboratorios) constituyó, hasta la captura de Riina, una fuente de enriquecimiento de la mafia, si no la principal. Pero el nombre de Provenzano jamás afloró en las en las investigaciones acerca del narcotráfico. Lo cual hizo suponer que, por razones morales, Provenzano no participaba en el tráfico de drogas. Sin embargo, según Palazzolo y Prestipino se trató de un garrafal despiste de los investigadores.

- 'Famiglia' (Familia). El mafioso tiene dos familias: la privada y la mafiosa. La mafiosa es siempre una familia ampliada, abierta. En ella hay un núcleo originario, una célula que le da el nombre y que está integrada por personas unidas entre sí por vínculos de sangre y parentesco. Alrededor, una extensa corona formada por amigos y amigos de los amigos de la familia, por afiliados y asociados a distintos niveles jerárquicos. Por lo común, las familias mafiosas echaban raíces en las ciudades en que su poder se extendía a uno o varios barrios [...]

- Mafia. En los pizzini de Provenzano no hay el menor rastro de esta palabra. Y tampoco en los que a su vez recibe. Es como si -y perdón por la comparación- el administrador delegado de la Fiat y todos los concesionarios de esta empresa, en sus cartas, no mencionaran jamás la Fiat.

sábado, junio 28, 2008

Octavio Paz

Entrevista Soler Serrano

10/12


11/12


12/12

miércoles, mayo 28, 2008

Octavio Paz

Entrevista Soler Serrano

VIII


IX

martes, mayo 20, 2008

Octavio Paz (VI y VII)

Entrevista Soler Serrano

VI


VII

jueves, mayo 08, 2008

Octavio Paz (IV-V)

Entrevista Soler Serrano

P4


P5

martes, mayo 06, 2008

lunes, mayo 05, 2008

Octavio Paz (II)

Entrevista Soler Serrano

domingo, abril 27, 2008

Octavio Paz (I)

Entrevista Soler Serrano

jueves, noviembre 08, 2007

Bush, golpista que demolió la Constitución: Vidal



“Nos han convencido que EU es la envidia del mundo, pero no es verdad”, sostiene el escritor

David Brooks

Los Ángeles, 6 de noviembre. “Hemos perdido la república y nuestras instituciones”, afirma Gore Vidal, al reiterar que “hemos sufrido un golpe de Estado y (George W.) Bush ha demolido a la Constitución”.

El escritor y legendario activista político estadunidense considera, en entrevista con La Jornada, que el estado de esta nación es tan malo que tal vez ya no tiene remedio. “Pocos aquí entienden este punto, pero es lo que ha ocurrido con Bush. Hasta hemos perdido el único regalo que nos dejó Inglaterra cuando nos abandonó a nuestro individualismo: la Carta Magna y el habeas corpus, todo lo que dio el tono del Siglo de las Luces a Estados Unidos”.

Vidal es uno de los escritores y críticos políticos más influyentes de Estados Unidos y su participación en los circuitos culturales y políticos de primer nivel durante las últimas décadas lo confirma como una de las voces más lúcidas en el debate político-intelectual de este país y en el mundo. Esa voz se ha vuelto cada vez más feroz después de que llegó al poder lo que él ha llamado la “junta Cheney-Bush”.

“Bush es algo nuevo”, dice cuando se le pregunta si el actual gobierno sólo es lo peor de lo que ha habido o significa un cambio cualitativo. “Odia a la república. No la entiende. Consigue a esta pequeña comadreja, (Alberto) Gonzales, su abogado personal, y lo único a lo que éste se dedica, antes de que finalmente el Congreso lo obligue a renunciar (como procurador general), es legalizar todo acto ilegal o inconstitucional de este presidente inconstitucional y malicioso que cree en la tortura, cree en matar gente, cree en la guerra unilateral contra otros países que no nos han ofendido de ninguna manera y no nos pueden dañar de ninguna manera”.

Imitando la voz de Bush, Vidal declara: “Soy un presidente de tiempos de guerra, soy un presidente de tiempos de guerra… Bueno, es un idiota de tiempos de guerra, eso es lo que es”.

–¿Y por qué no hay una respuesta masiva de este pueblo ante estos actos tan explícitos y conocidos, trasmitidos por televisión a todos?

–Y todos han descubierto que nada de esto le importa al pueblo estadunidense. Nos han convencido de que somos perfectos. Somos la envidia del mundo, nos dicen la economía número uno del planeta. Nada es verdad, pero nos han educado para creerlo. Cuenta que viaja por todo el país dando conferencias, “y frecuentemente tengo que anticipar las preguntas del público. Una de las cosas a las que tengo que responder es esa afirmación de que ‘todos en el mundo quisieran vivir aquí’. Les respondo que nadie quiere nuestro sistema de salud, ¡por Dios! Y les pregunto: ¿cuándo fue la última vez que vieron a un noruego con una green card? ¿Quién dejaría Noruega para vivir aquí?”, aunque no deja de apuntar: “ése es el país más aburrido de la Tierra”.

Se le insiste: si todos los mitos de lo que hace de éste un “gran país”, el “ejemplo para el mundo” en derechos constitucionales y democráticos, han sido destruidos en estos años, ¿cómo es posible que no haya una reacción popular mucho más amplia hasta el momento?

“De eso se trata un golpe de Estado. Éstas (quienes están en el gobierno) son las peores personas del mundo. Los hombres del petróleo, del gas, los ladrones, gente de Texas, un estado al que me gustaría restaurar su antigua independencia y echarlo a los lobos de México –dice, regodeándose en su humor malicioso ante las protestas del entrevistador, y agrega en español–: a la chingada con Texas”.

Vidal dice que en respuesta a todo eso se ha dedicado a rescatar la memoria nacional: ha escrito novelas históricas, ensayos sobre diferentes épocas de este país, y hasta obras de teatro (acaba de representar el papel de Lincoln en una obra de Aaron Copland, en la famosa arena de espectáculos Hollywood Bowl). Su libro más reciente es el segundo volumen de sus memorias. La memoria, la historia, es su respuesta, su rebelión, contra la cultura anulada de su pueblo.

Actualmente su trabajo de historiador se enfoca en una investigación sobre la guerra de Estados Unidos contra México de 1848. Comenta que el general Ulises S. Grant, comandante de las fuerzas triunfantes del norte en la Guerra de Secesión, quien también ya había participado de joven en la invasión contra México, declaró más tarde que consideraba que la Guerra de Secesión fue el castigo de Dios contra este país por la injusticia y barbarie cometidas contra México en 1848.

–Pero, ¿por qué cunde la amnesia histórica en EU? –se le pregunta.

–Es una cultura de televisión, y la televisión tiene el propósito de vender el producto lo más rápido posible y trasmitirlo sin otorgarle valor –responde.

“Todo es trampa en este país, corrupción y robo. Mire nuestras elecciones: uno recauda suficiente dinero, compra suficiente tiempo en televisión y puede resultar electo aunque nadie lo conozca, aunque a nadie le importe. O sea, ¿cuál es la noticia política todos los días? Cuánto dinero recaudó Hillary... ‘Uy, no. No puede ser, es una antipática’.

“Es una mujer inteligente, y eso la hace odiosa a los varones estadunidenses”, indica. Se le pregunta si le cae bien. “Sí: es una mujer inteligente, no es algo frecuente en mi país”. ¿Pero confía en ella? se le pregunta. “No confío en nadie, soy italiano”, responde.

Trata de explicar el contexto político-cultural del poder en este país. “Nuestra clase gobernante es Inglaterra. Fuimos extensión del Imperio Británico cuando no era su momento más brillante, y así, todas las fallas que se pueden asociar con los británicos también rezan con nuestros gobernantes, aunque nuestra clase gobernante no sería considerada como tal según normas británicas. Cumple el papel de nuestros viejos amos coloniales, como los españoles, estoy seguro, aún lo hacen en México: (la clase gobernante) representa a la Regina Isabela”.

Y regresa al tema de la amnesia: “hay ausencia de curiosidad, creo que es una característica anglosajona. Ahí es donde somos deficientes, no tenemos ninguna curiosidad, y eso que éramos los exploradores, los que abrimos gran parte del mundo; hicimos todo eso, y carecemos de curiosidad sobre casi todo. Creo que en parte tiene que ver con el sistema educativo, que es vil”.

Pero hay una multitud que lee libros, lo que indica hambre por otras versiones de la historia y criticas al poder, se le argumenta; eso demuestra algo, ¿o no? Considera que existe esa hambre “en el viejo Estados Unidos, la república, y algunos tratamos de representarla”. Agrega poco después que, si bien tiene un amplio público, varios bestsellers, millones que leen sus comentarios, no es suficiente. “Sí, tal vez es un signo de esperanza para mi, pero no necesariamente para todo lo demás”, dice.

–¿Qué señalaría usted como algo con vida, algo que ofrece un poco de luz en este país?

–Hay un coro de rechazo a la guerra, pero me sorprende que aún sea tan magro. Son guerras reales, pero pocos se dan cuenta. CNN dice cuántos murieron ese día, pero ahí queda, entre anuncios de nueve tipos de detergentes diferentes. Entonces uno decide qué detergente quiere y cuál muchacho muerto le hubiese gustado que viviera un poco más.

“Es la irrealidad de todo, o más bien, lo surrealista. Los estadunidenses no viven en un país, viven en algún acontecimiento. Ven comerciales de productos que en verdad no quieren, y entre uno y otro está la guerra.

“La gente no puede esperar que los medios le comuniquen algo de valor, algo que pudiera nutrir sus energías. Muchos sí desean un cambio, y da la impresión de que algo puede ocurrir, pero no ocurre. No tenemos país, nadie tiene la sensación de vivir en un país: vivimos en un lugar donde si tienes dinero estás bien, y si no estás en la mierda”.

–¿Cuáles serían las dos o tres cosas que necesita saber un extranjero –un latinoamericano, un mexicano– que está por visitar este país?

–El racismo es lo primero que tiene que saber, y la medida en que domina toda esta cultura. Y número dos: gordura. Éstas son las personas que se ven más gordas y espantosas en el planeta. Hablo de mis paisanos. Viajo a Misisippi una vez al año a algo que se llama ‘Día de los Gore’: el clan de los Gore llega de todos los puntos del país, y uno ve a estos puercos enormes, de cara mezquina, labios delgados y ojos pequeños... gente espantosa, y son mi gente. Los Vidal son un poco mejores.

Por cierto, entre este clan está Al Gore, el ex vicepresidente y ahora ganador del Nobel de la Paz, primo de Vidal.

De pronto, el escritor recita un poco de poesía, su cara cambia y se desvanece su pesimismo. Lo mismo cuando recita pasajes de prosa, citas históricas o anécdotas de sus aventuras artísticas.

Se queja de que ya no existe arte en Estados Unidos. Recuerda los años cuarenta, a su cuate Tennessee Williams y otros. “Para mí esos tiempos ejemplifican lo mejor: la guerra había concluido, la Gran Depresión también, y el mundo era nuestro. Éramos 13 millones de estadunidenses que habían servido en las fuerzas armadas durante la guerra, y estábamos, por fin, libres.

“Estar en lo militar era estar en la cárcel… éramos cautivos del Estado, pero por fin éramos libres, y cundía la sensación de regocijo, y uno miraba a su alrededor, y este Estados Unidos, que no había sido nada culturalmente, o muy poco, antes de 1945, de repente era número uno en el mundo, en todo. Ballet, ningún estadunidense había visto el ballet antes de la guerra, y de repente había Balanchine y más en Nueva York. En pintura, París había sido la capital de los pintores, y de pronto era Nueva York; en todo, poetas, músicos. Aun tenemos rastros de lo que éramos… creía que esto continuaría; las artes brotaban, deslumbraban”. Pero ya no.

Ante argumentos del entrevistador sobre nuevas vertientes culturales, de hip hop y poesía hablada, de tradiciones orales nuevas, de Springsteen redescubriendo a Woody Guthrie, Vidal reprueba a todos. “Pretender que (Bob) Dylan es un gran poeta no va a ayudar la causa de la poesía”, enjuicia. Riéndose con o del entrevistador, añade: “creo que trata de decir que existe un hambre de todo esto”, y al preguntársela si opina lo mismo, afirma: “hay hambre de chatarra”.

“Entre algunos jóvenes hay nociones de que sus pensamientos son valiosos sólo porque son sus pensamientos. Pero el arte no se trata de eso, uno tiene que atinar mucho más alto, tomarlo mucho más en serio. No es nada más sobreimponer un Woody Guthrie sobre el hip hop. Siempre regreso a lo que dijo Walt Whitman: para tener gran poesía se requiere de un gran público: empieza con éste”. Agrega que el clima político, el cual “frena la expresión, la conversación”, no nutre la posibilidad del arte.

La casa de Vidal, en Hollywood Hills, está repleta de arte clásico, sobre todo de arte italiano de los siglos XVI y XVII. El techo de la sala tiene dos paneles como si fuera iglesia; Vidal bromea repetidas veces con que “yo no soy gringo, soy italiano” (vivió durante años en Ravello, donde tenia su otra casa hasta hace poco).

Muestra una imagen en vidrio colgada en la pared, y cuenta que las figuras grabadas ahí son sus antepasados, de la familia Vidal, en 1595. “La mayoría de los estadunidenses ni saben que tenían antepasados, abuelos”. En la imagen están en una región de Austria, pero dice que los Vidal son suizos. Llegaron a Estados Unidos en 1848, época de revoluciones en Europa, obviamente había problemas políticos, comenta. “Tengo miles de primos aún ahí, y ellos escriben el apellido como Vital”. O sea, de vida. Responde: “sí, creo que es altamente simbólico, y es mejor ése que tener el apellido ‘de Morte’”, dice riéndose.

Dice que su padre y su tío fueron militares, educados en West Point, grandes jugadores de futbol americano. Habla de la tradición católica en su familia, y de los jesuitas, “que aseguran estar de ambos lados” del debate político. De la nada sale un comentario de que “Fidel Castro, ése es tan poco comunista como yo, ése es un jesuita”.

Además de su trabajo de historia, Vidal continua haciendo comentarios en televisión, radio y por escrito sobre los graves problemas que enfrenta su país; dice que le han robado el país. La segunda parte de sus memorias, Point to Point Navigation, fue publicada el año pasado y cubre el periodo entre 1964-2006. La primera parte, Palimpsest, cubre la primera parte de la extraordinaria vida de este novelista, ensayista, critico y activista político (ambos están en las listas de los más vendidos). Su última colección de ensayos sobre política es The Last Empire.

Vidal es autor de 24 novelas, cinco obras de teatro, varios guiones de cine y cientos de ensayos, algunos de una extensión de tamaño de un libro. Es considerado como uno de los escritores estadunidenses más importantes de los últimos 100 años.

Su otra tarea pendiente, cuenta, es la posibilidad de realizar una entrevista con el presidente Hugo Chávez para una de las principales revistas nacionales de Estados Unidos.

A sus 82 años de edad, y a pesar de sus rasgos a veces arrogantes (pero a los que, como pocos otros, tiene derecho) y el casi gozo que siente de su visión pesimista, Vidal confirma también lo mejor de este país: la rebelión de un intelectual honesto y comprometido ante la imposición de políticas obscenas y absurdas que intentan anular la memoria y, por lo tanto, otro futuro para Estados Unidos. Aunque seguramente se burlaría de cualquier pronóstico de un cambio radical en su país por ahora, no cabe duda de que su deseo es por lo menos contribuir a los esfuerzos por restaurar lo que llama “la República”.


miércoles, noviembre 07, 2007

The Police nunca se separó; sólo tuvo un largo año sabático, dice Copeland

El grupo era como una caja dorada que controlaba nuestras vidas; volvimos a ella, pero ahora tenemos las llaves, expresa el baterista

Juan José Olivares

“The Police nunca se ha separado, sólo tuvo un año sabático un poco largo, en el cual conseguimos nuevos trabajos, nueva vida, pero en el que nunca olvidamos que pertenecíamos a este grupo. No siento que han pasado más de 20 años. Es como si en la memoria, el tiempo hubiese desaparecido; percibo como si nunca hubiéramos dejado de tocar, pareciera un sueño, es como irte a dormir y tener en mente que eres de The Police, pasa ese tiempo y te levantas y sigues siendo de The Police.”

Esto lo comentó –en entrevista vía telefónica desde Nueva York a La Jornada– Stewart Copeland, uno de los bateristas más finos en la historia del rock, parte de este trío de virtuosos que completan Gordon Summer (Sting), bajista y cantante, y Andy Summers, el guitarrista y compositor.

The Police regresa a México para presentarse el próximo 24 de noviembre en el Foro Sol, luego de ese mítico concierto ofrecido hace 27 años en un salón del Hotel de México (hoy World Trade Center), y que sólo algunos privilegiados disfrutaron de ese híbrido de punky, pop, jazz, reggae que el trío desarrollaba. Cabe señalar que Copeland creó The Police primero junto con el tristemente olvidado guitarrista Henry Padovani.

Se dice que el concierto ofrecido en 1984 en Australia (como final de su gira para promover el disco Synchronicity y sin contar con los tres realizados en 1986 para Ammistía Internacional), fue el último antes de separarse. Bueno, de dejar de tocar juntos.

Una forma de escape

–Cuando The Police dejó tocar y grabar, Stewart Copeland dijo que era como escaparse de una caja dorada.

–La caja dorada está de vuelta ahora, pero esta vez tenemos las llaves. Te explico: la caja dorada es algo que los artistas experimentan: tener un trabajo hermoso, pero el cual les impide hacer cualquier otra cosa. Nuestra vida en ese tiempo estaba controlada por la banda. Las grabaciones y conciertos eran primero y nuestras cosas personales pasaban a segundo término. La familia, el hogar… todo era sacrificado por el grupo. Y también las cuestiones artísticas individuales se sacrificaban. Tuvimos que destruir la caja de ese entonces. Reunirnos para tocar fue algo muy extraño, ahora es extraño porque era algo que se preveía normal.

Copeland, nacido el 16 de julio de 1952 e hijo de un ex agente de la CIA, es también compositor de scores (música para cine). A la par de The Police editó varios sencillos con el seudónimo Klark Kent, y posteriormente formó parte de conjuntos como Animal Logic o Oysterhead, junto al bajista y cantante de Primus, Les Claypool. También formó parte de un grupo de rock progresivo llamado Curved Air. Además cooperó tocando la batería en algunas piezas del álbum So, de Peter Gabriel. Entre sus trabajos para cine se encuentran El muchacho de la moto reina, de Francis Ford Coppola; Hablando con la muerte, de Oliver Stone, y Riff Raff, de Ken Loach, entre más de 30 trabajos.


Con The Police grabó Outlandos d’Amour y Regatta de Blanc, Zenyatta Mondatta, Ghost in the Machine y Synchronicity.

–Se dice que The Police es una de las mejores bandas en la historia del rock

–Creo que comparto su opinión.

–¿En qué lugar la coloca?

–Ese es el trabajo de ustedes los periodistas y críticos; el mío es hacer música.

Pero Copeland insiste en la represión de pertencer a una banda como esta: “Era imposible hacer cualquier otro proyecto fuera de The Police. No podías tener distracciones, nadie podía ser compositor o actor, nada que se antepusiera a lo que se hacía en la banda. Ya no queríamos ser rock stars, no queríamos ataviarnos con esa vestimenta. En mi caso, sólo quería llevar a mis hijos a la escuela y usar pantalones normales. La cuestión, luego de separarnos era qué tipo de ropa vestir y no ser un personaje público. Es un dilema de muchos músicos. Luego de 20 años nos dijimos: toquemos juntos y vistamos ropa normal.”

–¿No le gustaba más ser rock star que ser sólo un buen músico con virtuosismo?

–Por mucho prefiero lo segundo. Ser rock star no es bueno, no es real, es sólo algo que no tiene que ver con la realidad. Ser un artista, eso es real, la música es verdad. Dar giras, tomarse fotos, salir en revistas, no es real.

–También se dice que hay todo un corporativismo alrededor de las bandas exitosas como en su caso fue con The Police.

–Eso es agua turbia

Libre para disfrutar todo

–Y ¿cómo se siente ahora?

—Libre, porque ahora disfruto la música, disfruto tocar con Andy y con Sting, disfruto la respuesta del público; es realmente divertido. Mis hijos ahora se sienten orgullosos de ver que llenamos estadios, y luego ver que llego a casa: ese es un goce. Ahora son 24 horas al día de disfrute de esas cosas que no pudimos disfrutar antes. Ya no quiero dejar a mi familia, quiero disfrutar, por ejemplo, del Halloween con ellos. Ahora como compositor disfruto ser baterista de una banda y tener una vida normal. Vivo el mundo, pero mi amigo Sting no, él aún vive un mágico Stingdom (reino de Sting).

–¿Que sintió cuando volvió a tocar piezas que no interpretaba desde hace muchos años?

–Fue difícil volver a tocar nuestras rolas porque en todo lo que hacíamos no estábamos de acuerdo. Ahora necesitamos mayor concentración.

–¿Qué harán luego de terminar la gira?

–No lo sé. Creo que cada quien continuará con sus proyectos. Puedo no trabajar más, pero disfruto hacerlo. Mi carrera se ha dado en un mundo muy competitivo, así es para los compositores. Mi competencia, estará contenta porque he dejado eso por un tiempo. Creen que mi carrera como creador de canciones ha terminado, entonces ahora comenzaré a ser un bailarín (bromea).

–¿Haría una nuevo disco con canciones nuevas con The Police?

–No creo que funcione. Quizá… pero no por ahora.

–Continuará con sus scores (música para películas)

–Tengo un amigo cineasta que ha estado muy prendido con la idea de seguir trabajando juntos.

–¿Recuerda la experiencia de haber tocado en México?

–Mucho. Tengo en mi memoria esa presentación, recuerdo lo loco que fue porque el edificio se sacudía (el edificio se estaba aún terminando), recuerdo el escenario desintegrándose y los cuerpos del público volando, y por supuesto, la comida mexicana.

lunes, noviembre 05, 2007

La flor de fuego: Leonora Carrington 90 aniversario


Elena Poniatowska

– Leonora, no seas mala, dime algo de tu primera comunión – le pregunté a la gran pintora en una entrevista para el suplemento México en la Cultura que se publicó el 9 de junio de 1957.

–No me acuerdo de nada. ¿Por qué quieres que te hable de eso tan lejano y tan raro?

– Porque me interesa horriblemente la primera comunión de la gente, esa mañana inolvidable en que uno parece quedarse para siempre en ayunas del misterio que esperaba recibir.

–¿Para qué te fui a dar el retrato de mi primera comunión? Además, no es cierto que te lo di, tú te lo quieres llevar. Fui católica pero no me gustó.

– ¿Hiciste tu primera comunión en Londres?

–No, no. La hice en la zona de las minas de carbón donde unos hombres como diablos sacan de la tierra la luz y el calor para nosotros. No vayas a decir que no me gusta la Iglesia católica porque me mandan a Guatemala o algo peor.

– Entonces tienes que decirme a cambio las cosas más importantes que te han sucedido en la vida.

–¡Qué horror! Lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis dos hijos, pero esas cosas le pasan a cualquiera y las puede hacer todo el mundo.

“No, Leonora. Los hijos que tú has hecho no son como todos los niños del mundo. Pablo y Gabriel tienen los ojos ardientes, más negros que el carbón de las minas de Inglaterra y más luminosos que los diamantes del Transvaal con mil alfileres dentro... Y además esas tazas de chocolate que tú les das, hecho con miel de abejas y a razón de cinco barras por piocha, y que saben a puros balazos de plomo derretido, les ponen los ojos todavía más oscuros y resplandecientes, como si tú misma se los pintaras con el más espeso de los negros de humo...” Esto lo escribí en ese entonces, pero ahora escribo:

Leonora Carrington nació el 6 de abril de 1917 –este 2007 cumplió noventa años– en una pequeña ciudad llamada Chorley, Lancashire, en el norte de Inglaterra. Su padre era inglés e irlandés, su madre totalmente irlandesa. Su padre, industrial afortunado, tenía una fábrica de textiles; su madre, muy bella, era muy, muy católica. Leonora tuvo tres hermanos: Pat, Gerard y Arthur, y los cuatro vivieron en Westwood, luego en una mansión llamada Crookhey Hall que Leonora recuerda en sus cuadros y en Hazel Wood, hoy un retiro para ancianos.

La campiña inglesa impregnó la fantasía de la niña Leonora, porque una niña que vive en medio de árboles no es igual a una flor de asfalto. Muy pronto, sus padres se dieron cuenta de que habían dado a luz a una flor de fuego. Leonora corría en el húmedo verdor como un elfo más, un druida, una maga que habita un cuento de hadas. Su nana irlandesa, Mary Cavanaugh, alimentó su imaginación en esos senderos de ramas entrelazadas, en esos bosques cruzados por caballos cuyo galope blanco la hacía sentirse libre. Muy pronto habría de incendiarse al viajar a Irlanda para ver a su abuela que le reveló sus raíces celtas. Y su impermeable, porque Leonora siempre anda de abrigo y bufanda.

LEONORA MINERAL Y CELTA

Alguna vez, en su casa de la calle Chihuahua en la colonia Roma, Leonora Carrington me aconsejó echar los restos de las hojas de té, los asientos de café, las peladuras de papa o de zanahoria, las vainas de los chícharos, todo menos una salchicha –que además es antiestética–, en una maceta con tierra, ya que formarían un compost , un abono notable. Desde entonces los nomeolvides y las matas de lavanda florecen en mi jardín que es del tamaño de un pañuelo. Esta fórmula me ha llevado a pensar en Leonora incontables veces y a darme cuenta de que ella misma es un poderoso fertilizante. La tierra es su intimidad, crece y reverdece como ella, extiende sus ramas como brazos en el aire o se acuclilla en el suelo para ver mejor sus musgos, sus hongos, sus ríos de hormigas, sus orugas, catarinas de la buena suerte, todos esos organismos microscópicos que se reproducen al infinito. Desde niña, Leonora ha desentrañado secretos de la naturaleza e intuye mejor que nadie cómo complacerla. La tierra no es fácil, hay que saberle el modo, evitar su mal humor y sus castigos que resultan devastadores cuando tiembla o desata vientos huracanados y maremotos. Leonora sabe calmarla, darle su ramita de “tenme acá” como los campesinos, tranquilizarla para que no se sienta agraviada.

En alguna cena, en casa del mecenas Isaac Masri, al hablar de corrupción, mal gobierno, voracidad, el poder y el dinero, Leonora concluyó: “Sería bueno matar al pequeño Salinas de Gortari que todos tenemos dentro.”

No sólo en la pintura sino en la vida diaria de Leonora se hacen presentes los celtas. En ella hay mucho de dolmen y de menhir, de laja y de pilar de piedra, de roca y de naturaleza, de pastora y de sembradora. Leonora podría ser una diosa celta, la reina de los espectros, la dueña del inframundo, la que proporciona secretos y conoce la fórmula de las pócimas mágicas del año 1000 antes de Cristo, cuando los celtas se instalaron en las islas británicas.

Su madre le compró pinceles y acuarelas y más tarde le regaló óleos y la alentó, a pesar de la oposición de su padre, pero más que nadie, Leonora se alentó a sí misma y saltó uno a uno los obstáculos más difíciles, porque su padre la envió a Newhall, un convento católico que antes fue uno de los palacios de Enrique viii . Nunca entendió a las monjas ni las reglas de educación impuestas a las niñas aristócratas y, desde entonces, año tras año, se sintió una desterrada, una oveja negra, una paria, proscrita por la sociedad. A los diecisiete años, su madre la presentó a la corte inglesa y una foto patentiza su belleza, pero también su rebeldía, porque al día siguiente decidió viajar a Florencia a estudiar arte. “No quiero ser una debutante, quiero pintar.” “La libertad de cada uno requiere romper el consenso de todos”, escribió Antonin Artaud.

Institutrices, campanadas, abluciones matutinas, rezos, la voz de los sueños, la ilusión, las buenas conciencias, los actos fortuitos, la domesticación, los bailes en la corte, los sistemas de poder y autosuficiencia, la prestidigitación, lo insólito, el jabalí, el diálogo con los animales y con los objetos, todo eso me une a Leonora y es también parte de mi infancia. Los seres que la habitan son la columna vertebral del cuerpo de su vida y también de la mía –la pila de agua bendita con la que me persigno–, aunque ahora en las iglesias las pilas no tengan agua. Recuerdo que una tarde quedé hipnotizada por su cuadro de monjitas que enfrentan las olas de Manzanillo en mágicas embarcaciones. Esas monjitas eran las de Eden Hall, convento del Sagrado Corazón, donde permanecí tres años, en Pennsylvania.

LEONORA SURREALISTA

Su padre, para variar, volvió a oponerse al viaje a Florencia y a la pintura, pero, después de Florencia, Leonora estudió en Londres en la Academia de Amédée Ozenfant y pintó en sus narices. (O a lo mejor le pintó la nariz.) De nuevo fue su madre quien resultó definitiva porque le regaló el libro de Herbert Read sobre surrealismo que tenía a Max Ernst en la cubierta: Deux enfants menacés par un rossignol . Lo conoció en Londres, volvió a verlo en París. Entonces descubrió el amor loco y el surrealismo. André Breton, Tanguy, Péret, Balmer, Arp, Salvador Dalí y muchos más discutían en el café de Deux Magots al que también iba Picasso. Ardían como fogatas y corrían riesgos, producían ideas y reían hasta las lágrimas de los burgueses, provocaban a los gendarmes que huelen a queso y el suyo era el triunfo de la imaginación.

El gobierno francés empezó a arrestar judíos y se llevó a Max Ernst. Para Leonora ese fue uno de los episodios más traumáticos de su vida y la hizo escapar de Saint-Martin D'Ardèche, atravesar Los Pirineos y llegar a España. Allí, en Santander, gritó su rebeldía y cumplió con lo que Tristan Tzara había postulado en su Manifiesto de 1918: “Que grite cada hombre: hay un gran trabajo destructivo, negativo por cumplir. Barrer, asear. La limpieza del individuo se afirma después del estado de locura: de locura opresiva, completa, de un mundo dejado en manos de bandidos que desgarran y destruyen los siglos.” Más tarde, Leonora escribió su libro En bas , (Abajo), Down Below , sobre su aterradora experiencia en el hospital. Si se llega hasta el fondo del pozo, se resurge porque allá abajo aguarda el resorte. Otros libros están marcados por ese maltrato: The Stone Door, ( La puerta de piedra ), Fear, (Miedo), La dama oval, La trompeta acústica , que debió encantarle a Buñuel porque era sordo.

La embajada de México en Portugal le dio asilo y Renato Leduc ofreció casarse con ella (la única forma de escapar) y así viajaron a Nueva York, en 1941, en uno de los últimos barcos en salir de Europa. Después de un año en Nueva York (volvió a ver a Max Ernst en 1942, ahora con Peggy Guggenheim), tomó el tren a México con Renato Leduc para luego separarse. Para nuestra fortuna, Leonora aquí se quedó. Renato contaba que a Leonora le daba miedo la soledad, y cuando él se iba a trabajar o a la cantina a escribir poesía, “la inglesa” hablaba más con su perro que con él. Leonora ilustró Las quince fabulillas , de Leduc. Patricia Leduc, la única hija de Renato, cuenta que Leonora los invitaba a cenar y ella y su madre se abrazaban con simpatía.

LEONORA MEXICANA

En México, Leonora encontró de nuevo a la gente con quien se sentía bien: Benjamín Péret, Alice Rahon y su marido Wolfgang Paalen, pero sobre todo Remedios Varo y Katy Horna, la fotógrafa, a través de quien conoció en 1946 al húngaro Chiqui Weisz, quien falleció en 2006, padre de sus dos hijos, Pablo y Gaby. Su círculo de intelectuales se amplió hasta llegar a Poesía en Voz Alta y hacer el vestuario y los decorados de La hija de Rapaccini , de Octavio Paz, basada en Nathaniel Hawthorne. Tanto Octavio Paz como María Félix le rindieron culto y ella retrató a la Doña , que también admiró Renato Leduc. Su actitud vanguardista la llevaría más tarde a donar un cuadro al Movimiento Estudiantil de 1968 para que se rifara y Carlos Monsiváis recuerda que lo ganó el poeta guatemalteco Raúl Leiva. ¡Qué padre sería que estuviera ahora en su “El estanquillo”!

La represión contra los estudiantes la hizo viajar a Nueva York, donde vivió con su perro filósofo Baskerville que sabía mucho de budismo.

VOLVAMOS A 1957. LEONORA es una mujer bellísima, su pelo negro es de obsidiana, ondula como un río, sus ojos sonríen y de sus manos salen flores y verduras como las de Arcimboldo. Me mira divertida:

–¿Qué se dice en las entrevistas, Elena? ¡Puras mentiras! ¿Verdad?

– Bueno, unas gentes dicen que dicen la verdad, otras de plano mienten como charlatanes de plazuela, pero al fin y al cabo todo viene siendo lo mismo.

–Pues empieza diciendo sencillamente: “Desde su más tierna infancia, la pintora Leonora Carrington se halló perpleja ante el dilema terriblemente psicológico de ser una cantante en la Scala de Milán, o de dedicarse a la agricultura metódica y racionalista que debía incluir forzosamente el diseño y la fabricación en serie de equipos agrícolas que mediante ciertos cambios podrían utilizarse en psiquiatría como prueba de eficiencia mental.”

– ¿De veras querías ser cantante de ópera?

–Lo de los aparatos es pura mentira, pero es cierto que quise cantar. Al fallarme la garganta, pues ni modo, no me quedó más remedio que ponerme a pintar. A propósito, Elenita, ¿no tienes hambre? ¿Quieres una torta?

– ¿Aquí hacen tortas?

–Sí. Tortas y tacos y todo lo que quieras.

– No, muchas gracias, mejor una limonada, pero que sea de deveras. (A lo mejor aquí las tortas y los tacos son de naturaleza muerta, y la cocinera es una bruja experta en lagartijas y colas de escorpión a la vinagreta, y los sándwiches están hechos con cartas del Tarot, esa baraja mágica que nos legaron los franceses, allá cuando Carlos IX se dedicaba a degollar protestantes y a decir misas negras.)

–Pediré dos limonadas para que escojas. Una sin limón y otra sin azúcar.

Leonora es una anfitriona excelente, para menores de edad. No hay cosa que haga más feliz a los niños que ofrecerles dos cosas iguales para que ellos perciban la diferencia.

–Como solamente podía cantar en fa menor y mi especialidad era cantar precisamente el fa sobreagudo, me dijeron que me hacía falta engordar ochenta kilos para llegar con éxito a las notas graves. Preferí quedarme flaca y pintora. (¡Pero qué chistes tan malos estoy haciendo!) Otra ambición mía era la de poner huevos, como gallina. Esto es verdad también, pero también me falló. Y como no pude cantar ni poner huevos aquí me tienes pinta que pinta.

Dicen que hay blanca, negra y roja. Lo cierto es que Leonora hace magia de todos los colores. Y es la bruja más bella que ha llegado en buen estado a nuestros días. En la Edad Media la quemaron tres veces los inquisidores de Francia, España e Inglaterra. Pero ella salió cada vez más limpia del fuego, hasta quedar convertida en delgada varilla de metal precioso. Porque Leonora Carrington es la pintora que más se parece a sus pinceles, y hasta hay quien dice que pinta con sus pestañas. Como estaba descontenta y Pisanello había pintado ya todos los pájaros del mundo, Leonora se puso a inventar otra vez la realidad. Hizo estudios de zoología fantástica y el Gavilán de Horus vuela por sus cuadros vestido de arlequín.

–Sí, sí, me acaban de regalar el libro de Jorge Luis Borges, pero en sus páginas no he hecho más que saludar a mis antiguos conocidos, Leviatán y Behemot, al Fénix, al ave de Roc, al Cancerbero, al Unicornio y al Ciervo Celestial, al pez Jasconio que San Brandan tomó por una isla y edificó en su lomo una catedral. Conozco a todos los animales metafísicos de Dante y de San Juan. En mis sueños de niña hacía espléndidas cosechas de cabezas de Hidra y de colas de Basilisco.

– Pero los seres de tus cuadros superan todas esas imaginaciones. Dime de dónde sacas esas mujeres que al mismo tiempo son ramas, nidos y pájaros, esas monjitas que se ahogan en el vaso de agua de su virtud, esos nigromantes y astrónomos de larguísimos sombreros, esos bosques de fantasmas, de larvas y de hongos venenosos con los que Octavio Paz saturó para siempre a la Hija de Rapaccini. ¡Pobre de Manolita Saavedra! Cómo se moría cada noche en el escenario asesinada por ustedes dos, retorciéndose y gritando como una cierva traspasada de saetas envenenadas.

–¿Qué quieres que te diga? A una la visitan los sueños que vienen no se sabe de dónde. Yo creo que mis cuadros son un poco cosas que soñé o pesadillas que tuve.

– Y yo que quería que me hablaras de puro surrealismo, de Max Ernst, que hizo tu retrato, y de tus amigos de París.

–Ay no, no quiero hablar de eso, pero bueno, pregúntame lo que quieras.

– Pero es que yo no sé nada del surrealismo y menos del francés, porque aquí en México suceden puras cosas fuera de lo común, ¿o no te parece? Déjame que te pregunte las tonterías de costumbre. Por ejemplo, ¿cuál es para ti el colmo de la felicidad?

–A una persona tonta, una respuesta tonta. Pues quién sabe. Hay que contestar una cosa chistosa. Estar acostada con un buen libro comiendo chocolates.

– ¿Cuál es el colmo de la infelicidad?

–Estar con gente aburrida y sin posibilidades de escapar.

– ¿Cuál es tu flor predilecta?

–Bueno, eso depende del país en que estés. Puedes decir que el girasol.

– ¿Quiénes son tus escritores favoritos?

– M. R. James, Robert Graves, James Stevens...

– ¿Tu heroína de ficción favorita?

–Tengo tantas. Espérame. Estoy pensando. Continúa tu cuestionario y me vuelves a hacer la pregunta después.

– ¿Cuál es el hecho histórico que más admiras?

–Casi ninguno, pero sí. Hay fechas históricas que admiro. Por ejemplo, la Caída del Patriarcado que ocurrirá en el siglo...

– ¿Cuál es la revolución que deseas?

–La revolución del hombre contra sí mismo. Esto no es claro. El individuo que hace la revolución contra sí mismo... Elena, tus preguntas no son nada tontas. Son muy difíciles. Yo soy muy iletrada. Leo muy poco.

– Pasemos entonces a la pintura. ¿Cuáles son tus pintores favoritos?

–Paolo Ucello, Breughel el Viejo y Jerónimo Bosco.

– ¡Qué bonito! ¿Cuál es el pintor mexicano que más admiras?

–José Luis Cuevas.

– ¿Por qué Cuevas?

–No sé. ¿No te gusta a ti?

– Sí, Leonora, lo bueno de José Luis Cuevas es que se interesa en todo y en muchas cosas además de su propia pintura. Le escriben una carta y la contesta. Le piden que haga una cosa y él la hace. Nada le aburre. No es como Françoise Sagan.

–¿Cómo es esa Sagan?

– Es la novelista de Bonjour Tristesse, (Buenos días tristeza) a quien ya nada le interesa ni le gusta. Está totalmente blasée.

–¡Qué horror! Ese es un estado de espíritu que para mí es la muerte. Qué horror, qué horror. ¿De verdad no le gusta nada? Para mí sería la pesadilla más espantosa que eso les pasara a mis hijos. Si quieres, Elena, podemos decir algunas cosas acerca del espíritu abstracto existencialista. A los que dicen que el surrealismo está muerto, hay que darles un buen palo.

– ¿Viste que había un reportaje de Cuevas en Life?
En ese momento se acerca un cachorrito, un animalito mitad conejo y mitad perro, todo dulce y tibio.

–Mira Elena, se llama Georgy Gómez. Porque es mitad escocés y mitad mexicano... ¡Georgy, Georgy!

El perro se acuesta y nos vigila. Huele a ajo.

–No, no vi el reportaje sobre Cuevas en Life ...

– ¿Y no has visto el de Mathieu?

–Es la plaga ese Mathieu. No lo conozco, así que es completamente un horror impersonal el que le tengo. Mathieu es el último espanto de la pintura. Es mucho peor que Bernard Buffet. Parece que pinta con pasta de dientes. Es un francés que se hace muchísima publicidad, y cuando lo entrevistan se sienta en un trono. ¿Sabes cómo pinta? Corriendo, corriendo. Es algo horrible. Estamos en una época de pintura dentífrica.

– ¿Cuál es tu color favorito?

–Un color para mí no existe sin otro color junto a él.

– ¿Cuál es el elemento terrenal que prefieres? ¿El agua, el fuego, el aire, la tierra?

–Esta pregunta es igual a la anterior. Un elemento no existe sin otro, todos me gustan.

– ¿Cómo quisieras morir?

–No me gustaría morir de ninguna manera, pero si debo hacerlo algún día, que sea a los quinientos años de edad y por evaporación lenta.

– ¿Cuál es tu música favorita?

–La que tocan los gaiteros de Escocia.

– ¿Por qué te gustan ésos?

–Me encantan, pero no te puedo decir por qué. ¿Quieres oírlos? Ahorita te pongo un disco.

– No, Leonora, gracias. Si no, nunca acabaríamos la entrevista. ¿Cuál es tu fruta favorita?

–La nectarina, una fruta que se come en Inglaterra entre ciruela y durazno. Sabes, estoy pensando acerca de esa pregunta que me hiciste sobre la revolución. Realmente me declaro por la revolución pero estoy muy en contra del comunismo. Estoy por el acuerdo final entre los seres, entre los hombres y las mujeres, entre los hombres y las mujeres y los animales y los pájaros.

– ¿Cuál es tu pájaro favorito?

–La garza. Pero también el ganso. Me gustan muchos los gansos salvajes. También me encantan los patos. ¿A ti cuáles?

– A mí los gorriones, esos pajaritos grises y cafés que se esconden en los techos de las casas. ¿Leonora, en dónde te gustaría vivir?

–Aquí en México, donde estoy.

– ¿Cuál es tu autor favorito?

–¿Eh?

– El escritor mexicano que más te ha impresionado.

–Tú.

– ¡No!

–Sí, ándale, ándale, pon Elena Poniatowska.

– Así como quien no quiere la cosa. ¿Cómo voy a poner semejante barbaridad?

–Sí, sí, para iniciar tu carrera de escritora, para lanzarte. Sí, ándale, ándale. Lo pones de una manera diferente, como si tú no fueras. He leído tus Viajes en Medio Oriente ¿No has escrito eso? Qué importa. Yo no sé lo que has escrito pero no importa. En realidad tengo una radical imposibilidad para leer en español.

– ¿Pero entonces no has leído a Octavio Paz? ¿Cómo es que hiciste los decorados para Poesía en Voz Alta?

–¡Ah, sí! Octavio Paz es el único que he leído.

–¿ Leíste su poesía o El laberinto de la soledad?

–Su poesía. A mí las teorías no me interesan.

– ¿Qué es lo que más te gusta comer?

–Chocolate, ajo, mucho ajo y papas. ¿Yo creo que ya, verdad?

– Sí, me voy antes de que llueva.

–Te podría caer encima una lluvia radiactiva. Dijeron en el periódico que estaba lloviendo radiactivísimamente.

LEONORA Y LA ESCULTURA

Ir a casa de Leonora siempre me hizo muchísima ilusión. Recuerdo una noche en que cenamos mole. Pablo y Gaby se habían ido a dormir. Leonora había cocinado el mole desde la noche anterior y siguió toda la mañana, toda la tarde y cada vez le echaba más cosas. Lo movía en una cazuela de barro con una inmensa cuchara. (Hay que aclarar que el lugar de encuentro en casa de Leonora es la cocina.) Cuando el mole quedó bastante espeso y sobre todo pe-sa-do, nos lo sirvió con el mismo cucharón en un plato sopero. Lo oía yo caer por mi garganta hasta el estómago, clonk, clonk, clonk, clonk (Leonora aún no escribía su texto acerca de cómo se había comido al arzobispo de Westminster en mole verde), y cuando terminamos y limpiamos el plato y nuestros labios, Leonora ordenó: Chiqui, get the desert y Chiqui subió a un ropero y bajó de lo alto unas tabletas de chocolate “Crunch, crunch” y unas barras de Hershey's de la época del pleistoceno, y así terminó una cena memorable, casi tanto como el cuento “La invención del mole” que publicó la Revista Mexicana de Literatura.

Hasta 1980, los dueños de galerías de Europa, Estados Unidos y México calculaban que Leonora había pintado más de mil cuadros, cientos de dibujos, acuarelas, temples, además de sus esculturas y tapices y del mural El mundo mágico de los mayas en el Museo Nacional de Antropología, hecho en 1964. ¡Nadie esperaba que a los noventa años sorprendiera al mundo con sus formidables esculturas!

Ahora, en el extraordinario museo de la Indianilla , de Isaac Masri, gritan sus esculturas como lo pedía Tristan Tzara. Once figuras en bronce se alzan hasta llegar al techo ya de por sí muy alto (y muy bello), porque a Leonora sus sueños la hacen levitar. Hasta el Horno de Simón Magus vuela, porque su manija es un pájaro, como vuela la notable Música para sordos y la Mesa caníbal de dos caras y la Esfinge , y La sombra del ahuehuete que deshace sus brazos y desgarra sus vestiduras. La madre de los lobos nos devuelve a la fijación de Leonora por cuatro animales: el caballo, el lobo, la hiena y el jabalí. La virgen de la cueva parece ofrecer la sangre de Cristo en una cuenca, y otra bella máscara lleva el nombre de Corrunus . La escultura es táctil, se hace con las manos, y es bonito imaginar las manos nerviosas de Leonora y sus ojos de pájaro esculpiendo. Harry Potter no está tan lejos de ella, se remonta a las antiguas fábulas y por eso conquista a millones de lectores ansiosos de otra realidad. Al sacar de sí misma los fantasmas, Leonora se acendra y nos los endosa, habitan nuestra alma como en la suya y la forjan. Leonora martillea la mía. Pasar de la cera perdida al bronce es algo contra lo que nadie puede. Casi todos los títulos de las pinturas de Leonora son ingleses. Me identifico con el Retorno de la Osa Mayor porque Guillermo Haro sabía ver el cielo, y hago mío el cuadro en el que aparecen Pablo y Gaby, niños, con sus capas negras: Y entonces vimos a la hija del Minotauro. Crookhey Hall también ejerce la misma fascinación.

A los noventa años, dos más que Doris Lessing, Leonora nos deslumbra con una asombrosa exposición. Reconocida en el mundo entero como uno de los pilares del surrealismo, Leonora Carrington ya era revolucionaria antes de su encuentro con los surrealistas y su amor por Max Ernst. Muy pronto se dio cuenta de la injusticia del mundo y de la sinrazón de la sociedad en contra de las mujeres. En el convento de monjas debieron darle algunas pruebas de las limitaciones que se les imponen a las niñas y con razón la expulsaron por su rebeldía. Nunca se doblegó, fue siempre una yegua rebelde con crines de fuego, y el propio Max Ernst la bautizó Bride of the wind , “Novia del viento”.

Sensible hasta la exacerbación al encarcelamiento de Ernst, el sufrimiento maduró su obra y ahora es ella quien guía a los hombres y a las mujeres hacia un mundo en que pueden salvarlos los poderes de la mente (y del corazón). En el mundo de la tecnología, Leonora es la primera en temerle a la noche y a las malas vibras, y la primera en crear una atmósfera en que los animales son fuerzas del destino, como los nahuales lo son de los indígenas. Con razón una de las maravillosas esculturas que presenta en el Museo de Isaac Masri se llama: El nahual del mono con su águila en el dedo. A cada uno de nosotros le corresponde un animalito sobre la tierra, un hermano, un ángel de la guarda sin alas aparentes. El suyo es el caballo. Y tiene alas de arcángel.

Gracias a Leonora giramos entre el inconsciente y el mundo de la naturaleza. Gracias a ella, también, México puede ostentar la joya más preciada en la corona del surrealismo, o mejor dicho, la estrella más alta en el alto árbol de quienes quisieron transformar al mundo: los surrealistas.