Se sabe que a nivel mundial existen más pobres que ricos. Se sabe también que habitualmente es objetivo de los grupos conservadores, reconocidos políticamente como grupos de derechas [1], mantener su estatus histórico de poder económico, político y social, para lo cual generan políticas de desigualdad y de explotación económica de los grupos más vulnerables. En otras palabras, no es interés de la derecha desarrollar sociedades igualitarias [2]. Se espera asimismo de parte los líderes de izquierda la búsqueda y la lucha para alcanzar sociedades justas y equilibradas. Si esto es así, es decir, si en la práctica, hay más pobres que ricos, más desafortunados que afortunados; más injusticia que justicia, ¿no sería lógico que los grupos de izquierda tuvieran más demanda que los conservadores?
En las últimas elecciones a nivel mundial los partidos de izquierda parecen haber recuperado parte del terreno perdido [3], sin embargo, generalmente, después de ese periodo terminan por perderlo nuevamente. En el caso concreto de México el PRD, pretendidamente de izquierda, ha bajando sustancialmente sus porcentajes de preferencia electoral.
¿Por qué parece que cuando la izquierda tiene la oportunidad de llegar al poder o ha llegado le resulta casi imposible mantenerse? ¿Cuáles son las causas internas y/o externas que provocan el fracaso y, en consecuencia, el desencanto o el rechazo de muchos de sus posibles seguidores? ¿Cómo es la conducta de quienes se llaman de izquierda que la lleva irremediablemente a su desprestigio?
Las siguientes reflexiones son de carácter personal de alguien que se auto define de izquierda y que ha vivido sus últimos 35 años dentro de esta línea ideológica. Pretende precisamente ser una crítica desde “dentro” y, al mismo tiempo, establecer diferencias entre el decir y el hacer. En otras palabras, entre decirse de izquierda y ser de izquierda.
Mi formación ideológica
En 1973, cuando ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras a estudiar Lengua y Literatura española en la Universidad Autónoma de Puebla (México), descubrí una forma distinta de ser ser humano. Me encontré con un grupo de profesores, autoridades y compañeros que compartían una serie de creencias y de actitudes. La solidaridad, la igualdad y la libertad eran las frases y las búsquedas cotidianas. Los proyectos de vida eran incluyentes y reflexivos. Poco a poco fui empapándome de esas visiones de mundo; las fui haciendo mías, pero no como modas, sino como modos de vida.
Ser de izquierda, entonces, no era moda, no daba “prestigio”, sino significaba lucha, clandestinidad la más de las veces. Significaba prepararse, conocer, comprender y arriesgarse. Aunque dentro de esta institución, la UAP, se iba viviendo de forma cotidiana, tanto que para nosotros como estudiantes resultaba familiar hablar de Marx, Engels, Cuba y la URSS; participar en las manifestaciones, asistir a las reuniones o apoyar y difundir estas ideas. Pero quizá lo que más aprendí fue a hacerme cargo de mis decisiones y a exigirme más como persona. Era necesario ser consciente de mis actos, de mis deseos y de sus implicaciones:
Yo no canto por cantar
ni por tener buena voz,
canto porque la guitarra
tiene sentido y razón.
Asistir a una clase no era simplemente escuchar el discurso del profesor para aprobar después una asignatura. La asignatura principal era hacer de mí un ser crítico, comprometido con su tiempo y con su gente. Aprendí a cuestionar aquello que no entendía, a disentir de mis profesores, a defender mis puntos de vista. A mis diecisiete años disfrutaba y me enfrentaba a la literatura, la música, el teatro, el cine [4], los panfletos, etc. que exigían de mí mucha atención. Entonces mis profesores no eran distantes ni ajenos a mis dudas, muy por el contrario, éramos una “piña” en la cual era difícil saber quién estimulaba a quién. Los acontecimientos de mi país no me eran indiferentes, tampoco los del mundo. Escuchar los noticieros y conocer por lo menos las portadas de los diarios eran tarea natural.
Cabe destacar algo. Yo no era una adolescente prodigio, ni fuera de lugar. Yo compartía con la mayoría de mis compañeros y profesores estas características. Más aún, era la norma dentro de la Universidad, tanto así que cuando los FUAS [5] tomaron por asalto y a mano armada las instalaciones de nuestra casa de estudios salimos inmediatamente y sin convocatoria alguna a defenderla públicamente apoyando sin la menor duda al Ingeniero Rivera Terrazas [6], rector en ese entonces.
Durante mi estancia en ella ya sea como estudiante o como profesora que llegué a serlo, jamás me obligaron a pensar de una forma determinada ni a formar parte de ningún partido, pese a que yo misma observaba cómo algunos entraban al Partido Comunista como forma de “agilizar” algunos puestos de trabajo a su favor, pero sin la mínima convicción en su ideología. Hasta la fecha nunca he pertenecido a ningún partido político porque no estoy de acuerdo con sus formas de reclutamiento y militarismo.
Cuando surgió el sindicalismo independiente en las Universidades y en algunas fábricas en México, se vivía un clima de compañerismo, de búsqueda de beneficios colectivos pero, sobretodo, de libertad. Es verdad que también se daban casos de corrupción y abusos de poder, sin embargo esto era la excepción, pero no la regla. En ese periodo la mayoría ingresamos a trabajar a partir de haber ganado una plaza a través de un concurso de conocimientos abierto y público, además de la revisión de nuestras historias académicas particulares. Se respetaban los criterios institucionales y no existía grandes diferencias salariales ni privilegios entre los trabajadores y los directivos institucionales, con lo cual, las disputas de poder no tenían como base los beneficios económicos.
¿Estoy idealizando ese periodo? Creo que no. Son hechos que bien pueden documentarse y compararse con lo que pasa ahora. ¿Entonces, qué fue lo que pasó?
“Poderoso caballero: Don Dinero” vs. Conciencias que no se compran
En una ocasión escuché decir a Edward James Olmos [7], actor méxico-americano, que era más fácil no tener dinero que tenerlo, porque al tenerlo la gente pierde el piso y se vuelve estúpido. Usar el dinero, como si fuera la zanahoria para atraer al conejo, ha sido la estrategia de la derecha para hacer dudar a muchos. Como diríamos en México, se trata de “llegarles al precio”. Efectivamente, de forma silenciosa y tendenciosa, los grupos conservadores de todo el mundo han encontrado la estrategia infalible para separar y enfrentar a la población entre sí. El modelo globalizante o neoliberal ha encontrado el talón de Aquiles de muchos que hasta hace poco se definían de izquierda. Como todo proceso de seducción, se trata de ir cambiando sin que se den cuenta las formas y expectativas de vida. En principio se propician conductas individualistas como nuevos valores fundamentales y "modernos”, descalificando los anteriores como populistas, anticuados y/o antiprogreso. En otras palabras, “ser de izquierda” es, según esta estrategia, pasado de moda y condición de algún despistado que se quedó instalado en los setenta. Por el contrario, ser competitivo y contemporáneo supone ser individualista, luchar por sus intereses personales, destacando por encima de todos; realizarse alcanzando los puestos de poder más importantes. En otras palabras, ser hombre (o mujer) de éxito.
Formar parte de la sociedad VIP [8]es el sueño de muchos. Es como alcanzar la cima de la montaña más grande del mundo. Consiste en no ser “del montón”; en vestir del diseñador de moda; en comprar el coche más lujoso o por lo menos soñar con él. Entrar por una puerta especial y ser admirado u odiado por aquellos que no lograron lo que nosotros tenemos.
Ser VIP es tan particular que muchos invierten tiempo, dinero y esfuerzo para lograrlo [9], aunque, evidentemente son muchos los invitados, pero muy pocos los elegidos:
Soy snob, terriblemente snob
Y cuando hago el amor
Lo hago con guantes y en el comedor
Mucha gente de izquierda, incluidos varios compañeros y profesores míos sucumbieron al canto de las sirenas y ahora sólo se acuerdan de sus ideales pro-comunistas en algunos foros y espacios académicos inevitables. Conmemoran los aniversarios luctuosos o nacimientos de poetas, músicos, escritores o políticos claramente socialistas o comunistas, pero después de esto terminan por intentar entrar al grupo vip. Algo así como “por la direccional de izquierda, pero da vuelta a la derecha” [10]. Abandonar las convicciones o ideales de izquierda es más fácil que perder la virginidad. Argumentos para justificar nuestro cambio de rumbo es pan comido, más cuando los “de enfrente” (entiéndase derecha) están dispuestos a apoyarnos a la hora de hablar mal de la izquierda.
¿Qué joven, hoy por hoy, puede aceptar y arriesgarse a defender el derecho del colectivo? ¿Quién en sus “cinco sentidos” estaría dispuesto a exigir igualdad de derechos para todos los trabajadores, si ser number one es lo de hoy? ¿Habrá alguien dispuesto a renunciar beneficios individuales para compartirlos con el colectivo? ¿Cómo defender a la “izquierda” cuando los vemos en “videos escándalos” apañándose el dinero de quién sabe quién?
Es decir, por un lado la derecha se encarga de mostrarnos cómo ser exitosos, al margen del bienestar social, mientras la “izquierda”, por su parte, nos da muestras de cómo deja de ser de izquierda con bastante facilidad. El “para todos todo, nada para nosotros [11]”, no deja de ser para la mayoría una frase bonita, pero nada más. Peor aún, puedo asegurar que muy pocos comprenden la esencia de esta frase.
Ser de izquierda no significa comprarse un póster del Ché o vestir un traje indígena en una manifestación. Tampoco grabar un disco con “el sub” o colgarse un listón en un evento. Ser de izquierda es una forma de vida, una filosofía y una práctica de todos los días y en cualquier circunstancia de nuestro vivir.
Canto que ha sido valiente
Siempre será canción nueva
[1] Aunque no hay un consenso claro sobre estos conceptos (derechas e izquierdas), está más difundida la idea de que éstos fueron aplicados en el parlamento francés del siglo XIX por alusión al lugar que ocupaban los grupos políticos según su tendencia ideológica. Del lado derecho del jefe de debates los conservadores, del izquierdo los liberales.
[2] América Latina es el continente con mayor desigualdad social, por encima de África. Según la Organización Internacional del trabajo el salario promedio en América Latina es de 4 dólares diarios. En México el salario mínimo actualmente es de 40 pesos, es decir, menos de esos 4 dólares.
[3] Me refiero a una izquierda moderada o una ideología de centro izquierda, pero no la claramente procomunista.
[4] Durante este tiempo (70-85) la universidad ofrecía gratuitamente a sus estudiantes conciertos de prestigiados artistas a nivel mundial: Calchakis,
Atahualpa Yupanqui, Mikis Teodorakis, Nacha Guevara, Ballet Volshoi, Mario
Benedetti, etc.
[5] FUAS siglas del Frente Universitario Anticomunista formado dentro de la
UAP por estudiantes y profesores de ultraderecha que fueron expulsados de ella. Poco después éstos fundaron la Universidad Popular del Estado de Puebla.
[6] El ingeniero Luis Rivera Terrazas ha sido considerado uno de los intelectuales más prestigiados del Estado de Puebla (México), así como un comunista destacado de las décadas 70 y 80. Sus restos se encuentran en la Rotonda de los poblanos ilustres del Panteón Valle de los Ángeles, Puebla.
[7] Olmos interpreta el papel del jefe de policías en la serie americana Miami Vice. Antes de este papel, la producción le ofrecía otro, el del clásico latino ladrón, tramposo y delincuente. Pese a las ofertas económicas él se negó. Después de varias propuestas de personajes logró un contrato como él lo buscaba.
[8] Very important people: Gente muy importante.
[9] Recientemente en Europa se realizó el festival Euro-junior. España ganó el primer lugar cuando María Isabel, una niña de 9 años, interpretó: “Antes muerta que sencilla”, supuestamente de su autoría. Me parece que la frase es en sí misma muy significativa.
[10] Esta frase la vi una vez en un panfleto en la UAP, durante una huelga de trabajadores, intentando burlarse de las conductas “camaleónicas” aún incipiente de las autoridades universitarias (otrora dirigentes comunistas).
[11] Frase nacida en el Frente Zapatista como filosofía político-social.
En las últimas elecciones a nivel mundial los partidos de izquierda parecen haber recuperado parte del terreno perdido [3], sin embargo, generalmente, después de ese periodo terminan por perderlo nuevamente. En el caso concreto de México el PRD, pretendidamente de izquierda, ha bajando sustancialmente sus porcentajes de preferencia electoral.
¿Por qué parece que cuando la izquierda tiene la oportunidad de llegar al poder o ha llegado le resulta casi imposible mantenerse? ¿Cuáles son las causas internas y/o externas que provocan el fracaso y, en consecuencia, el desencanto o el rechazo de muchos de sus posibles seguidores? ¿Cómo es la conducta de quienes se llaman de izquierda que la lleva irremediablemente a su desprestigio?
Las siguientes reflexiones son de carácter personal de alguien que se auto define de izquierda y que ha vivido sus últimos 35 años dentro de esta línea ideológica. Pretende precisamente ser una crítica desde “dentro” y, al mismo tiempo, establecer diferencias entre el decir y el hacer. En otras palabras, entre decirse de izquierda y ser de izquierda.
Mi formación ideológica
En 1973, cuando ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras a estudiar Lengua y Literatura española en la Universidad Autónoma de Puebla (México), descubrí una forma distinta de ser ser humano. Me encontré con un grupo de profesores, autoridades y compañeros que compartían una serie de creencias y de actitudes. La solidaridad, la igualdad y la libertad eran las frases y las búsquedas cotidianas. Los proyectos de vida eran incluyentes y reflexivos. Poco a poco fui empapándome de esas visiones de mundo; las fui haciendo mías, pero no como modas, sino como modos de vida.
Ser de izquierda, entonces, no era moda, no daba “prestigio”, sino significaba lucha, clandestinidad la más de las veces. Significaba prepararse, conocer, comprender y arriesgarse. Aunque dentro de esta institución, la UAP, se iba viviendo de forma cotidiana, tanto que para nosotros como estudiantes resultaba familiar hablar de Marx, Engels, Cuba y la URSS; participar en las manifestaciones, asistir a las reuniones o apoyar y difundir estas ideas. Pero quizá lo que más aprendí fue a hacerme cargo de mis decisiones y a exigirme más como persona. Era necesario ser consciente de mis actos, de mis deseos y de sus implicaciones:
Yo no canto por cantar
ni por tener buena voz,
canto porque la guitarra
tiene sentido y razón.
Asistir a una clase no era simplemente escuchar el discurso del profesor para aprobar después una asignatura. La asignatura principal era hacer de mí un ser crítico, comprometido con su tiempo y con su gente. Aprendí a cuestionar aquello que no entendía, a disentir de mis profesores, a defender mis puntos de vista. A mis diecisiete años disfrutaba y me enfrentaba a la literatura, la música, el teatro, el cine [4], los panfletos, etc. que exigían de mí mucha atención. Entonces mis profesores no eran distantes ni ajenos a mis dudas, muy por el contrario, éramos una “piña” en la cual era difícil saber quién estimulaba a quién. Los acontecimientos de mi país no me eran indiferentes, tampoco los del mundo. Escuchar los noticieros y conocer por lo menos las portadas de los diarios eran tarea natural.
Cabe destacar algo. Yo no era una adolescente prodigio, ni fuera de lugar. Yo compartía con la mayoría de mis compañeros y profesores estas características. Más aún, era la norma dentro de la Universidad, tanto así que cuando los FUAS [5] tomaron por asalto y a mano armada las instalaciones de nuestra casa de estudios salimos inmediatamente y sin convocatoria alguna a defenderla públicamente apoyando sin la menor duda al Ingeniero Rivera Terrazas [6], rector en ese entonces.
Durante mi estancia en ella ya sea como estudiante o como profesora que llegué a serlo, jamás me obligaron a pensar de una forma determinada ni a formar parte de ningún partido, pese a que yo misma observaba cómo algunos entraban al Partido Comunista como forma de “agilizar” algunos puestos de trabajo a su favor, pero sin la mínima convicción en su ideología. Hasta la fecha nunca he pertenecido a ningún partido político porque no estoy de acuerdo con sus formas de reclutamiento y militarismo.
Cuando surgió el sindicalismo independiente en las Universidades y en algunas fábricas en México, se vivía un clima de compañerismo, de búsqueda de beneficios colectivos pero, sobretodo, de libertad. Es verdad que también se daban casos de corrupción y abusos de poder, sin embargo esto era la excepción, pero no la regla. En ese periodo la mayoría ingresamos a trabajar a partir de haber ganado una plaza a través de un concurso de conocimientos abierto y público, además de la revisión de nuestras historias académicas particulares. Se respetaban los criterios institucionales y no existía grandes diferencias salariales ni privilegios entre los trabajadores y los directivos institucionales, con lo cual, las disputas de poder no tenían como base los beneficios económicos.
¿Estoy idealizando ese periodo? Creo que no. Son hechos que bien pueden documentarse y compararse con lo que pasa ahora. ¿Entonces, qué fue lo que pasó?
“Poderoso caballero: Don Dinero” vs. Conciencias que no se compran
En una ocasión escuché decir a Edward James Olmos [7], actor méxico-americano, que era más fácil no tener dinero que tenerlo, porque al tenerlo la gente pierde el piso y se vuelve estúpido. Usar el dinero, como si fuera la zanahoria para atraer al conejo, ha sido la estrategia de la derecha para hacer dudar a muchos. Como diríamos en México, se trata de “llegarles al precio”. Efectivamente, de forma silenciosa y tendenciosa, los grupos conservadores de todo el mundo han encontrado la estrategia infalible para separar y enfrentar a la población entre sí. El modelo globalizante o neoliberal ha encontrado el talón de Aquiles de muchos que hasta hace poco se definían de izquierda. Como todo proceso de seducción, se trata de ir cambiando sin que se den cuenta las formas y expectativas de vida. En principio se propician conductas individualistas como nuevos valores fundamentales y "modernos”, descalificando los anteriores como populistas, anticuados y/o antiprogreso. En otras palabras, “ser de izquierda” es, según esta estrategia, pasado de moda y condición de algún despistado que se quedó instalado en los setenta. Por el contrario, ser competitivo y contemporáneo supone ser individualista, luchar por sus intereses personales, destacando por encima de todos; realizarse alcanzando los puestos de poder más importantes. En otras palabras, ser hombre (o mujer) de éxito.
Formar parte de la sociedad VIP [8]es el sueño de muchos. Es como alcanzar la cima de la montaña más grande del mundo. Consiste en no ser “del montón”; en vestir del diseñador de moda; en comprar el coche más lujoso o por lo menos soñar con él. Entrar por una puerta especial y ser admirado u odiado por aquellos que no lograron lo que nosotros tenemos.
Ser VIP es tan particular que muchos invierten tiempo, dinero y esfuerzo para lograrlo [9], aunque, evidentemente son muchos los invitados, pero muy pocos los elegidos:
Soy snob, terriblemente snob
Y cuando hago el amor
Lo hago con guantes y en el comedor
Mucha gente de izquierda, incluidos varios compañeros y profesores míos sucumbieron al canto de las sirenas y ahora sólo se acuerdan de sus ideales pro-comunistas en algunos foros y espacios académicos inevitables. Conmemoran los aniversarios luctuosos o nacimientos de poetas, músicos, escritores o políticos claramente socialistas o comunistas, pero después de esto terminan por intentar entrar al grupo vip. Algo así como “por la direccional de izquierda, pero da vuelta a la derecha” [10]. Abandonar las convicciones o ideales de izquierda es más fácil que perder la virginidad. Argumentos para justificar nuestro cambio de rumbo es pan comido, más cuando los “de enfrente” (entiéndase derecha) están dispuestos a apoyarnos a la hora de hablar mal de la izquierda.
¿Qué joven, hoy por hoy, puede aceptar y arriesgarse a defender el derecho del colectivo? ¿Quién en sus “cinco sentidos” estaría dispuesto a exigir igualdad de derechos para todos los trabajadores, si ser number one es lo de hoy? ¿Habrá alguien dispuesto a renunciar beneficios individuales para compartirlos con el colectivo? ¿Cómo defender a la “izquierda” cuando los vemos en “videos escándalos” apañándose el dinero de quién sabe quién?
Es decir, por un lado la derecha se encarga de mostrarnos cómo ser exitosos, al margen del bienestar social, mientras la “izquierda”, por su parte, nos da muestras de cómo deja de ser de izquierda con bastante facilidad. El “para todos todo, nada para nosotros [11]”, no deja de ser para la mayoría una frase bonita, pero nada más. Peor aún, puedo asegurar que muy pocos comprenden la esencia de esta frase.
Ser de izquierda no significa comprarse un póster del Ché o vestir un traje indígena en una manifestación. Tampoco grabar un disco con “el sub” o colgarse un listón en un evento. Ser de izquierda es una forma de vida, una filosofía y una práctica de todos los días y en cualquier circunstancia de nuestro vivir.
Canto que ha sido valiente
Siempre será canción nueva
[1] Aunque no hay un consenso claro sobre estos conceptos (derechas e izquierdas), está más difundida la idea de que éstos fueron aplicados en el parlamento francés del siglo XIX por alusión al lugar que ocupaban los grupos políticos según su tendencia ideológica. Del lado derecho del jefe de debates los conservadores, del izquierdo los liberales.
[2] América Latina es el continente con mayor desigualdad social, por encima de África. Según la Organización Internacional del trabajo el salario promedio en América Latina es de 4 dólares diarios. En México el salario mínimo actualmente es de 40 pesos, es decir, menos de esos 4 dólares.
[3] Me refiero a una izquierda moderada o una ideología de centro izquierda, pero no la claramente procomunista.
[4] Durante este tiempo (70-85) la universidad ofrecía gratuitamente a sus estudiantes conciertos de prestigiados artistas a nivel mundial: Calchakis,
Atahualpa Yupanqui, Mikis Teodorakis, Nacha Guevara, Ballet Volshoi, Mario
Benedetti, etc.
[5] FUAS siglas del Frente Universitario Anticomunista formado dentro de la
UAP por estudiantes y profesores de ultraderecha que fueron expulsados de ella. Poco después éstos fundaron la Universidad Popular del Estado de Puebla.
[6] El ingeniero Luis Rivera Terrazas ha sido considerado uno de los intelectuales más prestigiados del Estado de Puebla (México), así como un comunista destacado de las décadas 70 y 80. Sus restos se encuentran en la Rotonda de los poblanos ilustres del Panteón Valle de los Ángeles, Puebla.
[7] Olmos interpreta el papel del jefe de policías en la serie americana Miami Vice. Antes de este papel, la producción le ofrecía otro, el del clásico latino ladrón, tramposo y delincuente. Pese a las ofertas económicas él se negó. Después de varias propuestas de personajes logró un contrato como él lo buscaba.
[8] Very important people: Gente muy importante.
[9] Recientemente en Europa se realizó el festival Euro-junior. España ganó el primer lugar cuando María Isabel, una niña de 9 años, interpretó: “Antes muerta que sencilla”, supuestamente de su autoría. Me parece que la frase es en sí misma muy significativa.
[10] Esta frase la vi una vez en un panfleto en la UAP, durante una huelga de trabajadores, intentando burlarse de las conductas “camaleónicas” aún incipiente de las autoridades universitarias (otrora dirigentes comunistas).
[11] Frase nacida en el Frente Zapatista como filosofía político-social.
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