Carlos Fuentes
En la película El Padrino, el personaje titular (Marlon Brando) cuenta con un consejero (Robert Duvall), especie de Casandra benévola que le advierte sobre las virtudes del soborno y los vicios de la violencia sin premeditación. Consejos que el hijo y sucesor del padrino (Al Pacino) no sigue, fiándose de su instinto, con fatales consecuencias.
Ponga usted a George Bush padre en el papel de Brando, a James Baker en el del consigliere y a Bush hijo en el de Pacino y se hará una idea del drama que vive la presidencia norteamericana: por no seguir el ejemplo de papá, júnior se hunde hasta las orejas en la incompetencia y el consejero llega a caballo y con trompetas, a intentar salvar al nene.
Digo "intentar" porque George Bush hijo es una mezcla indisoluble de terquedad e ignorancia. Quienes desde la campaña electoral del año 2000, pasando por las políticas reaccionarias del 2001, el salvaje ataque del 11 de septiembre y el desvío de la respuesta al terrorismo con la invasión de Irak en 2003, podemos hoy presumir de profetas: el desastre que hoy contemplamos estaba inscrito en la semilla ideológica ultraderechista del gobierno de Bush hijo. Arrogancia no ha faltado en los gobiernos de un país que se ve a sí mismo como dotado de un "destino manifiesto" de expansión, grandeza y poderío. Pero nunca un gobierno norteamericano ha asumido el destino con tanta ignorancia, ceguera y banalidad.
El desdén a la opinión mundial: "No hagamos caso de los intereses de una ilusoria comunidad internacional" (Condoleezza Rice). La soberbia ciega: "Los EE.UU. son el único ejemplo sobreviviente del progreso humano" (George W. Bush). El resentimiento político como motor de las decisiones: en su libro Contra todos los enemigos, el consejero de seguridad Richard Clarke relata cómo las prioridades claras del presidente Bill Clinton (Primero la paz entre Israel y Palestina; Segundo, el combate al terrorismo y la vigilancia de las actividades de Al Qaeda y bin Laden) fueron puestas de cabeza. Ante todo derrocar a Sadam Hussein, aplazando, con rencor, el lógico orden de Clinton. La frivolidad como excusa política: la decisión de invadir Irak se tomó, dijo el subsecretario Paul Wolfowitz, "por razones burocráticas".
El orden internacional fue violado. La ONU pervertida -los opositores a la guerra (Francia, Alemania, Chile, México) demonizados- los obsecuentes (Blair, Berlusconi) ignorados -el Congreso y la opinión, desviados de la guerra contra el terror (Al Qaeda, bin Laden) a un Irak donde había una dictadura antaño apadrinada por los EE.UU.- un dictador, pero ni un solo terrorista, una tiranía laica, pero ni un solo ayatola poderoso...
Contra todas las advertencias, el presidente más incompetente de los pasados cien años se lanzó a una guerra que creyó ganar en pocos meses y que hoy, como fue profetizado, se levanta con un espectro de sangre, ruina y violencia sectaria, como el peor fracaso de la política exterior norteamericana desde Vietnam.
Y no lo dicen sólo los enemigos políticos de Bush. Lo dicen, ni más ni menos, los consejeros más cercanos de Bush padre: Brent Scowcroft desde ayer y hoy James Baker, acompañado por el prestigioso legislador demócrata Lee Hamilton y de un consejo bipartidista cuyo mensaje no puede ser más claro: Bush ha conducido a los EE.UU. al fracaso en Irak y hoy el asunto consiste en admitir la verdad y preparar la salida. Hoy, mañana, pasado mañana: la desastrosa política de Bush júnior no tiene futuro en Irak. La guerra se perdió y como dice el flamante Secretario de la Defensa, Robert Gates: "no hay ideas nuevas", forma sutil de decir que su antecesor, el ferozmente inútil Donald Rumsfeld, no tenía ideas, o las tenía "viejas": tan antiguas como su desdén hacia "la vieja Europa".
Esa Europa nueva -la de Zapatero, D'Alema y acaso, mañana, Ségolène Royal- sabe que el fracaso de Bush abre un peligroso vacío internacional y una nueva etapa de violencia en Irak entre kurdos, sunís y chiítas, entre fuerzas laicas y religiosas, entre árabes e israelíes. La guerra de Irak, paradójicamente, la han ganado Irán, los ayatolas y el presidente Mahmud Ahmadi Nejad.
Resulte Irak estado federal o estado unitario, la seguridad de Irán se ve fortalecida, y si Irak cae en el caos rebelde, Irán también se fortalece. Extraordinario resultado de la ciega política de Bush: convertir a los ayatolas en vencedores de la guerra, fieles de la balanza en la región y poder a contener, ya no mediante una invasión militar sin recursos adecuados, sino, como lo sugiere la comisión Baker-Hamilton, mediante el diálogo y la diplomacia con Teherán y con Damasco.
Pero Bush persiste en su visión maniquea del "eje del mal", que incluye a Irán, Siria y la cuchufletera Corea del Norte, dueña carcajeante de las armas nucleares que nunca tuvo Sadam... Como esa visión propia de los teólogos conservadores es desmentida por la realidad, veremos cómo responde el Secretario Gates, el panel Baker-Hamilton, el presidente Bush padre, el nuevo Congreso demócrata y una opinión pública que salió del engaño. Bush hijo es un presidente sitiado, aislado, inerme frente a una situación que él mismo, estúpidamente, creó y que Baker ha calificado de "grave y en deterioro".
Casandra, la profeta mítica, recibió el escupitajo de Apolo por no pagar el precio de la fortuna. Pero lo malo del caso no fue la profecía de Casandra. Lo malo fue que nadie creyó en ella y el mundo se precipitó en la guerra. Igual que un novelista, Casandra quiso exorcizar el mal pero sólo lo predijo.
En la película El Padrino, el personaje titular (Marlon Brando) cuenta con un consejero (Robert Duvall), especie de Casandra benévola que le advierte sobre las virtudes del soborno y los vicios de la violencia sin premeditación. Consejos que el hijo y sucesor del padrino (Al Pacino) no sigue, fiándose de su instinto, con fatales consecuencias.
Ponga usted a George Bush padre en el papel de Brando, a James Baker en el del consigliere y a Bush hijo en el de Pacino y se hará una idea del drama que vive la presidencia norteamericana: por no seguir el ejemplo de papá, júnior se hunde hasta las orejas en la incompetencia y el consejero llega a caballo y con trompetas, a intentar salvar al nene.
Digo "intentar" porque George Bush hijo es una mezcla indisoluble de terquedad e ignorancia. Quienes desde la campaña electoral del año 2000, pasando por las políticas reaccionarias del 2001, el salvaje ataque del 11 de septiembre y el desvío de la respuesta al terrorismo con la invasión de Irak en 2003, podemos hoy presumir de profetas: el desastre que hoy contemplamos estaba inscrito en la semilla ideológica ultraderechista del gobierno de Bush hijo. Arrogancia no ha faltado en los gobiernos de un país que se ve a sí mismo como dotado de un "destino manifiesto" de expansión, grandeza y poderío. Pero nunca un gobierno norteamericano ha asumido el destino con tanta ignorancia, ceguera y banalidad.
El desdén a la opinión mundial: "No hagamos caso de los intereses de una ilusoria comunidad internacional" (Condoleezza Rice). La soberbia ciega: "Los EE.UU. son el único ejemplo sobreviviente del progreso humano" (George W. Bush). El resentimiento político como motor de las decisiones: en su libro Contra todos los enemigos, el consejero de seguridad Richard Clarke relata cómo las prioridades claras del presidente Bill Clinton (Primero la paz entre Israel y Palestina; Segundo, el combate al terrorismo y la vigilancia de las actividades de Al Qaeda y bin Laden) fueron puestas de cabeza. Ante todo derrocar a Sadam Hussein, aplazando, con rencor, el lógico orden de Clinton. La frivolidad como excusa política: la decisión de invadir Irak se tomó, dijo el subsecretario Paul Wolfowitz, "por razones burocráticas".
El orden internacional fue violado. La ONU pervertida -los opositores a la guerra (Francia, Alemania, Chile, México) demonizados- los obsecuentes (Blair, Berlusconi) ignorados -el Congreso y la opinión, desviados de la guerra contra el terror (Al Qaeda, bin Laden) a un Irak donde había una dictadura antaño apadrinada por los EE.UU.- un dictador, pero ni un solo terrorista, una tiranía laica, pero ni un solo ayatola poderoso...
Contra todas las advertencias, el presidente más incompetente de los pasados cien años se lanzó a una guerra que creyó ganar en pocos meses y que hoy, como fue profetizado, se levanta con un espectro de sangre, ruina y violencia sectaria, como el peor fracaso de la política exterior norteamericana desde Vietnam.
Y no lo dicen sólo los enemigos políticos de Bush. Lo dicen, ni más ni menos, los consejeros más cercanos de Bush padre: Brent Scowcroft desde ayer y hoy James Baker, acompañado por el prestigioso legislador demócrata Lee Hamilton y de un consejo bipartidista cuyo mensaje no puede ser más claro: Bush ha conducido a los EE.UU. al fracaso en Irak y hoy el asunto consiste en admitir la verdad y preparar la salida. Hoy, mañana, pasado mañana: la desastrosa política de Bush júnior no tiene futuro en Irak. La guerra se perdió y como dice el flamante Secretario de la Defensa, Robert Gates: "no hay ideas nuevas", forma sutil de decir que su antecesor, el ferozmente inútil Donald Rumsfeld, no tenía ideas, o las tenía "viejas": tan antiguas como su desdén hacia "la vieja Europa".
Esa Europa nueva -la de Zapatero, D'Alema y acaso, mañana, Ségolène Royal- sabe que el fracaso de Bush abre un peligroso vacío internacional y una nueva etapa de violencia en Irak entre kurdos, sunís y chiítas, entre fuerzas laicas y religiosas, entre árabes e israelíes. La guerra de Irak, paradójicamente, la han ganado Irán, los ayatolas y el presidente Mahmud Ahmadi Nejad.
Resulte Irak estado federal o estado unitario, la seguridad de Irán se ve fortalecida, y si Irak cae en el caos rebelde, Irán también se fortalece. Extraordinario resultado de la ciega política de Bush: convertir a los ayatolas en vencedores de la guerra, fieles de la balanza en la región y poder a contener, ya no mediante una invasión militar sin recursos adecuados, sino, como lo sugiere la comisión Baker-Hamilton, mediante el diálogo y la diplomacia con Teherán y con Damasco.
Pero Bush persiste en su visión maniquea del "eje del mal", que incluye a Irán, Siria y la cuchufletera Corea del Norte, dueña carcajeante de las armas nucleares que nunca tuvo Sadam... Como esa visión propia de los teólogos conservadores es desmentida por la realidad, veremos cómo responde el Secretario Gates, el panel Baker-Hamilton, el presidente Bush padre, el nuevo Congreso demócrata y una opinión pública que salió del engaño. Bush hijo es un presidente sitiado, aislado, inerme frente a una situación que él mismo, estúpidamente, creó y que Baker ha calificado de "grave y en deterioro".
Casandra, la profeta mítica, recibió el escupitajo de Apolo por no pagar el precio de la fortuna. Pero lo malo del caso no fue la profecía de Casandra. Lo malo fue que nadie creyó en ella y el mundo se precipitó en la guerra. Igual que un novelista, Casandra quiso exorcizar el mal pero sólo lo predijo.
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