En la presencia del otro
Yo me forjo en la presencia del otro…
El otro me fortalece ya que me acompaña,
el otro me consolida en la existencia por su simple presencia,
el otro me enseña sus diversas facetas y por tanto las mías,
el otro me abre nuevos caminos y con los míos… hacemos más.
Pero el otro también necesita ser parte de mi equilibrio,
pues si el otro me ataca o me desprecia, se burla o en su acción me pisotea,
para mantener mi equilibrio una reacción inmediata y en dirección opuesta es manifiesta, ya que el otro ha salido del equilibrio del intercambio y la sabia convivencia.
Así pues también, si el otro y yo coincidimos, esto no quiere decir que nos volvamos lo mismo, pues la riqueza y el intercambio se empantanan y desesperan. Siempre la distancia sana, delimitando cada uno su existencia es necesaria, si se quiere cultivar al otro como así mismo, vislumbrando posibilidades distintas, encontrando incluso caminos conjuntos y complementarios, mas no idénticos.
El otro y yo somos uno mismo sí, uno mismo en la individual existencia, en la que el mundo es inmenso y lleno de otros seres, en la que nos encontramos en sí mismo solos, más el otro estando cerca y en la convivencia, nos enriquece y equilibra, nos acompaña y consolida, pero sin cuidado y esfuerzo, puede también absorbernos y destruirnos, no sólo tal vez por malicia, sino por dependencia… la suya y la nuestra.
Yo me forjo en la presencia del otro…
El otro me fortalece ya que me acompaña,
el otro me consolida en la existencia por su simple presencia,
el otro me enseña sus diversas facetas y por tanto las mías,
el otro me abre nuevos caminos y con los míos… hacemos más.
Pero el otro también necesita ser parte de mi equilibrio,
pues si el otro me ataca o me desprecia, se burla o en su acción me pisotea,
para mantener mi equilibrio una reacción inmediata y en dirección opuesta es manifiesta, ya que el otro ha salido del equilibrio del intercambio y la sabia convivencia.
Así pues también, si el otro y yo coincidimos, esto no quiere decir que nos volvamos lo mismo, pues la riqueza y el intercambio se empantanan y desesperan. Siempre la distancia sana, delimitando cada uno su existencia es necesaria, si se quiere cultivar al otro como así mismo, vislumbrando posibilidades distintas, encontrando incluso caminos conjuntos y complementarios, mas no idénticos.
El otro y yo somos uno mismo sí, uno mismo en la individual existencia, en la que el mundo es inmenso y lleno de otros seres, en la que nos encontramos en sí mismo solos, más el otro estando cerca y en la convivencia, nos enriquece y equilibra, nos acompaña y consolida, pero sin cuidado y esfuerzo, puede también absorbernos y destruirnos, no sólo tal vez por malicia, sino por dependencia… la suya y la nuestra.
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