miércoles, octubre 24, 2007

El chico que volvió del infierno

Se estrena 'Sin destino', sobre las vivencias del Nobel Imre Kertész en Auschwitz

JUAN G. BEDOYA

¿Cómo pedir una descripción de lo indescriptible? Es obsceno, o casi, preguntar a un superviviente del Holocausto, atrapado en Budapest por los nazis con apenas 13 años, sobre cómo sobrevivió a semejante tragedia, e incluso cómo la vivió. El silencio es la única pregunta. Dejar hablar, a ver si por el camino de la memoria cabe alguna interrogación. Y a esa memoria ha dedicado su vida Enrique Valdor quien el viernes asistirá a la entrega del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia al Museo de la Memoria del Holocausto de Jerusalén.

Tampoco es fácil hacer preguntas a los que salieron con vida de Auschwitz. Esa es la evidencia que subyace bajo la película Sin destino, del director húngaro Lajos Koltai, en torno a la estremecedora experiencia personal del escritor y premio Nobel de Literatura Imre Kertész.

Enrique Valdor tenía 13 años en 1944 y vivía en Budapest (Hungría) con su familia, cuando, sin saber por qué, como el Joseph K. de El proceso de Kafka, fue detenido una mañana para hacer trabajos forzados o instrucción militar en los ratos libres. Su destino más probable, la muerte; en su chaqueta de niño, mal cosida, la estrella de David que le señalaba como víctima irremediable.

Tenía un año menos que Imre Kertész, hoy premio Nobel de Literatura, también habitante de Budapest. Pero tuvo mejor suerte. Un día, el diplomático Ángel Sanz Briz, el Schindler español, libró de su puño y letra un salvoconducto para la madre y el hermano de Valdor. Lograron llegar a Barcelona sanos y salvos. Allí sigue, vigoroso a sus 76 años, con los recuerdos intactos. Valdor es un superviviente, pero sobre todo un combatiente para que siga viva esa memoria. En Oviedo estará acompañado por su hermano Jaime, también salvado por Sanz Briz. Enrique Valdor enseñó ayer a los periodistas, en la Casa-Sefarad de Madrid, la fotocopia del milagroso salvoconducto.


El Nobel Imre Kertész no tuvo la suerte de Valdor aquel otoño de 1944. Una tarde, el autobús en que viajaba el adolescente Kertész, en vez de regresar al centro de Budapest, tomó el camino de Auschwitz, donde aquel niño flaco y larguirucho vivió lo que no se puede contar salvo que seas un superdotado de las palabras, como Primo Levi, Jean Améry, pocos más.

Imre Kertész es hoy uno de los grandes novelistas europeos, un hombre de una autoridad moral inmarcesible. Ha escrito mucho sobre el Holocausto, y sobre su vida después de Auschwitz, porque "escribir le salvó la vida", ha dicho varias veces. Y también porque "que sucediera [Auschwitz] una vez, significa que hay la posibilidad de que se repita". Con esta frase presentó el pasado 26 de septiembre en Barcelona su último libro, Dossier K, de evidentes resonancias kafkianas como la propia vida de Europa en el siglo pasado, el más criminal de la historia, quizá.

A partir de otro libro de Imre Kertész, el más célebre y vendido, Sin destino (editado en España por Plaza & Janés en 1996), se fraguó la película que se estrena este viernes, y que fue presentada con éxito en el Festival de Berlín en febrero de 2005. A su preestreno en Madrid, ayer, acudió Vandor, que leyó en el cine uno de esos textos que encogen el alma del oyente. "Es difícil representar lo irrepresentable. Con palabras de Kertész, yo no sé lo que es el infierno, sólo sé lo que es un campo de detención y, en su caso, un campo de concentración. Las experiencias de este tipo provocan cierto mutismo entre quienes las hemos sufrido porque, ¿puede alguien comprender que todo un pueblo quisiera exterminar a otro?, ¿hay alguien que pueda entender un horror así?", dijo.

La propia experiencia de Vandor serviría para comprender no sólo la extrema brutalidad de la guerra, sino "el aislamiento, la soledad y la vergüenza" de muchos de los que sobrevivieron a aquella tragedia. Todavía mediados los años sesenta, a este judío nacido en Viena, crecido en Budapest y nacionalizado español, con décadas ya de residencia en Barcelona, le pidieron el certificado de bautismo cuando acudió en Madrid al Ministerio de Justicia a preguntar por el papeleo para hacerse español. "La normalidad de su vida", ironizó ayer en un desayuno con media docena de periodistas.

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