Miguel Rojas Salazar En realidad ya no se sabe si considerar héroes o mártires a los revolucionarios, porque hoy a 97 años de aquella lucha en la que murieron millones de mexicanos por defender el derecho a la igualdad en el marco de los postulados revolucionarios, continúa una distancia enorme entre la realidad y la igualdad social, aunque no se refleje necesariamente en los campos de batalla, sino que hoy en día vivimos la “patroncracia” (sistema oligárquico en donde los patrones son los que mandan). Y por otro lado la indefensión del “emplocidio” (eliminación sistemática de la clase trabajadora) en que se antepone la necesidad y el hambre por encima de la ley y los derechos humanos para quienes son los caciques del siglo XXI, el neo-virreinato que proclama la industrialización del país y ara millones de pesos en fábricas para luego convertirlas en emporios de lo que el campesino abandonó en sus tierras si no es que se sumó a la fila del éxodo de braceros. Y en ese grito parece cambiarse la frase “cuando el hambre nos alcance” –que se acuñó hace más de una década– por “ya nos rebasó”, dejando sembrados en cementerios a otros que no resistieron el maratón de las necesidades. En México, la falta de equidad al repartir los recursos es base idónea para la miseria que orada los bolsillos de infrapobreza del país. Mientras que los líderes ejidatarios acaparan cientos de hectáreas cada uno, un simple obrero no llega a obtener siquiera un terreno de 90 metros para habitar, lo cual dista mucho del origen propio de la llamada Revolución Mexicana, la cual señalaba en sus tiempos mozos que cada uno de los mexicanos obtuviera al menos un lugar digno para vivienda y se plasmó en la Carta Magna solo como lectura sin efecto de realidad aplicativa. En boga, la situación de vivienda entre la clase obrera nacional es tal, que acusa por un lado la humillación del empleado soportando el látigo de los mini salarios y castigos en jornadas de hasta 9 y 10 horas, a lo que se ve obligado por una simple razón: la búsqueda de una oportunidad de vivienda en la que se pierde la juventud, se alcanza la vejez y se muere endeudado, inclusive heredando el pago a la familia, sin que goce su fondo de ahorros, haya viajado a descansar por lo menos una vez al año, si no fuera por esporádicas incapacidades en las que el patrón establece estrictas reglas de pago, disminuyendo hasta un 50% del salario en caso de algún accidente o peor aún, la enfermedad fuera del centro de trabajo. Cabe recordar que el no muy apreciado Infonavit, depredador natural de la clase trabajadora fue, es y seguirá siendo el ente de despojo más arbitrario de la población más desprotegida, esto por encima de las normas más elementales de calidad y servicio a los que por obra del tráfico de influencias, apadrinamiento, o “cuotismo subterráneo” logran obtener alguna vivienda de mala calidad y a precio de acabado residencial. Y en ese sentido hay que etiquetar a empresas constructoras (mejores postores de línea concesionaria) que para seguir en el círculo de corrupción entregan una pésima calidad y material barato que a los dos años o antes pone en riesgo la vida misma, antes de liquidarla y por si fuera poco tiene que reconstruirla ya que no cuentan con garantías de un promedio de vida que dignifique su hábitat además de deudas prolongadas por encima de los 30 años proyectando así a una población anciana sin la esperanza de tener una vivienda digna y segura para pasar los últimos días a los que entregó su fuerza y trabajo a cambio de acabarse y arribar a la zona de escatología de toda vida, pero sin esperanza de un pedazo de felicidad a no ser por los chispazos derivados de otros puntos. Bajo esas circunstancias podríamos arribar a un análisis en el que en promedio el metro cuadrado de construcción de buena calidad oscila entre 120 pesos, mientras que el precio real de una casa de Infonavit no podría rebasar los 45 pesos dado su pésimo origen y que a la paga, el trabajador termina por cubrir en más de 450 pesos por metro cuadrado cuando el dichoso instituto se enriquece aun por encima de la seguridad y tranquilidad de sus víctimas. En el universo de 100 trabajadores solamente 15 alcanzan vivienda y los otros 85 restantes nunca ven retribuidas las cosas que onerosamente despilfarran los directivos y funcionarios gubernamentales que a diferencia extrema si llegan a habitar mansiones con valor superior a los dos millones de dólares, comparado con los 178 mil pesos que se contemplan para una vivienda de un trabajador que logre acreditar ganar mas de 4 salarios mínimos, lo que deja claro que aquel simple asalariado que gane sus jugosos 47 pesos al día, nunca podrá obtener vivienda pero si su respectivo aporte de cuotas al devorador de los acuchillados mini salarios. A distancia, la Revolución refleja un preclaro juicio: ya no esta actualizada, se forjó a la inversa de sus necesidades o se resintió el principio liberal ante tanto latigazo al pueblo que empieza a levantarse tras la independencia de 1810, después en 1910, y podría refrendarse en 2010 de acuerdo a una coincidencia del calendario ¿o del cansancio? |
“México es paradisíaco e indudablemente infernal”, le escribe Malcolm Lowry a Jonathan Cape. A un amigo le confiesa: “México es el sitio más apartado de Dios en el que uno pueda encontrarse si se padece alguna forma de congoja; es una especie de Moloch que se alimenta de almas sufrientes”. JV.
martes, noviembre 27, 2007
Cuando el hambre nos alcance
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario