martes, noviembre 20, 2007

El gobierno permitió el desastre

Patricia Dávila e Isaín Mandujano

Las inundaciones que azotaron a Tabasco y Chiapas no se debieron solamente a las fases lunares y al cambio climático, como planteó el presidente Felipe Calderón. Científicos consultados establecen que la imprevisión de las autoridades y el mal manejo de las presas convirtieron una contingencia natural en el desastre que tiene postrada a la población de esos estados.

De acuerdo con Felipe Calderón, el cambio climático y los efectos gravitacionales de la Luna ocasionaron los desastres naturales que afectaron a Tabasco y Chiapas con saldo de numerosos muertos, más de 1 millón de damnificados y cuantiosos daños materiales. De esta manera, el mandatario se niega a reconocer que hubo corrupción y negligencia gubernamentales para prevenir esas contingencias.

En septiembre de 2006, ingenieros de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en Chiapas advirtieron que más allá de la cuenca trasfronteriza del río Grijalva, que empieza en Guatemala, sigue por Chiapas y termina en Tabasco, había una zona crítica de inundaciones, misma que el pasado 23 de octubre quedó sumergida en el agua.

En abril de este año, el gobernador de Chiapas, Juan Sabines Guerrero, ya contaba con un atlas de riesgo en el que invirtió 3.5 millones de pesos. Realizado con apoyo del Servicio Geológico Mexicano, el estudio “detectó las zonas vulnerables” y preveía la llegada de huracanes, de 12 tormentas tropicales en el océano Pacífico y 17 en el Atlántico. Estos fenómenos, se indica en el documento, traerían precipitaciones pluviales considerables.

En aquel momento el mandatario estatal destacó que en el atlas se detallaban las “acciones a seguir por las dependencias municipales, estatales y federales en caso de contingencias”.

Sin embargo, seis meses después, el 23 de octubre, no se había aplicado ninguna de esas acciones. Fue hasta la llegada de las lluvias de la onda tropical 38 y del frente frío número cuatro que las autoridades de 22 municipios del norte de Chiapas activaron sus unidades de Protección Civil. Los meteoros provocaron el desbordamiento del río Pichucalco e inundaron las viviendas de un centenar de personas.

Para entonces, en la carretera que enlaza los municipios de Bochil, Rayón y Pichucalco ya había derrumbes y asentamientos debido a la acumulación de agua y al reblandecimiento de los suelos. Los mayores daños se presentaron en la ruta conocida como la Selva Negra.

Sin embargo, las mayores inundaciones ocurrieron en Tabasco. El frente frío número cuatro fue atípico y generó intensas lluvias que ocasionaron el desbordamiento del río Grijalva a la altura del puerto de Frontera, en Centla. Varias colonias, la zona de la Barra del Bosque y las comunidades de Arroyo Polo, primera y segunda secciones, quedaron anegadas.

En el municipio costero de Paraíso se evacuaron familias de la comunidad Isla Andrés García. Entonces, los ríos que rebasaban su nivel crítico eran el Pichucalco y La Sierra. Era sólo el comienzo de la mayor inundación en la historia de Tabasco.

El director de Protección Civil estatal, Rúrico Domínguez Mayo, explicó a los medios de comunicación que “la presencia de los fuertes vientos provocó un tapón hidráulico y evitó el desfogue del río hacia el mar, lo cual ocasionó que se desbordara”.

En esas condiciones, después de realizar su primer recorrido por Tabasco junto con el gobernador Andrés Granier, Felipe Calderón declaró: “Les puedo asegurar a los tabasqueños que el origen y la causa de esta catástrofe está precisamente en la enorme alteración climática que, se reconozca o no, se ha provocado”.

Y añadió: “Está científicamente estudiado que las emisiones contaminantes alteran el clima de todo el planeta, aumentando las catástrofes”.

Pocos días después, la noche del lunes 5, autoridades de Protección Civil de Chiapas dieron a conocer el desgajamiento de un cerro en la comunidad de Juan de Grijalva, región fronteriza con Guatemala y cercana de Tabasco. Ahí vivían unas 200 familias; el derrumbe arrasó las viviendas y sepultó a 16 personas.

Inútil atlas

Los físicos César Triana Ramírez y Horacio Rubio Gutiérrez, de la Conagua, elaboraron un documento auspiciado por el Programa Asociado de Gestión de Crecientes, de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) perteneciente a la ONU y por la Asociación Mundial de Agua (GWP, por sus siglas en inglés). En ese estudio advirtieron acerca del grave riesgo de que ocurrieran inundaciones en Tabasco.

Los científicos también determinaron que el incremento de la sedimentación disminuyó la capacidad hidráulica de los cauces, y que debido a la intensa deforestación en la cuenca baja había más de 1 millón de hectáreas de suelo susceptible a las inundaciones. Señalaron que “una vez que el agua sale del complejo hidroeléctrico Grijalva, conformado por las presas Angostura, Chicoasén, Malpaso y Peñitas, el uso que se le da es ínfimo comparado con el volumen que escurre anualmente”.

En el presupuesto de egresos de 2004, el entonces gobernador de Chiapas, Pablo Salazar Mendiguchía, solicitó por medio de la Secretaría de Seguridad Pública casi 4 millones de pesos para elaborar el Atlas de Riesgos para el Estado de Chiapas. Sostuvo que este instrumento serviría “para proteger a la sociedad chiapaneca en su integridad física, bienes y entorno ante efectos por fenómenos naturales perturbadores”.

El atlas se elaboró, pero en octubre de 2005 se vio rebasado por el azote del huracán Stan, que arrasó las zonas Sierra, Istmo-Costa y Soconusco de Chiapas. Se desbordaron 98 ríos, lo que causó daños en más de 800 localidades de 41 municipios. Más de 45 mil viviendas, grandes extensiones de carreteras, 305 escuelas, 114 unidades médicas y 253 puentes resultaron afectados.

El atlas tuvo que reelaborarse y entre 2006 y 2007 se invirtieron en él otros 2.2 millones de pesos. Fue concluido el pasado 13 de abril. Paralelamente, el gobernador Sabines Guerrero presentó el Plan de Contingencias, que contaría con la participación de 30 mil 238 personas, 2 mil 139 vehículos, 547 máquinas pesadas, 431 unidades médicas, 2 mil 396 camas de hospital, 31 pistas aéreas, 958 bases de radio comunicación y 3 mil 984 casetas de telefonía rural. Incluye, así mismo, mil 421 refugios temporales con capacidad para atender a 418 mil personas.

Toda esta infraestructura sirvió de poco para enfrentar los fenómenos que se presentaron en la zona norte de Chiapas y en Ostuacán, donde casi 4 millones de metros cúbicos de tierra proveniente de un cerro se desgajaron y obstruyeron por completo el cauce del río Grijalva.

El subsecretario de Protección Civil, Luis Manuel García Moreno, quien fuera delegado de la Sedesol en Chiapas durante el gobierno de Vicente Fox, asegura que de los casi 4 millones 200 mil habitantes de la entidad, más de 3 millones 500 mil viven en zonas de riesgo.

El manejo de presas

Jorge Zavala Hidalgo, investigador adscrito al Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, explica que en Tabasco y Chiapas se ha dado un crecimiento acelerado y desordenado de asentamientos humanos en zonas de riesgo, una deforestación sin control –que propicia los deslaves– y descuido en la preservación y construcción de sistemas hidrológicos.

La vulnerabilidad de la región se agrava debido a que no se dispone de alertas tempranas eficientes.

Detalla Zavala que las presas del río Grijalva (La Angostura, Chicoasén, Malpaso y Peñitas) se construyeron una detrás de la otra, por lo que la operación de cada una necesariamente debe considerar los niveles de las demás.

Antes del 20 de octubre los niveles de esas presas se encontraban por debajo del máximo; a partir de ese día y hasta el 5 de noviembre alcanzaron niveles sumamente altos. En Peñitas, con capacidad 10 veces menor que la de Malpaso, los niveles se incrementaron súbitamente.

El día 21, refiere Zavala, Peñitas estaba en su nivel mínimo de operación. Lo que llovió fue significativo en la subcuenca asociada a esta presa. “Yo no puedo probar que abrieron Malpaso, pero sólo así se explica la elevación de los niveles que se dio en Peñitas del día 29 al 31 de octubre.

“El problema es si el día 29 de octubre, en que abrieron, todavía existía margen para amortiguar. El problema no es sólo que hayan abierto el vertedor, sino la razón por la que lo abrieron. Lo podían haber abierto a una razón menor; no es verdad que si lo abren a la mitad se inunda la mitad, porque hay un nivel crítico en el que se desbordan los ríos.”

Considera que debe analizarse si fue una decisión errónea la que adoptaron la CFE y Conagua al abrir las presas, sobre todo si se toma en cuenta la intensidad de las lluvias.

“Ya que pasó el evento, uno ve que se pudo haber manejado la situación de otra manera y se hubiera evitado el desastre. Después de los eventos fuertes desde el día 1 ya no llovió, entonces se pudo haber tenido la presa Peñitas con un nivel más alto o no abrir tanto el vertedor.”

El investigador explica que se pudo haber tenido más bajo el nivel de la presa Malpaso, con la confianza de que podía resistir lluvias muy intensas. En ese caso no había necesidad de preocuparse por su nivel para decidir si se abrían las compuertas de Peñitas.

–¿Se pudo prever que el jueves 1 las lluvias iban a bajar? –se le pregunta a Zavala.

–Sí, como también se pudo haber anticipado que iba a llover mucho los días 25 y 26. También que hubo tres días en que no llovió y se pudo bajar el nivel de Peñitas para aumentar el margen, pero se bajó muy poco, cuando se podía hacer a una razón mayor.

–¿El desastre no tiene nada que ver con el cambio climático y el acercamiento de la Luna a la Tierra, como lo planteó el presidente Calderón?

–El cambio climático es una realidad, pero hay cosas que son muy fáciles de asociar al cambio climático. Por ejemplo, la elevación del nivel medio del mar a razón de dos milímetros por año es una variable que está cambiando y claramente se debe al cambio climático. Pero un evento que dura uno, dos o tres días no se puede asociar con el cambio climático.

Fue casi premeditado

El día 29, la presa Peñitas fue abierta primero a mil 500 metros cúbicos por segundo; horas después la aumentaron a 2 mil metros cúbicos por segundo, y así la mantuvieron 48 horas. Luego la volvieron a bajar a mil 500 metros cúbicos por segundo durante tres días.

El doctor Artemio Gallegos, oceanógrafo de la UNAM, coincide con Zavala al considerar que los efectos gravitacionales de la Luna y la Tierra son mínimos y que no causan acontecimientos como el desgajamiento del cerro en la comunidad de Juan de Grijalva, en Chiapas, o las inundaciones en Tabasco.

El desprendimiento del cerro, explica, se debe a cuestiones de mecánica de suelos: la corriente fue erosionando la base de ese cerro, por lo que desestabilizó su peso y por eso cayó.

Pero todo esto se puede calcular numéricamente. Hay tablas de probabilidades que permiten evaluar posibilidades de que haya un desgajamiento en una zona, y estudios de riesgo y criterios geológicos de ingeniería que se deben aplicar cuando se presentan estas condiciones.

Toda esa zona de Chiapas, en donde hay diversos retenes de agua, cuenta con estudios de ingeniería, geológicos y de condiciones de riesgo. Además, deben aplicarse otros procedimientos, como alertar a las poblaciones vecinas de un riesgo inminente.

Esto del desgajamiento del cerro y que hayan muerto personas ahí, continúa, es una falta clara de responsabilidad por parte de las autoridades, porque debieron evacuar a toda esa gente. “Sabían el riesgo que eso implica y no creo que sea el único cerro que esté en condiciones de desgajarse. Debe haber muchos más en ese riesgo que deberían de evacuar”, agrega.

El desastre, reitera el doctor Gallegos, no ocurrió debido una conjunción ni de la Luna ni de la lluvia; fue algo casi premeditado en el sentido de que sabían lo que iba a ocurrir y no les importó.

Comenta que en buena medida Pemex ha alterado el sistema hidrológico de Tabasco con sus terraplenes para llegar a las torres de perforación y a sus pozos, además de que han levantado barreras y puentes insuficientes.

Añade que ese tipo de trabajos ha modificado los cauces de los escurrimientos naturales y esto también propicia las inundaciones, ya que estos obstáculos concentran agua en determinados lugares de Tabasco. Asegura que no se ha estudiado bien en qué medida Pemex ha alterado el sistema hidrológico de la región.

Por otra parte, el oceanógrafo señala que los vientos soplan por encima del agua y pueden alterar quizá los primeros 10 o 20 centímetros de profundidad en los ríos, o hasta un metro, pero no van a impedir que el agua fluya.

Por eso, considera que los funcionarios están tratando de desviar la atención, de evitar que esto se indague, y le quieren echar la culpa a todo: al viento, a la Luna, pero los hechos son físicos, previsibles:

“La CFE no debió haber soltado un metro cúbico sin antes advertir a la población que tomara medidas y advertirle en qué medida subiría el nivel del agua en cada parte de Tabasco. Ellos lo saben, tienen mapas topográficos, hidráulicos y del relieve de Tabasco.”

No tienen consideración por lo que le pueda pasar a la población. Es una despreocupación criminal. Pueden soltar agua, pero deben avisar, no quedarse callados. Nunca hubo una llamada de alerta. Concluye el investigador.

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