Hemos visto varias noticias en los últimos días en el sentido de que México, en una evaluación de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), quedó en último lugar entre los miembros de este organismo en tres ramas básicas de la educación. Se trata de ciencias, lectura en cuanto a comprensión y matemáticas. Ya han sucedido cosas similares en el pasado.
Se trata del Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos, conocido como PISA 2006, por sus iniciales en inglés. En cuanto a ciencias, que incluyen materias con aspectos tecnológicos, 51 por ciento de los jóvenes de 15 años estuvo en los niveles “cero” y “uno”, los dos más bajos de los seis utilizados. Sólo 0.3 por ciento estuvo en el nivel 5, y ninguno quedó en el nivel 6.
En materia de lectura, sólo 6 por ciento alcanzó los niveles 4 y 5, frente a 29 por ciento del promedio de la OCDE.
En matemáticas, 56 por ciento quedaron en los niveles 0 y 1, mientras que sólo 0.8 por ciento alcanzó el nivel 5, y 0.1 por ciento el 6.
En ciencia, dice el estudio, “en promedio en todos los países de la OCDE, 9 por ciento de los estudiantes de 15 años alcanzan los niveles 5 y 6, los niveles superiores de la escala de ciencias de PISA 2006. En México sólo 3 por ciento de los estudiantes alcanzó esos niveles y muy pocos estudiantes alcanzaron el nivel superior demostrando que podrían identificar, explicar y aplicar de manera sistemática conocimientos científicos en diversas situaciones vitales complejas”.
“En toda la OCDE, un promedio de 19.2 por ciento de estudiantes estuvieron por abajo del nivel 2” de PISA; en México, estuvieron por abajo del mismo uno de cada dos estudiantes, o sea 50 por ciento. Otro rasgo importante en México es que mientras menor es el nivel socioeconómico del estudiante, en promedio su rendimiento es también menor.
Aunque hay diferencias regionales importantes –por ejemplo el Distrito Federal y Nuevo León están por arriba de las demás entidades–, el problema nacional es muy grave. Entre las causas podemos citar un atraso pedagógico, por ejemplo buscando que los niños y adolescentes se “aprendan de memoria” letras o números, en vez de permitir la comprensión de la relación de estos conceptos con la realidad. El estudio dice que “los estudiantes que aprenden sólo para memorizar y reproducir conocimientos y habilidades científicas pueden hallarse mal preparados para el mercado laboral del mañana”. También se pretende en muchas ocasiones que los niños aprendan a leer las letras antes que las palabras, por ejemplo.
Otro elemento que afecta a la educación es el hecho de que el gremio de los maestros padece un peculiar charrismo, que incluye miles de “comisionados” al servicio de la dirección sindical, el uso de muchos maestros en campañas electorales, etcétera. Y todavía la representante de ese organismo exige participación en la elaboración de los planes de estudio.
Entre los comentarios a los informes publicados, destaca el de que con la política educativa vigente no se ve que pueda haber progreso en los años que siguen, y así como ahora seguimos en último lugar, como están las cosas eso se repetirá en futuros estudios. Debemos, cada quien en su ámbito, pugnar por el mejoramiento de nuestro sistema educativo. Es la participación, si es posible de todos, la que puede sacudir las telarañas de este sistema educativo.
Antonio Gershenson
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