domingo, marzo 09, 2008

El brazo derecho

René Delgado

Lastimado seriamente un brazo, nada sencillo es tomar la decisión de amputarlo o no, sobre todo, si es aquel con que mejor se desempeña uno.

Ese tipo de decisiones, por más que uno quisiera, no dependen sólo de quien se encuentra en esa dificilísima circunstancia. Influyen determinantemente, desde luego, el diagnóstico de los especialistas y las condiciones de la operación para determinar si es preciso cortarlo y adquirir nuevas habilidades con el otro brazo o, bien, conservarlo pero asumiendo que de ninguna forma será lo que era.

En esa compleja encrucijada se encuentra el presidente Felipe Calderón. Su brazo derecho, Juan Camilo Mouriño, sufre una severa lastimadura. A partir del diagnóstico, que por lo demás debe de estar ya hecho, el mandatario debe decidir qué hacer pero sin perder de vista dos cuestiones fundamentales: uno, realizar rápidamente la operación, cualquiera que ésta sea, para evitar daños mayores; y, dos, estar claro que un brazo, por importante que sea, no puede poner en peligro al cuerpo, esto es, el conjunto del gobierno.

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Por los indicios, el diagnóstico está recomendando una tercera opción: tomarse un poco de tiempo e intentar reanimar el brazo, antes de recurrir a una medida extrema.

La aparición televisiva de Juan Camilo Mouriño asumiendo que sí firmó los convenios entre Pemex y la empresa familiar, siendo servidor público; que éstos son auténticos y legales; y que ello no supuso incurrir en falta alguna, deja ver una operación intermedia, incidiendo en dos vertientes: una mediática y una política.

La mediática, en la entrevista concedida a una sola televisora para tratar de controlar los términos de difusión de ella, y la política, significada en la negociación, no pública, particularmente con los coordinadores parlamentarios del partido tricolor. Se vale, Juan Camilo Mouriño quiere salvar el brazo del Presidente y, por consecuencia, su propia cabeza. Después de la pésima primer salida mediática que casi reclamaba pedirle perdón y rogarle que por favor siguiera en el servicio público, Mouriño está planteando someterse a esa operación intermedia.

El punto delicado de esa operación es evidente. La oposición priista le va a encarecer al gobierno cualquier negociación que emprenda con ella. Desde el arranque mismo del sexenio, los tricolores han sabido aprovechar la debilidad del gobierno calderonista para rehacer su propia fuerza, ocupar un mayor espacio político y recuperarse electoralmente.

Supo cobrar caro su presencia en la ceremonia de transmisión del poder, supo cobrar caro la reforma fiscal, supo cobrar su apoyo sobre la base de establecer fórmulas de cogobierno y, ahora, falta por ver cuánto y de qué forma cobrará por ayudarle al presidente de la República a no perder su brazo derecho.

Los dividendos de la compostura tricolor frente al gobierno calderonista encuentran traducción cabal en los resultados electorales posteriores a la contienda presidencial del 2006. El desplome del perredismo no lo capitaliza el panismo, lo recupera el priismo. En caballo de hacienda cabalgan los tricolores en el campo electoral. Lo que pierde el PRD y no capitaliza el PAN cae directo a la cartera electoral tricolor.

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De ahí la importancia y la certeza de la decisión del presidente Felipe Calderón en relación con su brazo derecho.

Hasta donde se alcanza a ver, la operación para salvar ese brazo está acarreando costos en tres frentes: el gobierno pierde capacidad de negociación no sólo frente a la fuerza tricolor sino también frente a factores reales de poder que, en la circunstancia de Juan Camilo Mouriño, ven la oportunidad de hacerse valer de nuevo; el partido del gobierno (Acción Nacional) encuentra un nuevo obstáculo para replantear su parado frente a la elección intermedia del año entrante; y la percepción popular del gobierno, un juego de imágenes que no se puede desconsiderar, no mejora y sí, en cambio, profundiza la inconformidad social.

En ese campo, más riguroso y duro se ve al Presidente con sus familiares directos e indirectos que con sus colaboradores cercanos. La hermana en el extranjero, siendo que contaba con su propia carrera y trayectoria política. Los cuñados fuera del gobierno o, peor aún, limitando su margen de acción en el campo privado para no dar aliento a las especulaciones.

Y, así, la expresión presidencial formulada el 28 de noviembre de 2006, al dar a conocer la última tanda de integrantes de su gabinete, parece no estar dirigida a los colaboradores cercanos. En aquella ocasión, Felipe Calderón dijo a inminentes secretarios de Estado: "De todos, exigiré el cumplimiento puntual de las metas que habremos de establecer y un sometimiento riguroso a las reglas de transparencia de un gobierno honesto".

En respaldo a la consigna presidencial, al día siguiente, el mismísimo Juan Camilo Mouriño dijo en entrevista a Reforma: "Fox anunció a los mexicanos que estaba contratando un gabinete por seis años, Calderón anunció que evaluará constantemente el desempeño de sus funcionarios, y que será sensible a lo que la opinión pública piense de su desempeño, y que está dispuesto a tomar las decisiones y hacer los ajustes que se tengan que hacer para que el gabinete responda".

En medio de la operación para salvar el brazo, ¿cómo entender hoy esas expresiones?

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Falta por ver cuánto tiempo dará el presidente Calderón al tratamiento que se está corriendo para salvar su brazo derecho, pero ese tiempo no puede ser mucho.

El brazo no puede poner en peligro al cuerpo, y menos cuando se traen tres importantes frentes abiertos: el exterior, significado por la crisis provocada por Colombia y delicado para México en tanto que ahora preside el Grupo de Río; el interior, significado por la inminente negociación de la reforma petrolera; y además el social, significado por una creciente tensión en el campo sindical que tiene enfrente la negociación del contrato laboral con el Sindicato Mexicano de Electricistas, en huelga a la Universidad Autónoma Metropolitana y movilizado al magisterio.

Indudablemente es en extremo difícil tomar una decisión cuando está en juego el brazo derecho de uno, pero no en función de la importancia de ese miembro se puede poner en peligro el cuerpo.

Es cierto que Juan Camilo Mouriño ha sido un hombre clave en el gobierno de Felipe Calderón, pero la exhibición que de él hizo Andrés Manuel López Obrador y el error del funcionario al responder, en primera instancia, como lo hizo, lo tienen en una encrucijada tanto a él como al gobierno. Él mismo y no sólo el Presidente tendría que calibrar si está en condición de seguir prestando con eficacia sus servicios al mandatario porque, por absurdo que parezca, lo que está en juego es mucho más que su presencia en el gabinete.

Un mal diagnóstico, una mala operación podrían repercutir en el conjunto del cuerpo, esto es, del gobierno, y, en ese punto, es donde el presidente Felipe Calderón y el secretario Juan Camilo Mouriño están obligados a cuidar con delicadeza esa operación.

Qué difícil decisión. El brazo derecho es fundamental en el desempeño de uno siempre y cuando no afecte al conjunto del cuerpo.

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