En momentos en que se acerca el desenlace sobre lo que ha sido el debate petrolero mexicano, a propósito del destino que tendrá la reorganización de la más importante empresa paraestatal aparentemente antagónicas , ninguno de los argumentos que se han volcado a la controversia parece haber caído en cuenta, de que más allá de las impertinentes razones de los privatizadores neoliberales del gobierno y la retórica demagógica - de quienes reclaman la naturaleza pública de la propiedad sobre PEMEX , existe una alternativa económica y política que resulta una opción real frente a los dos encuadres dominantes en disputa y que culminan desnudados en su inadvertida comunión de fondo, en tanto que modalidades específicas de la gestión capitalista que las dos posturas representan. del país (materia de la disputa), entre las dos posturas –en mucho
Aludo, entonces, a una “tercera posición” inadvertida para la partes en disputa y que sostiene que, más allá de los público y de privado, existe “lo común” que debe sustraerse a rebatingas apropiación mercantil –privada o pública-, en tanto que, como invaluable recurso natural no renovable , la propiedad real del petróleo no debe descansar ni en los particulares (como de hecho propone no sin pudores el presidente de facto ), ni en lo público propiedad privada , pero colectiva , en manos del Estado de clase ). así como a toda lógica de (que es otra forma de
Lo común , en éste orden de ideas, representaría, entonces, un reclamo por socializar genuinamente los derechos y las obligaciones sobre PEMEX para garantizar que el petróleo, verdaderamente, fuera un bien colectivo , realmente social , en manos responsables del conjunto de la sociedad mexicana, que gestionaría responsablemente y auditaría con plena transparencia su uso a favor del conjunto de la sociedad mexicana, su beneficio y considerando el cuidado del medio ambiente que en el debate de nuestros días, ni siquiera figura.
Una vez definido que entre las dos posturas que han discutido en el Senado si PEMEX amplía su privatización (que de hecho inició hace mucho con los Contratos de Servicios Múltiples ), o se mantiene como una empresa en lo esencial sometida a una gestión estatal (lo que no significa nunca su genuina socialización ), conviene advertir que frente al aparentemente irreconciliable antagonismo de las dos posturas que debaten, existe una lógica de complementariedad inconfesada por parte de ambas posiciones y que encubre el esquema mixto de gestión asociativa capitalista (público-privada) que infortunadamente podría estarse cocinando y que debiera rechazarse. Sobre todo, cuando se ha hecho ostensiblemente claro que los protagonistas de la controversia, fingen ignorar que la apropiación capitalista es siempre privada , aun y sobre todo cuando la forma contractual de la apropiación es no sólo privada sino pública, como en el caso de PEMEX : ¿cómo lo que es privado y capitalista podría vivir sin la subdeterminación de lo que es público y estatal? Nadie, en el actual debate energético mexicano, se ha aproximado a ofrecer no digamos ya una respuesta satisfactoria a la anterior pregunta, sino que ni siquiera se ha aproximado a plantear el problema.
En la cultura capitalista y su propio modo de producción, para quienes lo olvidaron, la construcción del derecho (y de eso se habla cuando lo que se propone puede culminar modificando la letra y el espíritu de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos apropiación privada . Cuando se transita de la apropiación privada a la apropiación pública, o de la pública a la privada (como en el caso mexicano actual), las categorías de la apropiación misma, en su fondo preciso, no cambian. En el Estado moderno, no existe una real diferencia entre la apropiación privada y la apropiación pública: una y otra se fundan en las reglas de la explotación y de la exclusión, es decir, en las que son y siguen siendo fundamentales para la gestión del capital y el capitalismo. Por eso, en sus fundamentación última, las dos posturas que debaten en México son falsas ante el reclamo alternativo por lo común y para todos : tanto la que afirma que PEMEX devendrá eficiente y rentable si se privatiza en manos extranjeras; como la que omite que la figura del Estado moderno se funda en esta absorción compleja, en lo público, de lo privado, para optimizar, de otro modo, la práctica de la explotación que todo capitalismo asegura así se envuelva el argumento en la bandera tricolor del más ramplón de los nacionalismos y la flema patriotera . misma), no es otra cosa que la construcción de normas formalmente universales que permiten la
En éste sentido preciso “lo común” , a diferencia de lo que postulaba al inicio de la presente reflexión, no representaría una “tercera vía” –que se entienda esto- con capacidad para mediar entre lo público y lo privado, sino, en realidad, una “segunda vía” que se presenta como antagonista y alternativa en relación con la gestión del capital y con los efectos que este último (es decir, la propiedad privada y/o pública de los medios de producción), puede tener sobre la vida común y sobre los deseos que allí se expresan en favor de la gente y contra los intereses capitalistas privados o públicos pero que no terminan por desbordar la lógica de optimización del modo de producción y su formación social correspondiente para la actual etapa de reestructuración del capital históricamente determinado.
El derecho común sólo es pensable a partir de la destrucción de la explotación –tanto privada como pública- y de la democratización radical de la producción. Sólo la defensa de lo común, ante lo privado y lo estatal, es alternativa y acaso debamos lamentar, superlativamente, que este punto de vista no esté en el candelabro del debate sobre lo factible, porque nadie entre los interventores en la controversia, lo suscribe con sus argumentos capitalistas. ¡Una verdadera lástima! Volveré sobre esto.
www.machetearte.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario