Alejandro Michelena
Ganó muchísimo dinero con sus libros. La endiablada tendencia a dilapidarlo en negocios imposibles lo mantenía en tensión permanente, aumentando su productividad. Es clásica la imagen de Honorato de Balzac en robe de chambre, sentado ante su mesa de trabajo en la alta noche, ante los papeles en los que escribe sin pausa, y muy cerca la cafetera legendaria... Porque las decenas de cafés consumidos a través de las horas le permitían una labor constante y lúcida. Así es como podía entregar, en tiempo y forma, los capítulos que el editor del periódico de turno y los lectores esperaban ansiosos.
En aquellos tiempos sin televisión ni cine, sin radio ni internet, los grandes diarios abarcaban todas las temáticas, y en medio de tal variedad se publicaban habitualmente las novelas por entregas. La popularidad de aquellos folletines llegó a tal punto que uno de ellos, Los misterios de París, de Eugenio Sue, debió cambiar el rumbo de su argumento a cierta altura por presión de cartas de miles de lectores.
INDUDABLE PRECURSOR
Balzac está considerado el máximo exponente de la novela realista. Dotado de un minucioso poder de observación y una fuerte capacidad descriptiva, delineó personajes inolvidables como Eugenia Grandet y Papá Goriot. A su prolífica pluma se debe la recreación certera de lo que fue la peripecia de las clases media y baja en la Francia posterior a la Restauración , la del ascenso reafirmativo del capitalismo.
Se ha sostenido –con razón– que se puede llegar a conocer mejor ese período leyendo las novelas de Balzac que en los libros de historia. Además, las obras de este escritor son un documento ineludible para el conocimiento de las costumbres, la mentalidad y el imaginario de aquellos parisienses de las tercera y cuarta décadas del siglo xix . Y nada menos que un pensador como Carlos Marx encontró en la saga narrativa balzaciana la más impecable –e implacable– crítica del ascenso burgués.
Balzac era de convicciones monárquicas y, hasta cierto punto, nostálgico del ancien régime. Sin embargo, su literatura refleja ideas de progreso. Estas aparentes paradojas se han dado a menudo en la historia estética moderna.
El escritor iba a reunir, en 1842, su ya extensa producción novelística bajo el título general La comedia humana –en directa alusión a la dantesca y “divina”–, dividiéndola en áreas temáticas. Honrato de Balzac continúa hoy, en su vasta obra, más vigente que muchos otros autores que brillaron con intensidad en el correr del siglo XIX.
Ganó muchísimo dinero con sus libros. La endiablada tendencia a dilapidarlo en negocios imposibles lo mantenía en tensión permanente, aumentando su productividad. Es clásica la imagen de Honorato de Balzac en robe de chambre, sentado ante su mesa de trabajo en la alta noche, ante los papeles en los que escribe sin pausa, y muy cerca la cafetera legendaria... Porque las decenas de cafés consumidos a través de las horas le permitían una labor constante y lúcida. Así es como podía entregar, en tiempo y forma, los capítulos que el editor del periódico de turno y los lectores esperaban ansiosos.
En aquellos tiempos sin televisión ni cine, sin radio ni internet, los grandes diarios abarcaban todas las temáticas, y en medio de tal variedad se publicaban habitualmente las novelas por entregas. La popularidad de aquellos folletines llegó a tal punto que uno de ellos, Los misterios de París, de Eugenio Sue, debió cambiar el rumbo de su argumento a cierta altura por presión de cartas de miles de lectores.
INDUDABLE PRECURSOR
Balzac está considerado el máximo exponente de la novela realista. Dotado de un minucioso poder de observación y una fuerte capacidad descriptiva, delineó personajes inolvidables como Eugenia Grandet y Papá Goriot. A su prolífica pluma se debe la recreación certera de lo que fue la peripecia de las clases media y baja en la Francia posterior a la Restauración , la del ascenso reafirmativo del capitalismo.
Se ha sostenido –con razón– que se puede llegar a conocer mejor ese período leyendo las novelas de Balzac que en los libros de historia. Además, las obras de este escritor son un documento ineludible para el conocimiento de las costumbres, la mentalidad y el imaginario de aquellos parisienses de las tercera y cuarta décadas del siglo xix . Y nada menos que un pensador como Carlos Marx encontró en la saga narrativa balzaciana la más impecable –e implacable– crítica del ascenso burgués.
Balzac era de convicciones monárquicas y, hasta cierto punto, nostálgico del ancien régime. Sin embargo, su literatura refleja ideas de progreso. Estas aparentes paradojas se han dado a menudo en la historia estética moderna.
El escritor iba a reunir, en 1842, su ya extensa producción novelística bajo el título general La comedia humana –en directa alusión a la dantesca y “divina”–, dividiéndola en áreas temáticas. Honrato de Balzac continúa hoy, en su vasta obra, más vigente que muchos otros autores que brillaron con intensidad en el correr del siglo XIX.
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