Lorenzo Meyer
Lejos de lo que supone el ejercicio de la política, en México se le considera fuente de poder que se ejerce con abuso e irresponsabilidad
Los clásicos
En la Grecia de Aristóteles se llegó a suponer a la ciencia política como el área más importante del conocimiento pues su objeto de estudio era la expresión más noble de la actividad humana ya que de ella dependían la virtud y la felicidad colectivas. Dos mil 500 años más tarde es muy difícil entender ese punto de vista y, sin embargo, en el terrible siglo XX, perdida ya toda inocencia como resultado de sus guerras, campos de exterminio y gulags, la gran Hannah Arendt planteó reconsiderar la validez de la propuesta. En La condición humana (Barcelona, Paidós, 1993, ed. original, 1958), Arendt argumentó, de manera convincente, que seguía siendo posible vivir la actividad política como la oportunidad de participar en el quehacer público con un propósito noble, ético.
En los tiempos que corren, el ejercicio del poder político es sinónimo de abuso extremo, criminal, que ha desembocado en desastre mayúsculo a nivel planetario. Ahora bien, justamente porque el panorama es así de desesperanzador, conviene, casi como un último recurso, intentar darle alguna posibilidad a los dos grandes filósofos políticos nacidos en Grecia y Alemania, respectivamente.
La política como desastre
El ejercicio del poder como una actividad contraria al deber ser, a la ética, se ha practicado desde el inicio de los tiempos y en todas partes. Sin embargo, normalmente se ha combinado con un cierto grado de inteligencia y sentido de las proporciones para hacerlo más o menos tolerable para su víctima: el individuo común. No obstante, de tarde en tarde las élites del poder -los líderes políticos, empresariales, militares, religiosos e intelectuales- pierden piso, abandonan todo sentido de la realidad y toman sus decisiones influidas por una mezcla de corrupción desbocada, cinismo y egoísmo sin límites, irresponsabilidad e incapacidad intelectual y sin pizca de cordura. Es esta condición la que caracteriza a nuestro tiempo -el fracaso estrepitoso de los liderazgos- y la que ha desembocado en un ambiente generalizado de incertidumbre, desánimo y búsqueda de alternativas tanto en México como en el sistema internacional, particularmente en el país vecino del norte, centro de ese sistema.
El fracaso en el norte
George Soros, el multimillonario de origen húngaro nacionalizado norteamericano, a la vez beneficiario y crítico del capitalismo actual, explica la crisis en que hoy está sumida la economía mundial -situación, por cierto, que él mismo predijo de tiempo atrás-, como el estallido de una burbuja hipotecaria en Estados Unidos dentro de otra burbuja financiera mundial creada por operaciones de crédito especulativo y desde hace tiempo fuera de cualquier control institucional. En esas condiciones el derrumbe de las "hipotecas basura" en el país vecino desempeñó el mismo papel en el sistema financiero global que el estallido del disparador dentro de una gran bomba atómica: magnificó exponencialmente su poder destructivo.
En nombre del libre mercado y por decenios, las autoridades norteamericanas abdicaron conscientemente de su responsabilidad de regular la red de contratos y créditos "derivados" que los supuestos magos financieros de Wall Street -y de aquí- tejieron con éxito en términos de ganancias. Y ahora que ha estallado la megacrisis, algunos de los principales arquitectos de esa gigantesca especulación e irresponsabilidad simplemente se han retirado a disfrutar de sus fortunas. En un cuadro publicado por El País (12 de octubre) se enlistan los nombres de 16 ejecutivos de 14 grandes instituciones financieras que contribuyeron a crear el desastre actual. Ese puñado de irresponsables e inmorales extremos hicieron perder a sus propias empresas más de 250 mil millones de dólares y el trabajo a más de 73 mil de sus propios empleados. Obviamente el daño que han ocasionado a nivel mundial es por ahora inconmensurable. Y sin embargo, esa decena y media de especuladores a lo grande que desarrollaron sus esquemas de locura financiera dentro de un marco político "legal" y bajo la mirada tolerante de los responsables -en realidad, irresponsables- políticos norteamericanos, acaban de cobrar en conjunto por salarios e indemnizaciones la nada despreciable suma de ¡627.7 millones de dólares! Realmente algo está muy podrido en la Dinamarca global.
La Dinamarca mexicana
Entre los últimos ejemplos mexicanos de la política como incapacidad y corrupción, destaca el uso del 10 por ciento de nuestras reservas en dólares en beneficio de un pequeño pero poderoso grupo de especuladores que en tres días de octubre dieron cuenta de 8 mil 900 mil millones de dólares sin que eso le reportara beneficio alguno al país como tal. Sin embargo, los responsables finales de la maniobra no fueron los especuladores -Comercial Mexicana, Cemex, Alfa, Grupo Industrial Saltillo y los bancos que les prestaron, que necesitaban dólares para solventar los llamados "derivados" a los que habían apostado para obtener beneficios extraordinarios-, sino quienes pusieron en subasta los dólares de nuestra reserva y les permitieron ejercer su instinto especulador: las autoridades monetarias, es decir, los dirigentes políticos. ¿Algún castigo para los responsables y abusivos? Con nuestra historia como antecedente, no hay que esperar alguno.
Obviamente con los miles de millones de dólares que en un abrir y cerrar de ojos desaparecieron de nuestras reservas se hubiera podido construir, o casi, una de las varias refinerías que se están necesitando desde hace mucho, pero que hasta antes de que los efectos de la crisis mundial le obligaran a cambiar, el gobierno neoliberal de Felipe Calderón se había negado a emprender aduciendo que ante la falta de recursos sólo la inversión externa privada podía hacerlo. Convertido contra su voluntad al neokeinesianismo -hacer intervenir al Estado en el mercado para contrarrestar sus inevitables ciclos negativos- Felipe Calderón acaba de anunciar que lo demandado por el líder opositor Andrés Manuel López Obrador desde la campaña de 2006 -construir varias refinerías con recursos públicos para no importar gasolinas ni exportar crudo-, no es, después de todo, un peligro para México. Ahora bien, el tiempo perdido en este campo -varios años- lo lloran los santos y también el interés nacional mexicano.
En la amplia agenda de los grandes problemas nacionales se inscribe claramente la última acción de esa notable representante de lo peor del corporativismo construido a lo largo del siglo XX mexicano: la presidenta nacional del SNTE, la maestra Elba Esther Gordillo. Como lo informó Reforma (12 de octubre), la señora Gordillo no tuvo ningún empacho en combinar su exigencia de una ampliación de 5 mil millones de pesos del gasto público en educación -que básicamente se destina al pago de sueldos y prestaciones de los profesores-, con un espectacular regalo a los líderes seccionales a cargo de los fondos sindicales -una suma cuantiosa que nadie audita-: 59 camionetas Hummer modelo 2009, cuyo valor por unidad puede llegar al medio millón de pesos. Se comprende que al ver llegar la caravana de esos vehículos muy apreciados por los narcotraficantes, los líderes sindicales reunidos en Hermosillo primero se alarmaran para luego exclamar: "¡Es Santa Claus!". Sin embargo, ante la reacción negativa, optaron por rifar los vehículos ¡en beneficio de escuelas pobres! Al final, el hecho es un indicador perfecto del tipo de cultura del corporativismo mexicano.
En un país de pobre crecimiento económico, donde más del 40 por ciento de sus habitantes están clasificados como pobres y donde las pruebas muestran que el 70 por ciento de los estudiantes no logran el dominio mínimo aceptable de español o matemáticas, la sensibilidad y sentido de la responsabilidad de todo el liderazgo del SNTE resulta equiparable a la del emperador Nerón cuando desde su palacio vio arder a Roma y se puso a tocar la lira. Sin embargo, lo más revelador del incidente no es la conducta de los líderes sindicales, sino la naturaleza del gobierno que los aceptó como aliados estratégicos para poder ganar la elección del 2006 y sostenerse en el poder frente a una oposición que le niega legitimidad justamente por las circunstancias en que tuvo lugar esa elección y sus consecuencias.
Finalmente
En el México actual que tanto en lo interno como en lo externo vive la política como abuso y desastre, es muy difícil imaginar el ejercicio del poder como lo consideraron Aristóteles o Hannah Arendt: como la expresión más noble de la voluntad e inteligencia del ser humano. Y sin embargo, y aunque sin ilusiones, debemos de intentarlo, pues lo contrario es someterse a lo peor de esa misma naturaleza humana.
Lejos de lo que supone el ejercicio de la política, en México se le considera fuente de poder que se ejerce con abuso e irresponsabilidad
Los clásicos
En la Grecia de Aristóteles se llegó a suponer a la ciencia política como el área más importante del conocimiento pues su objeto de estudio era la expresión más noble de la actividad humana ya que de ella dependían la virtud y la felicidad colectivas. Dos mil 500 años más tarde es muy difícil entender ese punto de vista y, sin embargo, en el terrible siglo XX, perdida ya toda inocencia como resultado de sus guerras, campos de exterminio y gulags, la gran Hannah Arendt planteó reconsiderar la validez de la propuesta. En La condición humana (Barcelona, Paidós, 1993, ed. original, 1958), Arendt argumentó, de manera convincente, que seguía siendo posible vivir la actividad política como la oportunidad de participar en el quehacer público con un propósito noble, ético.
En los tiempos que corren, el ejercicio del poder político es sinónimo de abuso extremo, criminal, que ha desembocado en desastre mayúsculo a nivel planetario. Ahora bien, justamente porque el panorama es así de desesperanzador, conviene, casi como un último recurso, intentar darle alguna posibilidad a los dos grandes filósofos políticos nacidos en Grecia y Alemania, respectivamente.
La política como desastre
El ejercicio del poder como una actividad contraria al deber ser, a la ética, se ha practicado desde el inicio de los tiempos y en todas partes. Sin embargo, normalmente se ha combinado con un cierto grado de inteligencia y sentido de las proporciones para hacerlo más o menos tolerable para su víctima: el individuo común. No obstante, de tarde en tarde las élites del poder -los líderes políticos, empresariales, militares, religiosos e intelectuales- pierden piso, abandonan todo sentido de la realidad y toman sus decisiones influidas por una mezcla de corrupción desbocada, cinismo y egoísmo sin límites, irresponsabilidad e incapacidad intelectual y sin pizca de cordura. Es esta condición la que caracteriza a nuestro tiempo -el fracaso estrepitoso de los liderazgos- y la que ha desembocado en un ambiente generalizado de incertidumbre, desánimo y búsqueda de alternativas tanto en México como en el sistema internacional, particularmente en el país vecino del norte, centro de ese sistema.
El fracaso en el norte
George Soros, el multimillonario de origen húngaro nacionalizado norteamericano, a la vez beneficiario y crítico del capitalismo actual, explica la crisis en que hoy está sumida la economía mundial -situación, por cierto, que él mismo predijo de tiempo atrás-, como el estallido de una burbuja hipotecaria en Estados Unidos dentro de otra burbuja financiera mundial creada por operaciones de crédito especulativo y desde hace tiempo fuera de cualquier control institucional. En esas condiciones el derrumbe de las "hipotecas basura" en el país vecino desempeñó el mismo papel en el sistema financiero global que el estallido del disparador dentro de una gran bomba atómica: magnificó exponencialmente su poder destructivo.
En nombre del libre mercado y por decenios, las autoridades norteamericanas abdicaron conscientemente de su responsabilidad de regular la red de contratos y créditos "derivados" que los supuestos magos financieros de Wall Street -y de aquí- tejieron con éxito en términos de ganancias. Y ahora que ha estallado la megacrisis, algunos de los principales arquitectos de esa gigantesca especulación e irresponsabilidad simplemente se han retirado a disfrutar de sus fortunas. En un cuadro publicado por El País (12 de octubre) se enlistan los nombres de 16 ejecutivos de 14 grandes instituciones financieras que contribuyeron a crear el desastre actual. Ese puñado de irresponsables e inmorales extremos hicieron perder a sus propias empresas más de 250 mil millones de dólares y el trabajo a más de 73 mil de sus propios empleados. Obviamente el daño que han ocasionado a nivel mundial es por ahora inconmensurable. Y sin embargo, esa decena y media de especuladores a lo grande que desarrollaron sus esquemas de locura financiera dentro de un marco político "legal" y bajo la mirada tolerante de los responsables -en realidad, irresponsables- políticos norteamericanos, acaban de cobrar en conjunto por salarios e indemnizaciones la nada despreciable suma de ¡627.7 millones de dólares! Realmente algo está muy podrido en la Dinamarca global.
La Dinamarca mexicana
Entre los últimos ejemplos mexicanos de la política como incapacidad y corrupción, destaca el uso del 10 por ciento de nuestras reservas en dólares en beneficio de un pequeño pero poderoso grupo de especuladores que en tres días de octubre dieron cuenta de 8 mil 900 mil millones de dólares sin que eso le reportara beneficio alguno al país como tal. Sin embargo, los responsables finales de la maniobra no fueron los especuladores -Comercial Mexicana, Cemex, Alfa, Grupo Industrial Saltillo y los bancos que les prestaron, que necesitaban dólares para solventar los llamados "derivados" a los que habían apostado para obtener beneficios extraordinarios-, sino quienes pusieron en subasta los dólares de nuestra reserva y les permitieron ejercer su instinto especulador: las autoridades monetarias, es decir, los dirigentes políticos. ¿Algún castigo para los responsables y abusivos? Con nuestra historia como antecedente, no hay que esperar alguno.
Obviamente con los miles de millones de dólares que en un abrir y cerrar de ojos desaparecieron de nuestras reservas se hubiera podido construir, o casi, una de las varias refinerías que se están necesitando desde hace mucho, pero que hasta antes de que los efectos de la crisis mundial le obligaran a cambiar, el gobierno neoliberal de Felipe Calderón se había negado a emprender aduciendo que ante la falta de recursos sólo la inversión externa privada podía hacerlo. Convertido contra su voluntad al neokeinesianismo -hacer intervenir al Estado en el mercado para contrarrestar sus inevitables ciclos negativos- Felipe Calderón acaba de anunciar que lo demandado por el líder opositor Andrés Manuel López Obrador desde la campaña de 2006 -construir varias refinerías con recursos públicos para no importar gasolinas ni exportar crudo-, no es, después de todo, un peligro para México. Ahora bien, el tiempo perdido en este campo -varios años- lo lloran los santos y también el interés nacional mexicano.
En la amplia agenda de los grandes problemas nacionales se inscribe claramente la última acción de esa notable representante de lo peor del corporativismo construido a lo largo del siglo XX mexicano: la presidenta nacional del SNTE, la maestra Elba Esther Gordillo. Como lo informó Reforma (12 de octubre), la señora Gordillo no tuvo ningún empacho en combinar su exigencia de una ampliación de 5 mil millones de pesos del gasto público en educación -que básicamente se destina al pago de sueldos y prestaciones de los profesores-, con un espectacular regalo a los líderes seccionales a cargo de los fondos sindicales -una suma cuantiosa que nadie audita-: 59 camionetas Hummer modelo 2009, cuyo valor por unidad puede llegar al medio millón de pesos. Se comprende que al ver llegar la caravana de esos vehículos muy apreciados por los narcotraficantes, los líderes sindicales reunidos en Hermosillo primero se alarmaran para luego exclamar: "¡Es Santa Claus!". Sin embargo, ante la reacción negativa, optaron por rifar los vehículos ¡en beneficio de escuelas pobres! Al final, el hecho es un indicador perfecto del tipo de cultura del corporativismo mexicano.
En un país de pobre crecimiento económico, donde más del 40 por ciento de sus habitantes están clasificados como pobres y donde las pruebas muestran que el 70 por ciento de los estudiantes no logran el dominio mínimo aceptable de español o matemáticas, la sensibilidad y sentido de la responsabilidad de todo el liderazgo del SNTE resulta equiparable a la del emperador Nerón cuando desde su palacio vio arder a Roma y se puso a tocar la lira. Sin embargo, lo más revelador del incidente no es la conducta de los líderes sindicales, sino la naturaleza del gobierno que los aceptó como aliados estratégicos para poder ganar la elección del 2006 y sostenerse en el poder frente a una oposición que le niega legitimidad justamente por las circunstancias en que tuvo lugar esa elección y sus consecuencias.
Finalmente
En el México actual que tanto en lo interno como en lo externo vive la política como abuso y desastre, es muy difícil imaginar el ejercicio del poder como lo consideraron Aristóteles o Hannah Arendt: como la expresión más noble de la voluntad e inteligencia del ser humano. Y sin embargo, y aunque sin ilusiones, debemos de intentarlo, pues lo contrario es someterse a lo peor de esa misma naturaleza humana.
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