Patricia Peñaloza
ruta_sonora@yahoo.com
La feliz conciertiza de fin de año se deja venir a México con toda su fuerza. Y si bien la sobreoferta está llena de bandas de mediano vuelo (aun así, se aplaude y agradece el esfuerzo), dos que tres carteles están haciendo babear a los melómanos. La salivada comenzó con Mercury Rev el pasado 26, siguió ayer con Soulwax y prosigue con los hermanos mayores de los primeros: los desorbitados y maravillosos Flaming Lips, a presentarse el sábado 18 dentro del MOTOROKR, mejor conocido como el “Festival del celular”, en aras de no hacerle publicidad a la marca que patrocina y nombra al mismo (a ver si ya dejan también de bautizar patéticamente a los festivales, según la marca que los auspicia, a la manera regresiva de “Domingos Herdez” u “Orfeón A go gó”).
Como principales platos, el cartel propone fastuoso a Nine Inch Nails y Stone Temple Pilots; sin embargo, haciendo justicia a la creatividad y a la verdadera evolución tanto musical como conceptual, The Flaming Lips será el combo que ofrecerá la más alta riqueza auditiva y visual. Y curiosamente, aun siendo el grupo con más años de existencia del elenco (cumplen 25), es el que, gracias a su tercer aire dosmilero, está conectando más con las actuales generaciones, de lo que pudieran lograr las noventeras y anquilosadas propuestas de NIN o peor aún, STP.
Así, mientras el respetable pero estancado Trent Reznor se ha vuelto una caricatura de sí mismo, al ya no dejar sangre emocional en el escenario y al contrario, buscar forzadamente reciclar la gloria pasada a la que le llevó el Downward spiral (1994), al incluso querer sonar similar, con una furia ya poco creíble, The Flaming Lips siempre están buscando sonar atemporales, o a lo que no han sonado, cercanos a la imaginación espacial, el humor, la ironía, la reflexión alrededor de la existencia humana, y lejos de la atención mediática, lo que les ha colocado en el inasible estante de las “bandas de culto”.
De Oklahoma, y encabezados por el destornillado pero sensible Wayne Coyne, Los labios ardientes emergieron en 1983, para repuntar en los días del “rock alternativo” y establecerse en los 90 como una de las bandas subterráneas más divertidas y originales de su camada. Ya luego evolucionados rumbo a sonidos más sicodélicos, luego de 10 discos, se han perfilado como una banda surreal e inquieta, de iniciativa experimental, pero de gran intuición pop/melódica. Su gusto por lo visual, tanto en video como en concierto, los sigue desmarcando de la bola. No sólo han creado discos memorables, como el Transmissions from the Satellite Heart (1993), sino que han efectuado happenings tales como ensamblar una pieza musical a partir de 40 coches en un estacionamiento, cada uno con una parte distinta desde sus estéreos (The parking lot experiment, 1996), o el de emitir Zaireeka (1997), cuatro discos que había que hacer sonar a la vez para oír la obra completa. Ya en los albores del nuevo siglo, resurgieron con la trilogía que los ha colocado más alto: The soft bulletin (1999), el aclamado Yoshimi battles the Pink Robots (2002) y una de sus mejores obras, At war with the mystics (2006). Para 2008, tras un lustro de promesas, emiten Christmas at Mars, filme fantástico de 85 minutos, escrito y filmado de modo casero por Coyne y compañía: una especie de “drug movie” existencialista, totalmente cutre, a lo Ed Wood. Sin duda, su actuación de mañana será una experiencia mágica, entrañable.
Por su parte, aunque Reznor encabece campañas de “guerrilla” cibernética y difunda teorías conspiradoras, no puede evitar sonar a marketing para vender discos. En cuanto a STP, será el mero recuerdo de una banda de no malos riffs, aunque harto comercial en su época, cuyo cantante, Scott Weiland, aunque impuso su potente voz, se la pasó en rehabilitación por su adicción a la heroína.
Agradable estará la neosicodelia de MGMT, de Brooklyn, y el garage-pop inglés de The Kooks. Rarito estará, también de Nueva York, el pop-industrial-punk de Mindless Self Indulgence, y terrible el falso punk-emo de Paramore, de Tennessee. De Australia, el drum&bass de Pendulum. De México, la efectividad de Los Odio y Quiero Club; el dark de Payro, el metal de la nueva banda de Lino Nava, Recolector, y de Uruguay, la rumbita de El Cuarteto de Nos.
ruta_sonora@yahoo.com
La feliz conciertiza de fin de año se deja venir a México con toda su fuerza. Y si bien la sobreoferta está llena de bandas de mediano vuelo (aun así, se aplaude y agradece el esfuerzo), dos que tres carteles están haciendo babear a los melómanos. La salivada comenzó con Mercury Rev el pasado 26, siguió ayer con Soulwax y prosigue con los hermanos mayores de los primeros: los desorbitados y maravillosos Flaming Lips, a presentarse el sábado 18 dentro del MOTOROKR, mejor conocido como el “Festival del celular”, en aras de no hacerle publicidad a la marca que patrocina y nombra al mismo (a ver si ya dejan también de bautizar patéticamente a los festivales, según la marca que los auspicia, a la manera regresiva de “Domingos Herdez” u “Orfeón A go gó”).
Como principales platos, el cartel propone fastuoso a Nine Inch Nails y Stone Temple Pilots; sin embargo, haciendo justicia a la creatividad y a la verdadera evolución tanto musical como conceptual, The Flaming Lips será el combo que ofrecerá la más alta riqueza auditiva y visual. Y curiosamente, aun siendo el grupo con más años de existencia del elenco (cumplen 25), es el que, gracias a su tercer aire dosmilero, está conectando más con las actuales generaciones, de lo que pudieran lograr las noventeras y anquilosadas propuestas de NIN o peor aún, STP.
Así, mientras el respetable pero estancado Trent Reznor se ha vuelto una caricatura de sí mismo, al ya no dejar sangre emocional en el escenario y al contrario, buscar forzadamente reciclar la gloria pasada a la que le llevó el Downward spiral (1994), al incluso querer sonar similar, con una furia ya poco creíble, The Flaming Lips siempre están buscando sonar atemporales, o a lo que no han sonado, cercanos a la imaginación espacial, el humor, la ironía, la reflexión alrededor de la existencia humana, y lejos de la atención mediática, lo que les ha colocado en el inasible estante de las “bandas de culto”.
De Oklahoma, y encabezados por el destornillado pero sensible Wayne Coyne, Los labios ardientes emergieron en 1983, para repuntar en los días del “rock alternativo” y establecerse en los 90 como una de las bandas subterráneas más divertidas y originales de su camada. Ya luego evolucionados rumbo a sonidos más sicodélicos, luego de 10 discos, se han perfilado como una banda surreal e inquieta, de iniciativa experimental, pero de gran intuición pop/melódica. Su gusto por lo visual, tanto en video como en concierto, los sigue desmarcando de la bola. No sólo han creado discos memorables, como el Transmissions from the Satellite Heart (1993), sino que han efectuado happenings tales como ensamblar una pieza musical a partir de 40 coches en un estacionamiento, cada uno con una parte distinta desde sus estéreos (The parking lot experiment, 1996), o el de emitir Zaireeka (1997), cuatro discos que había que hacer sonar a la vez para oír la obra completa. Ya en los albores del nuevo siglo, resurgieron con la trilogía que los ha colocado más alto: The soft bulletin (1999), el aclamado Yoshimi battles the Pink Robots (2002) y una de sus mejores obras, At war with the mystics (2006). Para 2008, tras un lustro de promesas, emiten Christmas at Mars, filme fantástico de 85 minutos, escrito y filmado de modo casero por Coyne y compañía: una especie de “drug movie” existencialista, totalmente cutre, a lo Ed Wood. Sin duda, su actuación de mañana será una experiencia mágica, entrañable.
Por su parte, aunque Reznor encabece campañas de “guerrilla” cibernética y difunda teorías conspiradoras, no puede evitar sonar a marketing para vender discos. En cuanto a STP, será el mero recuerdo de una banda de no malos riffs, aunque harto comercial en su época, cuyo cantante, Scott Weiland, aunque impuso su potente voz, se la pasó en rehabilitación por su adicción a la heroína.
Agradable estará la neosicodelia de MGMT, de Brooklyn, y el garage-pop inglés de The Kooks. Rarito estará, también de Nueva York, el pop-industrial-punk de Mindless Self Indulgence, y terrible el falso punk-emo de Paramore, de Tennessee. De Australia, el drum&bass de Pendulum. De México, la efectividad de Los Odio y Quiero Club; el dark de Payro, el metal de la nueva banda de Lino Nava, Recolector, y de Uruguay, la rumbita de El Cuarteto de Nos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario