lunes, octubre 13, 2008

La travesía

Juan Domingo Argüelles

Para mis padres

Cada verano yo hacía el viaje de regreso a mi tierra natal.
Por veinticuatro horas el autobús surcaba las olas del asfalto
sinuoso y devoraba, lento, los cientos de kilómetros
de asombro y espesura. Al principio miraba el paisaje infinito.
Luego, al caer la tarde, las páginas de un libro
me hablaban de otro tiempo y de extraños asuntos.
A trechos me dormía, y al despertar veía
la joven luz de cierta madrugada. Saber que estaba cerca
de la casa paterna me daba una alegría que no he vuelto a tener;
una melancolía adolescente con bordes de llorar.

Hoy, si me fuera dado repetir la existencia,
pediría los años de esa edad inmadura.
Este que ya no es joven escribe estas palabras
que a sus espaldas lee un ser que ya se fue.
Si algo valió la pena fue aquel tiempo de oro
felizmente agotado en todo su caudal.

Aquel adolescente no sabía
que por cada retorno había una resta.
Hoy tiene unas monedas de cobre entre las manos.
El oro se ha perdido y no lo restituyen las palabras.

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