Cuando celebraba el cumpleaños de los latifundistas amigos, Beltrán contaba que sus capataces envolvían campesinos en costales empapados de gasolina, y se los quemaba vivos. Pero dada su condición de “experto en economía” (ministro de Hacienda en dos ocasiones), la oligarquía lo recuerda como “el señor de los milagros”… de los “mil-agros”.
Los Beltrán Espantoso descendían de los virreyes e inquisidores españoles que oprimieron durante cuatro siglos y medio al Perú, y pertenecían al 0.4 por ciento de propietarios que detentaban 76 por ciento de las tierras cultivables del país andino, según el investigador Roger Rumrill. Fue por eso (y mucho más) que en el primer acto de reivindicación nacional de la “revolución peruana”, el grupo de coroneles que el 3 de octubre de 1968 tomaron el poder descolgaron el óleo de Pizarro en el Palacio Presidencial, sustituyéndolo por el de Tupac Amaru (José Gabriel Condorcanqui, el líder mestizo rebelde que en 1781 fue descuartizado por los españoles en la Plaza de Armas de Cuzco. Sin tiempo para sacarse el pijama, el presidente Fernando Belaúnde Therry huyó del Palacio de Gobierno, pidiendo asilo en la embajada argentina. Belaúnde era el presidente “democrático” de un país de 14 millones de habitantes, en el que sólo 1.5 millones había concurrido a las urnas porque la mayoría no tenía derecho a voto por ser analfabeta.
Liderados por Juan Velasco Alvarado, los coroneles Aníbal Meza Cuadra, Jorge Fernández Maldonado, Leónidas Rodríguez, Oscar Molina, Jorge Viale, José de Rivera Lucero y Jorge Dellepiane (marino) pusieron en marcha el llamado Plan Inca y decididos a encarar “los problemas estructurales del Perú”.
La revolución peruana se asumió como “nacionalista, humanista, socialista, libertaria, independiente de ideologías, partidos políticos o grupos de poder… dentro de una comunidad solidaria”. Su propósito apuntaba a “… transformar las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales, con el fin de lograr una nueva sociedad, en la que el hombre y la mujer peruanos vivan con libertad y justicia”.
El Plan Inca había arrancado en agosto, luego del contrato suscrito con la estadunidense International Petroleum Company (IPC), en perjuicio de la empresa petrolera fiscal, que los conjurados calificaron de “… ente sin significación económica, burocratizada e ineficiente, por falta de apoyo del Estado”.
El 24 de junio de 1969 el presidente Velasco Alvarado firmó la ley de Reforma Agraria “… sin privilegios ni excepciones”. La primera organización popular fue la Confederación Nacional Agraria y sesionó con 505 delegados en el edificio del abolido parlamento peruano. Siete millones de hectáreas fueron entregadas a las comunidades campesinas, herederas del ayllu.
Sendas reformas tuvieron lugar en el espacio empresarial, industrial, eléctrico, pesquero, turístico, de vivienda, salud y seguridad social. La creación de la Comunidad Laboral estimuló la participación del trabajador en la gestión, utilidad y propiedad de las empresas. En educación hubo una vuelta de campana, poniendo en cuestión “… un sistema de educación orientado intencionalmente a mantener en la ignorancia a las grandes mayorías con fines de explotación”.
El 27 de julio de 1974, por primera y última vez, los peruanos controlaron los medios de comunicación. El Comercio (vocero histórico de los Miró Quesada) fue entregado a las Comunidades Campesinas; La Prensa (propiedad de los Beltrán) pasó al control de las Comunidades Laborales. Expreso (de Manuel Ulloa, representante de la familia Rockefeller) fue a las organizaciones ligadas a la Educación. Ojo, a escritores, artistas e intelectuales. Correo, a los profesionales, médicos y abogados. Última hora (vespertino de La Prensa y el de más circulación) quedó en las cooperativas de servicios.
A raíz de la expropiación de la IPC, los yanquis recurrieron al bloqueo crediticio (Enmienda Hickenlooper). Velasco respondió con la expulsión de las misiones militares estadunidenses. Naves pesqueras del imperio que pescaban dentro de las 200 millas de mar territorial, fueron obligadas a pagar una multa.
El 29 de agosto de 1975, El Chino Velasco sufrió su primer derrame cerebral. El derechista general Francisco Morales Bermúdez lo sustituyó en el mando. Velasco murió el 24 de diciembre de 1977. Medio millón de personas, obreros, campesinos, pobladores de los barrios marginales, acompañaron los restos.
El 27 de junio de 1976, “día del campesino”, Morales Bermúdez anunció el fin de la reforma agraria. Y en 1979, los diarios de circulación nacional fueron devueltos a sus antiguos propietarios.
Velasco Alvarado decía que al imperialismo había que ponerlo frente a “hechos consumados” y avanzar “como el loro”: no soltar una pata sin tener bien afianzada la otra.
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