lunes, noviembre 24, 2008

Carlos Fuentes: la memoria y el deseo

Antonio Valle

PALABRAS SUMERGIDAS EN UN TORRENTE DE LUZ AJENA

Hace una década La Jornada publicó un texto titulado Clinton y Faulkner. Era el discurso que Carlos Fuentes pronunció en el Senado de la República Francesa para conmemorar un centenario del nacimiento de William Faulkner. Ese discurso retrataba una cita a la que asistieron Gabriel García Márquez, Sepúlveda Amor, el entonces presidente Clinton y Carlos Fuentes invitados por el escritor William Stayron. Esta breve viñeta nos permite saborear el pensamiento preciso, elegante y erudito, la inteligencia y verticalidad de un maestro del ensayo. Previsiblemente aquella reunión pasó de la conversación política a la velada literaria. Llegó el momento de confesar filias, gustos y pasiones. Stayron dijo que su novela favorita era el Huckleberry Finn de Mark Twain; Márquez prefirió el Conde de Montecristo de Dumas; pero Carlos Fuentes, nos cuenta que tuvo que morderse la lengua para negar que su novela favorita era el Quijote de Cervantes y no Absalón, Absalón de William Faulkner. El inteligente novelista buscaba que Clinton platicara de Arkansas de donde es originario. Entre los recuerdos perturbadores de Clinton, que revivía escenas de violencia racial, se fueron abriendo paso las imágenes de Faulkner que arribaron frente a las costas de Massachusetts donde vive Stayron.

Empleando una prosa puntual, Carlos Fuentes nos da a conocer la médula de Absalón, Absalón. Dice que esa historia del sur norteamericano “se presenta en la memoria y el deseo”, que ocurre, “en un presente capaz de recibir tanto el pasado como el porvenir.”

Esta reflexión es una metáfora del Mississippi, que a su vez recupera la famosa sentencia de Heráclito (en esta ocasión vertida en el gran padre de las aguas) aguas que siempre son iguales pero que nunca son las mismas. Milan Kundera lo propone de esta forma:” La lucha contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido.” Razonamiento válido porque es la expresión de un deseo de restitución, deseo que sólo tiene posibilidades de existir si es capaz de creer, de inventarse un futuro, es decir, una llegada. Si desde el río brota el pasado y el devenir en las historias de Faulkner, Carlos Fuentes nos hace comprender que Absalón, Absalón, como toda gran novela, “no se encuentra detrás de nosotros, está delante, nos mira a la cara.”

SANTUARIOS QUE SOBREVIVEN EN ESTADO LATENTE

La intensidad trágica de William Faulkner se expresa en un estilo que nunca crea efectos, es una prosa que apunta hacia el espíritu revuelto, a la médula psicológica del sur de Norte América. Un espacio que se inaugura con el preludio de la guerra civil, que se desenvuelve entre batallas y concluye con la desaparición de ciertos tipos humanos clásicos de esa región inmensa. Sin embargo, permanecen en estado latente algunas de las terribles contradicciones que propiciaron la conflagración. En su discurso Carlos Fuentes cita a Catherine Anne Porter, ella describe a esa tierra como “hija dolorosa de una guerra perdida.” Esas contradicciones inutilizadas continúan latentes y van a explotar décadas después.

Los inagotables recursos narrativos, la multitud de voces y puntos de vista creados por el fundador de Santuario generan un black out cada vez que un lector sensible termina sus novelas. Lentamente las historias se hunden en el inconsciente, dejando en la superficie una serie de señales poéticas que al recordarse generan reacciones en cadena. Como tsunamis aparecen imágenes vertiginosas de ese doloroso tiempo. Sólo basta con mencionar dos títulos del maestro: Mientras agonizo y El sonido y la furia.

UNA POETICA IMPLACABLE PARA ABORDAR LA CONDICIÓN HUMANA

La historia de este gran narrador dice que una mañana Faulkner se presentó ante su amigo Serwood Anderson, quería participarle que había escrito su primera historia. El creador de Winisburgo Ohio solamente logró exclamar: “Oh, santo Dios.” Los vínculos entre la prosa y la poesía de William Faulkner son hondos y vienen de lejos, siempre están presentes en su zaga, la poesía brota de aquellas manos, que algunas veces utilizó para sobrevivir pintando casas con una brocha gorda. Pero acaso, después de sumergirnos en esa poesía portentosa, ¿no salimos intensamente asqueados y hartos de la condición humana? ¿A dónde están, que hacen las tristísimas figuras, los despojos subhumanos, las mujeres y hombres que logran sobrevivir a sus incendios y santuarios arruinados? Cuando en 1950 le fue entregado el Premio Nobel de Literatura, entre las líneas de su discurso, William Faulkner nos da algunas claves para responder a estas preguntas. “ El escritor joven… debe aprender que la más vil de todas las cosas consiste en tener miedo… no escribirá sobre el amor, sino sobre el deseo… Escribirá como si fuese un testigo del fin del hombre. Pero yo me niego a aceptar el fin del hombre… no se limitará a resistir, sino que prevalecerá.”

Tiene razón Carlos Fuentes; las novelas de William Faulkner se encuentran en el territorio de nuestro deseo y nos miran a la cara.

Una década después el creador de Aura firma un artículo cuya cabeza titula: Presidente Obama. Dos palabras que sintetizan la congruencia y el poder visionario que tienen sus ensayos y artículos para periódico, sus reflexiones y discursos.

UN ENTREMÉS VULGAR EN LA VÍSPERA DE UNA CONTIENDA DEL DESEO EN CONTRA DEL OLVIDO

Hace un par de días, mientras leía el artículo Presidente Obama, escuché la conversación de una familia veracruzana, sus orígenes podían rastrearse con facilidad en el África negra. Ellos aseguraban con vehemencia que Obama no debería ganar las elecciones. Tuve la clara impresión de que si ellos estuvieran en condiciones de votar lo harían por John McCain. El complejo racial de Mickel Jackson ha teñido la epidermis y el espíritu del imaginario social, no sólo de los norteamericanos -que dicho sea de paso, hoy parecen estar dispuestos a conquistar su mejor deseo- sin embargo, buena parte de nuestro país no parece opinar lo mismo. Hace cuarenta años Carlos Fuentes dijo en su esplendido libro de ensayos Tiempo Mexicano: “ la cultura no es, como vulgarmente se le concibe en México al nivel televisivo, un ejercicio minoritario al que se dedican unos cuantos intelectuales…” Aunque algunas cosas han cambiado, para amplios sectores de la clase media mexicana, por más que sea evidente que la crisis económica y social que vive Norteamérica es producto de las políticas perversas instrumentadas por los republicanos, ellos parecen convencidos de que más conviene blanco malo que afroamericano por conocer. Tal vez no les haría daño leer El conde de Montecristo de Alejandro Dumas, que Gabriel García Márquez, en aquella velada frente a las costas de Massachussets, saludó. Márquez dice que esta es “ la más grande novela sobre la educación. Encierras a un joven marinero casi iletrado en una mazmorra del castillo de If y más tarde sale sabiendo física, matemáticas, altas finanzas, astronomía y algunas lenguas…” Ante semejante perspectiva, tal vez aquella familia veracruzana comentara, que eso “ no tiene la menor importancia ”, aunque sea incapaz de recordar que existe una versión de cine donde Arturo de Córdoba interpreta a Edmundo Dantés. De cualquier forma la conversación de esa familia me hizo pensar en que “ eso se conoce como caminar hacia adelante cuando no hay camino” , del Tao Te King.

ES POSIBLE MATAR A UN RUISEÑOR, PERO NO A UN SUEÑO

En la película de Robert Mulligan, Matar a un ruiseñor, Gregory Peck interpreta a un abogado que defiende, a contrapelo de los prejuicios raciales de su comunidad, a un campesino negro acusado de violar a una mujer blanca. Los miembros de la comunidad asesinan al supuesto culpable. Finalmente el abogado logra demostrar su inocencia. Matar a un ruiseñor es un símbolo de la pérdida de la inocencia. En esta película se percibe el estilo narrativo de William Faulkner. En efecto la gran literatura prevalecerá abriéndose paso dolorosa y misteriosamente, ha sido escrita para recordarnos aquellos días de linchamientos y de incendios, se revela en los sueños del pastor Martín Luther King que pretenden ser asesinados, en las imágenes de otros filmes como Mississippi burning y en el grito y el silencio de la maravillosa voz de la contralto Bessie Smith cuando un servicio médico de blancos se negó a atenderla.

DE CÓMO, CUANDO CARLOS FUENTES SE MORDIÓ LA LENGUA, DEJA LIBRE LA IMAGINACIÓN PARA PRODUCIR INAGOTABLES MUNDOS

Por partida doble tiene razón Carlos Fuentes. También Cervantes y Don Quijote nos miran de frente. Los ojos de un retrato suyo nos observan. Los ha pintado su contemporáneo, Juan de Jáuregui, que además de retratista, escribió un Antídoto contra las soledades y una Apología por la verdad. En el retrato parecen fundirse creador y personaje. El mejor antídoto contra la soledad es el ingenio. La apología de la verdad única ha terminado. Comienza la ficción, la locura, es el primer tiempo de la novela hispanoamericana. Diversas biografías de Cervantes aseguran que fue un hombre fracasado, es cierto, pero también lo es que fue un hombre atravesado de historias y aventuras, un hombre que supo manejar el tiempo y trascender sus circunstancias. En algún momento de la historia su mano diestra nos presenta al Caballero de los espejos. ¿Cuántas oportunidades tienen los hombres para mirarse ahí y trascender cualquier clase de infortunio? El temperamento creativo de Carlos Fuentes está más cerca de Cervantes que de Faulkner. Si en la casa de William Stayron se mordió la lengua, fue para crear un lapsus lingue controlado, pensado con asombrosa inteligencia. Esa expresión coloquial nos conduce a una antípoda, a un lugar de la mancha donde Cervantes logró que el mundo supiera, y recordara para siempre, que es posible vivir y pensar con libertad, y que entre la realidad y la literatura existe una arteria consanguínea que nació con el hombre. Es por eso, como dice William Faulkner, que el hombre prevalecerá. No importa que en este extremo abunde lo que falta allá, que en Hispanoamérica el arsenal fantástico del Manco inmortal nos haga soñar y sonreír, nos obligue a preguntarnos por qué si los fabulosos personajes de Cervantes son capaces de tomar conciencia de que están viviendo dentro de un relato, por qué a nosotros nos cuesta tanto entender que “ la locura de Don Quijote es una negación del tiempo lineal del progreso”, y que esta novela abre zonas de sensibilidad e inteligencia donde la realidad queda expuesta y desbordada. Si los perros corren libremente, como se interroga Bob Dylan, ¿por qué nosotros no? El anacrónico Caballero de la triste figura al convertirse en señor de los espejos se erige en héroe de la modernidad. Dice Carlos Fuentes que Don Quijote y Don Juan, el Burlador de Sevilla, son personajes anticanónicos… “ Ellos transformaron las ideas feudales del honor y del amor en experiencias modernas de camino y de la alcoba.” En Tiempo mexicano Carlos Fuentes se imagina un imposible encuentro entre el Burlador de Sevilla y el Ingenioso Hidalgo. Dice Fuentes que “ ese encuentro hubiese significado la salud de España y la continuación de la gesta. Una locura luminosa y un mal heroico habrían caminado de la mano.” Sin embargo, con la contrarreforma, España congeló por un buen tiempo al caballero y al burlador. De cualquier forma ambos personajes le dan la estocada a un mundo que se está cayendo a pedazos.

Hace cuarenta años Carlos Fuentes, citando a Lévi-Strauss, decía que “la historia rara vez es acumulativa y casi siempre simultánea… una historia de aparentes cabos sueltos, de promesas truncas e incumplidas, de latencias… que parecen esperar el agotamiento para proponer soluciones distintas… ”

Si las novelas de Faulkner nos invitan a ver de frente a los muertos y sobrevivientes que siguen irrigando las crecidas del Mississippi; Cervantes extiende un horizonte nuevo, creativo, democrático y libre en la Mancha. Los cuentos y novelas; los ensayos y discursos de Carlos Fuentes se funden con el poderoso padre de las aguas . El creador de La región más transparente puede suscribir con William Faulkner que “ el hombre posee un alma y un espíritu capaces de compasión, sacrificio y aguante, que el deber de quien escribe es ayudarlo a resistir y a prevalecer.”

En un campo de la Mancha , un hombre se quita el yelmo, mira los ojos de Carlos Fuentes, lo saluda.

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