René Delgado
Cuando dos países desplazan o consideran desplazar tropas a su frontera con un tercer país asediado por la violencia criminal, evidentemente ese tercer país tiene un serio problema. Si a la par de eso, ese tercer país resiente los efectos devastadores de una crisis económica importada y el éxito de sus medidas de contención dependen de cuanto haga o deje de hacer uno de aquellos dos vecinos, el problema es todavía más grave.
Ese tercer país, sobra decirlo, es México. Los vecinos son Guatemala y Estados Unidos.
De ahí la importancia del encuentro que el lunes tendrá el presidente Felipe Calderón con el próximo mandatario estadounidense, Barack Obama. De la capacidad de Calderón para "hacer química" con Obama y fincar, así, una relación que trascienda lo estrictamente diplomático y replantee el vínculo entre los dos países dependerá mucho de cuanto ocurra o deje de ocurrir en el país, particularmente, en el ámbito de las cuestiones económicas y criminales que hoy son el eje de muchos otros temas de la agenda bilateral y multilateral.
La circunstancia mexicana en el campo económico y criminal es delicada en extremo.
En el primer campo si bien es menester aplicar medidas de contención pero también de corrección para que la crisis económica no tenga un brutal efecto sobre México, lo cierto es que las variables están sobre todo del otro lado del Río Bravo. Del desarrollo de la política económica estadounidense dependerá en mucho lo que aquí pueda suceder.
En el segundo campo el asunto es igualmente complejo. El desplazamiento de tropas guatemaltecas a la frontera con México sin que se encuadren manifiesta y explícitamente en un marco de coordinación y cooperación bilateral permite pensar que el gobierno de Álvaro Colom teme un mayor avance de los cárteles mexicanos sobre su territorio. Asimismo, el irresponsable anuncio de Michael Chertoff, todavía secretario de Seguridad Interna de Estados Unidos, alentando un Plan de Contingencia con tropas estadounidenses en la frontera de México para contener la violencia criminal, constituye una muy mala noticia.
Ambas acciones advierten dos cuestiones importantes. Pese al carácter global -o, al menos, continental- del narcotráfico, los vecinos del norte y el sur de México consideran que ese problema es un asunto mexicano o nacional. Y, por lo mismo, más allá de los discursos de cooperación, están dejando solo a México siendo que en muy buena medida el problema deriva del mercado de consumo existente en Estados Unidos.
No hay trampolín sin alberca y, en este caso, si bien México (más allá del consumo de drogas interno) es el trampolín del narcotráfico, Estados Unidos es la alberca. De ahí que asombre que el vecino del norte reconozca la dimensión del problema pero insista en entenderlo como un asunto mexicano y no bilateral o multilateral. La exigencia estadounidense para que México se aplique en el combate del narcotráfico no tiene correspondencia con la propia actitud de Estados Unidos frente al problema. El vecino exige lo que no ofrece. México pone los muertos, Estados Unidos la camilla.
La política estadounidense en contra del narcotráfico no tiene el grado de compromiso de la política mexicana y, por el mensaje de Chertoff, no puede desconsiderarse la idea de que al menos parte del gobierno estadounidense mira el asunto como un problema mexicano. La ayuda o el apoyo se ofrece como un gesto de buena vecindad, no como una política decidida y comprometida al menos bilateralmente.
Esa forma de percibir y concebir el problema del narcotráfico ha provocado una serie de errores que, curiosamente, no alejan sino acercan el peligro a Estados Unidos.
En cierta medida, el éxito del Plan Colombia que el vecino del norte apoyó en aquel país latinoamericano se tradujo en acercar el peligro a Estados Unidos. Buena parte del desarrollo de los cárteles mexicanos del narcotráfico es producto del desplazamiento y abatimiento de los cárteles colombianos, y si llegado el caso el Plan Mérida tiene éxito, el peligro se trasladará a algún otro país. Se trasladará, pero no se solucionará.
Desde esa perspectiva y sin desconsiderar los evidentes y fuertes intereses que, en el fondo, mantienen viva la industria criminal de la droga, si Estados Unidos no modifica aquella percepción y concepción, reconociendo el carácter global o continental y, por lo mismo, alentando políticas multilaterales frente al crimen, los cárteles mudarán sus sedes haciendo del "efecto cucaracha" la filosofía de la política antidrogas de Estados Unidos y del país que, en su turno, le toque encarar al crimen organizado.
El punto donde el problema criminal se vincula con el problema económico es que la crisis se puede transformar en oportunidad para el narcotráfico. Siendo su negocio una muy rentable industria, la capacidad de emplear mano de obra criminal barata podría complicar aún más el asunto. Si tanto al problema criminal como al económico no se les reconoce como un asunto de seguridad nacional, para México y para Estados Unidos es un enigma lo que pueda ocurrir porque, evidentemente, repercutirá en otros temas de la agenda bilateral: tráfico de armas, tráfico de personas, tráfico de mercancías y muchos etcéteras que se resumen en una condición de alta explosividad social.
Aun cuando algunos analistas valoran el encuentro del lunes como un asunto de tradición y protocolo entre México y Estados Unidos, la circunstancia le imprime una dimensión muy superior.
Y en ese encuentro, el presidente Felipe Calderón tiene varias ventajas. La visión global o mundial de Barack Obama hasta por razones genéticas y culturales es mucho más amplia y rica que la de George Bush. La importancia del voto de las minorías a favor de Obama compromete su actuación hacia el lugar de origen de esas minorías. Y, por si eso fuera poco, la red de contactos y amistades de mexicanos -calderonistas o no- con un muy buen número de colaboradores de Obama favorece la posibilidad de estrechar y replantear la relación.
Más todavía. El señalamiento de Obama hecho en la entrevista de la revista Time de finales de diciembre, donde manifiesta interés por "prestar más atención a América Latina" reconociendo que "hemos descuidado a nuestros vecinos", es toda una oportunidad. Sin embargo, hay un problema. En esa entrevista, Obama pone como ejemplo a Brasil como un país con el cual Estados Unidos debería fortalecer su relación.
No se esperan, desde luego, resultados del encuentro entre Calderón y Obama. Sí que el mandatario mexicano tenga el talento para entablar una relación personal con Barack Obama, sí que sepa colocar al socio del sur en el horizonte de las prioridades del nuevo gobierno estadounidense, sí que tenga claridad de la agenda a plantear, sí que sepa el grado de relación y amistad que varios mexicanos tienen con colaboradores cercanos de Obama.
El error de no haberse entrevistado con Barack Obama en su condición de candidato ha sido satisfactoriamente superado por los oficios de la canciller Patricia Espinosa y el embajador Arturo Sarukhán creando una buena atmósfera para el encuentro, ojalá el presidente Calderón reconozca la oportunidad de oro que tiene en medio de la adversidad.
Cuando dos países desplazan o consideran desplazar tropas a su frontera con un tercer país asediado por la violencia criminal, evidentemente ese tercer país tiene un serio problema. Si a la par de eso, ese tercer país resiente los efectos devastadores de una crisis económica importada y el éxito de sus medidas de contención dependen de cuanto haga o deje de hacer uno de aquellos dos vecinos, el problema es todavía más grave.
Ese tercer país, sobra decirlo, es México. Los vecinos son Guatemala y Estados Unidos.
De ahí la importancia del encuentro que el lunes tendrá el presidente Felipe Calderón con el próximo mandatario estadounidense, Barack Obama. De la capacidad de Calderón para "hacer química" con Obama y fincar, así, una relación que trascienda lo estrictamente diplomático y replantee el vínculo entre los dos países dependerá mucho de cuanto ocurra o deje de ocurrir en el país, particularmente, en el ámbito de las cuestiones económicas y criminales que hoy son el eje de muchos otros temas de la agenda bilateral y multilateral.
La circunstancia mexicana en el campo económico y criminal es delicada en extremo.
En el primer campo si bien es menester aplicar medidas de contención pero también de corrección para que la crisis económica no tenga un brutal efecto sobre México, lo cierto es que las variables están sobre todo del otro lado del Río Bravo. Del desarrollo de la política económica estadounidense dependerá en mucho lo que aquí pueda suceder.
En el segundo campo el asunto es igualmente complejo. El desplazamiento de tropas guatemaltecas a la frontera con México sin que se encuadren manifiesta y explícitamente en un marco de coordinación y cooperación bilateral permite pensar que el gobierno de Álvaro Colom teme un mayor avance de los cárteles mexicanos sobre su territorio. Asimismo, el irresponsable anuncio de Michael Chertoff, todavía secretario de Seguridad Interna de Estados Unidos, alentando un Plan de Contingencia con tropas estadounidenses en la frontera de México para contener la violencia criminal, constituye una muy mala noticia.
Ambas acciones advierten dos cuestiones importantes. Pese al carácter global -o, al menos, continental- del narcotráfico, los vecinos del norte y el sur de México consideran que ese problema es un asunto mexicano o nacional. Y, por lo mismo, más allá de los discursos de cooperación, están dejando solo a México siendo que en muy buena medida el problema deriva del mercado de consumo existente en Estados Unidos.
No hay trampolín sin alberca y, en este caso, si bien México (más allá del consumo de drogas interno) es el trampolín del narcotráfico, Estados Unidos es la alberca. De ahí que asombre que el vecino del norte reconozca la dimensión del problema pero insista en entenderlo como un asunto mexicano y no bilateral o multilateral. La exigencia estadounidense para que México se aplique en el combate del narcotráfico no tiene correspondencia con la propia actitud de Estados Unidos frente al problema. El vecino exige lo que no ofrece. México pone los muertos, Estados Unidos la camilla.
La política estadounidense en contra del narcotráfico no tiene el grado de compromiso de la política mexicana y, por el mensaje de Chertoff, no puede desconsiderarse la idea de que al menos parte del gobierno estadounidense mira el asunto como un problema mexicano. La ayuda o el apoyo se ofrece como un gesto de buena vecindad, no como una política decidida y comprometida al menos bilateralmente.
Esa forma de percibir y concebir el problema del narcotráfico ha provocado una serie de errores que, curiosamente, no alejan sino acercan el peligro a Estados Unidos.
En cierta medida, el éxito del Plan Colombia que el vecino del norte apoyó en aquel país latinoamericano se tradujo en acercar el peligro a Estados Unidos. Buena parte del desarrollo de los cárteles mexicanos del narcotráfico es producto del desplazamiento y abatimiento de los cárteles colombianos, y si llegado el caso el Plan Mérida tiene éxito, el peligro se trasladará a algún otro país. Se trasladará, pero no se solucionará.
Desde esa perspectiva y sin desconsiderar los evidentes y fuertes intereses que, en el fondo, mantienen viva la industria criminal de la droga, si Estados Unidos no modifica aquella percepción y concepción, reconociendo el carácter global o continental y, por lo mismo, alentando políticas multilaterales frente al crimen, los cárteles mudarán sus sedes haciendo del "efecto cucaracha" la filosofía de la política antidrogas de Estados Unidos y del país que, en su turno, le toque encarar al crimen organizado.
El punto donde el problema criminal se vincula con el problema económico es que la crisis se puede transformar en oportunidad para el narcotráfico. Siendo su negocio una muy rentable industria, la capacidad de emplear mano de obra criminal barata podría complicar aún más el asunto. Si tanto al problema criminal como al económico no se les reconoce como un asunto de seguridad nacional, para México y para Estados Unidos es un enigma lo que pueda ocurrir porque, evidentemente, repercutirá en otros temas de la agenda bilateral: tráfico de armas, tráfico de personas, tráfico de mercancías y muchos etcéteras que se resumen en una condición de alta explosividad social.
Aun cuando algunos analistas valoran el encuentro del lunes como un asunto de tradición y protocolo entre México y Estados Unidos, la circunstancia le imprime una dimensión muy superior.
Y en ese encuentro, el presidente Felipe Calderón tiene varias ventajas. La visión global o mundial de Barack Obama hasta por razones genéticas y culturales es mucho más amplia y rica que la de George Bush. La importancia del voto de las minorías a favor de Obama compromete su actuación hacia el lugar de origen de esas minorías. Y, por si eso fuera poco, la red de contactos y amistades de mexicanos -calderonistas o no- con un muy buen número de colaboradores de Obama favorece la posibilidad de estrechar y replantear la relación.
Más todavía. El señalamiento de Obama hecho en la entrevista de la revista Time de finales de diciembre, donde manifiesta interés por "prestar más atención a América Latina" reconociendo que "hemos descuidado a nuestros vecinos", es toda una oportunidad. Sin embargo, hay un problema. En esa entrevista, Obama pone como ejemplo a Brasil como un país con el cual Estados Unidos debería fortalecer su relación.
No se esperan, desde luego, resultados del encuentro entre Calderón y Obama. Sí que el mandatario mexicano tenga el talento para entablar una relación personal con Barack Obama, sí que sepa colocar al socio del sur en el horizonte de las prioridades del nuevo gobierno estadounidense, sí que tenga claridad de la agenda a plantear, sí que sepa el grado de relación y amistad que varios mexicanos tienen con colaboradores cercanos de Obama.
El error de no haberse entrevistado con Barack Obama en su condición de candidato ha sido satisfactoriamente superado por los oficios de la canciller Patricia Espinosa y el embajador Arturo Sarukhán creando una buena atmósfera para el encuentro, ojalá el presidente Calderón reconozca la oportunidad de oro que tiene en medio de la adversidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario