Sergio Aguayo Quezada
A la memoria de la Beba Pecanins
El presidencialismo autoritario fue heredado por las televisoras que se empeñan en modernizar el "dedazo". No basta con reconocerlo y lamentarlo; mejor reflexionemos sobre la forma de frenar esta amenaza al interés general.
¿Qué tanto influyen las televisoras en las elecciones mexicanas? Esa pregunta estuvo tras una investigación realizada con Miguel Acosta Valverde y Javier Treviño Rangel. El resultado es un libro, Democracia: medios de comunicación y elecciones en México (disponible en www.sergioaguayo.org), que revisa la forma en que transmitieron las televisoras privadas y públicas la presidencial del 2006, 13 elecciones estatales realizadas en el 2007 y el 2008, y la discusión en la Suprema Corte de la Ley Televisa. A continuación presento las principales conclusiones centradas en las televisoras privadas (en otra ocasión hablaré de las públicas).
Las televisoras como instrumento. A los medios no puede responsabilizárseles por los spots de los partidos, ni por las campañas negativas desencadenadas por Felipe Calderón y el Partido Acción Nacional en marzo del 2006. La promoción del miedo fue la principal novedad de aquella campaña, el factor más determinante en los resultados electorales, y un claro retroceso en la calidad de la democracia. No fue un hecho aislado; enlodar al adversario fue imitado por los otros partidos en los comicios locales del 2007 y el 2008.
Las televisoras como protagonistas. Huele a naftalina aquella frase de Emilio Azcárraga Milmo presentándose como "soldado del PRI". Las televisoras privadas ya alcanzaron la mayoría de edad y no obedecen los dictados de Gobernación o Los Pinos; actúan en defensa de sus intereses. Por esa autonomía tendieron a la inequidad en los tiempos y a la parcialidad en el contenido de los noticiarios dedicado a partidos y candidatos entre el 2006 y el 2008. Dado que su futuro depende en buena medida de quién será el próximo Presidente, resulta totalmente lógico que estén intentando convertirse en el factor decisivo en el 2012. El "dedazo" se moderniza.
Honor a quien honor merece. Jesús Reyes Heroles utilizaba su prosa como plastilina para capturar la esencia de la política nacional. En abril de 1977 se fue al agitado Guerrero para advertir sobre los riesgos de "volver al México bronco y violento". En agosto del mismo año propuso como alternativa una limitada pero importante reforma electoral. Reconocía que pecaba de "gradualismo", pero lo asumía sin timideces porque estaba convencido de que "este método nos ha permitido alcanzar metas firmes y no exponer al país a fuertes retrocesos por avances deslumbrantes". México no estaba para esos "avances súbitos, progresos casi instantáneos" que encandilaban a una parte de la juventud de aquellos años.
De entonces a la fecha nos hemos doctorado varias veces en gradualismo, y algunos de los avances que hemos tenido están como atrapados en arenas movedizas. Tomemos, a manera de ejemplo, el "dedazo", ese orgasmo de autoritarismo durante el cual los presidentes llevaban a su expresión más pura su omnipotencia para, en un elaborado ritual, entregar el cargo a quien habían elegido. La tentación de nombrar al sucesor es irresistible y poseyó a Vicente Fox, quien todavía se vanagloria de haber llevado a la victoria a Felipe Calderón. Ahora bien, si uno observa con atención lo acontecido en el recambio presidencial del 2006, Fox compartió el "dedazo" con otros integrantes de la élite gobernante pública y privada. Y en el Olimpo del poder mexicano relumbran las televisoras.
Desde que llegó la alternancia es notable la audacia de las televisoras, quienes han incrementado exponencialmente su fuerza. Resulta lógico suponer que harán lo posible para convertirse en el factor principal tras la selección del sucesor de Felipe Calderón. Es posible que tengan éxito porque la mayor parte de los árbitros electorales, los partidos y los políticos han hecho hasta lo imposible por congraciarse con las televisoras. Sin embargo, se han dado excepciones. Vale la pena revisar los casos exitosos de resistencia al autoritarismo de nuevo cuño.
Durante el sexenio de Vicente Fox las televisoras recibieron beneficios enormes. Si fuera una telenovela podríamos agruparla en cuatro grandes partes: el "decretazo" del 10 de octubre del 2002; la "Toma del Chiquihuite" por TV Azteca en diciembre del mismo año; los permisos para 130 casas de juego concedidos a una filial de Televisa en mayo del 2005; y, finalmente, la Ley Televisa. La más importante es, sin duda alguna, esta última.
En diciembre del 2005 los diputados de todos los partidos aprobaron por unanimidad la mentada ley demostrando que ellos también levantaban el dedo cuando se los ordenaba el patrón. Meses después, 47 senadores presentaron un recurso de inconstitucionalidad que llevó a uno de los momentos más gloriosos de la Suprema Corte. Fue un grito de independencia inútil porque el Legislativo no ha seguido la instrucción de la Corte. El servilismo fue reeditado por cinco consejeros del Instituto Federal Electoral quienes perdonaron, el 13 de febrero de este año, una multa a las televisoras. Una semana después el mismo consejo decidió, de manera unánime, aplicarles una multa. ¿Por qué cambiaron de opinión los consejeros? Una razón fue el peso, en sus carreras futuras, de la condena unánime del "círculo rojo" a los cinco consejeros electorales.
Lo anterior deja una lección bien elemental. Si deseamos enfrentar las nuevas formas de autoritarismo debemos alejarnos del esquematismo y la caricaturización de la política y sus protagonistas; el cambio se construye respaldando a, y respaldándose en, los funcionarios y políticos dispuestos a tomar en cuenta el interés general. Aun cuando a veces hay la sensación de que no ha cambiado nada, bajo ciertas condiciones la indignación de la opinión pública sí tiene efectos. En la democracia no basta con invocar el bien común; hay que defenderlo con determinación, eficacia e imaginación.
La Miscelánea
Visité el pasado lunes la Cámara de Diputados donde el Tec de Monterrey y la Universidad de Harvard organizaron un foro sobre los vapuleados derechos humanos. Me llamó la atención el descuido del legislativo hacia el medio ambiente. Mientras que un buen número de instituciones públicas ya proscribieron los nocivos vasos de unicel y de plástico para ingerir líquidos, en la Cámara siguen utilizándolos.
A la memoria de la Beba Pecanins
El presidencialismo autoritario fue heredado por las televisoras que se empeñan en modernizar el "dedazo". No basta con reconocerlo y lamentarlo; mejor reflexionemos sobre la forma de frenar esta amenaza al interés general.
¿Qué tanto influyen las televisoras en las elecciones mexicanas? Esa pregunta estuvo tras una investigación realizada con Miguel Acosta Valverde y Javier Treviño Rangel. El resultado es un libro, Democracia: medios de comunicación y elecciones en México (disponible en www.sergioaguayo.org), que revisa la forma en que transmitieron las televisoras privadas y públicas la presidencial del 2006, 13 elecciones estatales realizadas en el 2007 y el 2008, y la discusión en la Suprema Corte de la Ley Televisa. A continuación presento las principales conclusiones centradas en las televisoras privadas (en otra ocasión hablaré de las públicas).
Las televisoras como instrumento. A los medios no puede responsabilizárseles por los spots de los partidos, ni por las campañas negativas desencadenadas por Felipe Calderón y el Partido Acción Nacional en marzo del 2006. La promoción del miedo fue la principal novedad de aquella campaña, el factor más determinante en los resultados electorales, y un claro retroceso en la calidad de la democracia. No fue un hecho aislado; enlodar al adversario fue imitado por los otros partidos en los comicios locales del 2007 y el 2008.
Las televisoras como protagonistas. Huele a naftalina aquella frase de Emilio Azcárraga Milmo presentándose como "soldado del PRI". Las televisoras privadas ya alcanzaron la mayoría de edad y no obedecen los dictados de Gobernación o Los Pinos; actúan en defensa de sus intereses. Por esa autonomía tendieron a la inequidad en los tiempos y a la parcialidad en el contenido de los noticiarios dedicado a partidos y candidatos entre el 2006 y el 2008. Dado que su futuro depende en buena medida de quién será el próximo Presidente, resulta totalmente lógico que estén intentando convertirse en el factor decisivo en el 2012. El "dedazo" se moderniza.
Honor a quien honor merece. Jesús Reyes Heroles utilizaba su prosa como plastilina para capturar la esencia de la política nacional. En abril de 1977 se fue al agitado Guerrero para advertir sobre los riesgos de "volver al México bronco y violento". En agosto del mismo año propuso como alternativa una limitada pero importante reforma electoral. Reconocía que pecaba de "gradualismo", pero lo asumía sin timideces porque estaba convencido de que "este método nos ha permitido alcanzar metas firmes y no exponer al país a fuertes retrocesos por avances deslumbrantes". México no estaba para esos "avances súbitos, progresos casi instantáneos" que encandilaban a una parte de la juventud de aquellos años.
De entonces a la fecha nos hemos doctorado varias veces en gradualismo, y algunos de los avances que hemos tenido están como atrapados en arenas movedizas. Tomemos, a manera de ejemplo, el "dedazo", ese orgasmo de autoritarismo durante el cual los presidentes llevaban a su expresión más pura su omnipotencia para, en un elaborado ritual, entregar el cargo a quien habían elegido. La tentación de nombrar al sucesor es irresistible y poseyó a Vicente Fox, quien todavía se vanagloria de haber llevado a la victoria a Felipe Calderón. Ahora bien, si uno observa con atención lo acontecido en el recambio presidencial del 2006, Fox compartió el "dedazo" con otros integrantes de la élite gobernante pública y privada. Y en el Olimpo del poder mexicano relumbran las televisoras.
Desde que llegó la alternancia es notable la audacia de las televisoras, quienes han incrementado exponencialmente su fuerza. Resulta lógico suponer que harán lo posible para convertirse en el factor principal tras la selección del sucesor de Felipe Calderón. Es posible que tengan éxito porque la mayor parte de los árbitros electorales, los partidos y los políticos han hecho hasta lo imposible por congraciarse con las televisoras. Sin embargo, se han dado excepciones. Vale la pena revisar los casos exitosos de resistencia al autoritarismo de nuevo cuño.
Durante el sexenio de Vicente Fox las televisoras recibieron beneficios enormes. Si fuera una telenovela podríamos agruparla en cuatro grandes partes: el "decretazo" del 10 de octubre del 2002; la "Toma del Chiquihuite" por TV Azteca en diciembre del mismo año; los permisos para 130 casas de juego concedidos a una filial de Televisa en mayo del 2005; y, finalmente, la Ley Televisa. La más importante es, sin duda alguna, esta última.
En diciembre del 2005 los diputados de todos los partidos aprobaron por unanimidad la mentada ley demostrando que ellos también levantaban el dedo cuando se los ordenaba el patrón. Meses después, 47 senadores presentaron un recurso de inconstitucionalidad que llevó a uno de los momentos más gloriosos de la Suprema Corte. Fue un grito de independencia inútil porque el Legislativo no ha seguido la instrucción de la Corte. El servilismo fue reeditado por cinco consejeros del Instituto Federal Electoral quienes perdonaron, el 13 de febrero de este año, una multa a las televisoras. Una semana después el mismo consejo decidió, de manera unánime, aplicarles una multa. ¿Por qué cambiaron de opinión los consejeros? Una razón fue el peso, en sus carreras futuras, de la condena unánime del "círculo rojo" a los cinco consejeros electorales.
Lo anterior deja una lección bien elemental. Si deseamos enfrentar las nuevas formas de autoritarismo debemos alejarnos del esquematismo y la caricaturización de la política y sus protagonistas; el cambio se construye respaldando a, y respaldándose en, los funcionarios y políticos dispuestos a tomar en cuenta el interés general. Aun cuando a veces hay la sensación de que no ha cambiado nada, bajo ciertas condiciones la indignación de la opinión pública sí tiene efectos. En la democracia no basta con invocar el bien común; hay que defenderlo con determinación, eficacia e imaginación.
La Miscelánea
Visité el pasado lunes la Cámara de Diputados donde el Tec de Monterrey y la Universidad de Harvard organizaron un foro sobre los vapuleados derechos humanos. Me llamó la atención el descuido del legislativo hacia el medio ambiente. Mientras que un buen número de instituciones públicas ya proscribieron los nocivos vasos de unicel y de plástico para ingerir líquidos, en la Cámara siguen utilizándolos.
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