viernes, febrero 27, 2009

Philip José Farmer, escritor de ciencia-ficción

Conmocionó el género con su tratamiento del sexo

JACINTO ANTÓN

Puede parecer raro empezar una necrológica con sexo. Pero una de las cosas por las que Philip José Farmer será recordado es precisamente por sexo, y por sexo alienígena. Farmer, uno de los grandes maestros de la ciencia-ficción, que falleció el 25 de febrero a los 91 años en su casa de Peoria (Illinois), es el autor de Los amantes (1961), cuya primera versión como relato corto fue rechazada por el célebre editor John Cambell con el calificativo de "nauseabunda".

La novelita sacudió el ambiente puritano de la ciencia-ficción estadounidense de la época, que lo máximo que se permitía era portadas de monstruos verdes asustando a jovencitas en biquini (y aún), y supuso un verdadero escándalo al contar de manera insólitamente explícita (y desconcertantemente anatómica) los amores carnales entre un hombre y una hembra de otro planeta que resulta ser una especie de insecto.

En la historia, Hal Yarrow, miembro de una comunidad humana puritana y a la sazón casado, es enviado al planeta Ozagen, patria de los insectoides wogglebugs, donde vive un romance fou (¡y tan fou!) con una enigmática mujer llamada Jeannette, en realidad un parásito mimético, la lalitha, que toma forma humana para aparearse y queda preñada por un extraño sistema de orgasmo fotográfico. "¡Has engendrado larvas!", le espeta un colega al protagonista. "¡Monstruos de una unión impía! ¡Niños insectos! Que llevarán tu cara como prueba de esta repugnante carnalidad".

En última instancia y pese a toda la polvareda que levantó, Los amantes es una bonita historia de amor por encima incluso de las barreras planetarias y de un quítame allá esos elitros.


Farmer, al que hay que agradecer que dinamitara la mojigatería de la ciencia-ficción y abriera puertas a la exploración de algo más que las estrellas (en 1992, Destino publicó una sugerente antología de Sexo alienígena bajo su advocación), siguió utilizando el sexo de manera desinhibida en su literatura.

En La imagen de la bestia (historia abracadabrante, freak y macabra que publicó Anagrama) entró abiertamente en la pornografía y nadie que la haya leído olvidará la escalofriante escena inicial, en la que una mujer en la culminación de una flamante felación se quita la dentadura postiza, se coloca otra con dientes metálicos como hojas de afeitar y castra al desconcertado cliente. La novela tuvo continuación hasta componer la Trilogía del exorcismo.

Farmer, por supuesto, ha sido mucho más que sexo en la historia de la ciencia-ficción. Autor de varios ciclos narrativos inolvidables, entre ellos el de Mundo del Río, iniciado con A vuestros cuerpos dispersos, o de medio centenar largo de novelas independientes e incontables relatos y cuentos, forma parte del disco duro del género. Sus historias tienen mucha acción, pero un fondo melancólico a veces.

Fue también iconoclasta en el tratamiento de otros temas, como la religión (uno de sus personajes es el padre Carmody, un sacerdote asesino que se mete en líos teológicos en varios planetas). No dudó en hacer suyos y a su manera a personajes históricos: Mark Twain, Richard Francis Burton, Jack London y el mariscal Göering aparecen en la saga de Riverwold; también Jesús. Depredó con gracia otros mundos literarios y en novelas suyas continúa las aventuras de Philias Fogg, el mago de Oz o Tarzán, personaje al que empleó varias veces (en el cuento El niño perdido de la jungla pasa de todo lo hizo hablar con un lenguaje bastante explícito, por cierto). A Tarzán consagró asimismo un ensayo: Tarzan Alive, A definitive biography of Lord Greystoke.

Su personalidad paródica, bromista y hasta blasfema, es de las que despiertan simpatía entre los maestros del género, a menudo tan estrictos y pudorosos. Sufrió reveses que hubieran desanimado a otro con menos tesón: una vez incluso perdió un largo manuscrito cuando ya lo tenía colocado.

Philip José Farmer (North Terre Haute, Indiana, 1918), ganó los premios Hugo y Nebula a lo largo de su carrera y el Premio Mundial de Fantasía por los logros de toda una vida en el emblemático año de 2001. La mayor parte de su obra está editada en castellano. Los amantes la publicó Acervo en 1975 y no ha dejado de reeditarse. Escribió también bajo el seudónimo de Kiligore Trout, nombre de un personaje de Kurt Vonnegut, autor con el que guarda cierto parecido y al que homenajeó en algunas de sus obras.

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