Ivàn Restrepo
Sobrexplotado por la actividad lechera, el manto freático de La Laguna sufre contaminación, especialmente de arsénico (no por cierto cianuro, como aseguró el licenciado Calderón). También corre peligro de recibir otros contaminantes provenientes de la industria, la basura y las aguas negras que se tiran en el cauce del río Nazas, seco desde 1968. Esto ocurrió ya en 2008, cuando el río nuevamente tuvo agua al desfogarse los excedentes de la presa Cárdenas, la principal de la región.
Si en las próximas temporadas de lluvia se llena el vaso de la presa, lo que debe hacerse, advierten desde ahora los especialistas, es destinar el agua sobrante a la recarga del maltratado acuífero, no a sembrar más alfalfa para las vacas.
En otras partes del país urge revisar el estado en que se encuentran las presas que ya cumplieron su vida útil y que disminuyeron su capacidad de almacenamiento por el azolve proveniente de la erosión de las partes altas de las cuencas alimentadoras. Se calcula que 10 por ciento de todas las presas se encuentra en esa situación, mientras otro 40 por ciento tiene diversos problemas de almacenamiento. Por ello, urge tomar medidas para limpiarlas y así aumentar su capacidad. Ello permitiría extender las áreas de cultivo y evitar inundaciones en las poblaciones que se encuentran cerca.
Siguiendo con el tema del agua, oficialmente se reconoce que están sobrexplotados 104 de los 653 acuíferos del país. Un caso extremo es el del valle de México, con 500 por ciento de sobrexplotación. En septiembre pasado, funcionarios de la ciudad de México anunciaron programas para filtrar y cosechar agua de lluvia en la zona alta del Ajusco. De esa manera se aumentaría la captación de líquido. La zona metropolitana de la capital del país extrae del subsuelo 70 por ciento del agua que consume, y aprovecha muy poco el agua de lluvia. Ésta sale de la cuenca sin usarse, rumbo al Golfo de México. Se desconoce la suerte de dichos programas. Tampoco de los anunciados para impulsar el tratamiento de las aguas negras que pueden después servir en la agricultura, el riego de áreas públicas y el llenado de lagos y canales, como los de Xochimilco, que cumplen un servicio ambiental de primer orden y amortiguan los daños que causa la expansión de la mancha urbana.
La capital cuenta con 23 plantas de tratamiento, con capacidad instalada de apenas unos 4 mil litros por segundo. Deberían ser muchísimos más. El agua tratada la proporciona gratis el gobierno citadino.
El diesel que consumen los camiones de carga en el país contiene, por lo menos, 300 partes de azufre por millón, lo que ocasiona una peligrosa contaminación del aire. Desde octubre pasado, unidades del Metrobús de la ciudad de México usan diesel de bajo azufre, con apenas 30 partes por millón. Lo proporciona Petróleos Mexicanos a un costo mayor del que se vende en el resto del país. Según la Norma Oficial 086, este año el diesel de bajo azufre debe estar disponible en todo México, si es que dicha norma se cumple.
Cuando se autoriza la construcción de un fraccionamiento, la ley ordena que su sistema captador de aguas negras esté conectado al drenaje municipal. No ocurre así con el de Las Palmas (de la inmobiliaria Homex), en Cabo San Lucas, Baja California Sur. Derrama esas aguas cerca de un jardín de niños. Como resultado se enfermaron de hepatitis varios alumnos y maestros. La autoridad municipal restó importancia al problema alegando que se trata de casos aislados.
Tampoco cumple con la legislación vigente el proyecto para construir la presa Zapotillo, que debe abastecer de agua a varios municipios de Jalisco y a la ciudad de León. Los mil 500 habitantes de los tres pueblos que serán afectados por dicha obra alegan que no se cuenta con la manifestación de impacto ambiental requerido en estos casos, ni con la autorización de cambio de uso del suelo. Protestan por ello ante las instancias oficiales responsables del agua y el medio ambiente. No desean que el asunto se empantane como ocurrió con otra presa: La Parota, en Guerrero. Sólo falta que las autoridades digan que los problemas ambientales son, como ocurre con la violencia y la inseguridad, culpa de los medios.
Sobrexplotado por la actividad lechera, el manto freático de La Laguna sufre contaminación, especialmente de arsénico (no por cierto cianuro, como aseguró el licenciado Calderón). También corre peligro de recibir otros contaminantes provenientes de la industria, la basura y las aguas negras que se tiran en el cauce del río Nazas, seco desde 1968. Esto ocurrió ya en 2008, cuando el río nuevamente tuvo agua al desfogarse los excedentes de la presa Cárdenas, la principal de la región.
Si en las próximas temporadas de lluvia se llena el vaso de la presa, lo que debe hacerse, advierten desde ahora los especialistas, es destinar el agua sobrante a la recarga del maltratado acuífero, no a sembrar más alfalfa para las vacas.
En otras partes del país urge revisar el estado en que se encuentran las presas que ya cumplieron su vida útil y que disminuyeron su capacidad de almacenamiento por el azolve proveniente de la erosión de las partes altas de las cuencas alimentadoras. Se calcula que 10 por ciento de todas las presas se encuentra en esa situación, mientras otro 40 por ciento tiene diversos problemas de almacenamiento. Por ello, urge tomar medidas para limpiarlas y así aumentar su capacidad. Ello permitiría extender las áreas de cultivo y evitar inundaciones en las poblaciones que se encuentran cerca.
Siguiendo con el tema del agua, oficialmente se reconoce que están sobrexplotados 104 de los 653 acuíferos del país. Un caso extremo es el del valle de México, con 500 por ciento de sobrexplotación. En septiembre pasado, funcionarios de la ciudad de México anunciaron programas para filtrar y cosechar agua de lluvia en la zona alta del Ajusco. De esa manera se aumentaría la captación de líquido. La zona metropolitana de la capital del país extrae del subsuelo 70 por ciento del agua que consume, y aprovecha muy poco el agua de lluvia. Ésta sale de la cuenca sin usarse, rumbo al Golfo de México. Se desconoce la suerte de dichos programas. Tampoco de los anunciados para impulsar el tratamiento de las aguas negras que pueden después servir en la agricultura, el riego de áreas públicas y el llenado de lagos y canales, como los de Xochimilco, que cumplen un servicio ambiental de primer orden y amortiguan los daños que causa la expansión de la mancha urbana.
La capital cuenta con 23 plantas de tratamiento, con capacidad instalada de apenas unos 4 mil litros por segundo. Deberían ser muchísimos más. El agua tratada la proporciona gratis el gobierno citadino.
El diesel que consumen los camiones de carga en el país contiene, por lo menos, 300 partes de azufre por millón, lo que ocasiona una peligrosa contaminación del aire. Desde octubre pasado, unidades del Metrobús de la ciudad de México usan diesel de bajo azufre, con apenas 30 partes por millón. Lo proporciona Petróleos Mexicanos a un costo mayor del que se vende en el resto del país. Según la Norma Oficial 086, este año el diesel de bajo azufre debe estar disponible en todo México, si es que dicha norma se cumple.
Cuando se autoriza la construcción de un fraccionamiento, la ley ordena que su sistema captador de aguas negras esté conectado al drenaje municipal. No ocurre así con el de Las Palmas (de la inmobiliaria Homex), en Cabo San Lucas, Baja California Sur. Derrama esas aguas cerca de un jardín de niños. Como resultado se enfermaron de hepatitis varios alumnos y maestros. La autoridad municipal restó importancia al problema alegando que se trata de casos aislados.
Tampoco cumple con la legislación vigente el proyecto para construir la presa Zapotillo, que debe abastecer de agua a varios municipios de Jalisco y a la ciudad de León. Los mil 500 habitantes de los tres pueblos que serán afectados por dicha obra alegan que no se cuenta con la manifestación de impacto ambiental requerido en estos casos, ni con la autorización de cambio de uso del suelo. Protestan por ello ante las instancias oficiales responsables del agua y el medio ambiente. No desean que el asunto se empantane como ocurrió con otra presa: La Parota, en Guerrero. Sólo falta que las autoridades digan que los problemas ambientales son, como ocurre con la violencia y la inseguridad, culpa de los medios.
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