lunes, abril 13, 2009

En la SEP, el hombre de la opacidad

DANIEL LIZÁRRAGA

Los servicios prestados a Calderón y la lealtad que mantuvo al jefe del Ejecutivo no le permitían a Josefina Vázquez Mota comprender. Pero los signos abundaban. La mayor aliada electoral del presidente, Elba Esther Gordillo, la descalificó como secretaria de la SEP; le impusieron al yerno de la lideresa del SNTE como subsecretario de Educación Básica, y el propio primer mandatario aprovechaba cualquier ocasión para reprenderla y avergonzarla públicamente. Pero Josefina no se iba… Calderón la despidió en un acto en el que ella, empalidecida, temblaba y estuvo a punto de desmayar. Seguramente tampoco entendía que con Alonso Lujambio tenían que llegar a la SEP los nuevos tiempos de opacidad…

El sábado 4 de abril, cuando se oficializó su salida del gobierno como secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, pálida y con los labios resecos, atravesó las puertas del Salón Manuel Ávila Camacho. Mientras caminaba junto al presidente Felipe Calderón, pretendió esbozar ante las cámaras algo parecido a una sonrisa. Ella no quería irse, pero 24 horas antes el propio mandatario la había citado en Los Pinos para notificarle que sería postulada por el PAN como candidata a diputada federal.

Aunque una encuesta de la Presidencia de la República y otra publicada en Excélsior dos semanas antes ubicaban a Vázquez Mota con los más altos índices de popularidad, sólo por debajo del propio Felipe Calderón, aquella mañana el presidente haría acopio de recursos retóricos para despedirse de una muy cercana colaboradora que, al oírlo, tembló y estuvo a punto de desmayar.

Pese a que por lo menos en dos ocasiones el primer mandatario había reprendido y avergonzado públicamente a su secretaria de Educación, en esta ocasión no tenía más que elogios y palabras de agradecimiento para ella.

“Estoy seguro –decía– que su inteligencia, su sensibilidad, su conocimiento, su madurez elevarán el debate en la campaña electoral por venir, pero también dignificará enormemente el trabajo legislativo y la política misma, en las próximas semanas, en los próximos meses, en los próximos años, que serán cruciales para México.”

A su izquierda, Vázquez Mota parecía tener dificultades para mantenerse en pie, mientras el segundo presidente panista de México insistía:

“…Tengo la certeza de que ella sabrá imprimir su liderazgo, su capacidad, su talento para seguir avanzando, desde la trinchera más importante del país, la Cámara de Diputados, en la transformación de México.”

María José y Celia, las hijas de Josefina, hacían a la distancia señas con las manos para tratar de calmarla. Su esposo, Sergio Ocampo, observaba cómo ella entrelazaba las manos al frente tratando inútilmente de serenarse.

“Sé que Josefina –proseguía Calderón– es una mexicana excepcional, y quiero agradecer su generosidad y su compromiso con el país. Además, ha sido y es un elemento clave para el proyecto de nación que como presidente de la República encabezo.”

En ese momento, cuando la excolaboradora de Calderón estaba a punto de desvanecerse, el subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán Gutiérrez, se levantó y le ofreció su silla con apremio.

“Muy bien, porque así no es posible; muy bien”, se apresuró a comentar el presidente de la República interrumpiendo la lectura de su discurso.

“Bueno, también sentada se puede escuchar al presidente”, musitó a su vez Josefina tratando de resignarse ante aquel episodio, tan imborrable como las escenas en que el primer mandatario de la nación la reprendió en público haciéndola enrojecer.

La primera de ellas ocurrió el 9 de noviembre de 2007, en los alrededores del monumento a Francisco I. Madero de Los Pinos, durante la ceremonia de reconocimiento a los alumnos destacados en el Examen Enlace 2006.

Allí Calderón pidió a la titular de la SEP “ponerse las pilas” luego de reconocer que, entre 8 millones de alumnos de secundaria, sólo un adolescente contestó correctamente la prueba.

Subrayó el jefe del Ejecutivo que, como su compromiso fue mejorar y fortalecer los procesos de evaluación, instruía a Vázquez Mota para lograr la mayor confiabilidad posible en la siguiente prueba.

No habían pasado ni seis meses de aquello cuando, el 29 de abril del 2008, durante una gira por la población de Pánfilo Natera, Zacatecas, el presidente no sólo pidió nuevamente a la secretaria de Educación “ponerse las pilas”, sino que, ante decenas personas reunidas durante un acto del programa Escuela Digna, la emplazó para que en un mes diseñara un plan destinado a mejorar la calidad educativa.

Luego de que Calderón había escuchado allí a la gobernadora de Zacatecas, Amalia García, protestar por el mal estado de las telesecundarias, el presidente, molesto, se dirigió a la titular de la SEP en los siguientes términos:

“Necesito que me presente, a la brevedad posible… bueno, cuando uno dice a la brevedad posible es casi nunca… entonces en un mes, o a más tardar antes de que termine el ciclo escolar actual, un programa para que podamos empezar, aunque sea poquito a poquito, pero que podamos comprometernos a mejorar la calidad de las escuelas.” Y, enfocando la mirada en Josefina Vázquez Mota, enfatizó: “Le voy a pedir a la secretaria que, en este mes, veas cómo consigues recursos, cómo acuerdas con gobernadores ‘para ver cuánto puede poner cada quien’”.

De acuerdo con versiones periodísticas, funcionarios de la Presidencia de la República estaban molestos porque la titular de la SEP anticipaba a la prensa programas que tenía previsto anunciar Felipe Calderón, en tanto que al secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, no le había gustado que Josefina Vázquez Mota increpara a la secretaria de Desarrollo Social, Beatriz Zavala, en reuniones privadas.

Pero también Vázquez Mota tenía motivos para hallarse molesta, pues no sólo debía lidiar con una aliada y amiga de Felipe Calderón que se había convertido en la mayor detractora de las políticas de la secretaria de Educación, Elba Esther Gordillo, sino que le impusieron al yerno de la lideresa del SNTE, Fernando González Sánchez, como subsecretario de Educación Básica.

Las diferencias de la secretaria de Educación con la dirigente sindical eran frecuentes y tan notables que, en una entrevista con El Universal, Elba Esther Gordillo dijo de plano que Josefina Vázquez Mota no sabía nada del tema educativo.

“Entonces, cuando alguien ignora el tema, hay ciertas dificultades en la comprensión de lo que se está tratando. Si hacemos de la Secretaría de Educación Pública un espacio meramente político o partidista, le vamos a hacer mucho daño a la educación. Ante la búsqueda de la calidad educativa, se debe priorizar que en Educación debe estar un pedagogo, alguien que sepa”, declaró.

Algo que es y muy probablemente seguirá siendo un misterio le murmuró Felipe Calderón a Josefina cuando, al término de su discurso, la abrazó efusivamente.

Hacia la opacidad educativa

En los días previos a la destitución de Vázquez Mota se barajaban, en Los Pinos, los nombres de los posibles sucesores de la secretaria de Educación: Carlos Elizondo Mayer-Serra, investigador en la División de Estudios Políticos del CIDE; Juan Carlos Romero Hicks, titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología; Rodolfo Tuirán, subsecretario de Educación Superior de la SEP, y Alonso Lujambio, presidente del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI).

Entre la tarde del sábado 4 y el mediodía del domingo 5, Felipe Calderón decidió que el nuevo responsable de la SEP sería su amigo Alonso Lujambio.

Sergio Lujambio –el padre de Alonso– y Luis Calderón –progenitor del mandatario– fueron fundadores del PAN, pero abandonaron el partido en 1989 y 1990, respectivamente.

No obstante sus orígenes, Alonso Lujambio sólo había tenido contacto con Calderón entre 1992 y 1993, cuando regresó de cursar una maestría. Para concluir su tesis necesitaba entrevistar a 30 panistas, 30 priistas y 30 perredistas. Uno de ellos fue Felipe Calderón, y ahí floreció la amistad.

Tres años más tarde, el PAN lanzó a Lujambio como candidato a consejero del IFE, propuesta que fue apoyada por el resto de los partidos. Durante su gestión como representante de la Comisión de Fiscalización del IFE, la oposición al gobierno foxista lo acusó de proteger a “Los Amigos de Fox” en la investigación del financiamiento ilícito durante la campaña electoral, en tanto que personajes cercanos al mandatario, como Lino Korrodi, lo cuestionaron por presuntamente proteger al partido.

Lujambio se ha visto con frecuencia envuelto en la polémica. Al ser nombrado comisionado del IFAI (2006) y, sobre todo, cuando más tarde fue elegido presidente del organismo, desde diversos foros y medios de comunicación fue duramente cuestionada su amistad con Calderón.

“Eso no me confunde, no nubla mi inteligencia. No nubla mis convicciones”, dijo Lujambio a Proceso en una entrevista publicada el 20 de agosto de 2006 (edición 1555).

“Nuestra amistad no es especialmente estrecha; viene de la confianza de que tenemos valores comunes y simpatía”, enfatizó sin titubear durante una charla en su casa de Polanco.

–¿No le preocupa que esto genere una percepción pública que dañe al IFAI?

–Entiendo que puede haber esas percepciones, pero se corrigen o se fortalecen en los hechos. Lo mismo me decían en el IFE cuando Felipe era presidente del PAN. Yo quiero que alguien me diga si la conducta que mostré cuando era consejero estuvo sesgada”, respondió entonces.

A la sazón, el entonces comisionado Horacio Aguilar reveló que, primero desde el gobierno de Vicente Fox y luego desde el equipo de transición presidencial calderonista, le “sugirieron” que la mejor opción para encabezar el organismo era justamente Lujambio.

Durante un par de entrevistas concedidas al reportero de Proceso Álvaro Delgado, entre agosto y septiembre de 2006, Horacio Aguilar, militante del PAN, precisó que las llamadas telefónicas que al respecto recibió provinieron de Ramón Muñoz, jefe de la Oficina de Innovación Gubernamental de la Presidencia, y de César Nava, secretario particular del entonces mandatario electo, Felipe Calderón.

“Me discipliné a los dos”, comentó el comisionado en la entrevista publicada el 17 de septiembre de 2007 (Proceso 1559).

Actualmente, cuando César Nava es candidato del PAN a la Cámara de Diputados, el PRD exhibe pruebas de que Lujambio participó en la campaña presidencial de Calderón.

El 10 de julio del 2006, durante una reunión privada entre los integrantes del IFAI para elegir a su presidente, el comisionado Juan Pablo Guerrero cuestionó el nombramiento de Lujambio con el argumento de que su amistad con Calderón podría afectar la autonomía del IFAI.

Guerrero no tuvo eco. El resto de los comisionados apoyaron a Lujambio y le dieron un voto de confianza.

Durante su primer período como titular del IFAI, Lujambio siempre se resistió a excusarse de votar en expedientes relacionados con temas de Los Pinos y, aún más directamente, con la figura de Calderón, por lo que en principio se negó la lista de invitados a un cumpleaños del mandatario celebrado en la residencia oficial y al cual fue convidado el propio Lujambio.

Brotaron igualmente controversias por el hecho de que Lujambio convalidó el cierre de expedientes, por presuntos motivos de seguridad nacional, sobre los enfrentamientos entre sicarios y militares, las narcoejecuciones y las investigaciones relativas a la infiltración del narcotráfico en las estructuras oficiales, a pesar de que a partir de 2002 debían ser públicos por ley.

De acuerdo con resoluciones, solicitudes de acceso a documentos oficiales y debates de los comisionados del IFAI revisados por este semanario, el punto de quiebre fue el 8 de mayo de 2008, cuando fue asesinado Édgar Eusebio Millán Gómez, coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal Preventiva (PFP).

A partir de ese momento, el gobierno restringe cada vez más el acceso ciudadano a la información pública, llegando al extremo de la opacidad: empujar una reforma legal para impedir conocer el contenido de las averiguaciones previas aunque ya estén cerradas.

El comisionado del IFAI Juan Pablo Guerrero ha asegurado que ese comportamiento del gobierno de Calderón afecta la vida cotidiana de la gente, nulifica el control sobre los órganos de seguridad e impone una política que recuerda la cerrazón experimentada durante la gestión del presidente de Estados Unidos George W. Bush (Proceso 1686).

Durante la reelección de Lujambio al frente del IFAI, el comisionado Guerrero votó en contra con el argumento de que no se había resuelto el tema del conflicto de intereses en asuntos de transparencia que atañen a la familia Calderón Zavala.

“Aunque han sido pocos los casos, éstos son estratégicos, y la duda sobre el comisionado presidente ha minado la confianza del IFAI en su conjunto. Esto es lamentable, porque la confianza pública es un pilar fundamental del quehacer de esta institución”, apuntó Guerrero, según consta en el acta de la sesión extraordinaria (18/06/2008).

El resto de los comisionados no consideraron que este argumento tuviera validez y apoyaron la gestión de Lujambio, sobre todo al conseguir que los estados se sumaran a un sistema único de rendición de cuentas llamado Infomex. Casi 10 meses después, Lujambio dejó el IFAI para convertirse en el sucesor de Josefina Vázquez Mota en la SEP. Los comisionados se enteraron de lo anterior entre la noche del 5 de abril y la mañana del día 6, minutos antes de que se hiciera oficial su nombramiento.

Una de las primeras acciones de Alonso Lujambio como nuevo titular de la Secretaría de Educación Pública fue ratificar en sus puestos a los subsecretarios, empezando, claro está, por el yerno de la lideresa del SNTE, Elba Esther Gordillo, a quien, además, calificó como “una dama”.

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