sábado, octubre 10, 2009

Bravo por Brasil

Enrique Calderón Alzati

Los primeros días de octubre conocimos la agradable noticia de la decisión del Comité Olímpico Internacional, de celebrar los Juegos Olímpicos de 2016 en Brasil, el gigante latinoamericano, que con esfuerzo y alegría está mostrando al mundo, y en especial a Latinoamérica, el camino a seguir para salir del retraso y el terrible periodo de estancamiento y crisis que ha sufrido nuestra región, como producto de los malos y pésimos gobiernos que ha padecido por décadas y su permisión del saqueo extranjero que se ha perpetrado en ella.

Es claro que la decisión es un reconocimiento a este esfuerzo, pero es algo más fuerte y más profundo aún. Es cierto que en pocos años Brasil ha logrado avances espectaculares en su capacidad e interés por el deporte, empezando por el futbol, en donde es indiscutiblemente la gran potencia mundial; el desarrollo de su estructura urbana, más allá de sus estadios e instalaciones deportivas, es único en el mundo. ¿Qué otra nación ha tomado la decisión de crear desde cero una nueva ciudad capital para el país, y otras poblaciones más pequeñas en donde antes todo eran selvas y pantanos? El éxito de este proyecto ha sido tan importante, que ha permitido la creación de nuevas ciudades autosustentables, como Curitiba, que empiezan a ser ejemplo para otras naciones con visión y deseos de crear un futuro mejor para sus nuevas generaciones.

Su ingenio para obtener energías renovables a partir de su enorme producción agrícola y su conversión en la tercera potencia mundial en la fabricación de aviones comerciales, a partir de los esfuerzos tal vez ingenuos, violentos y esclavistas del cultivo del cacao, inmortalizados en el relato de Gabriela en Ilehus con su turco Nacib, que nos habla de un cambio de grandes dimensiones que ocurre en estos tiempos oscuros para muchas naciones y en particular para la nuestra.

Todo ello está presente en el reconocimiento de la designación de Río como sede para los Juegos Olímpicos de 2016, pero hay otras cosas más que desde luego están implícitas en esa decisión. La más importante, creo, es la correcta identificación del surgimiento de un bloque económico regional, que ha venido conformándose e integrándose en los años recientes por la voluntad de varios pueblos y gobiernos de América del Sur, que dejando atrás los tiempos de los golpes militares y haciendo a un lado los intereses extranjeros y los de sus propias autocracias, están trabajando luego de reconocerse iguales, para superar viejos problemas de injusticia social y de privilegios, de haciendas feudales y de violencia, de concentración de la riqueza en unas cuantas manos para distribuirla entre muchos, no como dádiva clientelar, sino como remuneración por el trabajo.

Por ello, atrás de la designación de Río está la realidad de un grupo de países que incluye, además de Brasil, a Argentina, Chile, Bolivia, Uruguay, Ecuador y Venezuela, cuyos gobiernos se han negado a escuchar las voces interesadas como siempre en la fragmentación y la promoción de los conflictos y las rivalidades para facilitar su explotación y sojuzgamiento, o simplemente para hacer más rentable el negocio de las armas de destrucción y muerte. De esta manera, los Juegos Olímpicos de 2016 constituyen la concreción de un sueño y de una lucha social que tiene sus mártires, como Salvador Allende, como el Che Guevara y como Óscar y Violeta Parra, como los miles de desaparecidos por la dictadura militar argentina y los asesinados luego del golpe militar de la Moneda.

Es la culminación del sueño que tuvieron los trabajadores brasileños por décadas, pero también del sueño que en todo el continente dio inicio con la revolución cubana y su líder Fidel Castro; el sueño que ha estado presente en la rebeldía y el heroísmo de los grupos guerrilleros del continente, al igual que en el canto de Mercedes Sosa, de Atahualpa y de los Chalchaleros, en la música y la letra de la Cantata de Iquique, en la obra de Jorge Amado y de García Márquez, en las poesías de Mistral y de Neruda, en los relatos de Macondo y del Sertao.

Al mismo tiempo, la decisión del Comité Olímpico abre un proceso de consolidación para este gran proyecto que hoy incluye ya a una buena parte de América del Sur, le da tiempo y aval para su concreción, para la integración a él de otras naciones, para la conversión de esa región en una más de prosperidad, como lo son hoy la Comunidad Europea y la del Pacífico asiático. Al observar el fenómeno cabe entonces preguntarnos: ¿tendrá que ver todo esto con que ahora estas naciones estén dirigidas finalmente por líderes y gobiernos identificados con la izquierda, con la responsabilidad social y con el bienestar de los que menos tienen? La respuesta es sí y mil veces sí, y no podría explicarse de otro modo. ¿Qué gobierno de derecha ha dado resultados importantes de prosperidad y justicia social para alguna de las naciones latinoamericanas a lo largo de sus dos siglos de historia? ¿De qué han servido los sermones lanzados desde los púlpitos para predicar la benevolencia y conveniencia de esos gobiernos? Sé que hay quienes en estos tiempos piensan que en México Porfirio Díaz fue un gran impulsor del desarrollo, pero hablamos de otra cosa, no de privilegios. Hoy, la lección es clara. Espero que en esta ocasión el pueblo de México entienda el mensaje que alguna vez estuvo dirigido a nosotros, sin que hubiera la visión transformadora que esa oportunidad nos abría.

Bravo por Brasil, bravo por el grupo de naciones que hoy están posicionando a Latinoamérica en el consenso mundial. Nuestra admiración para ellos, aunque ellos no la tengan para nosotros, ni la puedan tener, porque el liderazgo que una vez tuvimos, lo perdimos tiempo atrás, como también hemos perdido otras cosas, quizá más esenciales.

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