martes, noviembre 17, 2009

Oscurantismo panista

José Blanco

Carlos Castillo Peraza nació en Yucatán en 1947 y falleció inesperadamente en Alemania en el año 2000. Como tantos otros yucatecos, fue un hombre culto, brillante y un apasionado genuino por el futuro de México. Era grato hablar con una persona con la que uno podía tener diferencias abismales y, al mismo tiempo, conservar una empatía básica ciudadana. Era un católico tolerante y moderno, aunque para un laico resultaba evidente que sus dogmas religiosos no podían sino trozar su intenso tesón por la racionalidad política. Ello fue evidente durante su penoso papel como candidato.

Sus pupilos en el PAN fueron, desafortunadamente, pocos; uno fue Felipe Calderón. Al llegar a la Presidencia, la racionalidad política de Calderón, aprendida de Castillo, fue barrida como por un tsunami. Con seguridad, resultado de las condiciones de un triunfo político extremadamente dudoso.

Acción Nacional, partido de cuadros que se quería ilustrado, se sintió en la necesidad de convertirse en un partido de masas. Fue su tumba. Se incorporaron, al tiempo, muchos malandrines.

¿El PAN un partido de masas? Nada que ver con un país de mayorías en la pobreza o en la pobreza extrema. Un país de masas a las cuales, como hace tiempo lo probaron estudios realizados por el PNUD en toda América Latina, importa, antes que ninguna otra cosa, la justicia social. La democracia y la legalidad vienen después –lamentémoslo lo que queramos. La democracia y la legalidad son imposibles sin un piso mínimo general de bienestar social. Por la puerta de la necesidad panista y del oportunismo político llegaron al PAN cuadros sin un mínimo de cultura e información histórica, política, económica, incapaces de entender la conciencia colectiva de las mayorías.

En una ceremonia en la que se despedía a uno de los mejores directores que ha tenido el Instituto Politécnico Nacional en su historia, José Enrique Villa Rivera, quien habló en su despedida de la importancia de la educación superior en el futuro de México en representación de más de un centenar de instituciones de educación superior pública, haciendo ver la imperiosa necesidad de al menos preservar sus escasos presupuestos, la senadora panista María Teresa Ortuño dijo con guarras palabras: "No me vengan con esa demagogia de que nadie puede apretárselo, porque donde quiera hay grasita y no se vale echarle la pelotita a Calderón. No, no, no. No me vengan a, ¿cómo dice?: donde lloran ahí está el muerto. No, no; el dinero hace falta, pero no sirve de nada si no hay pasión, si no hay compromiso, si no hay decisión, si no hay vocación, si se pretende medrar y se busca que siempre se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre". A Castillo Peraza se le habría caído la cara de vergüenza por el desplante ridículo, por la ignorancia y por el lenguaje.

Nunca antes había visto el aspecto de la senadora. De modo que fui a buscarla a su página electrónica. Vista su efigie, entendí su aseveración de que "no me vengan con esa demagogia de que nadie puede apretárselo, porque donde quiera hay grasita".

Me apenó de veras que ese tono ramplón y esas zafias palabras fueran dichos en la despedida de Enrique Villa. No me sorprendió en lo más mínimo su lega verborrea respecto a que “el dinero hace falta, pero no sirve de nada si no hay pasión, si no hay compromiso, si no hay decisión, si no hay vocación, si se pretende medrar…”

La señora Ortuño no tiene la más remota idea de lo que ocurre en las instituciones de educación pública de México. Mire usted, esta robusta dama es la presidenta de la Comisión de Educación del Senado. Revise usted los periodos ordinarios y los recesos de la actividad senatorial entre septiembre-diciembre de 2006 y mayo-agosto de 2009; en particular recomiendo revisar el Tercer informe de actividades del tercer ejercicio de la LX Legislatura.

En ninguno de esos periodos la senadora expuso absolutamente ninguna tesis sobre una de las asignaturas pendientes más complejas: la educación superior; apenas ahora hemos oído los graznidos irresponsables que produjo en la memorable ocasión referida.

Si algo hay en las instituciones de educación públicas es, precisamente, compromiso, decisión, vocación, pero más: creación de ciudadanía, palancas de desarrollo sustentable, guardianes de la cultura, procuradores de estabilidad política…

La señora Ortuño dijo su palabra, antes, en el Tec, en la Universidad Salesiana, en el Seminario Conciliar de la Arquidiócesis de México y en el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana.

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