Álvaro Delgado
MÉXICO, D.F., 5 de abril (apro).- El cabello le cae en la frente, poco arriba de las oscuras cejas que enfatizan la ternura de su mirada y enmarcan una sonrisa subyugante. Es el rostro de Cristo Kalfópulos Cuellar, de 10 años de edad, en una fotografía tomada antes de ser asesinado por el estallido de una bala expansiva en su menuda espalda.
El 8 de mayo de 1981, Cristo y su padre, Jorge Kalfópulos Katzaki, de 38 años de edad, fueron muertos a balazos cuando llegaban, en un automóvil, a su domicilio ubicado en la calle Axayácatl 475, colonia Ciudad del Sol, en Guadalajara, Jalisco.
Ingeniero oriundo de Puebla, donde su familia tuvo una cafetería en los portales de la capital de ese estado, Kalfópulos Katzaki recibió varios disparos, dos de ellos en la cabeza, y el pequeño Cristo fue alcanzado por una bala que le estalló en la espalda cuando corría hacia la puerta de su casa.
Kalfópulos Katzaki, apodado El Griego por su origen helénico, era el jefe de la Organización Nacional del Yunque en Jalisco, pero el niño nada sabía de eso.
Durante los primeros años del doble homicidio se publicó un desplegado en el que se hacía un exhorto que el tiempo fue matando:
“La esposa, hija, amigos y compañeros de trabajo y apostolado de quien fuera públicamente conocido por la firmeza de sus convicciones, defensor de la libertad y la tradición católica, padre de familia, empresario y ciudadano ejemplar, invitamos a quienes lo conocieron a pedir por el eterno descanso de su alma.”
Y agregaba: “Exigimos una vez más a las autoridades se aplique la ley a los autores intelectuales y materiales de estos crímenes.”
Los mandos de El Yunque, sin embargo, jamás pasaron de la retórica para exigir la aclaración y el castigo contra los que tramaron y ejecutaron este doble homicidio, del que el próximo mes se cumplirán 31 años, como tampoco el de Ramón Plata Moreno, fundador de esa organización --ocurrido un año y medio antes, el 24 de diciembre de 1979--, ni los de Juan Bosco Rosillo Segura y César Fernando Calvillo García, en 1975, juramentados también.
Ni siquiera se manifestó voluntad de justicia de El Yunque cuando se produjo la alternancia en la Presidencia de la República, en el año 2000, cuando una legión de militantes de esa organización tomó posesión de cargos desde los que, solamente con estricto apego a la ley, podría haberse iniciado el esclarecimiento de estos crímenes.
La razón principal de esa conducta omisa es que el esclarecimiento de los asesinatos implica que se conozcan pormenores de la estructura y penetración en todos los ámbitos de la sociedad de esa organización secreta fundada hace medio siglo en México y que tiene ramificaciones en al menos 12 países.
Pero parece haber un atisbo de justicia a partir de que, forzados por la presentación y difusión de evidencias sobre éstos y otros crímenes, los jerarcas y militantes de El Yunque han comenzado, al menos, a hablar públicamente, como consta en un amplio reportaje publicado en Proceso.
En la edición de esta semana –justamente en la que Julio Scherer García hace una “crónica de un encuentro insólito” con el capo Ismael El Mayo Zambada--, José Antonio Ortega Sánchez, el abogado de las familias de Plata Moreno, Kalfópulos y Rosillo Segura, habla por primera vez de la impunidad en estos asesinatos, que incluye el robo de los expedientes y la pachorra de la Procuraduría General de la República (PGR) para desahogar diligencias.
Por vez primera, también, un prominente político, el exdiputado federal Héctor Larios Córdova, presidente de la Junta de Coordinación Política, en su carácter de coordinador de la bancada del Partido Acción Nacional (PAN), da credibilidad a las aseveraciones que señalan que los homicidas del niño Cristo y de su padre, así como el de Plata Moreno y los del Cerro del Cubilete, son los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).
Larios Córdova testificó y presentó querella por haber sido víctima de secuestro y tortura en el anfiteatro de la Escuela de Medicina de la UAG, con el objetivo de hacerlo confesar quiénes eran los jefes de El Yunque en Jalisco, a quienes los Tecos habían prohibido operar desde el rompimiento de las dos organizaciones, en 1966.
De acuerdo con el testimonio de Lorenzo Lira García, un prominente exoperador de los Tecos que voluntariamente presentó una denuncia ante la PGR, él fue testigo presencial del secuestro y tortura a Larios Córdova, quien efectivamente identificó a Kalfópulos como el jefe de El Yunque en Jalisco.
A partir de esta información, de acuerdo con la denuncia, los Tecos que encabezan Antonio Leaño Álvarez del Castillo, rector vitalicio de la UAG, y sus hijos Gonzalo y Antonio Leaño Reyes, ordenaron el asesinato de Jorge y Cristo Kalfópulos, como lo hicieron antes con Plata Moreno, Rosillo Segura y Calvillo García.
El propio Lira García, quien fue jefe de inteligencia de esta organización y cercano colaborador de Carlos Cuesta Gallardo, fundador de los Tecos, identifica también a los homicidas materiales.
“Al preguntarle yo a uno de los asesinos, Isidoro Sánchez García, por qué el niño, me contestó airadamente: ‘Nos ordenaron que no hubiera testigos’.”
Así, a más de tres décadas de los asesinatos descritos y otros que se van acumulando, es posible que se vaya conociendo la verdad a partir de los testimonios de los personajes involucrados, incluidos los del clan Leaño y los identificados como autores materiales de los homicidios.
Se trata, más que venganza entre organizaciones antagónicas, de un asunto de interés para la sociedad mexicana, un asunto de salud pública del que el periodista cumple con su deber de informar…
Apuntes
La falta de voluntad para esclarecer los asesinatos que se les imputan a los Tecos se explica por las relaciones políticas que tiene el clan Leaño. El viernes 26 de febrero, por ejemplo, la presidenta del PRI, Beatriz Paredes, visitó la UAG y, ante el rector Antonio Leaño Reyes, la calificó de “ejemplo educativo de América”, como tituló como nota principal el diario Ocho Columnas, que dirige Gonzalo Leaño Reyes. También en el marco del 75 aniversario de la UAG, Vicente Fox y su mujer visitaron este diario y el expresidente dijo que esa universidad forma profesionistas con carácter y liderazgo. El presidente de la Cámara de Diputados y exgobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, algunos de cuyos colaboradores han sido identificados como Tecos, también se unió al coro. En realidad son pocos los que elogian a la UAG, una institución educativa que alaba a dictadores de la talla de Pinochet, Somoza, Videla y Stroessner, al que inclusive le otorgó el doctorado honoris causa…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
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