A 10 años de haber perdido la Presidencia, el PRI está en todas partes: en la izquierda, la derecha y el centro; en los sindicatos, en el control renovado, en las cúpulas empresariales. Vive como práctica en la vida interna del PRD, el PAN, el Verde, Nueva Alianza, PT y Convergencia.
Los candidatos que no caben en el PRI juegan con otras siglas y ahí están en cada elección local los hijos de la misma madre, disputándose su cariño y poder. Lo que en 1988 fue ruptura programática y semilla para una revolución democrática, los herederos lo convirtieron en un primo cercano, en disputa familiar y simulación de transición. Por eso hoy todo lo que le resiste lo apoya y bajo la mascarada de romper alianzas espurias se le ofrecen patrimonios familiares como Zacatecas.
Todos los partidos trabajan para el Revolucionario Institucional. Es como Roma: todos los caminos van hacia él. Este sistema de partidos lo fortalece, y si no tiene capacidad de unir nacionalmente, sí tiene poder de veto. El PRI es el que determina las reformas.
El viejo aparato electoral fraudulento se transformó en 32 aparatos electorales basados en el ejercicio del presupuesto y el manejo de las clientelas. Su objetivo no es ganar gubernaturas, sino ir con el carro completo de antaño. En este año, el priísmo se juega la restauración en 2012.
El PRI agradece que los que fueron primera y segunda fuerza en 2006 se hayan desgastado en la disputa entre legitimidad e ilegitimidad y hayan abandonado la conducción a la que ahora aspiran en alianzas electorales, cuando pudieron hacerlas antes con los votos que representaban. Son los recuerdos del porvenir de Elena Garro. Quieren hacer lo que no hicieron. La llamada derecha y la izquierda reconstruyeron el centro y se lo regalaron al PRI, que gobierna desde la oposición, decide y presume. El PRI es la oposición gobernante y hace que el Ejecutivo tome las decisiones, que no haría en su nombre, pues inventó un estilo nuevo de gobernar: utilizar a otros para no ensuciarse.
Hoy en desgracia se unen los extremos contra el PRI y destrozan sus identidades. El viejo palerismo se ha modernizado, y si ayer fue Juanito, ahora rompe alianzas espurias para apoyar causas espurias y facilitarle al PRI triunfos en Oaxaca, Durango, Hidalgo y Zacatecas.
El PRI está en el monopolio de los medios de comunicación. Ellos le dieron concesiones, fuerza a cambio de apoyo, y se hicieron más fuertes que ellos y que el poder político. El monopolio de los medios, creados por el PRI, decide la imagen de los políticos y tiene en las encuestas el instrumento para legitimar la fuerza, no de los candidatos, sino de los medios que les dan existencia.
El PRI son las reformas que envía Felipe Calderón, pero ellos deciden qué pasa, qué no y qué se adiciona. Esto tiene la ventaja de que pueden aprobar todo tipo de reformas regresivas y restauradoras sin ser responsables, sin que se les vea la mano ni la autoría. Es el crimen perfecto, pues se hace todo lo peor en nombre de los partidos emergentes, del PAN y el PRD, sin desgastarse. El PRI sólo le ha dejado al Ejecutivo el despacho como encargo, un micrófono y una cámara, para que se exhiba como el más débil e inútil.
El PRI se crece demostrando la incapacidad de gobernar de otros. Se ufana en demostrar que es la única bandera, que reverdece demostrando a la ciudadanía su error al haberlo sustituido; enrojece con rubor y generosidad al convertir la afrenta en unas merecidas vacaciones de 12 años, pero palidece, blanco de humildad, cuando se le invoca como el mejor, por viejo y conocido.
Desarticulado cuando cayó el viejo presidencialismo, el vacío devino de partido a cultura política nacional. Hoy todas las fuerzas políticas imitan y emulan al PRI, y la prueba es que a todos los partidos hoy los rige el pragmatismo, los fraudes, la corrupción, los caciquismos, el clientelismo, la demagogia, el autoritarismo, la represión, la perversión, la manipulación, el garrote y la zanahoria; el PRI está en cada célula de nuestro sistema político. Es una cultura no en extinción, sino en expansión ante los vacíos y por la necesidad de una fuerza política organizada, dispuesta a enfrentarse en lo programático, lo ético y organizativo. No es un asunto cuantitativo, sino de valores distintos. No es un tema de condescendencias, sino de rupturas.
No obstante, un proceso de salvación nacional no vendrá de la nada, sino de la misma realidad y desde la conciencia crítica y autocrítica de no confundir insulto, resentimiento y sectarismo con alternativa. De construir alianzas con principios y dar adjetivos y compromisos a la democracia.
Gracias al vacío, el PRI sigue siendo revolucionario e institucional, heredero del criollismo devastador, de los que convirtieron el federalismo en centralismo, de los fabricantes de oligarquías con manos invisibles.
Por eso el PRI debería ser el eje en este bicentenario y centenario; a manera de juicio del pasado y sobre si queremos reconstruirnos de forma distinta o continuar siendo lo mismo, con otra piel y otro tiempo.
http://www.marcorascon.org
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