jueves, mayo 27, 2010

El hombre símbolo


Los astrólogos insisten en que Antanas Mockus, el candidato presidencial del Partido Verde, tiene el cosmos a favor de su campaña. Dicen que 58 años y dos meses después de su nacimiento, Neptuno y Saturno aparecen fuera de su carta astral y les dan paso a los astros más benefactores en un proceso electoral: Plutón, el Sol, Marte y Mercurio.

Según los asesores del dos veces alcalde de Bogotá, esta explicación tiene algo de cierto. Y la ubican en el ámbito terrenal. Consideran que esta vez, a diferencia de sus dos campañas presidenciales en 1998 y 2006, el entorno está a favor de Mockus. Y coinciden con ciudadanos comunes y estrategas calificados en que el cansancio de la opinión con escándalos como la parapolítica, la farcpolítica, la yidispolítica y el de las notarías ha incidido en que a nivel nacional este irreverente profesor de matemáticas se haya convertido en intérprete de los anhelos de decencia en la política.

Es que para quienes adhieren a la camiseta mockusiana, desde que 'el Profe' -como le dicen sus colaboradores- llegó a la Alcaldía de Bogotá en 1994, ha simbolizado una actitud ética ante el poder. En ese entonces, con una austera campaña que solo costó ocho millones de pesos, logró 425.000 votos con los que le ganó a Enrique Peñalosa, quien junto a 'Lucho' Garzón es hoy en día uno de sus grandes soportes en la campaña presidencial.

Como experto en símbolos, Antanas Mockus sabe lo que él representa y lo canaliza en sus análisis estratégicos, en los que se desenvuelve muy bien. Porque si algo incorpora en su desempeño público es su formación de filósofo y matemático. Una maestría en Filosofía de la Universidad de Dijon, un doctorado honoris causa en Filosofía de la Universidad París XIII y más de 15 años de experiencia política se convirtieron en sus mejores herramientas para hacer las proyecciones, análisis estadísticos, sumas y explicaciones con las que ahora -y a nivel nacional- demuestra que el cambio en las variables determina el resultado. "El fondo de Antanas es el mismo, le apuesta a lo mismo, pero ahora el contexto hace que su valor y su discurso sean mejor entendidos", dice Henry Murraín, uno de sus discípulos más cercanos y quien lidera proyectos en Visionarios, la corporación de estudios cívicos que fundó el ex alcalde.

El interés de que el conocimiento incida en la realidad es una vieja preocupación de Mockus. Cuando volvió a Colombia después de estudiar y se dedicó a dar clases a profesores de matemáticas sobre cómo enseñar su ciencia, se obsesionó en descifrar la relación entre conocimiento, pedagogía y transformación social. Un tema que reforzó con su participación a finales de los 70 en el grupo intelectual liderado por su maestro, el matemático italiano Carlo Federici, y del cual también hizo parte el científico Carlos Augusto Hernández, su amigo del alma. Por cuenta de esa obsesión de generar cambios en la idiosincrasia de los pueblos fue que, más de 30 años después, la Universidad de Harvard le otorgó los títulos de Eminente latinoamericano y Gestor del cambio cultural, en reconocimiento a su trabajo en la transformación de Bogotá.

Un disfraz de supercívico, una gran zanahoria de trapo, un chaleco antibalas con un roto a la altura del corazón o un árbol de la vida en cuyas ramas se puede colgar cualquier neurosis son símbolos que cuando son producidos por Mockus siempre tienen un valor político. No obstante, su contenido tiene tanto de racional como de emocional. Es más, suelen ir cargados de un sentido casi religioso que a veces convierte al ex alcalde en una especie de profeta.

Para promover su discurso sobre la legalidad siempre lleva la Constitución pegada al pecho, como si fuera una Biblia, y así predica la necesaria articulación de la ley, la moral y la cultura. Alrededor de estos tres elementos defiende su convicción de que en las sociedades destinadas al éxito pocos violan las normas pero, cuando lo hacen, sienten culpa. Estos fundamentos ideológicos han sido criticados por algunos sectores académicos que consideran a Mockus excesivamente legalista y defensor de un statu quo jurídico que a veces puede contradecir las realidades sociales. "Mockus detesta -es lo que se desprende de sus discursos- la cultura de los colombianos. Que el contrabando, que la corrupción, que otros defectos… pues para eso están las leyes, insinúa. Para eso la fuerza represiva de la Ley", escribió el sociólogo Carlos Uribe en un profundo ensayo sobre el hoy candidato de los verdes.

La otra crítica recurrente al discurso mockusiano es que por concentrarse tanto en la legalidad parece esconder propuestas concretas sobre temas de la agenda económica, política o social del país. Esta observación no es aceptada por el ex alcalde, para quien cualquier proyecto de sociedad comienza con la convivencia entre personas que deben actuar como si se conocieran, aun si no se conocen. Por eso insiste en mover las emociones de la gente y en un lenguaje simbólico-religioso por el cual se sintió atraído en la niñez.

A pesar de que sus padres le inculcaron una formación liberal, antes de decidirse por los textos de Kant, Habermas, Arendt o Putnam, estuvo a punto de volverse cura. A los 13 años, poco antes de convertirse en el mejor estudiante del Liceo Francés de Bogotá, estuvo a punto de irse a un seminario en Roma. No lo hizo, pero en la cabeza siempre le quedó rondando la simbología de lo sagrado. Y la trae a colación cada vez que afirma, aludiendo a la necesidad de defender los recursos públicos, que "es más grave robarse ostias consagradas que sin consagrar". O cuando les embola los zapatos a los lustrabotas en la calle, evocando intencionalmente el pasaje del Evangelio en el que Cristo les lavó los pies a sus discípulos. O cuando saluda con las manos en actitud de oración. O cuando dice que, en compañía de un sacerdote, declararía sagradas las bóvedas del Banco de la República.

Pero aunque no lo parezca, Mockus es terrenal. Acapara los chocolates, da la vida por sus hijos y cuando no está leyendo o escribiendo documentos -es adicto al trabajo- descansa la mente oyendo el jazz de Keith Jarrett, la canción protesta de Silvio Rodríguez o la Sinfonía número tres de Gustav Mahler. Adora a sus mujeres, entre las que están su esposa, Adriana, y su madre, Nijole, a quien le profesa un amor nostálgico e infinito. De hecho, algunas de las que lo han asesorado, como Alicia Eugenia Silva, Rocío Londoño o Carmenza Saldías, tienen una personalidad casi tan recia como la de Nijole.

Antanas Mockus es un genio sensible. Aprendió a leer a los dos años; además de español habla inglés, francés y lituano; conoce a la perfección los textos de los filósofos modernos y en su cabeza siempre hay un algoritmo, una raíz cuadrada o una proyección lógica. Pero su personalidad no es del todo racional. Tiene una sensibilidad extrema al punto de que se conmueve con todo y a veces, para no sufrir, prefiere evadir el conflicto. Eso cuentan algunos de los que fueron sus funcionarios en la Alcaldía, quienes ven en Mockus a un líder horizontal, pero que se deprime cuando no reina la armonía. En medio de las tensiones, llorar es la forma que tiene de comunicarse entre su reflexividad y la complejidad de su discurso, a veces comprensible solo para versados en filosofía o en ciencia política.

El Mockus de hoy no es el mismo que se lanzó como fórmula vicepresidencial de Noemí Sanín en 1998, ni el que se 'quemó' con solo 145.000 votos cuando en 2006 quiso llegar a la Presidencia en nombre de su movimiento Visionarios con Antanas. Tampoco el que logró la Alcaldía de Bogotá en 1995, poco tiempo después de bajarse los pantalones, como rector de la Nacional, ante el auditorio universitario. Hoy Mockus es más tranquilo y reposado. Tiene la madurez que le da el ya ser abuelo. Según él, su segunda alcaldía entre 2001 y 2004 lo maduró más y lo convenció de que para ser gobernante no necesita encasillarse en la izquierda o en la derecha. De hecho, la diversidad es una de sus características y estrategias más importantes cuando se mueve en política. El ex alcalde sabe que puede convocar uribistas y antiuribistas, jóvenes y viejos, conservadores, liberales, cristianos o miembros del Polo Democrático. No en vano, su discurso de la legalidad le da para ganar adeptos en varias orillas.

La tranquilidad sumada a un menor excentricismo le dan a Antanas Mockus algo de convencionalidad que lo sintoniza aún más con Garzón y Peñalosa. Ambos saben que su compañero de causa es una celebridad que entiende como pocos las nuevas formas de comunicación y que ha logrado avanzar por el centro del espectro ideológico, cautivar al país joven en las redes virtuales y aprovechar un momento político en el que puede contar con el contexto, con los astros y con los planetas.

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