lunes, mayo 10, 2010

La muerte de Capilla evidenció el abandono y olvido en que estaba


Rosalía A. Villanueva

La vida me ha enseñado muchas lecciones, pero el deporte me ha enseñado de la vida. Me ha enseñado que la valía de un ser humano estriba no en tirar bien un clavado, sino en levantarse e intentarlo de nuevo cuando se falla. Extracto de la declaración de Joaquín Capilla Pérez tras recibir el Premio Nacional de Deportes 2009.

Pocos clavadistas, la mayoría más jóvenes que él, dos directivos, algunos medallistas olímpicos y un amigo de su época acompañaron ayer a Capilla, quien este mediodía será sepultado en el panteón Español, como acordó la familia del legendario deportista, único mexicano ganador de cuatro preseas en justas veraniegas.

Entre coronas y arreglos florales estaba su féretro de madera. No había fotos ni trofeos; tampoco las cuatro medallas olímpicas que con orgullo mostraba en su época y en el siglo reciente, para motivar a niños y jóvenes del país a realizar una actividad física.

Su rostro reflejaba serenidad, parecía que estaba dormido y no se le veía ningún signo de haber sufrido en las últimas horas de vida, aunque el más grande deportista mexicano lucía una chamarra negra de Adidas con los colores de Alemania.


Quién me va a cuidar ahora

Su viuda, Carmelita Zavala, en su silla de ruedas, por momentos lloraba, reía y le recriminaba por qué la había dejado sola: ¿Quién me va a cuidar ahora? ¡Llévame mi cielo, prefiero morir!, se lamentaba, porque se rehúsa a estar sola en el departamento de Mixcoac que ambos habitaban y tampoco desea vivir en un asilo, ya que no habrá nadie que la atienda como mi Joaquín, expresó.

Cuando entró Fernando Platas sus ojos se le iluminaron y el ex clavadista la estrechó en sus brazos. Cuánto te quiso mi niño; sólo de ti me sentía celosa, le dijo ella, mientras al medallista olímpico de Sydney 2000, quien estuvo a su lado con otro ganador de preseas, el ex luchador Daniel Aceves, subcampeón en Los Ángeles 1984 –la noche del sábado cuando falleció Capilla de un infarto– se le humedecieron los ojos.

Poco antes de que llegaran la hija y nieta del ex clavadista, ambas de nombre Carolina, así como sus hermanos Ricardo, Antonio y Carlos, a la agencia Gayosso de Félix Cuevas, para ingresar a la capilla B, Platas y Aceves asumieron el papel de familiares, quienes durante años tuvieron en el olvido al campeón olímpico de Melbourne 1956 en plataforma, y bronce en trampolín tres metros; plata en Helsinki 1952, y tercer lugar en Londres 1948, en 10 metros.

La muerte de Capilla Pérez causó dolor y tristeza, porque se fue el deportista que más gloria dio a México y que muy difícilmente otro podrá igualarlo o superarlo, pero al mismo tiempo provocó enojo entre la familia de los clavados, al terminar en malas condiciones y casi nadie lo ayudó.

Perdimos al mejor deportista de México. Era un ejemplo, una institución, un icono y qué triste verlo cómo murió. Ojalá cambien las condiciones para todos los medallistas olímpicos, los atletas de alto rendimiento, no es justo, dijo Marijosé Alcalá, ganadora de bronce en el Mundial de Roma 1994, en plataforma.

“Él no tenía por qué pedir migajas al gobierno ni a nadie. Merecía una mejor vida. Hay que presumirlo y honrarlo. Espero que el Presidente de la República haga todo lo posible para que Joaquín tenga los honores que se merece.

Como deportistas tenemos que unirnos para que la Comisión Nacional de Cultura Física y Deportes (Conade) envíe al Congreso de la Unión una reforma, en la que verdaderamente se proteja a los atletas y tengan una vida digna cuando se retiran, concluyó la ahora diputada federal priísta y presidenta de la Comisión de la Juventud y el Deporte en el estado de México.

Otro ex clavadista de ese partido político, Jesús Mena Campos, lamentó la pérdida del hombre que en varias ocasiones le dio consejos y lo motivó a ganar el bronce olímpico en Seúl 1988, por lo que al enterarse del deceso se comunicó con el uruguayo Julio Manglione, presidente de la Federación Internacional de Natación Amateur (FINA) y envió el pésame a la familia, mientras el organismo de México, en un boletín, se unió a la pérdida de su máximo representante en el ámbito local y mundial.

El titular de la Conade, Bernardo de la Garza, reconoció que a veces el deporte es bastante malagradecido, pero estaba satisfecho de que Joaquín Capilla haya recibido el Premio Nacional de Deportes 2009, pues el legado que dejó es eterno.

Puntualizó que “por lo menos pudimos reparar un poco el abandono que tenía don Joaquín, sin subsanarlo por completo, pero pudimos honrarlo cuando estaba vivo.

Tuvo una vida difícil y faltó solidaridad de todo mundo en el deporte. Cuando (los atletas) están arriba, aplaudimos, reconocemos, nos sumamos a sus esfuerzos y hasta les arrebatamos sus logros, y cuando el camino se vuelve complicado, volteamos a ver a las nuevas figuras, y eso no es correcto: es ingrato.

Mencionó que entre los pendientes para honrar a las figuras del deporte nacional está el Salón de la Fama, así como la solicitud de los medallistas olímpicos de que las becas vitalicias (13 mil pesos), seguro de vida y apoyos pasen a sus esposas una vez que fallezcan.

Felipe Muñoz, presidente del Comité Olímpico Mexicano, se dijo sorprendido y triste por la repentina muerte del ex clavadista capitalino de 81 años de edad, a quien siempre consideró amigo.

El Tibio recordó que Capilla marcó la dinastía de los clavados en México y que debe ser homenajeado, pero eso se hará posteriormente, ya que lo sepultarán mañana (hoy) y no hay tiempo”.

Al velatorio acudieron también los medallistas olímpicos Soraya Jiménez, Tatiana Ortiz, Antonio Roldán, Ernesto Canto y Joel Sánchez, así como las ex clavadistas Macarena Alexanderson y Norma Baraldi, el ex waterpolista Max Aguilar, el ex nadador Javier Pantoja y los miembros permanentes del Comité Olímpico Mexicano, Carlos Padilla y Enrique Villagrán.

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