León Bendesky
Estamos a sólo dos años de elegir nuevo gobierno. El tiempo pasa de prisa. Lo bailado, como suele decirse, nadie lo quita. Lo que no se hizo tampoco lo quita nadie. El escenario del país para julio de 2012 no parece hoy resultado de un buen baile.
La semana pasada hubo otro reacomodo en el gobierno de Felipe Calderón. Han sido 17 cambios en cuatro años, y cuatro de ellos sólo en la Secretaría de Gobernación. No es poca cosa.
Una empresa privada, lo digo porque el símil no es ajeno a la visión política que impulsó Vicente Fox hace una década, difícilmente aguantaría tal desorden. Los accionistas tendrían que haber llamado a cuentas al presidente del consejo de administración.
Las cosas no están para tantas vacilaciones en Gobernación. Hay quien dice que el asunto de la inseguridad y la corrupción, asociadas con el tráfico de drogas y armas, no es más gravoso que hace 30 años, que se trata de que hoy se sabe más. Dicen también que la tasa de muertes violentas en México es menor que otros países de América Latina, como si entonces no debiésemos hacer las cosas más grandes de lo que son. Otros, en cambio, advertimos la escalada de la violencia, y no nos gusta nada en lo que se está convirtiendo el país.
La inconsistencia en la gestión de la política interna es asunto mayor. Proveer seguridad es función esencial del gobierno y base de su legitimidad. Están involucrados asuntos clave de la actividad policial, la investigación y la provisión de la justicia, es decir, un entramado complejo que enmarca el ámbito de la legalidad.
Es cuestión muy sensible que este campo del trabajo de gobierno se ciña ahora, en las condiciones prevalecientes, a los tiempos políticos de la sucesión presidencial. Detrás de la lucha libre por el poder hay más, aunque a quienes están en la política no les parezca así y reduzcan el discurso y la práctica de la democracia a la elecciones.
Pero hubo más. Cambió el responsable de la Secretaría de Economía y se hace aparecer hasta como recompensa, pues pasa al entorno más cercano al Presidente. Del trabajo que deja no se deja informe alguno, ninguna cuenta a los ciudadanos.
Pero el asunto económico parece estar ya descontado en este sexenio. Así se desprende de lo que se hace en Hacienda, en el Banco de México y en la misma Secretaría de Economía.
El repunte del primer semestre del año se basó en la fuerte caída de la base el año anterior y respecto de la cual se mide. Asimismo, se debió a que la economía de Estados Unidos generó mayor demanda de las exportaciones mexicanas. Esta economía no tiene fuerza interna. El segundo semestre no pinta igual de bien.
En el gobierno parece pensarse que de esta crisis no se le puede responsabilizar, y que si hubiese podido hacer algo para aminorarla eso ya pasó. Si este año se crece 3 por ciento será muy bueno desde esa perspectiva, y si el año entrante se repite será suficiente para librarla en este campo y que no sea costoso para el momento de las elecciones.
Con poca cosa hay que conformarse en materia de expansión del producto y del empleo. De proyectos que sustenten el crecimiento y el desarrollo más adelante ni se habla. Aquí sí, nada de lo bailado qué perder. Sin cambios en la infraestructura física y de transportes sólo puede haber atraso y más atraso (los brasileños ya hablan de un tren tipo AVE o TGV para unir Sao Paulo con Río de Janeiro).
Sin una transformación educativa de fondo, que debió haber empezado ayer, como es el caso de las dietas para bajar de peso, y no un mañana que nunca llega; sin fomento a la investigación, el cambio tecnológico y la innovación, no podremos ir a ningún lado.
Y con un sistema financiero castrado pero bien rentable para los más grandes, no habrá más negocios y empleos, ni capacidad para generar riqueza.
Un cambio más en Economía es intrascendente sin plan ni brújula. Pero no todo es ir en tinieblas. En ciertos asuntos hay mucha claridad. Así, en la Secretaría de Comunicaciones se actúa en consecuencia y se hace una Cofetel a modo, con un servidor incondicional del secretario en la Presidencia, como marca las mejores prácticas mexicanas para hacer lo que se quiere. Ya se vio antes en el IMSS, la desgracia de la guardería y la brutal impunidad legal que siguió en los tribunales más altos del país.
Al contrario, se trata de que los beneficiarios sean los mismos de siempre en el uso de las nuevas tecnologías y los espectros radiofónicos que dependen de la concesión del gobierno. Esta sí es democracia, y los responsables del teatro que se ha montado en dicha Cofetel están tan campantes. Institucionalidad, competencia, son términos vacíos de contenido, pero eso sí muy rentables en la práctica.
No hay misterios. Las cosas son claras en el país, tan claras como siempre. La alternancia está bien delimitada, no rebasa los límites establecidos y la gestión de los asuntos públicos se adapta con gran versatilidad. Van y vienen, de un puesto a otro, con premios siempre por los servicios prestados. Que no pare la música. Lo bailado ya nadie lo quita. Faltan sólo dos años para comenzar los seis siguientes.
Estamos a sólo dos años de elegir nuevo gobierno. El tiempo pasa de prisa. Lo bailado, como suele decirse, nadie lo quita. Lo que no se hizo tampoco lo quita nadie. El escenario del país para julio de 2012 no parece hoy resultado de un buen baile.
La semana pasada hubo otro reacomodo en el gobierno de Felipe Calderón. Han sido 17 cambios en cuatro años, y cuatro de ellos sólo en la Secretaría de Gobernación. No es poca cosa.
Una empresa privada, lo digo porque el símil no es ajeno a la visión política que impulsó Vicente Fox hace una década, difícilmente aguantaría tal desorden. Los accionistas tendrían que haber llamado a cuentas al presidente del consejo de administración.
Las cosas no están para tantas vacilaciones en Gobernación. Hay quien dice que el asunto de la inseguridad y la corrupción, asociadas con el tráfico de drogas y armas, no es más gravoso que hace 30 años, que se trata de que hoy se sabe más. Dicen también que la tasa de muertes violentas en México es menor que otros países de América Latina, como si entonces no debiésemos hacer las cosas más grandes de lo que son. Otros, en cambio, advertimos la escalada de la violencia, y no nos gusta nada en lo que se está convirtiendo el país.
La inconsistencia en la gestión de la política interna es asunto mayor. Proveer seguridad es función esencial del gobierno y base de su legitimidad. Están involucrados asuntos clave de la actividad policial, la investigación y la provisión de la justicia, es decir, un entramado complejo que enmarca el ámbito de la legalidad.
Es cuestión muy sensible que este campo del trabajo de gobierno se ciña ahora, en las condiciones prevalecientes, a los tiempos políticos de la sucesión presidencial. Detrás de la lucha libre por el poder hay más, aunque a quienes están en la política no les parezca así y reduzcan el discurso y la práctica de la democracia a la elecciones.
Pero hubo más. Cambió el responsable de la Secretaría de Economía y se hace aparecer hasta como recompensa, pues pasa al entorno más cercano al Presidente. Del trabajo que deja no se deja informe alguno, ninguna cuenta a los ciudadanos.
Pero el asunto económico parece estar ya descontado en este sexenio. Así se desprende de lo que se hace en Hacienda, en el Banco de México y en la misma Secretaría de Economía.
El repunte del primer semestre del año se basó en la fuerte caída de la base el año anterior y respecto de la cual se mide. Asimismo, se debió a que la economía de Estados Unidos generó mayor demanda de las exportaciones mexicanas. Esta economía no tiene fuerza interna. El segundo semestre no pinta igual de bien.
En el gobierno parece pensarse que de esta crisis no se le puede responsabilizar, y que si hubiese podido hacer algo para aminorarla eso ya pasó. Si este año se crece 3 por ciento será muy bueno desde esa perspectiva, y si el año entrante se repite será suficiente para librarla en este campo y que no sea costoso para el momento de las elecciones.
Con poca cosa hay que conformarse en materia de expansión del producto y del empleo. De proyectos que sustenten el crecimiento y el desarrollo más adelante ni se habla. Aquí sí, nada de lo bailado qué perder. Sin cambios en la infraestructura física y de transportes sólo puede haber atraso y más atraso (los brasileños ya hablan de un tren tipo AVE o TGV para unir Sao Paulo con Río de Janeiro).
Sin una transformación educativa de fondo, que debió haber empezado ayer, como es el caso de las dietas para bajar de peso, y no un mañana que nunca llega; sin fomento a la investigación, el cambio tecnológico y la innovación, no podremos ir a ningún lado.
Y con un sistema financiero castrado pero bien rentable para los más grandes, no habrá más negocios y empleos, ni capacidad para generar riqueza.
Un cambio más en Economía es intrascendente sin plan ni brújula. Pero no todo es ir en tinieblas. En ciertos asuntos hay mucha claridad. Así, en la Secretaría de Comunicaciones se actúa en consecuencia y se hace una Cofetel a modo, con un servidor incondicional del secretario en la Presidencia, como marca las mejores prácticas mexicanas para hacer lo que se quiere. Ya se vio antes en el IMSS, la desgracia de la guardería y la brutal impunidad legal que siguió en los tribunales más altos del país.
Al contrario, se trata de que los beneficiarios sean los mismos de siempre en el uso de las nuevas tecnologías y los espectros radiofónicos que dependen de la concesión del gobierno. Esta sí es democracia, y los responsables del teatro que se ha montado en dicha Cofetel están tan campantes. Institucionalidad, competencia, son términos vacíos de contenido, pero eso sí muy rentables en la práctica.
No hay misterios. Las cosas son claras en el país, tan claras como siempre. La alternancia está bien delimitada, no rebasa los límites establecidos y la gestión de los asuntos públicos se adapta con gran versatilidad. Van y vienen, de un puesto a otro, con premios siempre por los servicios prestados. Que no pare la música. Lo bailado ya nadie lo quita. Faltan sólo dos años para comenzar los seis siguientes.
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