Bernardo Barranco V.
A poco más de un mes de que el Inegi revelara datos en materia religiosa, los enfoques para evaluar los datos se han polarizado y en otros casos los actores han guardado silencio, poniendo en evidencia lo que es una realidad: la crisis estructural de la Iglesia católica en México. Sin embargo, algunos miembros de la alta jerarquía católica respiraron alivio, al ver que la caída católica no fue tan descomunal como se pronosticaba, mientras muchos evangélicos no podían ocultar suspicacias, pues también esperaban un repunte mucho mayor del cristianismo no católico. Los escándalos y las secuelas de Maciel finalmente no cobraron altas facturas. Recordando las cifras del último censo de población (2010), los que se declararon católicos representan 83.9 por ciento de la población de cinco años y más; los protestantes o evangélicos, 7.6 por ciento; otras religiones 2.5 por ciento, y 4.6 por ciento declaró no tener ninguna religión. Es evidente la notoria mayoría católica que aún prima en nuestro país, en términos absolutos, misma que fue resaltada por el semanario Desde la Fe, órgano de la arquidiócesis de México, celebrando que numéricamente en México existen más de 7 millones de nuevos católicos, toda vez que en 2000 eran 85 millones de miembros contra 92.9 millones de 2010. Sin embargo, también es notoria la disminución del catolicismo en términos porcentuales, que en los últimos 10 años cae de 88 a 83.9 por ciento, lo que significa una disminución de 4.10 por ciento. Al mismo tiempo aparece un aumento de la población protestante y evangélica, así como de la porción de la población sin religión. Desde esta óptica versó el análisis de Roberto Blancarte, quien fue tildado por intelectuales católicos de exagerado y enemigo de la Iglesia, al declarar a la agencia Efe que en los últimos 10 años mil católicos por día habrían abandonado la Iglesia para abrigarse en otras confesiones religiosas.
Los datos duros ahí están, no engañan. Y si vemos el índice porcentual desde una perspectiva histórica, las tendencias son irrefutables: en 1950 98.2 por ciento se decía católico frente a 83.9 por ciento; de 2010, hay una caída de poco más de 14 por ciento, en sólo 60 años. Que puede representar el ciclo biológico de una vida, pero un instante, un abrir y cerrar de ojos, en la larga historia de la Iglesia católica. En términos de los números ¿podemos revelar la crisis de la Iglesia católica? ¿Sin pasiones o sesgos? El mismo nuncio apostólico francés, Christopher Pierre, reconoció en Mazatlán hace poco más de un año: Sí hay momentos de crisis, hay personas que dejan la Iglesia; hay personas que piensan que ahora pertenecer a la Iglesia o practicar su fe dentro de ella no le corresponde; eso ciertamente son momentos difíciles para la Iglesia. Los datos aéreos en general dicen poco; hay que bajar a detalles y mirar el fenómeno con mayor precisión. En ese sentido el antropólogo Elio Masferrer, otro académico enemigo, según los intelectuales conservadores de la arquidiócesis, se ha dedicado a estudiar fuentes oficiales de la propia Iglesia y concluye que la población mexicana cada vez se bautiza y se casa menos por la Iglesia; así mismo demuestra que ha disminuido la gente que hace la primera comunión. El investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) apuntó que en 2005 se registraron alrededor de 2.5 millones de nacimientos, y hubo un millón 250 mil primeras comuniones; prácticamente la mitad de los que nacieron se vincularon con la Iglesia, la otra mitad no.
El censo de 2010 nos revela también saltos importantes de los no creyentes o personas que se declararon sin religión, que han pasado de 0.60 por ciento del censo de 1960 a 4.6 por ciento en 2010. Otro dato revelador es la creciente apatía religiosa de los jóvenes, ya que los porcentajes de mayor religiosidad descansan en personas mayores de 40 años. En todo caso, en términos de suma cero, la pérdida católica no es capitalizada por una Iglesia o algunas agrupaciones religiosas en particular. Esta derrama se diversifica de manera amplia; habrá que hacer estudios más minuciosos, pero se vislumbra que los grupos neopentescostales han sido ligeramente los mayores receptores de católicos en fuga, así como y con cierta mesura resalta el repunte de algunas agrupaciones religiosas como La Luz del Mundo, Asamblea de Dios, Amistad Cristiana y Testigos de Jehová. Hay que estudiar también una transversalización de la pertenencia religiosa, pues hay muchos católicos que transitan continuamente en diferentes agrupaciones religiosas, así como el florecimiento de cultos como el de la Santa Muerte, Malverde y neochamanismos que se han incrementado en los últimos años.
Probablemente el más notorio descenso de católicos se registre en la ciudad de México. En 2000 el porcentaje de los católicos era de 90.4 por ciento y baja en 2010 a 82.4 por ciento, el doble de la caída promedio de los católicos en México, es decir, insignificante el asenso absoluto de los católicos y dramático el desplome de 8 por ciento. Vivimos hoy un fenómeno de pluralización cultural plena y de diversificación religiosa que no se percibía antes. Hay una carencia de síntesis entre catolicismo y cultura contemporánea; el discurso de la Iglesia parece rebasado, y su institución, obsoleta; existen tendencias a un mayor pluralismo que han venido fracturando el monopolio de una aparente cultura religiosa única que hasta 1970 era claramente de predominio católico. Sin pasiones, el censo de 2010 muestra cambios sustantivos en la cultura y en las creencias religiosas que merecen ser estudiadas con mayor detalle.
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