Patricia Peñaloza
El Festival Vive Latino 2011, ocurrido los días 8, 9 y 10 de abril en el Foro Sol, en su edición 12, fue la más ambiciosa de su historia, y sin duda puede ser ya considerado como el más importante de Latinoamérica, en cuanto a rock de habla hispana. Tres días, 120 artistas, 170 mil asistentes, y un elenco de primer orden, tanto nacional como internacional, con buen sonido, en medio de una organización que siempre tendrá mucho qué mejorar, pero que a nivel general se mantuvo bajo control, hablaron bien no sólo de la operadora de conciertos Ocesa, sino de la madurez de sus asistentes, y contrastó con la imposibilidad de que festivales de esta magnitud pudieran llevarse a cabo en México hace apenas 15 años, además de demostrar que el rock hecho en español en distintas latitudes goza de cabal salud y va en ascenso.
Edición en la que se pasó del éxtasis por el regreso de Caifanes, al machismo aberrante propiciado por los operadores de las pantallas, quienes forzaban a las chicas alzadas en hombros, a desnudarse, de modo insultante, mientras las enfocaban: ¡chichis, chichis! Si lo hacían, les ponían en pantalla ¡zórrales! y si no: entonces bájate, entre otros letreros de muy mal gusto: Ocesa nos debe una explicación y una disculpa por tan bajo acto.
Aquí, una entrevista con Alfonso André, baterista de la mexicana banda estelar, una estampa de dicho reencuentro, y un repasón a lo mejor del festival.
André: La magia ya está
–Durante los ensayos para su histórica actuación, ocurrida el sábado 9 tras 16 años de no tocar juntos, y a propósito de su próxima presentación en el Festival Coachella el 15 de abril, ¿sientes que existe la vibra para componer algo nuevo? André: No veo por qué no. La magia ya está.
Mientras el domingo 10 termina de dar conferencia su hijo Julián, de 14 años, quien integra la banda Ritalín, Alfonso, radiante, expresa su balance: “Fue muy divertido, me divertí como enano, pero también fue raro volver a tocar juntos tras tantos años de no hacerlo, muy emocionante; qué padre que se dio. Muchos años pensamos que jamás se daría, pero qué bueno que ocurrió y fuimos lo suficientemente inteligentes. En el proceso hubo de todo, no nos poníamos de acuerdo en las condiciones finales… Sabo y yo fuimos los últimos en entrarle… pero entre varios estira y afloja, al final a todos nos ganaron las ganas de hacerlo; es algo que teníamos que hacer, sacarnos esa espina. Caifanes terminó en 1995 de una forma bastante fea, así que si no tocamos nunca más, ésta podría ser una mejor manera de terminarlo”. Se le pregunta si realmente fue un nuevo final, y si es que de verdad no volverán a componer juntos. Responde: “Lo estamos tomando con cautela; no queremos comprometernos a algo que no sabemos si se hará o no. Si se da naturalmente, lo haremos. Saúl (Hernández) va a editar en mayo su disco solista, Remando, y yo también sacaré el mío, Cerro del Aire, donde toco, canto, y tengo de invitados a José Manuel Aguilera, Federico Fong, varios Caifanes, Aleks Syntek, mi mujer Cecilia Toussaint y mi hijo”. Se le insiste: ¿habrá material nuevo? “Nos concentramos en sacar las canciones para los conciertos, no tuvimos mucho tiempo para hacer algo nuevo… pero si se da, no veo por qué no. La magia ya está”, remata.
La insólita noche del regreso de los Caifanes
La insólita noche del regreso de los Caifanes los ánimos de unos 70 mil estaban en llamas, más por dentro que por fuera. Aunque todos coreaban en lo alto, e incluso impedían oír a Saúl, el sol y las cervezas tenían fumigado al respetable. Con todo, la voz ajada de Hernández, al grito de es difícil hablar, cuando ustedes ya robaron la palabra: Caifanes a sus pies, hiló uno a uno esos sus versos pacheco-esotéricos tantas veces coreados en los años 90, a veces por debajo en volumen, a la poderosa guitarra de Alejandro Marcovich, cuyas variaciones a sus requintos, de fuerte personalidad propia, refrescaron memoria y a la vez pusieron al día un sonido único, que no suena a otra cosa que a Caifanes. Ahí estaba la dupla base, el centro de una historia de amistad recuperada, pero también una historia de negocios, de fama, de pasiones. Duelo amistoso que se dejó acompañar por Alfonso, Sabo y Diego, para recorrer un setlist en orden cronológico de acuerdo con sus discos: Caifanes, El diablito, El Silencio, El nervio del volcán. Saúl pidió al presidente Calderón que así como movió tanto para resolver el caso de dos agentes gringos, así resuelva tantos casos de mujeres asesinadas en Juárez... Los llantos corrieron, las notas y el sonido impecable, permanecieron. Un show conmovedor, inolvidable, de una de las bandas más relevantes que hayan nacido en suelo mexicano.
Reseña completa con lo más destacado del festival y fotos exclusivas de Pablo Camarena, en www.patipenaloza.blogspot.com
ruta_sonora@yahoo.com • http://twitter.com/@patipenaloza
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Viento
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Antes de que nos olviden
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