León Bendesky
El conflicto entre los ciudadanos y quienes los gobiernan está hoy a la vista en muchas partes del mundo. Las revueltas en los países árabes son una muestra exacerbada y han llegado a convertirse en una guerra civil, como en Libia, o bien, en una flagrante agresión armada contra los opositores, en el caso de Yemen y Siria.
Las crisis políticas se rebasan y se convierten en sangrientas confrontaciones. En algunos países la tensión está latente y existe aún incertidumbre sobre el desarrollo de la situación, ya sea tras la caída de los gobiernos como en Túnez y Egipto, o en otros que están en jaque.
En algunas naciones la ciudadanía reacciona de formas distintas en contra del modo de gobernar. El caso español ha sido notorio en las semanas recientes. Esas plazas llenas de personas, en su gran mayoría jóvenes que demandan otra manera de ejercer el gobierno y tratar las cosas públicas sin ser marginados. No hay demasiada ideología de por medio y ni siquiera parece haber cabida para las manifestaciones de descontento y la policía los desaloja con fuerza.
En el marco de la relación compleja entre ciudadanos y gobernantes está la forma en que se ejerce el voto en las elecciones. La grave crisis económica desatada desde hace un par de años ha pasado la factura al gobierno de Rodríguez Zapatero y el PSOE tuvo hace unos días el peor resultado electoral de su historia.
Hay en esto una manifestación del límite al que ha llegado la llamada Tercera Vía de tipo socialdemócrata, que aceptó de facto la estructura de pensamiento y administración de corte neoliberal. Fue adoptada al principio con suficiente rentabilidad política por Tony Blair en Gran Bretaña, al ser electo primer ministro en 1997. Pero luego de diez años ese camino se había desgastado ya y la crisis se llevó como un vendaval a su sucesor Gordon Brown. Desde esa posición política lo que puede ofrecerse hoy es prácticamente nada original.
El nuevo gobierno conservador de Cameron electo en mayo de 2010 y que formó una coalición con el partido Liberal de Clegg ha propuesto el programa de ajuste económico y financiero más severo en muchas décadas en aquel país. Ahí también ha habido protestas como las de los estudiantes por los cortes en las ayudas para la educación superior. Los programas sociales serán duramente castigados.
Los socialistas españoles llegaron igualmente al límite político. Fue pobre y errática su oferta de gestión social y económica que no pudo enfrentar desde 2008 el derrumbe del sector inmobiliario, la acumulación de un enorme desempleo y el descontento de una parte significativa de la sociedad.
El vuelco del voto de los electores era claramente previsible. Los líderes del Partido Popular no han tenido siquiera que proponer de manera clara las alternativas con las que podrían gobernar en 2012. Es políticamente más rentable no comprometerse y señalar las fallas de quien gobierna. Eso señala de modo significativo la relación de los partidos con los ciudadanos. Marca de modo claro a la democracia actual.
La política se hace en una especie de vacío y con un vaivén de las preferencias electorales. Esto se expresa en el castigo para unos que ya no pueden dar más y el premio para otros que dicen saber qué hacer, y todo se sustenta en una especie de acto de fe, propio de otros quehaceres.
La cuestión pone de manifiesto las pobres alternativas disponibles para los ciudadanos para elegir quién y cómo gobierna; el alcance de la actividad política y de la forma en que se practica; los espacios reales o admitidos para administrar los asuntos públicos y cómo se establecen en un entorno institucional determinado.
Los acuerdos democráticos con los que se cuenta de modo efectivo tienden a hacerse más restrictivos en cuanto a las opciones verdaderas que tienen los ciudadanos y cómo deciden cuando van a las urnas. Es llamativo, por ejemplo, el caso de la Comunidad de Valencia. A pesar de las imputaciones judiciales por una supuesta trama de corrupción bastante extendida no sólo entre los políticos locales, el presidente en funciones Camps, alcanzó 57 por ciento del voto en las elecciones del 22 de mayo.
Una forma distinta de relación entre los ciudadanos y quienes gobiernan se está dando en Perú. El regreso probable de la familia Fujimori al poder, ahora en la forma de la hija Keiko, parece responder a ese mismo vaivén de las preferencias electorales y las opciones que se abren en sistemas que convencionalmente se describen como democráticos. ¿Cuál es hoy la naturaleza de la democracia? ¿Qué carácter tiene en cuanto a la expresión de la voluntad popular o ciudadana? ¿Qué significa en términos de la explotación del patrimonio de una nación y la vida cotidiana de la gente?
En México persisten las restricciones del entorno democrático. La alternancia del PAN en el poder no ha significado un cambio en la apertura a la participación ciudadana y de la relación con el poder político, los partidos y los personajes del reparto. Ante las elecciones de 2012 el voto podría volver a llevar al PRI al gobierno.
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