León Bendesky
El periódico The Times de Londres publicó el pasado 3 de junio una nota breve y relevante para pensar lo que ocurre hoy en la economía. El título es bastante sugerente: La suma del conocimiento.
Dice la nota, refiriéndose a cuestiones de aquel país pero que pueden extenderse sin esfuerzo a muchas otros: Las estadísticas económicas y la claridad no van juntas como un caballo y el carruaje, cuando menos no por el momento… Quienes hacen la política pública tienen un problema. La economía lucha por recuperarse, pero las decisiones tienen que tomarse sobre la base de datos sumamente inciertos. Esto no significa que los funcionarios estén inermes. Implica, sin embargo, que tienen que estar conscientes de los límites de su capacidad para mejorar las condiciones existentes y la facilidad con la que pueden cometer errores.
Me parece una buena y oportuna llamada de atención. Pero esto no compete sólo a quienes diseñan y aplican las políticas públicas, alcanza igualmente a quienes legislan y, también, a los que hacen proyecciones económicas en el terreno de los negocios.
Por ejemplo, se pueden tomar las proyecciones actuales en México acerca del crecimiento del producto, la inflación, tasas de interés, tipo de cambio, la creación de empleos o el déficit fiscal al final de 2011 y para 2012. Estas provienen principalmente de las encuestas del Banco de México de las expectativas de los especialistas, de bancos comerciales como Banamex o Bancomer, de otras instituciones financieras o incluso las del Fondo Monetario Internacional.
La convergencia entre ellas es muy grande y los rangos de variación muy estrechos, lo cual indica tácitamente el estado de la incertidumbre. Pero conforman la base sobre la que se fijan los consensos, es decir, los puntos de vista sobre el desempeño actual de la economía, el juicio de las bondades de las políticas y las formas de gestión de la economía. Además, sirven de referencia para establecer los escenarios sobre el comportamiento de los mercados, y las previsiones de las pautas del financiamiento y las decisiones de consumo e inversión.
Hay un asunto que tiene que ver con las mediciones de las variables antes señaladas, o sea, su calidad, oportunidad, metodologías y significado en una sociedad y unos mercados que tienden a segmentarse cada vez más. Lo que ocurre igualmente en los países desarrollados. Existe, pues, un acuerdo explícito avalado y soportado para las prácticas usuales de la disciplina económica, o bien, por el ámbito de los negocios, así como por los criterios generales que siguen las instituciones internacionales, desde la ONU al Banco Mundial o el FMI.
Lo menos que debería ocurrir, sobre todo en plena crisis de las teorías económicas ortodoxas, del modo de pensar convencional y las formas de gestión técnica y política que ha puesto al descubierto la crisis que se desató a fines de 2008, es un cuestionamiento más serio de cómo es que se deriva el conocimiento en el campo de la economía y cómo se usa. Vaya, para decirlo de manera más clara: ¿qué hay detrás de las estadísticas?, ¿cuáles son los procesos en curso?, ¿qué escenarios son posibles y qué se hace conforme a ellos?, ¿qué sabemos y qué desconocemos?
El artículo de The Times comenta las cifras recientes que indicaron la caída de la producción manufacturera en Gran Bretaña, lo que provocó la depreciación de la libra esterlina y la presión para la subida de las tasas de interés. Lo mismo podría decirse en el caso de la creación de empleos en Estados Unidos en mayo, que estuvo muy por debajo de lo esperado y que pone en entredicho la fuerza y sustentabilidad con la que se repone la economía. Y está también el asunto de la gestión de los déficit públicos y la recuperación de la demanda agregada, cuestión central en la disputa política tanto en Estados Unidos como en Europa y no sólo en Grecia, Irlanda o Portugal.
La incertidumbre, recuerda The Times, es un rasgo inescapable de la economía, e insiste: Los bienes se producen para el futuro y no sólo para su consumo actual, y el futuro es desconocido. Mientras la economía se recupera de manera irregular de una severa recesión, el cuadro mixto de las estadísticas muestra que el presente y aun el pasado reciente son sumamente inciertos.
Las imperfecciones del conocimiento son muy relevantes no sólo en los debates en curso sino en las propuestas gubernamentales y legislativas (como las de la regulación de la competencia de los mercados financieros) y, también, en las acciones de las empresas dominantes en los mercados, incluyendo, por cierto, a los bancos.
La soberbia de los economistas en cuanto a qué tanto y cómo se forma su conocimiento, el poder del capital financiero y la falta de sospechas de muchos funcionarios públicos –como ocurre en México– auguran que habrá grandes sorpresas que pueden echar por la borda las expectativas y los consensos prevalecientes.
Cuando menos habría que incorporar en nuestro caso tres asuntos: la capacidad de arrastre de la economía estadunidense en las exportaciones a ese país; la fragilidad crónica de la demanda interna y, por supuesto, las contradicciones políticas en plena época de sucesión presidencial en un entorno altamente conflictivo como el que se está prefigurando.
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