A José Nicasio Morales sus amigos y sus enemigos le dicen El Negro. Unos lo hacen con cariño, otros con desprecio. Afrodescendiente nacido en el municipio de Juchitán, Guerrero, alto y fornido, José no reniega del color de su piel ni de su cultura. Por el contrario, desde hace muchos años se ha dedicado a combatir la discriminación. Incluso se da el lujo de hacer con frecuencia bromas sobre el color de su piel.
Nicasio emigró a la ciudad de México en 1968, a la edad de 19 años. Hijo de campesinos, dotado de gran inteligencia, abierto al mundo, se volvió inmediatamente un autodidacto que aprende todos los días de la experiencia, y terminó el bachillerato.
En 1972 entró a laborar en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) como trabajador a lista de raya. Un año después encabezó un amplio movimiento en busca de la basificación. Durante meses se reunió en secreto con un pequeño grupo de compañeros suyos que se dedicaron a organizar, con paciencia y discreción, a todos los eventuales. En 1976, luego de tres años de actividad sindical secreta, lograron que se otorgara la base a quienes no la tenían.
Sindicalista democrático dentro de las filas del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), José coordinó su labor con las delegaciones del INAH, de Bellas Artes, de Culturas Populares y otras más, con quienes fundó el Bloque de Delegaciones Democráticas de la Sección 11. Participó en 1979 en la fundación de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Nicasio siempre se destacó por su arrojo y valentía en los momentos difíciles. Donde algunos de sus compañeros hablaban, él actuaba. Era (es) echado para adelante; no se le arruga el cuero. El 1º de mayo de 1983 estuvo al frente del contingente de maestros democráticos que conquistaron su derecho a manifestarse en el Zócalo, a pesar del intento de los golpeadores del sindicato por impedirlo.
En 1983 ganó a los charros de Vanguardia Revolucionaria la delegación sindical D-III-27 del IPN, que agrupa a 4 mil trabajadores. Para que se les reconociera el triunfo, los empleados democráticos tuvieron que tomar el local sindical abriendo un hueco en el muro en el edificio.
Encarrerado, encabezó en 1985 otro gran movimiento que logró alcanzar mejores prestaciones salariales en el IPN. Dos años más tarde, en alianza con el movimiento estudiantil del IPN, logró la expulsión de grupos porriles de la Unidad Superior de Zacatenco. También en 1987, con sus compañeros basificados en 1976, condujo la lucha contra el Issste, que logró el reconocimiento de la antigüedad, evitó cobros injustos y favoreció sus jubilaciones.
Su compromiso sindical nació tanto de la lucha por la defensa de sus intereses inmediatos como por la conciencia socialista en la que se formó. A su manera, José se volvió un revolucionario y como tal acompañó luchas campesinas y urbano-populares en diversas partes del país.
Ligado a su tierra, mantuvo siempre vínculos estrechos con sus paisanos. Cada vez que pudo, ayudó a muchos jóvenes con los trámites y gestiones para el ingreso a las escuelas del Politécnico, e intervino para apoyar los cambios de maestros que querían regresar a la Costa Chica guerrerense.
Siempre le pesó la pobreza y la marginación de su tierra. Cuando en 1992 el cólera se extendía por la Costa Chica, logró que el IPN y la regencia de la ciudad de México se involucraran en campañas sanitarias para erradicarlo.
Nicasio participó activamente en la lucha de los juchitecos guerrerenses para que se les reconociera su municipio. Dependiente administrativa y políticamente de Marquelia, las autoridades municipales ignoraban las necesidades de las comunidades. Ni siquiera permitían que el asfalto llegara hasta La Barra, el último poblado de esta zona. En 2004 se le reconoció como municipio, separándose de Azoyú. El papel de José fue clave en esta lucha.
Juchitán tiene poco más de 6 mil habitantes, en su mayoría afrodescendientes como José. Más de mil 200 son analfabetos. Casi la tercera parte de las casas del municipio tienen piso de tierra y la quinta parte son de sólo un cuarto.
Nicasio ha buscado por todos lados que su pueblo prospere. No le ha sido nada fácil. Ha adquirido sementales finos que presta a sus vecinos para que mejoren la raza de sus animales. Ha tratado de comercializar el ganado directamente en la ciudad de México, pero ha chocado con los intereses de los introductores y los empleados de los rastros.
En 2011 donó 100 metros cuadrados de terreno de su casa para la construcción de un pozo profundo que permitirá la distribución del agua potable a todo Juchitán. También cedió dos lotes de vivienda en beneficio del campo de aviación.
En marzo de 2007, los pueblos negros de Oaxaca y Guerrero se reunieron en Juchitán en el undécimo Encuentro de Pueblos Negros. La reunión fue una estación más en el camino de una reivindicación identitaria que poco a poco se abre paso en México.
“Los Pueblos Negros de México –resolvieron en el encuentro– padecemos todavía distintos niveles de marginación e invisibilidad, producto de la trata esclavista, de la herencia colonial, y de un desarrollo económico, social y cultural desigual, lo que nos ha colocado en una situación vulnerable y de exclusión, basada principalmente en el facciones raciales, a pesar de nuestra contribución a la construcción cultural, económica, social y política de la nación mexicana”. Exigieron nuestra inclusión en las políticas públicas estatales diferenciadas y adecuadas a nuestra historia, contexto cultural, económico y social, de acuerdo con la distribución espacial y demográfica que tenemos en el territorio nacional.
Orgulloso de su negritud, José Nicasio Morales, El Negro, ha acompañado el despertar de la lucha de los afrodescendientes por su reconocimiento. De muchas maneras, su propia biografía ejemplifica esta ruta por la reivindicación de la identidad.
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