lunes, octubre 20, 2008

El arte de vivir la verdad

Lydia Cacho

Poniatowska y Aristegui: No hay manera de construir el futuro si no entendemos el presente

Elena Poniatowska y Carmen Aristegui nos recuerdan lo que significa vivir para contar la historia de nuestro país y hacerlo con ética, responsabilidad y profesionalismo. Este fin de semana estas dos mexicanas fueron homenajeadas por su trabajo profesional.

Elena comenzó su carrera periodística en el antiguo Excélsior y desde 1954 ha publicado más de 14 libros y cientos de ensayos y artículos. Recibió varias preseas, el Premio Alfaguara de novela, el Nacional de Periodismo, la Orden de la Legión de Honor del gobierno francés y el premio Rómulo Gallegos, entre otros. Es una reconocida intelectual que a sus 75 años no pierde ni la memoria, ni la pasión, ni la alegría de vivir. Elena sonríe, abraza y celebra la vida. Esta mujer sabia acepta todas las invitaciones de universidades para charlar con estudiantes. Presenciar un encuentro con jóvenes y la escritora de Hasta no verte Jesús mío, es recordar la importancia de vivir comprometida con la esperanza, con la cultura. Esta vez fue homenajeada por la Cátedra Alfonso Reyes durante la Feria del Libro de Monterrey.

Carmen Aristegui no ha cumplido los 45 años, pero su trayectoria mereció este fin de semana el premio más célebre del periodismo de habla hispana, el Maria Moors Cabot, otorgado por la Universidad de Columbia en Nueva York. Carmen se convirtió en una de las voces más importantes de la radio mexicana con su noticiero en W Radio. Televisa la censuró al desaparecer su noticiario de la señal de Sky, a raíz de que la periodista cubriera el debate sobre la llamada “ley Televisa” que protege el monopolio televisivo en México. Más tarde fue despedida de manera subrepticia de W Radio y durante meses se especuló sobre las presiones del gobierno federal para acallar su noticiario. Ya no es especulación. Un representante de la ONU me confirmó personalmente que efectivamente el propio presidente Felipe Calderón intentó desactivar una importante entrevista con un alto funcionario de las Naciones Unidas que había sido concedida a Carmen Aristegui para CNN. Censurar desde el poder político y empresarial a quien ejerce el periodismo, es arrebatar a la sociedad su derecho a conocer las diversas versiones de la realidad.

Carmen es todo menos una mujer silenciada. Tímida y dueña de una sonrisa de niña despreocupada, se transforma cuando debate, sus reflexiones son profundas, informadas, inteligentes y respetuosas de la diversidad. Su mirada castaña refleja la solidez y la ternura. La he visto correr descalza al lado de su hijo volando un papalote con forma de dragón, mientras los adultos hablan de un mundo que ella se dedica a cambiar. Sabe cuándo detenerse, escucha a la gente y se conmueve con sus historias. Se acuerda de los nombres y de las caras de medio mundo. Lee tantos libros como la vida le permite y siempre encuentra tiempo para beberse un tequila con las amigas y estar a su lado cuando es preciso. Carmen Aristegui sabe cuál es el precio de la honestidad, y está dispuesta a pagarlo.

Este lunes celebro la intrepidez de estas mujeres, deseosas de mostrar los acontecimientos de su patria con la esperanza de comprenderla. Ellas nos recuerdan que no hay manera de construir el futuro si no entendemos el presente. Por eso dedican su vida al arte de sobrevivir la realidad y darle voz.

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