domingo, septiembre 03, 2006

Violencia-causa o violencia-efecto

Fabulilla
Tomas Mojarro

"Era casi la medianoche Con la familia me disponía a dormir. Cómo iba a imaginar lo que vendría después. Desde la estancia y asordinados me llegaban rumores de la TV. Ya suban a dormir!, dije a mi mujer y a los hijos. (¿Por qué tanta zozobra..?)

Fui a la puerta que da a la calle. Cuánta paz, qué silencio. La cerré con llave. Cómo imaginar lo que vendría después. (Y aquella corazonada) Arriba en su habitación, las hijas cuchicheaban de sus asuntos. Reían entre dientes. Lo usual. Ya duérmanse!. Vi que apagaban la luz. Y la paz…

¿La paz? De repente, ¿y eso? Allá abajo, el estrépito. Un grito de mujer. Bajé trompicándome, y los hijos detrás. "¡Qué ocurre!" ¡Dios! Me detuvo el cañón de una metralleta "¡Silencio!", me ordenaba aquel gigantón, botas vaqueras y mostachos de aguamielero. ¡Dios! (¿Qué otro vocablo pronunciar?) Los asaltantes revolvían la estancia "¿Dónde escondes lo de valor?" El arma en los costillares. Dios, una vez más…

Los pandilleros, desparramándose por toda la casa. Pude observar que detrás del de la facha de payo vicioso de toreo pulquero husmeaba uno chaparrito, peloncito, de lentes, y con ellos el resto de pandilleros que invadían la casa y se daban a la tarea de saquearla minuciosamente. Y aquel estrépito de cosas que se rompen, se desgajan, dan contra el suelo. "¡Éste te preguntó que dónde escondes lo de valor!" Ah, la voz desagradable de aquel chaparrito con irremediable aspecto de mediocre incurable. Contra mis lomos la metralleta Y qué hacer, sino intentar la defensa. Pero defensa cómo, defensa cuál. Dios.

Mis hijos, repuestos de la sorpresa aquel intento de defenderse, de repeler el ataque, de salvar algo de lo perdido. Yo gané la varilla de hierro, y entonces, sin interrumpir el saqueo de la casa, el cabecilla de la pandilla, (¡Y el Tartufo me resultó verborreico, lengua suelta, diarreico de boca!):

- ¡Nada de violencia! ¡Que lo entiendan los que siguen aflorando el pasado: yo soy un demócrata! ¡La democracia no va a dar marcha atrás! ¡México no va a dar marcha atrás! ¡No es con saltos al vacio como se construye un futuro mejor para todos! ¡No es con componendas y arreglos por fuera de la ley como avanza la democracia! ¡Lo más importante es seguir avanzando la unidad nacional en el respeto de la ley!

Su aliento, pútrido, contra mi rostro. Yo, entre el asco y el pánico, aquellas arcadas. Escuché al cabecilla de los que saqueaban mi casa:

- ¡México no se detiene ni se paraliza México no se frena ni retrocede! ¡Sépanlo las y los de este hogar: yo estoy orgulloso de servir a un pueblo respetuoso de las instituciones y promotor de la paz y la tranquilidad..!

Y a violar y volar puertas, armarios, gavetas. El mayor de mis hijos alzó un candelabro. Intentó golpear a alguno de los bergantes. Un culatazo lo desarmó. Lo miré rodar escaleras abajo: ¡Cuidado! ¡No necesitamos quien venga a distraer, quién venga a provocar y dividir a la sociedad, a llevar al país al conflicto..!

Y el empellón contra uno de mis muchachos, y el forzamiento de los hampones.
Inmovilizada, el manoseo. ¡La derriba! Cerraduras y cristales que se rompen, y entonces: "¡Hija mi niña.!" Tendida. Un bergante encima; le alza el camisón! Contra el rufián me abalancé, lo jalé del greñero (¿greñero Carlos Ugalde?), y en la casa resonó el clamor del muy segundo marido de Marta.

- ¡En democracia lo que quieren los mexicanos es orden, estabilidad y concordia! ¡Eso es lo que nos garantiza un futuro de justicia y equidad! ¡Todo dentro de la ley y las instancias legales! ¡No a la violencia..!

"Uno de los bandidos dio con los ahorros de la familia. Los asía con todas sus manos. Intenté arrebatárselos. El golpe en el cráneo me oscureció la visión. Fui empujado escaleras abajo. El vozarrón del caballón de botas, aspecto vulgar y mostacho pulquero…¡que se atrevía a tutearme!"

¡Nada justifica que violentes la ley! ¡El respeto y salvaguarda de las instituciones democráticas es una causa que nos compromete a todos! ¡México avanza tranquilo y progresando, no intentes detenerlo o paralizarlo en su marcha ascendente! ¡Yo entregaré un país con instituciones fuertes, con instituciones respetadas y con el respeto pleno a nuestras leyes..!

Al decirlo me mantenía derribado, impotente. La pandilla de asaltantes se daba a mancillar a mis hijas. El mediocre chaparrito, peloncito, de lentes, jadeaba, baboso y babeante. Mi sangre en escurrimientós (su acre sabor en mi lengua). A uno de mis hijos, que intentaba defender a su hermana, el rodillazo:

- ¡Agresor! ¡Nuestra democracia está funcionando en equidad y libertad para todos los ciudadanos! ¡No demuestres tu falta de cariño por nuestro México! ¡La ley y el estado de derecho es lo que nos da viabilidad como país! ¡México requiere la plena vigencia del estado de derecho! ¡México ya eligió el camino de la democracia, ya optó por la vía del entendimiento y de la tolerancia, del acuerdo y la concordia! ¡México quiere y merece vivir en paz! ¡Si tú sigues ejerciendo la violencia yo habré de usar en tu contra la fuerza pública, sin que esto signifique recurrir a la violencia..!

Me incorporé. Intentaba afianzar el brazo del atacante. ¡Logré aquel manotazo en su rostro! Sentí el culatazo. Rodé por el piso. Alcancé a escuchar al que encabezaba el ataque (alto, de botas, seguido de uno chaparrito, peloncito, de lentes, mediocre irredento):

- ¡No se vale romper la ley! ¡Necesitamos del cabal cumplimiento con nuestras obligaciones en términos de ley! ¡La ley y el Estado de Derecho es lo que nos da cohesión como sociedad, lo que nos da viabilidad como país..!

Tragué la sangre de mi boca Recuerdo que algo me atreví a decir antes de perder el conocimiento: "¿Y quién saquea la casa de quién? ¿Quién se brincó las bardas de la mía para arrasarla? ¿Quién es el hipócrita que para asaltarla mienta la ley? ¿La nuestra es violencia causa que provocamos nosotros en contra de ustedes, o es la de nosotros una violencia efecto de la violencia original, la de ustedes, saqueadores de nuestra casa.?"

¡Cristo! El hampón se arrojaba sobre la madre de mis hijos. Le asesté un bofetón. Al varillazo quedé privado, y no recuerdo más. Me dicen que, al brincar bardas para la huida con todo lo que había sido nuestro patrimonio familiar y era ahora su botín, todavía nos amenazaba así, a los de la casa: "No a la violencia! ¡La violencia nunca más..!"

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