La primera reunión importante de Felipe Calderón con segmentos no oficiales fue, ayer, con empresarios españoles. Luego de afinar en sus primeros días de gobierno la relación de mutua dependencia con los cuerpos policiales-militares que le habrán de sostener y con los cuáles emprenderá sus primeras acciones políticas "audaces", el michoacano creyó conveniente enviar un mensaje de aliento y privilegio a los representantes de la ibérica corriente política y económica que tanto le apoyó en el diseño y la ejecución del golpe político que le llevó a Los Pinos.
La reconquista de México tuvo meses atrás como orador pionero al ex presidente José María Aznar, quien convocó abiertamente a los mexicanos a sufragar por Calderón. Luego vendría la importación del tóxico Antonio Solá, que insertó en la sociedad mexicana el mal de la división mediante la propaganda negativa. Y esa nueva búsqueda de "hacer la América" ha contado con los servicios mediáticos y propagandísticos de empresas como la que entre sus principales productos edita el diario El País, periódico éste que abiertamente distorsionó la realidad mexicana y emitió juicios de descalificación a un candidato presidencial sin tomar en cuenta los términos de las leyes mexicanas y sus procesos de resolución en materia electoral.
Esa reconquista tiene en el equipo de Felipe Calderón cuando menos dos alfiles reconocidos: uno de ellos es el virtual vicepresidente, Juan Camilo Mouriño, quien nació en España y asumió la ciudadanía mexicana; el otro es el cuñado cómodo, Juan Ignacio Zavala, quien ha renunciado a ejercer algún cargo durante la administración de Calderón pero a cambio ha sido contratado como una especie de comisionista de lujo en una empresa editorial española que, aparte de producir los antedichos editoriales facciosos contra López Obrador, pretende mediante sus múltiples vertientes corporativas hacerse del gran negocio de la impresión de los libros de texto gratuito: ¡Hildebrando vive, el bisnes sigue!
Pero, además de esa adhesión ideológica a la corriente derechista hispana, el precario calderonismo cultiva el compromiso expreso con empresas estadunidenses que constituyen un alto riesgo para cualquier intento de soberanía nacional, como el Grupo Carlyle que ahora tiene en México a un representante de lujo, Luis Téllez, en la estratégica Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y al socio de Téllez, virtual pareja de trabajo, Eduardo Medina Mora, que ha quedado al frente de la secretaría de ingresos no contables por vía de exportaciones toleradas, es decir, la Procuraduría General de la República.
La visión del erario como negocio está quedando redondeada con los nombramientos de nuevos funcionarios. A la barbarie foxista de corrupción ha respondido el presidente Felipe con el mantenimiento de cuotas grupales e incluso con la ratificación insana de funcionarios que más bien merecerían ser auditados y sancionados. La crisis que viven el Seguro Social y el ISSSTE obligaría a castigar la desfachatez de nombrar al frente de esas instituciones a políticos como Juan Molinar Horcasitas y Miguel Angel Yunes, respectivamente.
Frente a la voracidad expansiva de una derecha bonsái, que cree llegado el momento de cobrar facturas políticas, no hay ninguna elaboración política e ideológica alternativa. López Obrador sigue con la mira puesta en las próximas elecciones (las intermedias, de 2009) y la dinámica de su equipo sólo lleva a las grillas internas y la guerra de declaraciones. En ese desierto ha aparecido la propuesta de Alejandro Encinas de "repensar" la izquierda. Encinas ha sido una pieza clave de los momentos estelares del movimiento social contrario al fraude electoral. Presionado por quienes lanzan elogios envenenados a los izquierdistas "modernos" para que se desmarquen de primitivismos como los que atribuyen a AMLO, Encinas supo soportar esos embates sin quejumbres en busca de posteriores compensaciones. El 15 de septiembre tuvo Encinas el momento de máxima madurez institucional, cuando sirvió de bisagra para que el foxismo y el lopezobradorismo evitaran un choque cantado. La Noche del Grito fue el asomo de esa izquierda social a una posibilidad de gobierno pleno. Y este 20 de noviembre, con el salvamento del desfile cívico, deportivo y cultural que el gobierno federal se había negado a realizar, Encinas cerró el expediente político de su paso por el gobierno capitalino.
Marcelo Ebrard, por su parte, llega hoy a ese gobierno como el único miembro del equipo lopezobradorista con poder y presupuesto. Los demás gobernadores perredistas han arriado banderas ante el pragmatismo, pero hasta ahora Ebrard se ha mantenido en una línea de desconocimiento del michoacano impugnado. Cuánto tiempo durará esa línea dura de Ebrard y a cambio de qué podría cambiar, son algunas de las preguntas que impone su llegada al poder capitalino, el mismo desde el que ya se enfila hacia 2012.
La reconquista de México tuvo meses atrás como orador pionero al ex presidente José María Aznar, quien convocó abiertamente a los mexicanos a sufragar por Calderón. Luego vendría la importación del tóxico Antonio Solá, que insertó en la sociedad mexicana el mal de la división mediante la propaganda negativa. Y esa nueva búsqueda de "hacer la América" ha contado con los servicios mediáticos y propagandísticos de empresas como la que entre sus principales productos edita el diario El País, periódico éste que abiertamente distorsionó la realidad mexicana y emitió juicios de descalificación a un candidato presidencial sin tomar en cuenta los términos de las leyes mexicanas y sus procesos de resolución en materia electoral.
Esa reconquista tiene en el equipo de Felipe Calderón cuando menos dos alfiles reconocidos: uno de ellos es el virtual vicepresidente, Juan Camilo Mouriño, quien nació en España y asumió la ciudadanía mexicana; el otro es el cuñado cómodo, Juan Ignacio Zavala, quien ha renunciado a ejercer algún cargo durante la administración de Calderón pero a cambio ha sido contratado como una especie de comisionista de lujo en una empresa editorial española que, aparte de producir los antedichos editoriales facciosos contra López Obrador, pretende mediante sus múltiples vertientes corporativas hacerse del gran negocio de la impresión de los libros de texto gratuito: ¡Hildebrando vive, el bisnes sigue!
Pero, además de esa adhesión ideológica a la corriente derechista hispana, el precario calderonismo cultiva el compromiso expreso con empresas estadunidenses que constituyen un alto riesgo para cualquier intento de soberanía nacional, como el Grupo Carlyle que ahora tiene en México a un representante de lujo, Luis Téllez, en la estratégica Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y al socio de Téllez, virtual pareja de trabajo, Eduardo Medina Mora, que ha quedado al frente de la secretaría de ingresos no contables por vía de exportaciones toleradas, es decir, la Procuraduría General de la República.
La visión del erario como negocio está quedando redondeada con los nombramientos de nuevos funcionarios. A la barbarie foxista de corrupción ha respondido el presidente Felipe con el mantenimiento de cuotas grupales e incluso con la ratificación insana de funcionarios que más bien merecerían ser auditados y sancionados. La crisis que viven el Seguro Social y el ISSSTE obligaría a castigar la desfachatez de nombrar al frente de esas instituciones a políticos como Juan Molinar Horcasitas y Miguel Angel Yunes, respectivamente.
Frente a la voracidad expansiva de una derecha bonsái, que cree llegado el momento de cobrar facturas políticas, no hay ninguna elaboración política e ideológica alternativa. López Obrador sigue con la mira puesta en las próximas elecciones (las intermedias, de 2009) y la dinámica de su equipo sólo lleva a las grillas internas y la guerra de declaraciones. En ese desierto ha aparecido la propuesta de Alejandro Encinas de "repensar" la izquierda. Encinas ha sido una pieza clave de los momentos estelares del movimiento social contrario al fraude electoral. Presionado por quienes lanzan elogios envenenados a los izquierdistas "modernos" para que se desmarquen de primitivismos como los que atribuyen a AMLO, Encinas supo soportar esos embates sin quejumbres en busca de posteriores compensaciones. El 15 de septiembre tuvo Encinas el momento de máxima madurez institucional, cuando sirvió de bisagra para que el foxismo y el lopezobradorismo evitaran un choque cantado. La Noche del Grito fue el asomo de esa izquierda social a una posibilidad de gobierno pleno. Y este 20 de noviembre, con el salvamento del desfile cívico, deportivo y cultural que el gobierno federal se había negado a realizar, Encinas cerró el expediente político de su paso por el gobierno capitalino.
Marcelo Ebrard, por su parte, llega hoy a ese gobierno como el único miembro del equipo lopezobradorista con poder y presupuesto. Los demás gobernadores perredistas han arriado banderas ante el pragmatismo, pero hasta ahora Ebrard se ha mantenido en una línea de desconocimiento del michoacano impugnado. Cuánto tiempo durará esa línea dura de Ebrard y a cambio de qué podría cambiar, son algunas de las preguntas que impone su llegada al poder capitalino, el mismo desde el que ya se enfila hacia 2012.
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