La desaceleración ''transitoria'' en México dura ya 25 años, con tasa de crecimiento anual de 2.3% y raquítica generación de empleos
La bola de cristal de la famiglia financiera del sector público (estirpe que maneja la política económica por quinto sexenio consecutivo) suele fallar a la hora de vaticinar un futuro venturoso para los mexicanos, pero suele ser eficaz a la hora de pronosticar nubarrones y tormentas.
Cinco gobiernos al hilo han prometido (entre otras muchas cosas, y utilizando la misma bola de cristal) un magnífico futuro, con crecimiento económico acelerado y abundante generación de empleo. En los hechos, sin embargo, ha resultado al revés. Han sido tan repetitivos los cánticos sobre ese hipotético futuro venturoso, que cada que se escuchan hay que ponerse la gabardina y alistar el paraguas, porque la tormenta está en proceso.
Pues bien. En medio del discurso triunfalista del quinto gobierno al hilo ("qué bien lo hacemos"), comienzan a verse los nubarrones que vienen del norte y que, en consecuencia, anuncian la desaceleración económica mexicana, la cual implica menor crecimiento, generación de empleo y bienestar social, o lo que es lo mismo, el ciclo se repite.
Cuando lo mismo sucedió al comenzar el autodenominado gobierno foxista, el entonces inquilino de Los Pinos y la famiglia financiera del sector público no hicieron caso de los nubarrones, y optaron por seguir la fiesta porque "México ya cambió". No había plan A, mucho menos plan B, para hacer frente a la desaceleración y su efecto directo en la generación de empleo, y lejos de utilizar gabardina y paraguas, como era lo prudente, lucieron sus mejores trajes de baño. Y así permanecieron, bronceador en mano, a lo largo del sexenio, festejando su 7 por ciento de crecimiento y su millón 350 mil empleos anuales.
El resultado es conocido, pero la "continuidad" parece que no aprende de esa experiencia. Apenas el martes pasado, el inquilino de Los Pinos celebraba que "hoy tenemos estabilidad y certidumbre económica como México no había tenido en muchos, muchísimos años", cuando ayer integrantes de la famiglia reconocieron que la economía mexicana reporta "un comportamiento de desaceleración; estamos creciendo menos" (si eso es posible), debido al menor dinamismo del sector industrial en Estados Unidos. Y como siempre, ante un problema concreto una respuesta gubernamental contundente, la desaceleración, "será transitoria".
Resulta oportuno el comentario de la famiglia, porque lo "transitorio" dura ya 25 años, y el mejor ejemplo de ello es la tasa anual promedio de "crecimiento" económico en ese periodo: 2.3 por ciento, con generación decreciente de empleo formal. Qué bueno que es "transitorio".
Entonces, a la de por sí escuálida estimación original de crecimiento económico para 2007 (3.6 por ciento) y la raquítica generación de empleo habrá que restar el impacto de lo "transitorio". Decía el ex secretario de Hacienda, el telefónico Gil Díaz, que por cada punto porcentual que cae la economía estadunidense, la mexicana lo hace en medio punto, y en consecuencia a final de mes habrá que conocer la nueva estimación oficial (obvio es que a la baja).
Menor crecimiento, número de fuentes de empleo y bienestar social, pero no se alejan del manual. Así zozobró la chalupa del "cambio", así la de la "continuidad", y no es para celebrarlo.
La bola de cristal de la famiglia financiera del sector público (estirpe que maneja la política económica por quinto sexenio consecutivo) suele fallar a la hora de vaticinar un futuro venturoso para los mexicanos, pero suele ser eficaz a la hora de pronosticar nubarrones y tormentas.
Cinco gobiernos al hilo han prometido (entre otras muchas cosas, y utilizando la misma bola de cristal) un magnífico futuro, con crecimiento económico acelerado y abundante generación de empleo. En los hechos, sin embargo, ha resultado al revés. Han sido tan repetitivos los cánticos sobre ese hipotético futuro venturoso, que cada que se escuchan hay que ponerse la gabardina y alistar el paraguas, porque la tormenta está en proceso.
Pues bien. En medio del discurso triunfalista del quinto gobierno al hilo ("qué bien lo hacemos"), comienzan a verse los nubarrones que vienen del norte y que, en consecuencia, anuncian la desaceleración económica mexicana, la cual implica menor crecimiento, generación de empleo y bienestar social, o lo que es lo mismo, el ciclo se repite.
Cuando lo mismo sucedió al comenzar el autodenominado gobierno foxista, el entonces inquilino de Los Pinos y la famiglia financiera del sector público no hicieron caso de los nubarrones, y optaron por seguir la fiesta porque "México ya cambió". No había plan A, mucho menos plan B, para hacer frente a la desaceleración y su efecto directo en la generación de empleo, y lejos de utilizar gabardina y paraguas, como era lo prudente, lucieron sus mejores trajes de baño. Y así permanecieron, bronceador en mano, a lo largo del sexenio, festejando su 7 por ciento de crecimiento y su millón 350 mil empleos anuales.
El resultado es conocido, pero la "continuidad" parece que no aprende de esa experiencia. Apenas el martes pasado, el inquilino de Los Pinos celebraba que "hoy tenemos estabilidad y certidumbre económica como México no había tenido en muchos, muchísimos años", cuando ayer integrantes de la famiglia reconocieron que la economía mexicana reporta "un comportamiento de desaceleración; estamos creciendo menos" (si eso es posible), debido al menor dinamismo del sector industrial en Estados Unidos. Y como siempre, ante un problema concreto una respuesta gubernamental contundente, la desaceleración, "será transitoria".
Resulta oportuno el comentario de la famiglia, porque lo "transitorio" dura ya 25 años, y el mejor ejemplo de ello es la tasa anual promedio de "crecimiento" económico en ese periodo: 2.3 por ciento, con generación decreciente de empleo formal. Qué bueno que es "transitorio".
Entonces, a la de por sí escuálida estimación original de crecimiento económico para 2007 (3.6 por ciento) y la raquítica generación de empleo habrá que restar el impacto de lo "transitorio". Decía el ex secretario de Hacienda, el telefónico Gil Díaz, que por cada punto porcentual que cae la economía estadunidense, la mexicana lo hace en medio punto, y en consecuencia a final de mes habrá que conocer la nueva estimación oficial (obvio es que a la baja).
Menor crecimiento, número de fuentes de empleo y bienestar social, pero no se alejan del manual. Así zozobró la chalupa del "cambio", así la de la "continuidad", y no es para celebrarlo.
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