Tradicionalmente se piensa en un papel pasivo de las mujeres en la reproducción. Es la célula sexual masculina, el espermatozoide, el agente activo en la fertilización. De acuerdo con esta visión, los óvulos serían una especie de tierra fértil donde los machos siembran la semilla, siguiendo una postura aristotélica. Pero esta concepción, que ha prevalecido por siglos, se viene abajo ante los resultados recientes de la investigación en el campo de la fisiología reproductiva, que muestran un papel activo de los órganos sexuales femeninos en este proceso.
Se ha descrito un sistema de reconocimiento de la presencia de células sexuales en las hembras que cambia las condiciones del tracto sexual femenino, modificando el microambiente de las trompas de Falopio y, por tanto, las condiciones en las que se produce la fecundación y las posibilidades de embarazo.
Un trabajo reciente de Stephen Georgiu y sus colaboradores de la Universidad de Shieffeld, en el Reino Unido, muestra que ocurren modificaciones en la expresión de genes ante la presencia de espermatozoides que modifican la composición del fluido en el oviducto.
Esto sugiere que los espermatozoides activan señales específicas a nivel celular que modifican el medio ambiente, del cual dependen procesos como el transporte de esperma, su capacitación, la movilidad de los óvulos, la fertilización y la eventual implantación de embriones en el útero.
Lo interesante es que, de acuerdo con los autores, esto puede explicar los mecanismos involucrados en una selección sexual poscopulatoria, es decir, en la capacidad del tracto sexual de las hembras para seleccionar los espermatozoides provenientes de diferentes machos, en favor de aquellos “biológicamente más atractivos”.
Una de las coautoras del estudio, Alireza Fazeli, ha señalado que los resultados obtenidos por su grupo proporcionan una posible explicación de la promiscuidad femenina en el reino animal.
Desde un punto de vista tradicional, los espermatozoides son los que compiten por el óvulo en un proceso orientado desde el punto de vista masculino. Los resultados muestran que, por el contrario, existe una selección sexual poscopulatoria en la que la parte femenina tiene el control.
De acuerdo con los investigadores, el estudio muestra claramente que el arribo de los espermatozoides al tracto sexual femenino dispara una cascada de eventos que modifican la producción de proteínas. De acuerdo con Fazeli, esto puede servir como un sistema de detección y selección que alerta a las hembras sobre la presencia de diferentes tipos de esperma para el control de su transporte y las posibilidades de fertilización.
Seguramente habrá que hacer más pruebas en el campo de la experimentación animal para confirmar los resultados y para validar sus conclusiones, pero constituye en sí mismo una pieza de enorme valor, pues ilustra la existencia de una nueva dirección en la investigación en el campo de la fisiología reproductiva. Este tipo de proyectos nos muestran cómo puede confrontarse desde el punto de vista científico la visión tradicional de un papel completamente pasivo de las mujeres en el proceso reproductivo.
Otros estudios han mostrado que los óvulos, lejos de ser la “tierra fértil” –en la que la semilla masculina se expresa–, son el elemento principal en la reproducción, aun en ausencia de los espermatozoides, como se ha demostrado en el caso de Dolly.
En otras palabras, Aristóteles ha muerto.
Javier Flores
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