sábado, enero 05, 2008

2008: ¿crisis u oportunidad?

René Delgado

Hacer el pronóstico del 2008 es difícil y más cuando el 2006 ni siquiera ha terminado.

No hay error en los números ni metáfora en el juego de palabras. Cuando se mira con atención lo ocurrido a lo largo del 2007 es menester reconocer que el peligro de la confrontación late con calor. La polarización experimentada durante la campaña presidencial no cedió del todo durante el año pasado.

Grandes y pequeños asuntos colocaron en distintas trincheras a los mexicanos. Fuese la despenalización del aborto o el desnudo colectivo en el Zócalo, las playas artificiales o incluso la pista de hielo dejaron vernos aún con el cuchillo entre los dientes. No se digan los grandes temas: electoral, fiscal, judicial o las pensiones del ISSSTE, nadie acaba de digerirlas y ni siquiera son lo que se pretendía. Todo bajo la férula de una clase dirigente pigmea, incapaz de corregirse.

Ese solo hecho complica el año que ahora amanece. El problema es, precisamente, que se suman ingredientes a considerar en el porvenir inmediato. El cuadro nacional -político, económico y social- es tan complicado como el cuadro continental. Al norte del país, está marcado por el apuro económico, el empantanamiento militar y la distracción electoral; al sur del país, por definiciones que a más de una nación la tienen al borde de la fractura.

Reconocer el 2008 como una oportunidad exige desactivar el peligro latente del 2006. Si no se hace eso, se tiene que asumir el riesgo de una crisis.

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A nadie escapa que, cuando menos, el arranque de este año es económicamente difícil.

A la amenaza inflacionaria supuesta en la entrada en vigor de los aumentos postergados desde octubre, el famoso "gasolinazo", se agregan problemas derivados del ingreso de divisas. Los petrodólares y las remesas no serán lo que eran y el turismo, la otra fuente, no crece al ritmo deseado. A esa circunstancia se suma la aplicación de la reforma fiscal que, más allá de sus virtudes o vicios, supondrá ajustes en la contabilidad y las finanzas de las empresas. De suyo difícil ese panorama, la economía estadounidense muy lejos está de ser la locomotora que jale el vagón de nuestra economía. Según los especialistas, cuando menos el primer semestre del año será de pronóstico reservado.

Objetivamente la situación no se ve sencilla pero sobre ella resultará determinante la madurez o la inmadurez con que se conduzcan los actores políticos. La explotación de la dificultad o la indiferencia ante ella pueden provocar chispas en el pasto seco del desencuentro.

Social y, quizá, psicológicamente también la apertura de la frontera a los granos es otro asunto a prestar atención. Desde finales del año recién concluido, las posturas encontradas entre autoridades y productores pequeños dejaron abierta la puerta de la confrontación y, a esa circunstancia, se sumaron los zapateros molestos por la competencia china.

Puede debatirse o no si los productores hicieron lo necesario para prepararse o si más allá de su queja lo importante es el beneficio para los consumidores. El punto no es ése, el punto es que el conjunto de malestares derivado de la adversidad económica o de la ruta calendarizada de la apertura son ingredientes que, mal conjugados, pueden resultar desastrosos.

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La política, particularmente partidista y parlamentaria, retomará asuntos que previsiblemente debieron quedar resueltos al caer el telón del 2007.

No fue así. Por horas, y en parte por capricho de los diputados sentidos porque el Senado les enmendó ligeramente la plana, la reforma judicial se entrampó de último momento. La Cámara baja levantó su periodo de sesiones, siendo que todavía tenía tiempo para despachar esa reforma. Y, entonces, al abrirse el segundo periodo de sesiones en febrero esa reforma seguirá viva.

Junto con esa reforma, igualmente quedaron pendientes dos que si bien no parecen complicadas, en el fondo, golpean los intereses de dos poderosas industrias: la hotelera y la cigarrera. Pendiente quedó la reforma a la ley ambiental que pretende quitar dientes a la protección de los manglares y pendiente quedó la ley antitabaco.

Otra reforma no inscrita en la agenda legislativa inmediata pero que, sin duda, reactivará a otro grupo poderoso es la relacionada con la Ley de Radio y Televisión, después de que la Suprema Corte de Justicia declaró parcialmente su inconstitucionalidad.

Detrás del conjunto de esas reformas se mueven poderosos grupos económicos que, por lo visto y lo no visto, no están dispuestos a cruzarse de brazos frente a la eventual afectación de sus intereses.

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Lo mismo ocurrirá con la reforma electoral que, aun cuando algunos la dan por concluida, mantiene tres frentes abiertos. Uno, legislativo; otro, político; y, un tercero, judicial.

En el frente legislativo, la reforma todavía tiene un buen tramo que recorrer. Falta ajustar algo así como una quincena de leyes secundarias, donde destacan la Orgánica del Congreso, la Orgánica del Poder Judicial (en lo relativo al Tribunal Electoral), la de Medios de Impugnación Electoral y, desde luego, la de Radio y Televisión en lo tocante al tiempo de los partidos en esos medios. Se dice fácil, pero no será sencillo construir acuerdos si se tienen en cuenta las presiones sobre la reforma electoral.

En el frente político, la designación de los nuevos integrantes del Consejo General del IFE también quedó pendiente. Las tres principales fuerzas no arribaron a un acuerdo y, en febrero, estarán obligados a sacar adelante ese asunto. Mostrar incapacidad de nuevo dejaría en un estado de vulnerabilidad el proceso electoral del año entrante y muy mal parados a los tres partidos.

En el frente judicial, los amparos promovidos por las distintas agrupaciones patronales así como por la Barra de Abogados y un grupo de intelectuales contra el artículo 41 constitucional será no "una vacilada", sino una papa caliente para los ministros de la Suprema Corte que, después de su última actuación, quedaron divididos y en condición maltrecha.

Mucho se juegan en el curso del año entrante los Poderes de la Unión porque los vasos comunicantes entre ellos como entre los grupos de presión repercutirán sobre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Se verá si ceden espacios y poder en lo que es supuestamente el imperio del Estado.

Todo esto sin mencionar el desafío planteado desde antes del arranque del sexenio por el crimen organizado que, a pesar del despliegue militar, disputa todavía espacios y territorios al Estado.

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A ese cuadro nacional se suma el panorama continental que no es nada sencillo.

La relación de México con Estados Unidos se ve pasmada. El vecino va a una elección complicada donde, por lo pronto, los migrantes mexicanos aparecen como rehenes, una elección con un frente militar abierto que sangra de más en más y una elección con una economía emproblemada.

Hacia el sur, el rediseño del modelo constitucional en Venezuela, Bolivia y Ecuador es foco de polarización que, en más de un caso, amenaza con rupturas y frecuentemente compromete a la región.

En suma, un muy frágil equilibrio marca el arranque de este 2008. De la madurez y la capacidad de la clase dirigente que, hasta ahora, no ha dado muestras de entender que las heridas de la anterior elección presidencial están abiertas depende si este año se aprovechará como una oportunidad o se sufrirá como una crisis.

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