Carlos Fernández-Vega
cfvmx@yahoo.com.mx • cfv@prodigy.net.mx
Flaco favor le hace al país un partido político que en nada cuestiona al gobierno, que lo “apoya sin reservas” –excesos, resbalones y desvaríos incluidos–, que se presume acrítico y agachado al “mando supremo”, y que, en pocas palabras, “propone un futuro para el país” con base en el más negro pasado de la historia mexicana.
Lo anterior resume lo que Germán Martínez fue a decir al Senado de la República, en el arranque del debate sobre las “reforma” petrolera, a donde fue a descalificar a los opositores y no a convencerlos de las “bondades” que ofrece la vergonzante propuesta privatizadora de su patrón, el inquilino de Los Pinos.
El ex becario de la Secretaría de la Función Pública fue a Xicoténcatl a calificar de “nacionalistas falsarios” a los que se oponen a la “reforma” calderonista, dicho lo cual, como cada que abre la boca, el presidente panista escucha el coro: “no me ayudes compadre”. Germán Martínez, el Manuel Espino de la “continuidad”, mete la pata cada que puede, y puede seguido, como ayer, en el arranque del foro de debate petrolero, porque si algún “falsario” (iniciativa petrolera incluida) está a la vista de todos ese es su patrón, quien obviamente intenta “conseguir fines políticos propios” (GM dixit).
La primera coincidencia entre la mayoría de los ponentes en esta primera ronda fue un rotundo no a la violación constitucional a favor del capital privado (“teólogos del petróleo”, les llamó Germancito); en sentido contrario, sólo el dirigente partidista que es feliz siendo acrítico y agachón, más un académico que a veces labora de diplomático, quienes disfrazaron de “futuro para el país” la intentona calderonista (un niño verde balbuceó por allí sus clásicos disparates y “conmemoró” los “80 años de la expropiación” petrolera 10 años atrás).
Los demás, con sus matices, dijeron no a la privatización y a la modificación constitucional. David Ibarra Muñoz se manifestó por un rotundo no a la privatización, así sea “hormiga”, de la industria petrolera; Cuauhtémoc Cárdenas por un no a iniciativas como la de Calderón, “que permite violar la Constitución”, amén de presentar una “visión falaz, pretendidamente catastrófica” de la paraestatal; Lorenzo Meyer por un Pemex para los mexicanos y Beatriz Paredes, presidenta del PRI, por la imposibilidad de que su partido se pronuncie a favor de “la participación –abierta o encubierta– de capital privado en sectores básicos”, aunque todo indica que el término preciso es “en sectores estratégicos”, constitucionalmente amparados.
Y precisamente esa es la primera intención de la “reforma” calderonista: “trasladar” al sector petrolero nacional, sin cambios constitucionales, del sector estratégico al prioritario, como un primer paso para su privatización total. Es el mismo truco que aplicaron para los ferrocarriles, los satélites, la petroquímica “secundaria”, la banca y tantos otros sectores hoy privatizados íntegramente.
Como recientemente lo comentamos en este espacio, la Constitución no deja lugar a duda sobre la diferencia entre áreas estratégicas y prioritarias: en las primeras la participación del Estado es exclusiva (como en la petrolera), mientras que en las segundas es legal la presencia del capital privado y el llamado sector social. Desde hace 25 años el camino más fácil, que no legal, para que unas se conviertan en otras ha sido la “reclasificación” y las modificaciones a leyes secundarias, como Calderón lo ratifica en su iniciativa de “reforma”.
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Flaco favor le hace al país un partido político que en nada cuestiona al gobierno, que lo “apoya sin reservas” –excesos, resbalones y desvaríos incluidos–, que se presume acrítico y agachado al “mando supremo”, y que, en pocas palabras, “propone un futuro para el país” con base en el más negro pasado de la historia mexicana.
Lo anterior resume lo que Germán Martínez fue a decir al Senado de la República, en el arranque del debate sobre las “reforma” petrolera, a donde fue a descalificar a los opositores y no a convencerlos de las “bondades” que ofrece la vergonzante propuesta privatizadora de su patrón, el inquilino de Los Pinos.
El ex becario de la Secretaría de la Función Pública fue a Xicoténcatl a calificar de “nacionalistas falsarios” a los que se oponen a la “reforma” calderonista, dicho lo cual, como cada que abre la boca, el presidente panista escucha el coro: “no me ayudes compadre”. Germán Martínez, el Manuel Espino de la “continuidad”, mete la pata cada que puede, y puede seguido, como ayer, en el arranque del foro de debate petrolero, porque si algún “falsario” (iniciativa petrolera incluida) está a la vista de todos ese es su patrón, quien obviamente intenta “conseguir fines políticos propios” (GM dixit).
La primera coincidencia entre la mayoría de los ponentes en esta primera ronda fue un rotundo no a la violación constitucional a favor del capital privado (“teólogos del petróleo”, les llamó Germancito); en sentido contrario, sólo el dirigente partidista que es feliz siendo acrítico y agachón, más un académico que a veces labora de diplomático, quienes disfrazaron de “futuro para el país” la intentona calderonista (un niño verde balbuceó por allí sus clásicos disparates y “conmemoró” los “80 años de la expropiación” petrolera 10 años atrás).
Los demás, con sus matices, dijeron no a la privatización y a la modificación constitucional. David Ibarra Muñoz se manifestó por un rotundo no a la privatización, así sea “hormiga”, de la industria petrolera; Cuauhtémoc Cárdenas por un no a iniciativas como la de Calderón, “que permite violar la Constitución”, amén de presentar una “visión falaz, pretendidamente catastrófica” de la paraestatal; Lorenzo Meyer por un Pemex para los mexicanos y Beatriz Paredes, presidenta del PRI, por la imposibilidad de que su partido se pronuncie a favor de “la participación –abierta o encubierta– de capital privado en sectores básicos”, aunque todo indica que el término preciso es “en sectores estratégicos”, constitucionalmente amparados.
Y precisamente esa es la primera intención de la “reforma” calderonista: “trasladar” al sector petrolero nacional, sin cambios constitucionales, del sector estratégico al prioritario, como un primer paso para su privatización total. Es el mismo truco que aplicaron para los ferrocarriles, los satélites, la petroquímica “secundaria”, la banca y tantos otros sectores hoy privatizados íntegramente.
Como recientemente lo comentamos en este espacio, la Constitución no deja lugar a duda sobre la diferencia entre áreas estratégicas y prioritarias: en las primeras la participación del Estado es exclusiva (como en la petrolera), mientras que en las segundas es legal la presencia del capital privado y el llamado sector social. Desde hace 25 años el camino más fácil, que no legal, para que unas se conviertan en otras ha sido la “reclasificación” y las modificaciones a leyes secundarias, como Calderón lo ratifica en su iniciativa de “reforma”.

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