Luis Javier Garrido
La peor crisis económica y financiera de Estados Unidos en más de medio siglo se está agravando en este otoño de 2008 y amenaza a los países sin capacidad de decisión autónoma y uncidos a Washington, como México, que se halla, por otro lado, enfrentando una situación política y social crítica derivada de las políticas del gobierno de facto de Felipe Calderón, que en menos de dos años ha creado un clima de inseguridad y de violencia sin precedentes con el pretexto mentiroso de estar luchando contra el narcotráfico.
1. El gobierno ilegítimo de Felipe Calderón ha entrado antes de cumplir dos años en un escenario de desastre sin precedentes, derivado tanto de su incompetencia y de sus tentativas privatizadoras antinacionales, que lo han llevado de fracaso en fracaso, como del escenario caótico creado por él mismo al lanzar anticonstitucionalmente a las fuerzas armadas a aparentar una lucha contra el crimen organizado, que lo único que ha producido es un inútil derramamiento de sangre, y éste ahora se agrava por la crisis financiera internacional, sin que se vislumbre una salida.
2. El país requiere con urgencia un cambio radical –de otras políticas que privilegien los derechos del pueblo por sobre los intereses de las trasnacionales, y de otros hombres para ejecutarlas, muy distintos a los yuppies extranjerizantes con los que Calderón pretende inútilmente gobernar–, pero las exigencias provenientes de todos los sectores se están multiplicando sin que el gobierno panista parezca tener otra prioridad que proseguir con una serie de manipulaciones tendientes a imponer una mayoría panista en la Cámara de Diputados en las legislativas de 2009.
3. El escenario actual de México requiere una lectura muy diferente de la que muchos analistas están haciendo, influidos por la propaganda oficial. La violencia generalizada que prevalece es consecuencia de las políticas deliberadas que instauró el gobierno de Calderón desde el primero de diciembre de 2006 para crear un escenario de caos que le permitiese mantenerse en el poder, a pesar de su ilegitimidad, e imponer los programas privatizadores, y no de los traficantes que tienen sus propios códigos, y que el pueblo ve claramente. En México no existe una violencia derivada de la lucha de los cárteles entre sí, como no hay tampoco, según se pretende, un narcoterrorismo.
4. Ese interés del gobierno panista en mantener el clima de violencia para amedrentar a la población y desmovilizarla, es lo que explica que lejos de tomar las medidas conducentes pretende arrojar aceite al fuego. Y es lo que explica también que lejos de prever medidas drásticas frente a la crisis financiera que está germinando, se pretenda ignorarla creyendo que puede contribuir al escenario del caos.
5. Las señales que vienen del Potomac y de Wall Street no dejan, sin embargo, lugar a dudas de cuál va a ser el escenario inmediato. Los republicanos y los demócratas de Washington están dando ya evidencias de que una vez más van a hacer recaer el costo de su crisis a la clase trabajadora estadunidense y, sobre todo, a los países subordinados a sus políticas como México, y esto va a ser así ocupe quien sea la Casa Blanca a partir del 20 de enero. De la misma manera que el gobierno panista de México, sometido por completo al exterior, va a pretender seguir haciendo lo que hasta ahora ha hecho: hacerle pagar el costo de sus erráticas políticas al pueblo y pasarle a las capas medias de la población, sobre todo al pueblo empobrecido, la factura de lo que ya se llama a nivel internacional el efecto jazz.
6. México estará destinado, en consecuencia, a pagar en parte el costo de la crisis del sistema financiero estadunidense de no cambiarse de políticas, y esto es responsabilidad de Calderón, pues no hay una fatalidad en el porvenir inmediato. Cualquier salida que le puedan dar a la crisis mexicana los grupos que actualmente pretenden gobernar, de seguir las cosas como están, va a ser, por consiguiente, dentro del modelo actual y del insignificante margen de acción que les dejan a quienes mandan en México tanto la Casa Blanca como los organismos financieros a los que han aceptado someterse.
7. La disputa que está aflorando entre los sectores más retrógrados del país sobre las medidas que ha de tomar el gobierno calderoniano para que la violencia que el mismo desató conduzca a algo o para que el efecto jazz no afecte demasiado al sector empresarial no refleja más que la miopía, la ineptitud y el entreguismo de los grupos oligárquicos que se han apoderado del poder en México. Y poco importa si Guillermo Ortiz (director del Banco de México) se opone al titular de Hacienda, Agustín Carstens, pues ambos obedecen dócilmente las directrices de Washington.
8. Las medidas que deben tomarse de urgencia para poner un alto a la debacle nacional no implican, sin embargo, más que algo muy sencillo: respetar el marco jurídico establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Es urgente que el gobierno de facto calderonista detenga su frenesí privatizador lo mismo de industrias estratégicas que del sector educativo, que el ejército y la Marina regresen a sus cuarteles y no realicen tareas policiacas y represivas que les están tajantemente prohibidas, que el gobierno cese de derrochar los recursos de la nación para poder imponerse de manera fraudulenta en 2009. Y, ¿por qué no?, que se establezca un gobierno que trabaje para los mexicanos y no para los intereses trasnacionales.
9. La dinámica política de los últimos meses de desastre del segundo gobierno panista no apunta, no obstante, a que exista en él talento ni voluntad política para darle salida a la grave crisis económica, política y moral a la que ha llevado al país, y sí, por el contrario, hay evidencias de que puede empecinarse en ahondar el escenario de caos que el mismo forjó, y para el que le sirven lo mismo la crisis política que la financiera.
10. Hay que recordar ante esto, y por lo mismo, que al margen de lo que decidan en las próximas semanas las cúpulas empresariales y políticas la salida no se halla arriba; está abajo.
La peor crisis económica y financiera de Estados Unidos en más de medio siglo se está agravando en este otoño de 2008 y amenaza a los países sin capacidad de decisión autónoma y uncidos a Washington, como México, que se halla, por otro lado, enfrentando una situación política y social crítica derivada de las políticas del gobierno de facto de Felipe Calderón, que en menos de dos años ha creado un clima de inseguridad y de violencia sin precedentes con el pretexto mentiroso de estar luchando contra el narcotráfico.
1. El gobierno ilegítimo de Felipe Calderón ha entrado antes de cumplir dos años en un escenario de desastre sin precedentes, derivado tanto de su incompetencia y de sus tentativas privatizadoras antinacionales, que lo han llevado de fracaso en fracaso, como del escenario caótico creado por él mismo al lanzar anticonstitucionalmente a las fuerzas armadas a aparentar una lucha contra el crimen organizado, que lo único que ha producido es un inútil derramamiento de sangre, y éste ahora se agrava por la crisis financiera internacional, sin que se vislumbre una salida.
2. El país requiere con urgencia un cambio radical –de otras políticas que privilegien los derechos del pueblo por sobre los intereses de las trasnacionales, y de otros hombres para ejecutarlas, muy distintos a los yuppies extranjerizantes con los que Calderón pretende inútilmente gobernar–, pero las exigencias provenientes de todos los sectores se están multiplicando sin que el gobierno panista parezca tener otra prioridad que proseguir con una serie de manipulaciones tendientes a imponer una mayoría panista en la Cámara de Diputados en las legislativas de 2009.
3. El escenario actual de México requiere una lectura muy diferente de la que muchos analistas están haciendo, influidos por la propaganda oficial. La violencia generalizada que prevalece es consecuencia de las políticas deliberadas que instauró el gobierno de Calderón desde el primero de diciembre de 2006 para crear un escenario de caos que le permitiese mantenerse en el poder, a pesar de su ilegitimidad, e imponer los programas privatizadores, y no de los traficantes que tienen sus propios códigos, y que el pueblo ve claramente. En México no existe una violencia derivada de la lucha de los cárteles entre sí, como no hay tampoco, según se pretende, un narcoterrorismo.
4. Ese interés del gobierno panista en mantener el clima de violencia para amedrentar a la población y desmovilizarla, es lo que explica que lejos de tomar las medidas conducentes pretende arrojar aceite al fuego. Y es lo que explica también que lejos de prever medidas drásticas frente a la crisis financiera que está germinando, se pretenda ignorarla creyendo que puede contribuir al escenario del caos.
5. Las señales que vienen del Potomac y de Wall Street no dejan, sin embargo, lugar a dudas de cuál va a ser el escenario inmediato. Los republicanos y los demócratas de Washington están dando ya evidencias de que una vez más van a hacer recaer el costo de su crisis a la clase trabajadora estadunidense y, sobre todo, a los países subordinados a sus políticas como México, y esto va a ser así ocupe quien sea la Casa Blanca a partir del 20 de enero. De la misma manera que el gobierno panista de México, sometido por completo al exterior, va a pretender seguir haciendo lo que hasta ahora ha hecho: hacerle pagar el costo de sus erráticas políticas al pueblo y pasarle a las capas medias de la población, sobre todo al pueblo empobrecido, la factura de lo que ya se llama a nivel internacional el efecto jazz.
6. México estará destinado, en consecuencia, a pagar en parte el costo de la crisis del sistema financiero estadunidense de no cambiarse de políticas, y esto es responsabilidad de Calderón, pues no hay una fatalidad en el porvenir inmediato. Cualquier salida que le puedan dar a la crisis mexicana los grupos que actualmente pretenden gobernar, de seguir las cosas como están, va a ser, por consiguiente, dentro del modelo actual y del insignificante margen de acción que les dejan a quienes mandan en México tanto la Casa Blanca como los organismos financieros a los que han aceptado someterse.
7. La disputa que está aflorando entre los sectores más retrógrados del país sobre las medidas que ha de tomar el gobierno calderoniano para que la violencia que el mismo desató conduzca a algo o para que el efecto jazz no afecte demasiado al sector empresarial no refleja más que la miopía, la ineptitud y el entreguismo de los grupos oligárquicos que se han apoderado del poder en México. Y poco importa si Guillermo Ortiz (director del Banco de México) se opone al titular de Hacienda, Agustín Carstens, pues ambos obedecen dócilmente las directrices de Washington.
8. Las medidas que deben tomarse de urgencia para poner un alto a la debacle nacional no implican, sin embargo, más que algo muy sencillo: respetar el marco jurídico establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Es urgente que el gobierno de facto calderonista detenga su frenesí privatizador lo mismo de industrias estratégicas que del sector educativo, que el ejército y la Marina regresen a sus cuarteles y no realicen tareas policiacas y represivas que les están tajantemente prohibidas, que el gobierno cese de derrochar los recursos de la nación para poder imponerse de manera fraudulenta en 2009. Y, ¿por qué no?, que se establezca un gobierno que trabaje para los mexicanos y no para los intereses trasnacionales.
9. La dinámica política de los últimos meses de desastre del segundo gobierno panista no apunta, no obstante, a que exista en él talento ni voluntad política para darle salida a la grave crisis económica, política y moral a la que ha llevado al país, y sí, por el contrario, hay evidencias de que puede empecinarse en ahondar el escenario de caos que el mismo forjó, y para el que le sirven lo mismo la crisis política que la financiera.
10. Hay que recordar ante esto, y por lo mismo, que al margen de lo que decidan en las próximas semanas las cúpulas empresariales y políticas la salida no se halla arriba; está abajo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario