Jesús Ramírez Cuevas
En un hecho sin precedentes en la historia moderna, simultáneamente en todas las regiones del mundo, ricas y pobres, sus poblaciones resienten los efectos combinados de varias crisis: una financiera-económica, otra alimentaria, una más energética, y los resultados de la depredación ecológica. Las protestas en unos 20 países, lo mismo en Europa, Estados Unidos, México o Filipinas, son síntoma de que las consecuencias devastadoras del capitalismo salvaje y su modelo neoliberal abren paso a una crisis social de alcances incalculables, incluida la disputa por los recursos naturales como el petróleo y el agua.
Los actores principales de la catástrofe económica son los centros financieros internacionales y las empresas trasnacionales que controlan los mercados, de cuyas decisiones pende la vida de millones de personas, de pueblos enteros, que son arrojados al hambre y a la pobreza.
La crisis financiera, advierte el Fondo Monetario Internacional, amenaza con extenderse con una combinación letal de recesión económica más inflación. A su paso dejará una estela de quiebras, desempleo y destrucción de economías locales. Mientras, los especuladores del mercado mundial de alimentos y combustibles, provocan un incremento exagerado de precios.
Sin embargo, el alza de precios de los alimentos no es causada por la escasez. De hecho, en la Cumbre de Roma, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) anunció una cosecha récord de cereales para este año. Eso no modificará los precios; los dos gigantes que controlan el mercado, Cargill y Archer Daniels Midland, no renunciarán a sus enormes ganancias.
El encarecimiento de los alimentos (desde 2007 los precios han subido 90 por ciento a escala global) es causada por el incremento de las gasolinas, por la creciente demanda con el uso de alimentos para generar agrocombustibles (una cuarta parte de la tierra cultivable de Europa y Estados Unidos estará destinada a ello) y por la especulación de intermediarios internacionales. Aunque, según la FAO , las hambrunas que vienen “serán resultado de la oferta y la demanda y del cambio global, que se encuentran fuera del ámbito gubernamental”.
El incremento del petróleo impacta la industria, la agricultura y los servicios, provocando un efecto dominó en la economía y el bienestar de la gente, una espiral inflacionaria y carestía.
Sin embargo, los altos precios del petróleo, que amenazan con llegar a los 200 dólares por barril a fin de año, no tienen que ver con los costos de producción (15 dólares por barril en promedio), ni con su disponibilidad en el mercado. Se deben a la especulación de bancos y grupos financieros en los índices, mercados a futuro y de materias primas, quienes están invirtiendo en petróleo para recuperar sus capitales perdidos por la crisis hipotecaria y financiera.
Los especuladores en el mercado del petróleo son Goldman Sachs; Morgan Stanley; British Petroleum (BP); Société Genérale de Francia; Bank of America, el mayor banco de Estados Unidos, y Mercuria de Suiza. Detrás de ellos están las grandes petroleras.
Así la depresión económica genera más riqueza y poder de unas cuantas empresas globales. En México se pulverizaron los ingresos de la mayoría. En unos meses los salarios perdieron más de 40 por ciento de su poder de compra. En cambio, los precios de los productos básicos y los servicios aumentaron más de 70 por ciento. El incremento de la cartera vencida es muestra de ello (hay 110 mil juicios de desalojo por créditos hipotecarios). El desempleo es galopante. Hay más de 60 millones de pobres y 20 millones de mexicanos padecen hambre y desnutrición.
Hoy importamos 40 por ciento de nuestros alimentos. Y a pesar de la cosecha récord de maíz este año (25 millones de toneladas), seguimos trayendo granos del exterior. Maseca y Cargill monopolizan el mercado de maíz y diez empresas acaparan la producción del campo y reciben más de 80 por ciento de los subsidios y apoyos del gobierno federal a los productores.
Las crisis alimentaria, financiera y energética no están separadas; son parte de un proceso de reestructuración económica y social. El encarecimiento de los alimentos, combustibles, créditos y servicios es instrumento de una guerra económica a escala global.
“Quien controle el petróleo controlará naciones enteras, quien controle los alimentos controlará pueblos enteros”. De esa dimensión es el tiempo que vivimos y el reto de la humanidad para construir alternativas.
En un hecho sin precedentes en la historia moderna, simultáneamente en todas las regiones del mundo, ricas y pobres, sus poblaciones resienten los efectos combinados de varias crisis: una financiera-económica, otra alimentaria, una más energética, y los resultados de la depredación ecológica. Las protestas en unos 20 países, lo mismo en Europa, Estados Unidos, México o Filipinas, son síntoma de que las consecuencias devastadoras del capitalismo salvaje y su modelo neoliberal abren paso a una crisis social de alcances incalculables, incluida la disputa por los recursos naturales como el petróleo y el agua.
Los actores principales de la catástrofe económica son los centros financieros internacionales y las empresas trasnacionales que controlan los mercados, de cuyas decisiones pende la vida de millones de personas, de pueblos enteros, que son arrojados al hambre y a la pobreza.
La crisis financiera, advierte el Fondo Monetario Internacional, amenaza con extenderse con una combinación letal de recesión económica más inflación. A su paso dejará una estela de quiebras, desempleo y destrucción de economías locales. Mientras, los especuladores del mercado mundial de alimentos y combustibles, provocan un incremento exagerado de precios.
Sin embargo, el alza de precios de los alimentos no es causada por la escasez. De hecho, en la Cumbre de Roma, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) anunció una cosecha récord de cereales para este año. Eso no modificará los precios; los dos gigantes que controlan el mercado, Cargill y Archer Daniels Midland, no renunciarán a sus enormes ganancias.
El encarecimiento de los alimentos (desde 2007 los precios han subido 90 por ciento a escala global) es causada por el incremento de las gasolinas, por la creciente demanda con el uso de alimentos para generar agrocombustibles (una cuarta parte de la tierra cultivable de Europa y Estados Unidos estará destinada a ello) y por la especulación de intermediarios internacionales. Aunque, según la FAO , las hambrunas que vienen “serán resultado de la oferta y la demanda y del cambio global, que se encuentran fuera del ámbito gubernamental”.
El incremento del petróleo impacta la industria, la agricultura y los servicios, provocando un efecto dominó en la economía y el bienestar de la gente, una espiral inflacionaria y carestía.
Sin embargo, los altos precios del petróleo, que amenazan con llegar a los 200 dólares por barril a fin de año, no tienen que ver con los costos de producción (15 dólares por barril en promedio), ni con su disponibilidad en el mercado. Se deben a la especulación de bancos y grupos financieros en los índices, mercados a futuro y de materias primas, quienes están invirtiendo en petróleo para recuperar sus capitales perdidos por la crisis hipotecaria y financiera.
Los especuladores en el mercado del petróleo son Goldman Sachs; Morgan Stanley; British Petroleum (BP); Société Genérale de Francia; Bank of America, el mayor banco de Estados Unidos, y Mercuria de Suiza. Detrás de ellos están las grandes petroleras.
Así la depresión económica genera más riqueza y poder de unas cuantas empresas globales. En México se pulverizaron los ingresos de la mayoría. En unos meses los salarios perdieron más de 40 por ciento de su poder de compra. En cambio, los precios de los productos básicos y los servicios aumentaron más de 70 por ciento. El incremento de la cartera vencida es muestra de ello (hay 110 mil juicios de desalojo por créditos hipotecarios). El desempleo es galopante. Hay más de 60 millones de pobres y 20 millones de mexicanos padecen hambre y desnutrición.
Hoy importamos 40 por ciento de nuestros alimentos. Y a pesar de la cosecha récord de maíz este año (25 millones de toneladas), seguimos trayendo granos del exterior. Maseca y Cargill monopolizan el mercado de maíz y diez empresas acaparan la producción del campo y reciben más de 80 por ciento de los subsidios y apoyos del gobierno federal a los productores.
Las crisis alimentaria, financiera y energética no están separadas; son parte de un proceso de reestructuración económica y social. El encarecimiento de los alimentos, combustibles, créditos y servicios es instrumento de una guerra económica a escala global.
“Quien controle el petróleo controlará naciones enteras, quien controle los alimentos controlará pueblos enteros”. De esa dimensión es el tiempo que vivimos y el reto de la humanidad para construir alternativas.
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