Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Para Hugo, con un abrazo fuerte
que me lo descuaderne un poco
La televisión en México, la de Televisa y TV Azteca, es televisión estridente, efectista, de mucho oropel, mucho ruido y pocas nueces, a menos que las nueces las tengan en la mira los dueños y ejecutivos de las televisoras. Por eso, y a riesgo de sonar de nuevo sospechosista, esta columna se pregunta por qué a veces, así nomás, la tele pierde de pronto el interés en algo que nos estaba cacareando apenas hace un instante con su vocinglera esquizofrenia. Dicen los que de estas oscuras cuestiones mucho dicen saber, que debajo de la superficie de los noticieros hay una enorme, inmensa avenida de conveniencias y complicidades finamente tejidas con la burda fibra del dinero; que los noticieros suelen ser parte de los mejores ingresos de las televisoras, porque no solamente representan una gorda fuente de ingresos, sino que posiblemente, muy posiblemente, buena parte de esos ingresos entran a caja libres de espinas, sin adocenados acomodos contables ni, desde luego, obligaciones tributarias.
Eso puede no ser más que mala leche de la que se nutren los más cutres rumores, pero uno no puede dejar de ver en el pasado reciente terribles escándalos, casos irresueltos que cimbraron a toda una sociedad y que parecen ser, para tranquilidad de perpetradores y angustia de sobrevivientes y víctimas, agüita debajo del puente.
¿Por qué, a guisa de macabro ejemplo, habla la tele de las muertas de Juárez sólo de vez en cuando, como si hablara de algo por todos sobreentendido, como si se tratara de una vieja fractura geológica, un edificio ruinoso, vago, añejo problema?, ¿por qué las televisoras quitan pronto el dedo de ese retorcido renglón en lugar de porfiar en entrevistas a funcionarios ineptos: gobernadores, ex gobernadores, procuradores estatales de justicia, hasta llegar al sótano de lo judicial?, ¿por qué no hacer periodismo de investigación –no dejárselo sólo a cineastas– y bucear de veras en la mierda, sondear las versiones que involucran a juniors gringos, a una vasta red de pornografía asesina de mayoritario consumo estadunidense?, pero qué tal, en cambio, la basura farandúlica de programas como Hoy o Venga la mañana … ¿Por qué no hacen un día una emisión desde Juárez o Tijuana, en que Andrea Legarreta en lugar de las paporretas babeantes de siempre, establezca un diálogo directo, de concienciación, con las madres y hermanas de las víctimas de esa masacre de género que nos avergüenza en el mundo entero?, ¿por qué no implementar una recia campaña de concientización para las mujeres que trabajan en las maquiladoras de la frontera y hablarles acerca de la pavorosa realidad a la que se exponen día tras día? Pero qué tal, en cambio, la pastura, la sarta de estupideces de quienes editorializan la telenovela de la noche en Se vale o Ventaneando …
¿Por qué nadie en la tele, ni con aquellas pruebas documentales, cuestiona que Mario Marín siga en la silla grande en Puebla?, ¿que Ulises Ruiz, ese mago de la mentira y la represión descaradas, se mantenga en el poder en Oaxaca?, ¿por qué ningún comentarista, analista o conductor de noticieros pregunta dónde está Kamel Nacif, o repasa la posibilidad de los nexos entre presuntos pederastas (y también, de estrechos vínculos con la comunidad empresarial mexicano-libanesa) y funcionarios federales antes priístas y hoy furibundos panistas?, ¿es que se olvidó de pronto de quién es el yate en que Succar Kuri se sacaba fotos con las chiquitinas que violaba y regenteaba?
¿Es de verdad la mexicana una televisión –una sociedad– con tan poca memoria?, ¿por qué no vemos a los reporteros de los duopólicos conglomerados noticiosos perseguir con la misma agresividad que persiguen a funcionarios de izquierda y de verdadera oposición a este balbuceante régimen de derechas, a esos funcionarios y empresarios sobre los que pesan serias acusaciones o sospechas?, ¿por qué no hay una tropa de reporteros agresivamente inquiriendo las razones de los empresaruchos sacadólares, de los que no pagan impuestos sobre sus transacciones multimillonarias, de aquellos que no pueden explicar tranquilamente su riqueza y su ostentación?, ¿por qué han dejado en paz de pronto a gente de cola tan larga como la Sahagún, su pelele marido y su prole voraz?
Cualquiera con dos dedos de frente contestaría que hay un porqué, y que se cuenta en maquinitas, se agrupa con ligas y se traduce en divisas varias, y es lo que realmente mueve al mundo. Sobre todo al mundo de la televisión, y que nadie, pero nadie, se atreve a destapar la cloaca inmunda.
tumbaburros@yahoo.com
Para Hugo, con un abrazo fuerte
que me lo descuaderne un poco
La televisión en México, la de Televisa y TV Azteca, es televisión estridente, efectista, de mucho oropel, mucho ruido y pocas nueces, a menos que las nueces las tengan en la mira los dueños y ejecutivos de las televisoras. Por eso, y a riesgo de sonar de nuevo sospechosista, esta columna se pregunta por qué a veces, así nomás, la tele pierde de pronto el interés en algo que nos estaba cacareando apenas hace un instante con su vocinglera esquizofrenia. Dicen los que de estas oscuras cuestiones mucho dicen saber, que debajo de la superficie de los noticieros hay una enorme, inmensa avenida de conveniencias y complicidades finamente tejidas con la burda fibra del dinero; que los noticieros suelen ser parte de los mejores ingresos de las televisoras, porque no solamente representan una gorda fuente de ingresos, sino que posiblemente, muy posiblemente, buena parte de esos ingresos entran a caja libres de espinas, sin adocenados acomodos contables ni, desde luego, obligaciones tributarias.
Eso puede no ser más que mala leche de la que se nutren los más cutres rumores, pero uno no puede dejar de ver en el pasado reciente terribles escándalos, casos irresueltos que cimbraron a toda una sociedad y que parecen ser, para tranquilidad de perpetradores y angustia de sobrevivientes y víctimas, agüita debajo del puente.
¿Por qué, a guisa de macabro ejemplo, habla la tele de las muertas de Juárez sólo de vez en cuando, como si hablara de algo por todos sobreentendido, como si se tratara de una vieja fractura geológica, un edificio ruinoso, vago, añejo problema?, ¿por qué las televisoras quitan pronto el dedo de ese retorcido renglón en lugar de porfiar en entrevistas a funcionarios ineptos: gobernadores, ex gobernadores, procuradores estatales de justicia, hasta llegar al sótano de lo judicial?, ¿por qué no hacer periodismo de investigación –no dejárselo sólo a cineastas– y bucear de veras en la mierda, sondear las versiones que involucran a juniors gringos, a una vasta red de pornografía asesina de mayoritario consumo estadunidense?, pero qué tal, en cambio, la basura farandúlica de programas como Hoy o Venga la mañana … ¿Por qué no hacen un día una emisión desde Juárez o Tijuana, en que Andrea Legarreta en lugar de las paporretas babeantes de siempre, establezca un diálogo directo, de concienciación, con las madres y hermanas de las víctimas de esa masacre de género que nos avergüenza en el mundo entero?, ¿por qué no implementar una recia campaña de concientización para las mujeres que trabajan en las maquiladoras de la frontera y hablarles acerca de la pavorosa realidad a la que se exponen día tras día? Pero qué tal, en cambio, la pastura, la sarta de estupideces de quienes editorializan la telenovela de la noche en Se vale o Ventaneando …
¿Por qué nadie en la tele, ni con aquellas pruebas documentales, cuestiona que Mario Marín siga en la silla grande en Puebla?, ¿que Ulises Ruiz, ese mago de la mentira y la represión descaradas, se mantenga en el poder en Oaxaca?, ¿por qué ningún comentarista, analista o conductor de noticieros pregunta dónde está Kamel Nacif, o repasa la posibilidad de los nexos entre presuntos pederastas (y también, de estrechos vínculos con la comunidad empresarial mexicano-libanesa) y funcionarios federales antes priístas y hoy furibundos panistas?, ¿es que se olvidó de pronto de quién es el yate en que Succar Kuri se sacaba fotos con las chiquitinas que violaba y regenteaba?
¿Es de verdad la mexicana una televisión –una sociedad– con tan poca memoria?, ¿por qué no vemos a los reporteros de los duopólicos conglomerados noticiosos perseguir con la misma agresividad que persiguen a funcionarios de izquierda y de verdadera oposición a este balbuceante régimen de derechas, a esos funcionarios y empresarios sobre los que pesan serias acusaciones o sospechas?, ¿por qué no hay una tropa de reporteros agresivamente inquiriendo las razones de los empresaruchos sacadólares, de los que no pagan impuestos sobre sus transacciones multimillonarias, de aquellos que no pueden explicar tranquilamente su riqueza y su ostentación?, ¿por qué han dejado en paz de pronto a gente de cola tan larga como la Sahagún, su pelele marido y su prole voraz?
Cualquiera con dos dedos de frente contestaría que hay un porqué, y que se cuenta en maquinitas, se agrupa con ligas y se traduce en divisas varias, y es lo que realmente mueve al mundo. Sobre todo al mundo de la televisión, y que nadie, pero nadie, se atreve a destapar la cloaca inmunda.
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